La prestigiosa cantante acaba de lanzar Unánime, material en el que estuvo acompañada por nombres de la talla de Pedro Aznar, Niño Josele y Chucho Valdés; la vida de artista entre los orígenes humildes en Ramos Mejía y la consagración en el exterior
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Roxana Amed acaba de lanzar Unánime, su octavo material discográfico, una pieza exquisita donde ofrece su música, como embajadora del jazz argentino en el exterior y representante del latin jazz, pero con sonidos fusionados y expandidos.
-Es imposible darle una clasificación precisa al disco, dada la amplia paleta de sonidos que contiene...
-Hay algo de llevar los géneros a mi caudal.
-Es bien interesante eso...
-Muchos me dicen que el género soy yo, y que ahí es donde converge todo.
-¿Cómo fue el proceso creativo de Unánime?
-Fue el disco más rápido de todos los que produje y no por haber sido irreflexivo, porque, a mi edad, todo responde a experiencia. Lo que sucede es que cuando hice Ontology, mi disco anterior, el proceso fue extenso, tenía que ver con haberme ido de mi país, de haber empezado a transitar una maestría que realicé gracias a una beca, de los cuatro viajes por año a la Argentina. Fueron años complejos y de adaptación a la sociedad de Miami, algo que fue muy difícil y lo sigue siendo. Por eso Ontology me tomó mucho tiempo.
El material dio sus frutos. Roxana Amed tuvo dos nominaciones a los Latin Grammy y Ontology caló hondo en los sonidos de aquel lugar escogido en el destierro hace nueve años. “Pero me encontré siempre teniendo que explicar qué es latin y qué no lo es”. No todo es igual y las corrientes de influencia tienen distinto ADN según se trate de Cuba, Venezuela, Colombia, Argentina o la región latina de Estados Unidos, generando miradas encontradas sobre aquello que se define como Latin. “Ante ese panorama, me propuse generar algo que se pudiera definir como Latin, pero sin que, necesariamente, fuera caribeño”.
En busca de darle respuesta a aquel planteo en torno a la música, Amed puso manos a la obra y fue en busca de repertorio y de artistas que venían trabajando en la fusión de lenguajes, disparador de Unánime, editado por Sony Music.
Chucho Valdés, Niño Josele y Pedro Aznar fueron algunos de los nombres notables que participaron en el álbum compuesto por diez temas en el que Amed confirma estéticas y bucea en búsquedas superadoras, desafiando y ampliando el concepto de latin jazz. “Tomé el jazz estadounidense para utilizarlo con las músicas de cada uno”, sostiene la artista, instalada en su casa de MIami, hablando ante un micrófono impactante que utiliza para ensayar y también para dar clases, ofreciendo y legando sus conocimientos.
Le fue bien y rápido. “Eso significó comenzar a pertenecer a alguna comunidad, porque para los argentinos es muy difícil estar fuera del país, porque nada de todo esto se parece a nosotros. La comida es bien distinta y lo que se dice es diferente, porque todo el mundo habla castellano, pero nadie habla como nosotros”.
-En Miami, hasta el aroma de las calles es diferente, ¿no?
-Claro, porque las comidas son otras, se come mucho frito, procesados, guisos, muy caribeño todo.
-En ese contexto, ¿cómo instalás tu identidad musical?
-Entre diciembre y comienzos de este año cerré todo lo que tenía en la cabeza. Me planteé con quién quería cantar y que estuvieran disponibles, gente que estuviera transitando algún tipo de fusión. Por ejemplo, Chico Pinheiro es un brasileño maravilloso que vive en Nueva York, con lo cual ya sabe en qué consiste este proceso.
El trabajo con Pinheiro le aportó un giro a la bossa nova tradicional con la grabación de “Agua y vino” de Egberto Gismonti. “A veces, no siempre” es una versión exquisita con el percusionista Tony Succar y Edwar Pérez. Con Niño Josele hizo “Flamenco sketches”; “Nueva luna, mundo arjo” la emparentó con Pedro Aznar y “Los tres golpes” y “Adiós a Cuba” con Chucho Valdés.
