Raúl Lavié sería el encargado de entonar esta noche el gran clásico de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer que estrenó Amelita Baltar en 1969, en el Primer Festival Iberoamericano de la Canción y la Danza; se trata de “Balada para un loco”, el tema que primero dividió aguas entre los tangueros y luego alcanzó estatura de clásico universal
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Fue la obra de Astor Piazzolla que llegó más lejos en el gusto popular, a punto tal de que muchas veces, agobiado, criticó su propia creación. Fue un tango que despertó controversias desde su origen y a la vez generó un boom, con 200.000 copias vendidas. Fue un tema diferente y completamente audaz, que cosechó tantas adhesiones como reproches, que dividió las aguas entre la renovación y el tradicionalismo en el tango y que se convirtió en el símbolo mismo de una época de ebullición cultural. “Balada para un loco”, que Astor compuso en alianza creativa con el poeta Horacio Ferrer y estrenó con la voz de Amelita Baltar, fue todo eso y mucho más, proyectándose por el mundo hasta nuestros días con la potencia de un clásico.
La pieza vuelve a estar en boca de todos por ser la elegida por el flamante presidente Javier Milei para la gala de este domingo por la noche en el Teatro Colón.
La trastienda de la canción reúne todos los condimentos para transformarse en una historia perfecta de resiliencia, épica y triunfo. En principio, porque fue resistida desde su estreno. Los autores inscribieron a la inédita “Balada…” para competir en el Primer Festival Iberoamericano de la Canción y la Danza, que se celebró en noviembre de 1969 en Buenos Aires. Durante la instancia final, la interpretación en vivo por el conjunto de Piazzolla y la voz de Amelita en el Luna Park provocó un caos generalizado que incluyó insultos, monedazos, aplausos y silbidos. Paradojas del destino: si bien la votación popular terminó relegando el tema a un segundo puesto, el tango elegido como ganador, “Hasta el último tren”, de Julio Camilloni y Julio Ahumada, cantado por Jorge Sobral, nunca tuvo ni por asomo tanta repercusión. En cambio, “Balada…” se convirtió en poco tiempo en un suceso.
En su trayecto hacia el éxito fue fundamental el rol del locutor peruano Hugo Guerrero Marthineitz, quien desde la radio pasaba al aire con frecuencia la flamante obra de Piazzolla y Ferrer, interpretada por Amelita en un disco simple para Columbia, que incluyó “Chiquilín de Bachín” en el lado B. El tema también recibió el espaldarazo de figuras icónicas de la patria tanguera: “El Polaco” Roberto Goyeneche, siempre atento a las novedades y con una mirada artística luminosa, quedó embelesado ante la nueva creación. “No es un tango ¡Es un tangazo!”, salió a decir el cantor antes de hacer su propio registro junto con el conjunto de Piazzolla para RCA, en 1969. No fue el único: también la orquesta de Osvaldo Pugliese lo grabó en una versión instrumental, en 1970.
De golpe, los detractores de la modernización del tango y del binomio Piazzolla-Ferrer, que en un principio habían criticado en el festival la duración de la canción, la mención de “balada” en el título, el largo recitado del comienzo, la parte valseada y que, en definitiva, sostenían que no podía ser considerado un tango, sucumbieron frente a la monumental trascendencia que consiguió la obra. Hoy, más de medio siglo después, puede formar parte de cualquier antología musical del continente.
Clima de época
La dupla autoral, integrada por Piazzolla y Ferrer, que ya había dado a conocer la operita “María de Buenos Aires” en 1968, continuó trabajando en la primera parte de la década de 1970 con una sucesión de baladas, tangos y preludios junto con Amelita Baltar, pareja del músico por entonces, como voz emblemática. La sociedad artística entre un bandoneonista que venía revolucionando el tango instrumental, un poeta con raíz en el surrealismo y una intérprete que había empezado en el folclore, le abrió nuevos caminos a la canción en aquellos años.
En ese contexto, “Balada…” fue clave en el clima de experimentación y en la estética del momento histórico. El recitado en prosa del comienzo marca el rumbo del tango: “Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salgo de casa por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en mí... Cuando, de repente, de atrás de ese árbol, se aparece él. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos mediasuelas clavadas en los pies y una banderita de taxi libre levantada en cada mano. ¡Ja! ¡Ja! Parece que sólo yo lo veo”.
En la misma sintonía, la fuerza de los primeros versos cantados, enlazados a la música de Astor, integran la lengua popular del país. Un viaje entre el tango y cierta psicodelia porteña. “Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao/No ves que va la luna rodando por Callao/Que un corso de astronautas y niños con un vals/Me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!/Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao… / Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión/ Y a vos te vi tan triste… ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí! / El loco berretín que tengo para vos”.
El secreto de su éxito
En una entrevista publicada en el exhaustivo libro Cien tangos fundamentales, de Oscar del Priore e Irene Amuchástegui, el poeta Horacio Ferrer aportó pistas sobre la “cocina” de la canción y su repercusión. “Lo que marca un estilo, el hecho de que yo no haya copiado a ningún poeta del tango, es la presencia de la fantasía en mi obra. En el tango no ha habido demasiada fantasía. En el tango ha habido imaginación (…). Otro atractivo es el sentido de la libertad que propone, el sentido romántico y antifenicio de la vida. Y la música, por supuesto, que tiene la polenta de ‘Adiós Nonino’ y frases absolutamente teatrales”.
Piazzolla mantuvo una relación de amor y odio con su criatura más popular. Volvió a grabar este tango-canción varias veces junto con José Ángel “Pepe” Trelles, nuevamente con El Polaco Goyeneche y también con la cantante italiana Milva. Le prodigó elogios, pero también se mostró contrariado frente al inédito alcance. En el libro A la manera de memorias, de Natalio Gorín, el músico recordó uno de los momentos más emocionantes relacionados con esta obra: cuando presentó la pieza ante 200 pacientes del Hospital Borda. “En todos nosotros había una especie de pudor por la reacción que podían exteriorizar los pacientes. Para los médicos que nos habían invitado el hecho era absolutamente normal, lo alentaban. La respuesta fue maravillosa, casi todos los internos cantaron ‘Balada...’ a coro”.
Para Amelita Baltar, se convirtió durante más de 50 años en el infaltable caballito de batalla de sus conciertos. Según explicó, se trata de la última canción popular de tango. “Es muy entradora, como si fuera un puñal enjabonado. Tiene algo muy lindo: escapar de la rutina, como una invitación a pispear las golondrinas y a salir a volar por las cornisas. Es un tema que avisa: no salgas de la oficina mirando las baldosas. Hasta el día de hoy miro para arriba cuando voy por la calle, observo las cúpulas de Buenos Aires y me escapo de la rutina”. Grabada por cientos de intérpretes, la composición trascendió el tango para instalarse en el corazón de la música argentina. También alcanzó dimensión planetaria con múltiples versiones. Entre muchos otros, la cantaron el italiano Domenico Modugno, la española Nati Mistral, la portuguesa Dulce Pontes y el tenor coreano Cho Min Gyu, quien aprendió la letra por fonética en español.
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