Comenzó como una iniciativa de un grupo de amigos que sentía que desentonaba en los boliches tradicionales; fue un éxito instantáneo que no paró de crecer; se trasladó al interior y empezó a girar por el mundo: es furor en Miami, Nueva York y Milán
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Hay varias generaciones que vivieron el ciclo del rechazo nocturno: cambiarse con la esperanza de una noche única, juntarse con amigos, ir a un boliche, hacer la fila (eterna), enfrentarse con el escáner visual de unos hombres vestidos de negro a quienes se les ha prohibido sonreír (patovicas) y que ese escáner los golpee con un rotundo “vos no”. Pero hay una generación que decidió cambiar las cosas: un grupo de amigos de entre 27 y 29 años que está detrás de La Bresh, una fiesta creada a partir de tres pilares: libertad, autenticidad y pertenencia.
La libertad marca el ritmo, la autenticidad define el dress code y la pertenencia no tiene reglas, salvo ser mayor de edad, claro. Un tridente tan poco habitual que hizo que, acompañado de buena música, esta propuesta viajara por todo el país, hiciera que más de un millón de personas se conectaran a una fiesta virtual (la llamada “Bresh en casita”), convocara a 25 mil personas en Santiago del Estero y se exportara a una decena de ciudades. Sí, una fiesta “for export”.
Si bien hoy no tiene domicilio fijo, todo comenzó en un rincón porteño llamado Beatflow, justo a la vuelta de Niceto Club. Este grupo de amigos -entrelazados por familias y colegios en común, son amantes de la música que desentonaban en los boliches tradicionales, preferían ir a todo tipo de recitales, organizar sus propias fiestas e incluso bailar en la intimidad de sus casas.
El bautismo y el milagro de los 15 minutos
Todo empezó cuando Jaime James reservó una fecha en Beatflow, el boliche de la avenida Córdoba ubicado en el límite entre Palermo y Villa Crespo, aunque no tenía bien definido qué hacer con ese espacio. “Soy testigo de la primera vez que se nombra a la Bresh en la historia”, dice Alejandro Saporiti a LA NACION y acompaña esas palabras con un toque de brillo en los ojos. En el cuadro de Zoom este DJ lleva ese nombre, pero en el mundo del arte es Broder. Desde Miami, un terreno cada vez más conquistado por esta propuesta, el DJ y organizador cuenta que en una charla de Facebook entre él y Jaime surgió la pregunta de la que se desprendió todo lo demás: “¿Y si hacemos una fiesta como las que hacemos en casa?”.
-Ya tengo el nombre: Bresh
-¿Qué significa?
-No sé, pero suena a birra importada.
24 de Junio de 2016. En la puerta del lugar estaba Nicolás Fernández, hoy productor general de este evento, quien aguardaba la llegada de la gente. Él no era del equipo que había organizado esa fecha debut, pero como era amigo de todos, rápidamente apostó por lo que estaba viviendo.
Según recuerda Fernández, la magia de llenar ese lugar -que tenía una capacidad de 300 personas- ocurrió en 15 minutos. “1 AM había 50 personas; 2.30, 100. Dijimos: ‘Ya está, la chocamos, no hay nadie, ya fue’. Pero de repente, entre 2.30 y 2.45, explotó. No lo podíamos creer, empezaron a caer taxis, bondis. Se bajan 10 de uno, 5 de otro. Pasamos de la nada al todo en un segundo. De la tristeza a la alegría, sin intermedios. No solo entró toda la gente que podía entrar, sino que quedaron como 150 afuera. Estaba la puerta totalmente desbordada”.
Broder también mantiene fresco el recuerdo de aquella primera noche. “Cuando se fueron todos nos quedamos un par y dijimos: ‘Qué impresionante lo que acabamos de hacer, vamos a tener que hacerla todo el tiempo’. Fue muy rápido el paso de que sea un juego a hacerlo en serio, y ya la segunda la hicimos con otra cabeza: armamos un selfie spot, fuimos al Barrio Chino a comprar flores para decorar la cabina del DJ y compramos caramelos para repartir en la puerta”. Esos detalles “festivaleros” son parte del ADN de esta fiesta.
