La aristócrata ¿griega? que quería vivir como la “gente común” y el misterio que nadie termina de aclarar
La historia de “Common People” sigue sin resolverse: un exhaustivo documental de la BBC y muchísimas declaraciones después, el mito le sigue ganando a la realidad
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El éxito se vive distinto cuando llega después de un largo camino en vez de manifestarse de manera repentina. De eso puede dar fe Pulp, la banda de Sheffield fundada por Jarvis Cocker, que tuvo su génesis en 1978 pero tuvo que esperar cuatro discos y más de una década y media para poder abandonar el estatus de culto y medirse en las grandes ligas de la música británica.
En todo ese tiempo, Cocker se volvió un observador de la cotidianidad del Reino Unido armado con una prosa por demás afilada. Y tiene sentido que haya sido ese mismo recurso el que le dio a su banda el empujón definitivo que había estado buscando. Su momento llegaría con un hit que escondía una historia de fondo cuyo misterio nunca fue confirmado, pero tampoco desmentido.
Cocker formó Pulp en 1978, cuando todavía estaba en la secundaria y eligió el nombre de la banda para honrar a una película protagonizada por Michael Caine, que en estas orillas fue conocida como Historias peligrosas. El grupo se movía en un ambiente arty y con un perfil musical lo suficientemente variado como para alternar entre el pop y el post punk. Después de cuatro años y varios cambios de formación, en 1983 la banda decidió grabar su primer disco, It, con un juego de palabras entre el nombre de la banda y el disco para formar la palabra “pulpit” (púlpito), como si el grupo estuviese predicando para sus conversos. Tras una nueva rotación de integrantes, Pulp grabó un segundo disco en 1987, Freaks, que solo sirvió para cimentar la dinámica interna en la que sería su formación clásica.
Con su elenco ya definido, Pulp grabó Separations, su tercer disco, en 1992, con dos propuestas extremas: en un lado del vinilo, baladas de pop barroco y sofisticado; en el otro, temas de synth-pop y acid house, una búsqueda lo suficientemente llamativa como para que su nombre estuviese cada vez más presente en boca de la prensa y del público. Al momento en que el britpop aterrizó en la escena británica, en 1994, Pulp contaba con un factor diferencial: mientras la mayoría de sus exponentes eran bandas jóvenes que daban sus primeros pasos, Cocker y compañía tenían ya una cantidad notable de horas acumuladas tanto en la sala de ensayo como en los escenarios y el estudio. Si Londres era una fiesta, Pulp la iba a tomar por asalto sin esperar a que le llegase la invitación.
Después de conseguir la suficiente relevancia con His N Hers, Pulp apostó todas sus fichas al paso que daría al año siguiente, y la respuesta parecía estar lejos del terreno de la ficción. Al mismo tiempo, gracias al chovinismo imperante de la Cool Britannia, el festejo autocelebratorio de la idiosincrasia en todas sus lecturas posibles, se daba en Inglaterra un fenómeno más que particular: el turismo slumming, en el que gente de las clases altas pagaba por hospedarse en tugurios y barrios bajos para entrar en contacto con sus modos y vivir la vida “real” de las clases trabajadoras. Con un teclado Casiotone comprado en una casa de instrumentos usados en Notting Hill, Cocker empezó a escribir una canción centrada en una historia de sus días de estudiante.
En 1988, el cantante era alumno de Central Saint Martins, un terciario de arte ubicado en pleno Londres. Cocker había decidido tomarse un tiempo con Pulp, por lo que se anotó en un curso de estudios cinematográficos. La escuela contaba con un sistema llamado “quincena de cruces”, en el que los alumnos estaban obligados a cursar una disciplina distinta por un par de semanas. Ante este escenario, el vocalista decidió anotarse en escultura, y allí fue donde conoció a una joven griega que estaba en su misma situación académica, solo que ella cursaba pintura. Una vez terminada la clase, Cocker y su compañera fueron a un pub a tomar algo y charlar, y allí fue donde ella expresó una intención que desconcertó al vocalista.
La joven, proveniente de una adinerada familia griega, tenía la intención de abandonar la comodidad de su hospedaje para vivir otro tipo de experiencia. “Ella quería instalarse en Hackney y vivir como la gente normal, y eso no podía pasar. Podría vivir en esas circunstancias pero hubiera estado interpretando un papel, porque sabía que se podía escapar de eso cuando quisiera”, explicó Cocker en el documental Live Forever: The Rise and Fall of Britpop. El cantante decidió convertir este intercambio en el puntapié de “Common People”, una canción pop tan fresca como ácida, en la que desde un primer momento su compañera expresa la intención de “vivir como la gente común”, a lo que él accede a su pedido (“Veré qué puedo hacer”, admite al final del primer estribillo) como una suerte de guía entre los callejones del barrio obrero.
