La grabó en Nueva York, fue motivo central de una de las películas que filmó el Zorzal Criollo y al día de hoy sigue siendo descubierta y reinterpretada por músicos de todo tipo de estilos y procedencias
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Unos acordes de violín sobrevuelan en la orquesta. Se asienta un solo que introduce el trasfondo sinfónico en el que la voz de Mercedes Sosa irrumpe, suave y cadenciosa, en las primeras estrofas: “Acaricia mi ensueño el suave murmullo de tu suspirar, ¡cómo ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar! Y si es mío el amparo de tu risa leve que es como un cantar, ella aquieta mi herida, ¡todo, todo se olvida..!...”. La Negra todavía seguía en el exilio de París y entre 1980 y 1981 graba el disco A quién doy, con la dirección artística de José Luis Castiñeira de Dios. En él incluye dos tangos: “Los mareados”, de Cadícamo y Cobián y “El día que me quieras”, de Gardel y Le Pera.
No es sino en la interpretación que una letra reconoce y completa su singularidad. Una versión tal vez podría ser la gloria o la ruina del tema. Si hay una canción de la música popular argentina que reviste complejidad es “El día que me quieras”, por la imparable sucesión de versiones en el tiempo: del tango al rock, del bolero a la canción rioplatense, del jazz a la música lírica hay para todos los gustos, preferencias y para todos los colores.
Se cree, al menos, que existen unas doscientas grabaciones de diferentes épocas desde que fue compuesta por Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, registrada por primera vez con arreglos musicales de Terig Tucci -el director de orquesta que acompañó a Carlos Gardel en las películas que filmó en Estados Unidos, siendo su mayor arreglador-. Lo hicieron en Nueva York el 19 de marzo de 1934 bajo el sello RCA Victor en disco Shellac, a 78 RPM. En el lado B del disco se escuchaba “Volvió una noche”, también con la letra de Le Pera y música de Gardel. Mascarón de proa de la película homónima dirigida por el austríaco John Reinhardt y con guion de Le Pera bajo la producción de Paramount, fue estrenada al año siguiente con final a dúo con Rosita Moreno y proyectada en La Habana, Cuba, pocos días después de que el Zorzal Criollo muriera en un accidente de avión en Medellín, a sus 44 años: en el mismo avión viajaba Alfredo Le Pera. El dúo quedó inmortalizado y nacería el mito.
No existe cantante de tango que alguna vez no la haya interpretado. Jorge Sobral lo hizo con varias orquestas, Libertad Lamarque tiene un par de versiones, María Graña, Floreal Ruiz y Julio Sosa también. Hugo del Carril la grabó tres veces, además de cantarla en dos películas, una con el mismo nombre, en 1969, y otra anterior, de 1939, en La vida de Carlos Gardel. En las últimas décadas brillan la de los guitarristas Luis Borda y Luis Salinas, libres y abiertas a nuevos sonidos como la expresada por el quinteto de Rodolfo Mederos, la armónica de Hugo Díaz y los postangos de Gerardo Gandini. La versión del Polaco Goyeneche con la Orquesta Típica Porteña es una de las más célebres: arrabalera y en el tono de su incomparable impronta rockera, con un final abrupto, seco.
Su encantador recitado en el medio de la canción suena sublime: “El día que me quieras/no habrá más que armonías, será clara la aurora/y alegre el manantial. Traerá quieta la brisa/ rumor de melodías/y nos darán las fuentes/su canto de cristal. El día que me quieras/ endulzará sus cuerdas/el pájaro cantor/florecerá la vida/no existirá el dolor…”.
“La grabé en mi disco Las tardecitas de Minton´s con piano y contrabajo. No es mi canción preferida de Gardel para tocar al piano, prefiero ‘Cuando tú no estás’ o ‘Amores de estudiante’, pero le encontré el gusto a disfrutarla. Más que improvisarla, a gozarla. Es una canción sofisticada en términos armónicos, una secuencia de acordes elegante en el parámetro de la canción tanguera. De pronto, dejé de tocarla porque había muchas versiones tanto cantadas como instrumentales y no me gustaban tanto. Me cuidé de no hacer una caricatura, y ahora la volví a desempolvar para mis ciclos de piano solo”, cuenta el pianista de jazz Adrián Iaies en diálogo con LA NACION.
La canción de Gardel y Le Pera -”aunque los poetas lo desprecien y pocos lo tengan en su memoria, todos cantan sus temas”, escribe José María Otero en ABC del Tango, biografía de grandes figuras-, letrista que hizo una paráfrasis del poema homónimo del mexicano Amado Nervo incluido en su libro póstumo El arquero divino (1919), no exenta de acusaciones de plagio a punto tal que el catalán Josep Plaja, profesor de inglés de Gardel y uno de los sobrevivientes del accidente de Medellín, contó que se había hecho un acuerdo con la familia de Nervo para hacer una canción basada en el poema, concentra un abanico estilístico tan amplio como difícil de encasillar. Así lo entendió Daniel Barenboim, quien grabó una versión con Rodolfo Mederos y Héctor Console, poniendo a Gardel a la altura de sus famosas interpretaciones de Mozart o Beethoven.
