La búsqueda espiritual de Draco Rosa luego de dos trasplantes y de ganarle la batalla al cáncer
El ex integrante de Menudo acaba de editar un disco con música muy apropiada para la práctica del yoga y la meditación, con un gurú indio como único invitado; en diálogo con LA NACION repasa su trayectoria, habla de las enseñanzas que le dejó la enfermedad y de los dos músicos argentinos que descubrió a los 15 años y que hoy sigue escuchando
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A la biografía de Draco Rosa no le faltan condimentos. La suya es, sin dudas, una gran historia, digna de una película: integrante en su adolescencia del exitoso grupo juvenil Menudo -un boom en la Argentina de los años 80-, cuando ese proyecto se disolvió continuó su carrera musical en Brasil y Los Ángeles, tuvo una banda en Nueva York -Maggie’s Dream- que giró con Fishbone, The Black Crowes y Faith No More, produjo discos de Julio Iglesias y Ricky Martin (para quien escribió hits como “Livin’ la vida loca”, “La copa de la vida” y “La bomba”), se transformó en bailarín de salsa para protagonizar una película y conoció a su futura esposa en el rodaje. Pero también grabó un álbum en el que desnudó su adicción a las drogas a través de un puñado de canciones inspiradas en la obra de poetas malditos (Rimbaud, Baudelaire y William Blake) y ahora, con casi cuarenta años de trayectoria artística y varios premios Grammy en su vitrina personal, acaba de editar un nuevo trabajo, titulado Sound Healing 1:11, con sonidos naturales de aves, ríos y mares que creó durante el confinamiento.
“No me imaginaba hacer un disco como este antes de la pandemia. Había comprado algunos instrumentos para utilizar en las prácticas de yoga y meditación que hacemos en mi finca (un precioso lugar de 100 hectáreas ubicado en el municipio de Utuado, Puerto Rico, donde también cultiva café) y aproveché para componer un tipo de música con la que nunca había experimentado antes -explica este músico nacido en Long Island, Estados Unidos, que hace unos días se sumó a Gracias totales-Soda Stereo, el homenaje a Gustavo Cerati realizado en el Campo Argentino de Polo, para lucirse con una celebrada versión de “En remolinos”-. Alguna gente que la escuchó me empezó a pedir grabaciones y al mismo tiempo se contactó conmigo Sadhguru, un yogui que me gusta definir como la mezcla de un alien y un ser humano de 15.000 años. Todo se fue alineando como para que pudiera hacer el humilde intento de abrir un camino para otros artistas que también estén interesados en hacer música que produzca bienestar. Yo estoy muy conectado con la meditación. Ya hice varios retiros y me han ayudado mucho para estar mejor. Es una disciplina que requiere de un gran esfuerzo: no es fácil estar una hora en silencio, solo, en medio de un bosque. Es una instancia en la que uno se encuentra con su propio ser”.
-¿Siempre fuiste una persona espiritual?
-Ser espiritual es tener serenidad. No se si hay una definición más precisa. En ese sentido, hoy estoy muy bien. Yo fui a una escuela católica y hasta fui monaguillo, pero la espiritualidad no tiene que ver con estar detrás de ninguna divinidad, es más bien un amor propio íntimo, un misticismo interno. Y tener eso es particularmente importante en un momento en el que observamos atónitos cómo el hombre está acabando con todo, dañando el medio ambiente como nunca antes. Hay mucha mentira, las instituciones políticas ya no tienen ninguna credibilidad, y uno se siente una oveja más. Somos todos parte de un ganado. Tener ese encuentro íntimo con uno mismo es una liberación total, es algo que va más allá de los libros. Hay que asumir el riesgo de buscar la liberación, y cada cual puede buscarla a su manera. Creo que vale la pena tener un enfoque que vaya más allá de la realidad que nos rodea, y ese más allá lo define cada uno.
-Este disco está muy relacionado con todas esas ideas, es un catálogo sonoro de esas convicciones.
-Sí, completamente. Afinamos todos los instrumentos en una frecuencia de 432 hz, en vez de la convencional 440 hz, porque los musicoterapeutas aseguran que puede ser beneficiosa para el corazón, el estómago, la cabeza. El disco entero está hecho con eso en mente. Es para cerrar los ojos y relajarse.
-Y de hecho el único invitado es el gurú indio Sadhguru.