Por Ontology, Roxana Amed se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Gardel en el rubro Mejor Álbum de Jazz. Con el flamante Unánime se planteó la superación no solo estética, sino también emocional, entendiendo que el latin jazz puede ser más abarcador y representativo, sin necesariamente tener que enclavarse en una zona de tiempo musical caribeño.
“Hay que imaginarlo”. Alguna vez soñó con la carrera internacional que está desarrollando y con muy buena repercusión, al punto tal que las autoridades de su sello discográfico le pidieron seguir en la misma línea, aunque, con rebeldía artística y deseos de contar desde los más diversos lugares, va siempre en busca de los quiebres y las bisagras para lograr una foto nueva. “Una vez soñé hacer algo con Pedro Aznar, alguien me facilitó el teléfono y me lancé a buscarlo. Si sucedía, sucedía”, explica y cada tanto repite ese “hay que imaginarlo” aspiracional y posible.
“No siempre grabo con gente que conozco, pero cuando deseo algo voy en busca y termina siendo natural. No es que busco estrellas, sino que me interesa estar con músicos y ellos, si no me conocen, al escuchar un poco lo que hago, ya entienden por dónde voy”. De lenguajes compartidos se trata.
Destierro
El año pasado ganó una beca de composición en Estados Unidos de parte de una organización que trabaja con músicos clásico y también con quienes se vinculan con el jazz: “Presenté mi material y gané la beca, también me contrataron de una universidad para dar clases, todo muy impensado, porque, cuando me mudé no sabía si podía empezar otra vez. No lo decía desde lo depresivo, pero si desde un lugar sombrío. Es que no conocía a nadie, era todo muy difícil, pero las cosas se comenzaron a acomodar”.
Sus clases de canto las dicta en la prestigiosa Frost School of Music de la Universidad de Miami, un logro no menor para alguien extranjero y que no hace tanto tiempo que está afincada en Estados Unidos. “Yo soy de Ramos Mejía e hice todo sola. Soy una chica de barrio que no viene de una familia de artistas, no crecí en un contexto cultural donde te van avisando cómo moverte. Hice lo que pude, siempre. Por eso, cuando me pasa lo que me pasa, me sorprendo”.
Aquella familia de raíces italianas y del Medio Oriente (allí está la clave del Amed), rápidamente entendió que debía formarse para destacarse y potenciar su virtuosismo como cantante, productora, compositora, multiinstrumentista y entrenadora vocal que también se formó con posgrados en literatura española y cine. “Crecí en un contexto sencillo”.
-María Elena Walsh era de Ramos Mejía.
-Y Juan Alberto Badía, también.
-Es cierto.
-Evidentemente, pasa algo con la música en el Oeste. Pedro Aznar es de Liniers, siempre hablamos con él sobre la influencia de los barrios. Salimos de un lugar que estaba muy lejos del punto al que queríamos llegar.
-¿Por qué elegiste ir a vivir a Miami?
-A Daniel Arano, mi marido, desde Sony Music, donde trabajaba en Buenos Aires, le ofrecieron pasar a Miami. En lo personal, yo estaba un poco agobiada musical y culturalmente, así que necesitaba cambiar. Además, siempre habíamos estado a cargo de nuestras familias, por lo tanto creímos que nos merecíamos una oportunidad. Solo había estado unas horas en Miami, así que no sabía a dónde me iba a mudar.
-Todo un desafío para tu música.
-No se conocía mi música, así que tuvimos que ir reconstruyendo todo. De hecho, le pedí a Sony que me esperara un poquito hasta acomodarme y hoy no pueden creer las nominaciones y premios de parte de la artista menos esperada de la compañía.
-Siempre has estado en la búsqueda, pero no por eso traicionaste tu esencia para poder satisfacer cierta demanda de la industria o responder a las imposiciones del nuevo mercado.
-Amo el jazz americano, incluso lo enseño, así que podría haber hecho un disco puro de jazz o bien podría haber producido un disco bien latino.
-Sin embargo…
-No hice ninguna de las dos cosas, pero sí tuve que comenzar a mezclar sonidos. Por eso apareció ese disco anterior tan largo y loco y, este último, es mucho más homogéneo.
-Y tu voz unificando.
-La voz siempre es la que cuenta la historia.
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