Desde la temprana versión de la sueca Lill-Babs hasta la ochentosa de las Viudas, “Bikini a lunares amarillo diminuto justo justo” es un clásico que cambia su letra con los años pero que no pierde vigencia
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1946 para Europa y 1984 para la Argentina fueron años de destape, de salir del agujero interior. Para el Viejo Continente significó el primer año completo de la post guerra y para nuestro país el primero post dictadura. A ambos los une un link que puede resultar un tanto antojadizo: la bikini y una banda de chicas.
La prenda pensada como traje de baño en dos piezas para la mujer fue creada por Luis Réard, ingeniero automovilístico y diseñador de ropa que presentó su creación el 5 de julio de 1946 en una pileta pública en París. Para una sociedad que estaba dejando atrás sus años más grises, la aceptación de la bikini no fue de un día para otro. Su carácter “exhibicionista” le valió miradas de reojo y para cualquier mujer que se animara a usarla representaba un acto de osadía. Por primera vez en la historia, una prenda les permitía mostrar el ombligo en público.
Con el correr del tiempo, la bikini fue estableciéndose en distintas regiones del mundo de manera gradual. Hacia 1960, una canción hizo su aporte para ello: “Itsy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polkadot Bikini”, conocida en Argentina como “Bikini a lunares amarillo, diminuto, justo justo”. Compuesto por Paul Vance y Lee Pockriss como una novelty song (una etiqueta acuñada por los directivos de Tin Pan Alley a fines del siglo XIX para designar a las canciones de corte humorístico), el clásico tuvo una gran cantidad de reversiones que bien podrían marcar el derrotero de la bikini a través de las décadas y los países. De hecho, una de las primeras versiones que se conocen fue la de la artista sueca Lill-Babs. Allí, en primera persona relata su timidez a la hora de salir de la tienda de ropa con su nueva compra. En el video, eso sí, se la llega a ver con la bikini dentro de la pileta, el único lugar en el que pudo usarla, ante la mirada de un grupo de hombres.
La versión más conocida y que la catapultó como una suerte de standard de la música pop, sin embargo, llegó en 1960 de la mano de Brian Hyland, un cantante norteamericano que utilizó la letra de Vance y Pockriss. En tercera persona, la letra mantiene la idea de la timidez de la muchacha con su bikini a lunares amarillo y cuenta cómo es el paso desde el vestuario a la playa. Llega hasta el agua sin sacarse la manta y, una vez adentro, no quiere salir para que nadie la vea. Y se queda allí a pesar de que el frío “la hace poner azul”.
De una u otra manera, el hit con aires de música surf potenció la venta de bikinis, casi como un llamado, no solo a la liberación de quien quiera usarla, sino también a que se deje de juzgar a quienes la usaban. Durante los 60 y 70, el tema tuvo sus reversiones en todo el mundo y en diferentes idiomas. El toque argentino llegó gracias a Viuda e Hijas de Roque Enroll, en 1984. Con la novedad de ser un grupo formado íntegramente por mujeres (Mavi Díaz en voz, María Gabriela Epumer en guitarra y coros, Claudia Mabel Sinesi en bajo y coros y Claudia Ruffinatti en teclados y coros), las Viudas entraron a estudios Panda entre mayo y junio de ese año a grabar su primer disco sin haber siquiera tocado en vivo, tal como lo cuenta Nicolas Igarzábal en su libro Grabado en Estudios Panda - Historias de una fábrica de hits (1980 - 2020). “Llegamos bastante aceitadas y, de hecho, los productores se sorprendieron con lo rápido que grabábamos”, cuenta allí Mavi Díaz. “No habrán sido veintinueve horas, como Los Twist, pero en quince días terminamos todo. Y casi siempre en el turno de día, porque teníamos veinte años y éramos unas Heidis nosotras. Todo agua mineral y Coca-Cola, ¡ni siquiera tomábamos alcohol!”.
La comparación con Los Twist no es azarosa, Viuda e Hijas de Roque Enroll, que había sido pergeñado por el productor Bernardo Bergeret, de la agencia Abraxas, retomaba un estilo retro y descontracturado al igual que los liderados por Pipo Cipolatti. Entre el rockabilly, el surf y la estética pinap, recuperaban, más con ansias de divertimento que con porte restauracionista, un sonido anterior a la dictadura. Eso sí, aunque Bergeret pretendía que fuera una banda de covers, las integrantes del grupo insistieron en que podían tener también sus canciones.
Entre temáticas tabú siempre con tamiz humorístico (el divorcio, la marihuana, el aborto, el acoso callejero y hasta la masturbación adolescente), el disco homónimo de Viuda e Hijas de Roque Enroll llegó a vender 300 mil copias e incluía, claro, uno de sus mayores hits: su versión de “Bikini a lunares amarillo diminuto justo justo”. Casi 40 años después del lanzamiento de la bikini, ya no era motivo de vergüenza usarla, por lo que la reescritura optó por hacer del depilado el tema central que provocaba la timidez de la protagonista y la moraleja final (”depilate si querés gozar del sol”). Con la sonoridad surf/pop intacta y el tono casi neutro de Mavi Díaz, la letra introduce imágenes que la resignifican y la imponen como documento de época. “Ella quería curtir Playa Bristol”, comienza la versión y describe que la chica en cuestión “llegó a la playa escuchando un walkman”.
Viuda e Hijas de Roque Enroll se estableció en la escena del rock argentino de los 80 a fuerza de hits desprejuiciados que encajaban perfecto en el entramado del destape post dictadura y hoy son reconocidas como una banda clave en la historia del rock argentino en general y de la historia de las mujeres en el rock argentino en particular. Para “Bikini a lunares amarillo, diminuto, justo justo” también hubo una sobrevida en la escena local. En los 90 tuvo una nueva relectura por The Sacados, grupo que incursionó en la música electrónica y por donde tuvo su paso Machito Ponce. En su disco debut, que incluía el tema que fuer cortina del programa Ritmo de la noche, se incluía una versión de “Bikini a lunares...” cuya letra cambiaba totalmente el punto de vista y trasladaba el foco a un hombre obsesionado por una chica que usaba la prenda en cuestión. Como dato final, vale agregar que detrás de The Sacados había un productor bien caro a esta historia: Bernardo Bergeret.
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