-Sí, una persona con una vida alucinante: tiene diez millones de seguidores que lo ayudan voluntariamente con su obra y su mensaje en la India y en Tennessee, Estados Unidos. Yo atravesé situaciones complicadas de salud. Cuando me enfermé, empecé a leer a Krishnamurti y a encontrarme con el Yogananda, con Osho. También decidí pasar más tiempo en la finca para estar más relajado. Me hicieron dos trasplantes de médula ósea y superé un cáncer. Pasé momentos muy complicados: me sentía tan mal que no quería dormir, no quería cerrar los ojos porque pensaba que no me iba a volver a levantar. Pero me recuperé. Y unos amigos me hablaron de Sadhguru, entonces me interesé, vi algunas de sus charlas y un día recibí un mensaje vía Instagram de la Fundación Isha. Me decía que Sadhguru estaba por viajar a Estados Unidos y quería conversar conmigo. También se encontró con Will Smith, Matthew McConaughey y Maluma. De ese encuentro surgió la idea de que colabore en el disco. Me envió un mantra donde se escucha su voz y el sonido de unos pájaros.
-Este es un disco diferente, una especie de anomalía dentro de tu obra. ¿Seguirás de todos modos el camino convencional, con presentaciones en vivo y tours internacionales?
-Si se puede armar una gira específica en sociedad con más gente que quiera ofrecerle al público un momento de sanación, de bienestar, me encantaría. Pero hacer un tour convencional con esta música sería como una parodia. Prefiero sembrar el campo, navegar por el río, manejar mi motocicleta, respirar aire limpio. Me gusta vibrar con el momento que estoy atravesando, ser auténtico. La música es para sentir, no para entenderla. Yo hago algo porque hay un feeling para hacerlo, no tengo muchos planes. No soy un compositor muy prolífico, no tengo una rutina. Y la vida es tan corta que no me parece inteligente dedicarme a una sola cosa, lo encuentro demasiado aburrido. Así que veremos cómo se va perfilando todo. La música es parte de mi día a día, de mi flow, pero lo importante para mí ahora mismo es ser un buen amigo, un buen padre, buscar la hermandad con los demás. Estoy interesado sobre todo en entender qué hay dentro mío.
-¿Cuáles fueron las influencias musicales que te marcaron para siempre?
-A mi padre le gustaba la salsa y también Rachmaninov. Sus gustos eran heterogéneos. En cambio mi mamá era más de los Beatles, los Rolling Stones, Marvin Gaye, Aretha Franklin. De chico iba con ella al YMCA, donde había danza, poesía, spoken word. Con papá eran más comunes las noches en sótanos llenos de humo de cigarros y los viajes a Nueva York para bailar salsa. Después escuché mucho a Hall & Oates, Parliament Funkadelic, Pink Floyd, The Who. He escuchado mucha música, más allá de dónde empezó todo.
Spinetta es muy íntimo, muy frágil y también muy sabio, y Luca está en una línea más cercana a la de Jim Morrison, es energía, voltaje puro... a los 15 años me volví loco con ellos y ese encanto persiste hasta hoy
-¿Tenés alguna época favorita?
-Mi momento favorito es ahora, pero es un ahora que incluye música del pasado, que incluye a Miles Davis y a Thelonious Monk. Todo depende del día, también. Hay días en los que solo escucho ambient. Y hay días en los que hacemos una comida vegana con la familia y pongo un disco de Toumani Diabate (músico de Mali). Creo que hay música para cada ocasión. Todo depende de lo que está pasando alrededor. La música es la mejor compañía para cada viaje.
-¿Qué te gusta especialmente de la música argentina?
-En los años 80 viví unos meses en la Argentina. Fuimos con Menudo y pasamos un tiempo allí. Conocí la música de Luis Alberto Spinetta y de Luca Prodan. Ellos son mis favoritos. Spinetta es muy íntimo, muy frágil y también muy sabio, y Luca está en una línea más cercana a la de Jim Morrison, es energía, voltaje puro. Son dos artistas que siempre escucho. También me gustan Charly García, Fito Páez y Soda Stereo, pero a los 15 años me volví loco con Spinetta y con Luca y ese encanto persiste hasta hoy.
-¿Hay algo nuevo que te haya sorprendido?
-¡No! (risas). Pero eso no significa que no exista, solo que yo no le he encontrado. Antes escuchábamos música y había sabiduría: escuchabas a The Doors y te enterabas por ellos de los poetas malditos franceses, del movimiento dadá, de los beatniks. Todo eso gracias a la música, no al colegio. Pero hoy todo es un meme. No hay profundidad ni mucho mensaje. Si hay algo realmente bueno, ¡tell me right now! Valoro que el conocimiento esté a un click de distancia, o disponible en tu teléfono móvil. Pero todo va muy rápido para mi gusto. No quiero sonar como un reaccionario, pero creo que uno debe buscar su tribu y fluir dentro de esa burbuja.
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