La ciudad ausente, en La Plata
La ópera vuelve con puesta de Pablo Maritano y dirección musical de Erik Oña
"Viene, está viniendo, se acerca?" Así, como si fuera una promesa, canta Elena, la mujer máquina, en el principio de La ciudad ausente , quizá la ópera argentina más emblemática de las últimas décadas. En verdad, cuando se habla de ópera contemporánea argentina, se piensa de inmediato en ella. Hay varias razones por las que la obra adquirió semejante estatuto; la primera es evidentemente la música fuera de serie de Gerardo Gandini, pero también sin duda la colaboración con Ricardo Piglia, autor de la novela homónima, que fue el origen de la amistad entre el escritor y el compositor. Por último, está también la trama: es posible que en la voluntad de Macedonio Fernández de convertir a su amada Elena en una máquina para preservarla de la muerte haya también toda una alegoría del arte. Macedonio es aquí personaje, aunque hay que pensarlo también como responsable del Museo de la novela de la Eterna , el libro que justifica la novela y ópera.
Elena es una máquina de cantar y contar historias, pero la ópera, como en cierto modo la novela de Piglia, no cuenta en rigor ninguna historia; más bien, presenta cuadros que niegan cualquier sucesión y abren una dimensión atemporal propicia para la abolición de la muerte. "Elena cree en la muerte y niega la eternidad, cree y acepta ese despido de amor que es la muerte. Macedonio cree que la muerte nada es", canta Fuyita, otros de los personajes. Algunas de las historias de Elena se organizan en microóperas autónomas, cada una con su estilo característico, en el interior de la ópera mayor. Tras la apariencia estricta del policial, habita la proliferación de un museo sonoro.
Pasaron más de quince años desde el estreno mundial de La ciudad ausente en el Teatro Colón y, desde hoy, a las 17, podrá verse en el Argentino, en una puesta de Pablo Maritano, con dirección musical de Erik Oña. A pesar de ser un viejo conocido de Gandini, el primer recuerdo que Oña tiene de La ciudad ausente es el de la partitura que recibió hace unos meses. Cuando la ópera se estrenó, él ya estaba fuera del país, de modo que su enfoque no está filtrado por aquella primera versión. "No tengo ningún recuerdo y pedí que no me mandaran ninguna grabación -cuenta-. Quise preparar la pieza con mis propias decisiones. Se puede ser fiel a la pieza sin ser una copia de lo que hizo el compositor; la vida de la pieza va cambiando. Además, lo que hago ahora mantiene la coherencia con la puesta de Maritano."
Oña comparó el manuscrito con la copia de la partitura hecha por computadora y corrigió algunos errores de copiado, pero no hay modificaciones decisivas en esta versión, salvo, según señala, algunos cambios dictados por la puesta. "Son cosas muy chicas, lo más relevante es un grupo de cinco compases, que corresponden a la música de Elena, que se toca unos compases antes."
Cuando se le pregunta a Gandini sobre si revisó la partitura para esta nueva puesta, guarda unos segundos de silencio, y responde con una sonrisa de extraña serenidad: "No. La obra se mantiene muy bien, no quise cambiar nada. Aunque tiene millones de notas, es una obra económica". También es cierto que, para los compositores, algunas piezas se vuelven inmodificables. Es probable que ése sea el caso de La ciudad ausente para Gandini: una obra cuya existencia no se puede imaginar con otra forma. Igual, en La Plata, se abrirá hoy otro capítulo de la evocación que será también una variedad del homenaje.
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