Otro de los integrantes del grupo de amigos, Juan Ignacio Ponce, hoy responsable de Relaciones Públicas y Comunicación, resume cuál es la receta que los llevó a Niceto, el primer gran salto: “la magia que se generó en esas primeras fiestas, un buen boca en boca y algo de Facebook”. En tanto, Laura Ventura, quien actualmente trabaja como productora de la fiesta Bresh, agrega: “Todas las bandas que nos gustaban estaban en Niceto. Para toda nuestra generación era un lugar mítico donde siempre había cosas lindas. Llegar ahí fue: ‘Wow, esto es grande de verdad”.
Ese lugar los hacía sentir locales: habían ido cientos de veces a ver recitales y de repente se había convertido en su “templo” o “casa” (el término depende de quién de ellos esté hablando). “Estábamos llegando al lugar al que soñábamos”, resumen.
Esta sala está ubicada a la vuelta de Beatflow y esa disposición generó una de las imágenes más fuertes para quienes impulsaron esa evolución de un lugar a otro: la cola para entrar a Niceto llegaba hasta su viejo hogar. De la emoción, Laura comenzó a sacarle fotos a la fila. El siguiente paso: convertirse en una fiesta itinerante. La Bresh empezó a moverse y a recorrer otros sitios porteños como Mandarine, Vorterix y Groove, pero también distintas ciudades del interior, lo cual devino en las Mega Bresh de 2019: cuatro eventos a gran escala que se hicieron en Córdoba, Rosario, Buenos Aires y Mar del Plata.
Pero yendo un paso para atrás, la primera Bresh federal fue en Santa Fe, en el festival Harlem. Y esta fecha tuvo dos condimentos adicionales: el escenario y la cabina del DJ se montaron arriba de un micro y fue la primera vez que las icónicas letras (B-R-E-S-H) que siempre pegan en el escenario salieran a la calle y se lucieran al aire libre.
De conquistar el living de casa a salir al mundo
“Al principio todos teníamos otros trabajos. Durante la semana estábamos en esa, pero nos transformamos en superman el fin de semana y hacíamos la Bresh”, cuenta Broder. “Hoy tenemos la bendición, producto de un montón de trabajo, de poder vivir de esto y darle trabajo a un montón de gente joven”, añade.
Pero esa apuesta tuvo riesgos. “Todo venía viento en popa, decíamos ‘traeme el 2020′, pero llegó marzo y apareció una palabra nueva para todos: coronavirus”, recuerda y, con cierta gracia, recalca que la semana anterior al anuncio de la cuarentena habían conseguido una oficina nueva y estaban pintando las paredes para adentrarse en los compromisos que tenía previsto este grupo de amigos que ya se había convertido en una pequeña empresa, con alrededor de ocho personas a la cabeza.
“Transformar el veneno en medicina”. Ese era el desafío, y lo tenían en claro. El tema era ¿cómo hacerlo? Ahí fue que, en medio de la incertidumbre del momento de mayor encierro, decidieron hacer la “Bresh en casita” y para ello fueron montando un DJ set en algunas de sus casas, a las que los demás enviaban lo que tenían a su alcance: telas, globos, cintas. “Fue histórico. Pasaba música para mi novia y mi gato en mi living, pero me sentía en River”, cuenta Broder, el encargado de la primera fiesta virtual. La invitación era a sumarse vía Instagram y, en paralelo, vivir el momento con amigos desde plataformas como Zoom.
Laura había vaticinado 10 mil personas de audiencia, mientras que el resto, incrédulos, apuntaba a 3.000. Finalmente, el récord se dio una noche que llegaron a conectarse 85 mil personas en simultáneo y un millón en total. Y quien transmitía era ella, desde su patio: “Me temblaba la mano de lo nerviosa que estaba de tener a tanta gente en el celular al mismo tiempo”. Y sí. River tiene una capacidad de alrededor de 70 mil personas. Un estadio en el teléfono.
Esto hizo que comenzaran la pandemia con 203 mil seguidores en Instagram y que hoy tengan 1,3 millones. Y en esa expansión también conquistaron nuevos públicos, tal como cuenta esta productora. “De repente estaba mi mamá, de 58 años, con las amigas bailando, tomándose un trago por Zoom y pasándola espectacular”, dice. Y resalta: “Quisimos cuidar el lugar de entretenimiento que ocupábamos y darle una alegría a las personas que estaban en su casa”. En tanto, Ponce suma: “Me acuerdo que mi vieja se puso a llorar al ver que, en el medio de la cuarentena, había miles de personas en la fiesta escuchando un tema de Queen, que es su banda favorita”.
