Grandes canciones: “King of Pain”, una melodía alegre para una letra oscura, dentro del sobresaliente (y último) álbum de The Police
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Es cierto que no hay recetas para escribir canciones. Pero los condimentos abundan. Y las rupturas amorosas son uno de los más utilizados (por inspiradores) para algunos grandes “platos culinarios” de la música pop. La prueba está en infinidad de temas, incluso en los del reservado Sting. Su estado de animo quedó reflejado en varios de los versos que suenan en el disco Synchronicity: en “Every Breath You Take” y, fundamentalmente, en “King Of Pain”.
Era 1982, The Police preparaba el repertorio del que sería su último disco de estudio y el cantante y bajista del grupo atravesaba emocionalmente los estertores de su divorcio de la actriz norirlandesa Frances Tomelty. Sting se fue a Jamaica a buscar inspiración. Había lineamientos dentro de su cabeza que orientaban al proyecto Synchronicity. Había referencias encontradas en el trabajo de Arthur Koestler, The Roots of Coincidence. A su vez, la obra de este escritor húngaro estaría influida, en parte, por el concepto de sincronicidad de Carl Gustav Jung, aplicado a dos hechos de igual significado que ocurren al mismo tiempo.
Sin embargo, más allá del título del álbum o de los dos temas incluidos en la placa que hacen referencia a esto, algunas de las canciones que más trascendieron (como “Every Breath You Take”) o que resultaron más oscuras, a pesar de llevar melodías rápidamente pegadizas a los oídos (como “King of Pain”) tienen un trasfondo sentimental muy fuerte.
Sting es un experto en el arte de contar cosas tristes con melodías alegres. Y eso va más allá del timbre de su voz, porque en cualquier garganta pueden tener el mismo efecto. La melodía de “King of Pain” es muy amigable. El oyente la atrapa con facilidad. Y está apenas apoyada en dos acordes. La altura y los intervalos mutan, pero son siempre dos, con una especie de pulso que marca el baterista Stewart Copeland con dos baquetas sobre las placas de una marimba. Recién después entra el resto de los instrumentos.
“Hoy hay una pequeña mancha negra en el sol./ Es lo mismo de ayer./ Hay un sombrero negro atrapado en la copa de un árbol alto. / Hay un trapo de asta de bandera y el viento no se detiene./ He estado aquí antes bajo la lluvia torrencial./ Con el mundo girando en círculos, corriendo alrededor de mi cerebro. / Supongo que siempre espero que acabes con este reinado./ Pero es mi destino ser el rey del dolor”.
En esa habilidad tan simpática que solía tener Copeland, detrás de los parches de The Police, para subvertir la rítmica del encorsetado pop de los 80, el golpe al pecho del oyente sale de los tiempos segundos y cuartos, recurso que podría dejar a la canción sin estabilidad. Pero no, la melodía se mueve elegante, sola y con independencia, en estrofas y estribillos.
“Hay un fósil que está atrapado en la pared de un acantilado alto (Esa es mi alma allá arriba)./ Hay un salmón muerto congelado en una cascada (Esa es mi alma allá arriba)./ Hay una ballena azul varada por un reflujo de primavera (Esa es mi alma allá arriba)./ Hay una mariposa atrapada en una tela de araña (Esa es mi alma allá arriba). (...) Hay un rey en un trono con los ojos arrancados. Hay un ciego buscando una sombra de dudas. / Hay un hombre rico durmiendo en una cama de oro. / Hay un esqueleto ahogándose en una corteza de pan./ Rey del dolor. / Hay un zorro rojo desgarrado por la manada de un cazador (Esa es mi alma allá arriba). / Hay una gaviota de alas negras con la espalda rota (Esa es mi alma allá arriba). Hoy hay una pequeña mancha negra en el sol (...) Supongo que siempre espero que acabes con este reinado Pero es mi destino ser el rey del dolor. "
Ni falta hacía que entrara en detalles o explicaciones. Pero Sting lo hizo: “En ‘King Of Pain’, invoqué símbolos de dolor y los relacioné con mi alma. Una mancha negra en el sol me pareció una imagen muy dolorosa, y sentí que era mi alma allá arriba en el sol. Es simplemente proyectar tu estado en el mundo del simbolismo, que es de lo que se trata la poesía, en realidad”, dijo apenas se publicó su álbum.
