"La bestia pop": la incitación al goce que inauguró el "ritual ricotero" y se convirtió en su primer hit
"A brillar mi amor / vamos a brillar mi amor". El estribillo llegaba como el más certero golpe en ese cabaret dionisíaco que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota habían llevado de la clandestinidad del Teatro Lozano, en La Plata (los "Lozanazos", entre hitos de la resistencia política como el "Cordobazo" y el posterior "Siluetazo") al circuito de pubs en la tierra media que fue del agónico final del proceso al esperanzado regreso de la democracia.
Entonces, la banda era parte de un show mayor que recuperaba la atmósfera soterrada del happening de los 60 y se alineaba con la performance, una de las claves artísticas de la década: de Luca Prodan a Batato Barea y La Organización Negra. Así empezaba a correrse el rumor de una banda de rock and roll con un cantante extraño, casi un oficinista de voz dolida entre monólogos y números de un varieté disparatado.
Peregrinar a los pubs para ver en acción a la pandilla platense tenía el valor de haber atravesado una experiencia. Y sumarse al incipiente coro que empujaba eso de "A brillar mi amor / vamos a brillar mi amor" era definitivamente una contraseña. "La bestia pop" fue así un hit sin cumplir con el recorrido de un hit (solo sonaba en 9PM, el programa de Lalo Mir) y anticipó el futuro de "Ji ji ji" como símbolo ritual desde que el Indio Solari la decretó banda de sonido "del pogo más grande del mundo" en River, mucho tiempo después cuando, en perspectiva, aquellos shows del circuito de pubs tomaron la forma de una celebración íntima.
Al mismo tiempo que el leit motiv de una celebración, de esa fiesta pagana que eran los shows de principios de los 80, "La bestia pop" pone a Solari en el lugar de un veterano de la contracultura que, actor del underground, es capaz de instalar un comentario crítico hacia el rock como música del espectáculo. El suyo es un lugar de barricada frente a lo que describe como "el rock del rico Luna Park" o el señalamiento de aquellos "caballos que se mueren potros sin galopar". La llegada al disco de "La Bestia pop", en 1985 coincide con la fase poptimista del rock argentino que había atravesado radios y discotecas para establecerse como un fenómeno masivo.
Los Redondos, entonces todavía Los Redonditos, sostenían un modelo de autogestión independiente ( que no es indie) en oposición a lo que consideraban la corporación del rock. Era difícil imaginar en 1985 que el grupo new wave que se desprendió de aquel cabaret llegaría a ser la fuerza más convocante de toda la escena.
"La bestia pop" se grabó entre noviembre y diciembre de 1984 como parte de las sesiones de Gulp en los estudios Tubal y con la producción de Lito Vitale, que además tocó piano y sintetizadores en el disco. Como todas las canciones de Los Redondos, la autoría está acreditada al dúo nuclear Solari-Beilinson. El cantante encargado de la lírica y estética general y el guitarrista de la arquitectura sonora. Sin embargo, con el tiempo, fueron apareciendo indicios de que "La bestia pop" tuvo un carácter más colaborativo entre los otros músicos del grupo.
En el libro 100 veces Redondos. Historias secretas del pogo más grande del mundo (2014), el baterista Piojo Ávalos se atribuye la característica intro de twist que incitaba al baile. "Componer, yo no compuse, pero el comienzo de ‘La bestia pop’ fue mío. Se le podría haber ocurrido a cualquier otro baterista pero lo hice yo. Y no es que era un arreglo del Indio o Skay que ejecuté. Cuando entré al grupo nunca se dijo eso de que ellos tres eran Patricio Rey y que el resto éramos poco más que sesionistas. Desde que entramos Tito (Fargo), Willy (Crook) y yo, el Indio dijo varias veces que esto era un grupo, en el sentido que puede tener una banda de delincuentes. Donde uno se va a meter en el banco, otro se va a quedar en la puerta, otro en el auto (…). El rumbo lo fuimos haciendo entre todos".
En tanto en su autobiografía, Memorias improbables, Crook recuerda: "El 90% de la música era de Skay y el Indio me canturreaba melodías para el saxo excepto los solos que eran míos. Mi sistema era usar frases de guitarristas como Mark Knopfler y David Gilmour en el saxofón". Su participación en "La bestia pop" no es menor, ya que la apropiación del fraseo del viejo standard de los años 20, "Softly, in a morning sunrise" (Romberg-Hammerstein) pasó del sonido ronco del saxo a la voz de la multitud cuando lo convirtió en uno de sus gritos de guerra ("Vamos, vamos Los Redondos") en la etapa masiva del grupo.
Es una cadena de apropiaciones que empieza con la banda de sonido de la película Lawrence de Arabia (1962) compuesta por Maurice Jarre, llega a Gulp y de ahí a la multitud devenida coro anárquico. La curiosa trayectoria de una melodía también trabajada por gigantes del jazz como John Coltrane y Chet Baker que fue del music hall neoyorquino al estentóreo rugido rockero-futbolístico argentino. De todos modos, Crook es ambiguo sobre su responsabilidad en la inclusión del fraseo y en Recuerdos que mienten un poco, las memorias de Solari en colaboración con Marcelo Figueras, el cantante atribuye la apropiación a Beilinson. "Ese fue un cope de Skay. Le gustó esa melodía".
En esas mismas páginas Solari reflexiona sobre aquel estribillo liberador. "Por un lado, a brillar mi amor puede ser una cosa linda, la invitación a generar una sociedad donde podamos vivir en plenitud. Por el otro, está la interpretación más básica, de del brillo fugaz, artificial que te inspira la merca. Y debe haber mil interpretaciones más que le caben. Eso es lo bueno, que la canción no agote sus resonancias". En el folclore hermenéutico del grupo se señala a José Luis Torres (conocido como "El Negro José Luis"), antiguo líder de la barra de Gimnasia y Esgrima La Plata, como destinatario de la canción, lo que, si así fuera, terminaría por cerrar su pasaje del fútbol al…fútbol.
Los años han sido crueles con el sonido original de Gulp (una compresión que parece asfixiar a la banda) pero las canciones exceden las limitaciones del estudio de grabación. Cada surco de ese disco new wave representa la emergencia de una fuerza artística fraguada en la clandestinidad y, en ese sentido, "La bestia pop" mantiene encendido su mandato original: la incitación al goce.
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