Tras ello vino la AutoBresh, una fiesta surrealista. “Un capítulo de Black Mirror”, resume Ponce y, eufórico, revive la emoción: “Escuchar un parlante después de un año, la potencia de un escenario, el sonido en el pecho... Para mí la gente fue a ver eso que se había perdido por completo. Fue la sensación de revivir. Estábamos muertos y volvimos a la vida”.
Una vez que terminaron las burbujas, la Bresh (“que tiene vida propia”) llegó a la nueva normalidad -no tan normal-, y con el apoyo de la industria musical y el público que habían recolectado en las fiestas virtuales, comenzó su viaje por distintas partes de América Latina, Estados Unidos y Europa. De hecho, el equipo creció tanto que, por ejemplo, este 23 de diciembre se hizo en Buenos Aires, Nueva York y Milán.
Al respecto, el productor Nicolás Fernández aclara: “El Covid definió más la agenda que nosotros, porque en nuestros primeros planes de desarrollo primero venía Latinoamérica, España y México, pero Miami fue uno de los primeros lugares que abrió a nivel eventos y la industria artística empezó a moverse para allá. Entonces dijimos, ¿por qué no?”.
De todos modos, aclara: “No es que llegamos con la varita mágica, sino que Ale (Broder) fue un mes antes y empezamos a ver lugares y cosas. Era un territorio nuevo, con formas distintas de trabajar y manejarse. La Bresh trata de insertarse culturalmente en los lugares como diciendo ‘hola gente del lugar, acéptenos’. Llegamos con nuestra forma de hacer las cosas, pero también con los códigos del lugar. Por eso tratamos de entender cada ciudad, porque cada una es un mundo”.
En el plano de las canciones sucede lo mismo. “Tratamos de hacer eco de lo que siente el público. Entonces, por ejemplo, en la Argentina la cumbia es un tercio de la fiesta porque tiene que ver con la cultura popular nacional, en cambio en Nueva York no va tanto por ahí, sino por el hip hop o el pop anglo. Igual, siguen siendo parte de la propuesta de la Bresh, que a nivel musical se define como hitazo tras hitazo. No se delimita por frontera, idioma ni por el estilo”, sentencia Broder.
“Modo Bresh”
Este DJ da clases para enseñar “el modo Bresh” de pasar música y así ampliar el equipo. Y este distintivo tiene, a nivel show, dos grandes aristas. Por un lado están las canciones elegidas. En ese sentido, describen que la clave radica en romper con esa tradición “unigénero” que caracteriza a tantos lugares y hacer “un cambio de frente constante”, y también en el factor nostálgico de “tirar hitazos, temas icónicos viejos”. Además, está lo performático (sería una picardía ir a la Bresh y no tomarse aunque sea un rato para bailar mirando el show que hay en el escenario). Sobre ello, Laura agrega: “Los DJ son personajes que bailan, cantan, agitan y te sacan una sonrisa. Bailás con ellos”.
Pero también hay un “modo Bresh” en la filosofía. Eso que hace que todos, abajo y arriba del escenario, se sientan cómodos y cuidados, incluso el universo de los famosos, quienes encontraron ahí un espacio de pertenencia.
Todo esto queda en evidencia en la última edición de la fiesta, realizada el 18 de diciembre en el Club GEBA. Arriba del escenario, el DJ baila como hipnotizado por su propia creación. Abajo, se mezclan un clan de palermitanos, gente del colectivo LGBT y un puñado de cincuentones.
La multitud está en un trance. En el piso aparecen un par de zapatillas abandonadas, iguales a esas que los patovicas solían rechazar en las entradas de los boliches. Alguien decidió que era más cómodo quitárselas para seguir bailando. Alguien que se sentía en casa.
La Bresh, en números
Récord de asistencia: 25 mil personas en Santiago del Estero
“Bresh en casita” (fiesta virtual): récord de audiencia en simultáneo, 85 mil personas; en total, más de un millón
Ciudades donde se hizo
- Lima, Perú
- Asunción, Paraguay
- Cuenca, Ecuador
- Quito, Ecuador
- Montevideo, Uruguay
- Bogotá, Colombia
- Miami, Estados Unidos
- Nueva York, Estados Unidos
- Orlando, Estados Unidos
- Milán, Italia
Próximo destino anunciado
- Punta del Este, Uruguay: 2 de enero
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