De Alberto Cortez a Roberto Carlos, de Pablo Milanés a Andrés Calamaro, de Buena Vista Social Club a Los Tucu Tucu, de Gloria Estefan -quien fue una de las pocas que se animó a cantarla en inglés- a Celeste Carballo, de Ricardo Montaner a Plácido Domingo, sin contar las conocidas por Julio Iglesias, Sandro, Patricia Sosa y el tenor José Carreras. Las versiones tuvieron sus picos, como el de Luis Miguel, que se consolidó en el puesto número uno en la lista Billboard Hot Latin Tracks en 1994 como parte de su disco Segundo romance. Así fue como resultó una de las canciones latinas con mejor interpretación del año en los Premios Latinos BMI de 1996 y a la vez incluida en el Salón de la Fama de los Latin Grammy en 2001.
Tan reversionada como una fija en los repertorios de orquesta y coro, en los buscadores de música de internet hay más de 250.000 ofrecimientos con grabaciones caseras o propuestas de karaoke. En la poesía original de Amado Nervo se mezcla el día y la noche en los dos primeros versos: “El día que me quieras tendrá más luz que junio/la noche que me quieras será de plenilunio/con notas de Beethoven vibrando en cada rayo/sus inefables cosas, y habrá juntas más rosas/que en todo el mes de mayo”. Le Pera también habla de rosas y de rayos -aunque sin tanta hipérbole-, y en su estructura no puede dejar de reconocer la influencia del bolero mexicano. No casualmente, además de Luis Miguel, a otros cantantes les resultó familiar entonarla, como Pedro Vargas y el Trío Los Panchos.
“El día que me quieras es el paradigma de la expresión romántica del Gardel intérprete”, escribió Oscar del Priore en su libro Cien tangos fundamentales. En Francia, entre 1931 y 1932, Le Pera, numen gardeliano, escribió las letras de todas las canciones y los guiones de las películas que filmó el Zorzal Criollo para la Paramount. Y todos los temas, escritos entre Nueva York y París y no en Buenos Aires, fueron grandes éxitos en su momento y vigentes en el cancionero rioplatense: “Volver”, “Sus ojos se cerraron”, “Por una cabeza”, “Melodía de arrabal”, “Soledad”, “Lejana tierra mía”, “Mi Buenos Aires querido”.
“Era un lenguaje que entendían todos los que hablaban español -decía José Gobello, especialista en lunfardo-. Impulsó a Gardel más allá del cerrado localismo de la poética del tango y lo llevó a una impresionante conquista de admiradores fuera de la Argentina”. Quien refundó aquel lenguaje con su interpretación gutural fue Litto Nebbia, que la versionó tanto en modo instrumental como en canción, esta última para su disco Demasiadas maneras de no saber nada. Allí, Nebbia navega etéreamente: “El día que me quieras/la rosa que engalana/se vestirá de fiesta/con su mejor color. Al viento las campanas/dirán que ya eres mía/y locas las fontanas/me contarán tu amor. La noche que me quieras/desde el azul del cielo, las estrellas celosas/nos mirarán pasar/y un rayo misterioso/hará nido en tu pelo, luciérnaga curiosa/que verá…¡que eres mi consuelo..!”.
Escribe Eduardo Berti en Por qué escuchamos a Aníbal Troilo (Gourmet Musical): “El tango, con su mitología, fue acaso el primer relato que le dio unidad, identidad, a ese país que a comienzos del siglo XX parecía una suma de países. El tango supo interpretarnos o supimos interpretarnos a través del tango”. Y hace un paralelismo entre Troilo y Gardel, con su talento admirable de ambos para la composición. Tanto Gardel como Troilo, dice Berti, son melodistas mágicos, con tangos insoslayables y definitivos: “Mi Buenos Querido” o “Sur” en lo que atañe al homenaje rendido a un espacio geográfico y a un origen, “El día que me quieras” o “María” que refieren al homenaje a la mujer amada.
En los últimos tiempos, “El día en que me quieras” apareció como título y argumento central del sexto capítulo de la exitosa Luis Miguel, la serie y en el libro El día que me quieras (Criatura Editora), con una bella versión ilustrada del uruguayo Alejo Schettini y la interpretación de Queyi, en la que deja de ser la declaración de amor de un hombre a una mujer para convertirse en la expresión de anhelo de un perro abandonado hacia una niña.
Otro fascinado por Gardel fue Diego El Cigala, que en su disco Cigala&Tango versionó con su singular tono bohemio “El día que me quieras”. Se fascinó con el Zorzal Criollo por Rafael Farina, su tío cantaor. “Después me regalaron una antología de Goyeneche y quedé cautivado. Por eso estoy obsesivo con YouTube, que me sirve de escuela. Estoy a mis anchas con las versiones de ‘El día que me quieras’ de Gardel, Goyeneche y Julio Sosa. Además, cuando fui por primera vez a Buenos Aires, me llevaron a una tasca en el Abasto, donde iba Gardel”, dijo Cigala en una entrevista.
Tan descomunal es la obra de la dupla Gardel y Le Pera que varios críticos los colocan como artífices de la transformación del mapa cultural del siglo XX, junto a Lennon y McCartney. Sus figuras siguen omnipresentes en la cultura porteña: en los Premios Gardel, en el Día del Tango que se celebra en el Museo Gardel y hace unos años en la Sala Leopoldo Lugones, cuando se proyectó a sala llena una función especial de El día que me quieras por el 84° aniversario de la muerte del cantor. Hito internacional y de fuerte raigambre latinoamericana, “El día que me quieras” se enriquece con versiones como la de la colombiana Marta Gómez o la hipnótica que hizo Eddie Palmieri, una de las más grandes figuras de la salsa y el jazz latinos, que con la voz de Cheo Feliciano la eternizó en las rondas de salsa más que en el dos por cuatro de la pista milonguera, tal vez sin que sus seguidores sepan que se trata de una de las canciones más populares de Gardel.
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