Tras una primera escala en el supermercado, donde Cocker le sugiere: “simulá que no tenés plata”, una vez que toda la banda se incorpora al tema, el cantante hace una serie de recomendaciones a su nueva amiga griega. Como: alquilá un departamento encima de un comercio, cortate el pelo, buscá trabajo, fumá unos cigarrillos, jugá al pool y hacé como que nunca fuiste a la escuela. Sin embargo, para Cocker todas estas cosas serían en vano ya que, a diferencia de todos los demás habitantes de Hackney, ella sí podría escapar de ese escenario. “Aún así, nunca lo harás bien, porque cuando estés acostada en la cama por la noche, viendo cucarachas trepar por la pared, si llamaras a tu papi, él podría detenerlo todo”. A medida que la canción avanza, “Common People” abandona su compasión y deja en claro que los lugareños no tienen ninguna intención de recibir con los brazos abiertos a la recién llegada: “Reíte con la gente común. Reíte, aunque se rían de vos y las estupideces que hacés porque creés que ser pobre es cool”, remata Cocker.
El videoclip de “Common People” ayudaba a completar el relato. Ambientado en una discoteca de estética setentosa plagada de personajes vestidos fuera de moda (en sintonía con el título del álbum al que pertenece el tema, Different Class), Cocker protagoniza el clip junto a la actriz Sadie Frost, mientras en varias ocasiones aparecen también imágenes de fondo de un barrio de trabajadores en plena cotidianidad, como chicos jugando a la pelota o mujeres colgando la ropa, a modo de retratar ese mismo tipo de vida al que la protagonista que generó el tema se desvivía por experimentar. El single, que se lanzó en mayo de 1995, llegó al puesto número dos de los charts y ayudó a allanar el camino para que, al momento de su publicación en octubre, Different Class llegase a la cima de los rankings.
Pero todavía quedaba un misterio por responder. ¿Existió realmente la protagonista de la canción? Caso afirmativo, ¿de quién se trataba? La BBC realizó un documental intentando dar con la identidad de la mujer, pero el resultado fue nulo. Allí, Cocker remarcó que las clases de escultura fueron mencionadas porque rimaban mejor, pero que no estaba seguro de que haya sido puntualmente en esa materia de la escuela de arte. Tiempo más adelante contó que en una entrevista abierta que tuvo con los alumnos de Central Saint Martins, uno de ellos le mostró una foto en su celular de una mujer y le preguntó si era ella la persona en cuestión, a lo que el cantante respondió afirmativamente pero, según su versión, no tuvo tiempo para preguntarle cómo se llamaba y qué había sido de su vida.
El nuevo giro de la historia llegó en mayo de 2015, cuando el diario griego Athens Voice deslizó que la mujer que había inspirado “Common People” era Danae Stratou, la esposa de Yanis Varoufakis, exministro de Economía de Grecia. Los indicios no eran pocos: Stratou había estudiado en Saint Martins entre 1983 y 1988 y es hija de un acaudalado empresario industrial griego. El primero en alzar la mano y opinar fue el propio Varoufakis, que llegó a decirle a la BBC: “Yo no la conocía en ese entonces, pero sí sé que era la única estudiante griega en esa época en esa escuela”, lo que agitó aún más el avispero. Stratou finalmente declaró a un medio de su país: “Creo que la única persona que sabe para quién fue escrita esa canción es el propio Jarvis”, volviendo a poner un manto de sospecha en la historia, ya que no confirmó, pero tampoco negó nada.
La historia se volvió un poco más confusa cuando apareció en escena Katerina Kana, una artista griega-chiprota que afirmó ser ella la musa del tema, algo de lo que el cantante nunca llegó a opinar. Con tantas incógnitas desplegadas como un mapa, en 2014, el cantante le dijo a la revista Uncut: “En ese documental de la BBC, los investigadores recorrieron las fichas de todos los alumnos que fueron contemporáneos míos y trataron de encontrarla. Incluso me mostraron una foto de una mujer y decididamente no era ella”, declaró. Y luego agregó: “Quizás no era griega y yo escuché mal”, una declaración que buscó cerrar una historia pero la dejó lo suficientemente inconclusa como para que alguien devele alguna vez la incógnita detrás del hit.
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