También dio detalles de la situación, del momento en que escribió el tema: “Acababa de dejar a mi primera esposa. Fue una ruptura muy dolorosa: me fui a Jamaica para tratar de recuperarme. Tuve suerte de poder ir a Jamaica, tengo que decir, y me quedé en esta bonita casa y estaba mirando el sol un día. Estaba con Trudie, que ahora es mi esposa actual, y dije: ‘Mira, hoy hay una pequeña mancha negra en el sol’. Se hizo un silencio y luego dije: ‘Esa es mi alma allá arriba? Estaba lleno de hipérboles. Volví y lo escribí”.
Y mucho tiempo después, con el tema puesto en perspectiva y con el tamiz de piedad o indolencia (según el caso) que da el paso de los años, volvió su memoria hacia atrás y contó sus sensaciones: “Es un callejón sin salida toda esa cultura del dolor. Y yo estaba siendo, en parte, irónico. Pero la cuestión es que fue escrito en un momento de mi vida en el que sufría un dolor terrible. Mi primer matrimonio se estaba desmoronando”.
También contó que era una canción que había dejado en el pasado y que ya no la cantaba. Es posible encontrarla, por supuesto, en el repertorio del disco Synchronicity, y en registros en vivo aislados. Sin embargo, la canción tuvo su revancha porque el grupo la incluyó en su gira de reencuentro, de 2007. Y tiene un lugar de privilegio en aquel tour de conciertos; fue la que abría la primera tanda de bises.
Una grabación accidentada
Con temas como “Every Breath You Take” y “King Of Pain”, The Police cerró un ciclo virtuoso de cinco muy buenos discos. Y también culminó su etapa como banda. Synchornicity se lanzó el 1 de junio de 1983. Es un álbum de muy buenas canciones, grabadas en el peor momento del trío. El productor del disco tuvo un gran desafío para poder llevar el proyecto a buen puerto. La banda convocó para ese fin a Hugh Padham, hombre que venía jugando en las primeras ligas de la industria musical británica. Había grabado con Genesis, XTC y para trabajos solistas del Peter Gabriel y Phil Collins. Incluso, ya había estado asociado a los Police en su disco Ghost in The Machine, de 1981. Quizás el trío quiso ir a lo seguro y volvió a convocarlo para Synchronicity. Claro que para Pagham el trabajo tuvo una doble responsabilidad: plasmar en un disco esas canciones que The Police traía entre manos y, sobre todo, lograr que fuera de manera pacífica.
Para principios de 1983, la rivalidad entre Copeland y Sting era insostenible. Cuenta la leyenda que durante la grabación de “Every Breath You Take” se cruzaron a golpes de puño y que esa era una de las razones porque las que Pagham los hacía grabar por separado. Otro de los motivos, según dijo el productor, era para que el sonido fuera más limpio.
Por suerte, el trío se encontraba en los estudios AIR de la isla caribeña de Monserrat (donde había grabado su álbum anterior) y contaba con suficiente espacio. En las primeras sesiones Stewart Copeland armaba su batería en el comedor, Sting en donde estaba la consola y Andy Summers tocaba su guitarra en el estudio. Luego, para las sobregrabaciones, que se realizaron en Quebec, Pagham convocaba a un solo músico a la vez.
De las peores crisis muchas veces salen los mejores discos. Y este no fue la excepción. Porque Synchronicity es un álbum lleno de matices. Con la fuerza del trío en algunas canciones (”Synchronicity II”), con el sonido clásico de The Police (“Oh My God”), con el toque perturbador de “Mother” y con los nuevos rumbos que le daban a su composición, con títulos como “Walking In Your Footsteps”, “Wrapped Around Your Finger” y la oscura “King of Pain”, donde se luce la elegante contradicción de una melodía creciente para una lírica oscura.
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