La aplanadora de la psicodelia-folk
Divididos presentó su esperado nuevo álbum, Amapola del 66, en el Luna Park y junto a muchos músicos folklóricos
Divididos, anteanoche, en el Luna Park . Ricardo Mollo en guitarra, Diego Arnedo en bajo y Catriel Ciavarella en batería. Músicos invitados: Micaela Chauque en voz y aerófonos, Peteco Carabajal en violín, Raúl Tolaba y Facundo Nardone en guitarras, el grupo Los Amigos de Vilca, Juan Saavedra y Sandra Farías en danza y bombos, Rubén Patagonia en voz, Fortunato Ramos en erke, Ciro Fogliatta en órgano hammond y Fabiana Cantilo, Isabel de Sebastián y Claudia Puyó en coros.
Nuestra opinión: excelente
Primero, digámoslo rápido, acorde con las urgencias mediáticas de estos tiempos on line: fue un concierto tremendo, otra noche de rock de alto vuelo en el Luna Park. O digámoslo en ciento cuarenta caracteres: Divididos en escena es una impactante máquina sin frenos que, en 2010, entrelaza con total naturalidad la psicodelia rockera y el folklore.
Ahora sí, entonces, contemos el cuento que bien podría empezar con las palabras con las que Ricardo Mollo abrió anteanoche la presentación porteña del nuevo álbum del trío más potente del rock argentino: "Después de ocho años... no pasó nada", dijo el guitarrista en una de esas frases que suelen no decir nada, pero que logran sintetizar el espíritu de toda una noche (casi como aquel "gracias... totales" de Gustavo Cerati en el primer adiós a Soda Stereo).
Allí está el álbum en cuestión, Amapola del 66 (editado ocho años después de su predecesor, Vengo del placard de otro) para darles crédito a las palabras de Mollo. El mismo rock y el mismo amor por las raíces folklóricas que el trío arrojó sobre la mesa rockera desde aquella obra fundamental de los años 90 que es La era de la boludez ; aunque cada vez más pública y abierta, en donde ahora también encuentran lugar referentes del género como Peteco Carabajal, Fortunato Ramos o Rubén Patagonia.
La versión nuevo milenio de Divididos incluso refuerza el costado psicodélico del rock de fines de los años 60, del que Mollo ha hecho culto desde niño, uniendo el "Light My Fire" de The Doors y el "Voodoo Chile" de Jimi Hendrix -grabados en el primero y segundo álbum de la banda, respectivamente- con el explícito homenaje al año fundacional del rock argentino en el título Amapola del 66 y con el cover lumínico de "With a Little Help From My Friends", de los Beatles (aunque con referencias puntuales a la versión que inmortalizó Joe Cocker en el festival de Woodstock en 1969), con el que anteanoche Divididos prácticamente cerró el concierto (con la ayudita de sus amigos Ciro Fogliatta en órgano hammond y Claudia Puyó, Fabiana Cantilo e Isabel de Sebastián en coros).
Entre "El arriero" de Atahualpa Yupanqui de apertura y el bis con "Nextweek" de Sumo, hubo tres horas de música en las que convivieron las trece canciones del flamante álbum ("se fumaron todo el disco", dijo Mollo segundos antes de que su amigo y compañero de ruta Diego Arnedo arengara a los fans ultraortodoxos con eso de "ahora un poco de rock, que nunca viene mal") con apenas media docena de temas del resto de su discografía. Un show capicúa que contó con la faceta más rockera del trío al principio y al final y que dejó un extenso espacio en el medio dedicado al perfil más folklórico de estos hombres huecos.
La peña eléctrica
"Hombre en U", "Buscando un ángel", "Mantecoso" y "Muerto a laburar" bajaron la bandera de largada en estricto orden de track list de Amapola del 66 y confirmaron las sospechas: las nuevas canciones mantienen el estilo aplanadora intacto y a los más jóvenes en estado de pogo permanente.
Luego llegarían "Vientito del Tucumán" y "Par mil", temas que sedaron a las fieras y dejaron aire para el segmento folklórico y el aluvión de músicos invitados. "Avanzando retroceden" en la voz de Arnedo (el debut oficial del bajista como cantante, en plan pop sensible), acompañado por Micaela Chauque, artista salteña que, como varios de los que subieron anteanoche al escenario del Luna Park, participaron del concierto que abrió esta etapa del grupo en marzo pasado, en Tilcara y a los pies de los cerros jujeños.
Así las cosas, se sucedieron las imágenes de peña eléctrica: Peteco Carabajal (¿el nuevo violín ácido del rock?) y los bailarines Juan Saavedra y Sandra Farías para la chacarera "La flor azul", compuesta por Mario Arnedo Gallo, padre de Diego; el grupo Los Amigos de Vilca interpretando la etérea "Guanuqueando", y el logrado doblete "Senderos"/"Jujuy" (pertenecientes al último trabajo) que dio paso al momento punk de la jornada: el músico tehuelche Rubén Patagonia, a mitad de camino de "Cristóforo Carcanú", en pleno trance performático, con invocación de espíritus y poncho incluido. Un delirio total. Tanto que hasta hubo alguien en las plateas que se animó a recordar alocadas madrugadas en Cemento.
"Mañana en el Abasto", con el ya clásico toque de erke de Fortunato Ramos, cerró esta suerte de segundo acto que, habrá que aceptar, no logra el mismo efecto hipnotizador que con los cerros tilcareños de fondo (y eso nada tiene que ver con la impecable puesta escenográfica, que incluyó tres pantallas de alta definición y juegos de luces para todos los gustos).
Tiempo entonces de un poco de rock, como señaló Arnedo, donde temas nuevos ("Todos", "Perro funk") se cruzaron con clásicos para caricias ásperas ("Rasputín", "El 38", "Aladelta"), un cover más ("Sucio y desprolijo", de Pappo´s Blues) y una dedicatoria para Cerati en el final con "Amapola del 66". Una seguidilla adrenalínica que permitió que el joven baterista Catriel Ciavarella desplegara todos sus trucos de palillos sanguíneos que le hicieron ganar un lugar junto a la pareja Mollo-Arnedo, con tres décadas de convivencia inseparable.
Lo dicho: después de ocho años... no pasó nada. Divididos sigue siendo el trío de rock más contundente y volado del país, aunque ahora les quepa mejor lo de aplanadora de la psicodelia-folk.
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