A horas de la salida de Quiero mejor, su nuevo álbum con canciones originales que ve la luz este jueves, el músico recibió a LA NACION en su casa de Belgrano R
- 12 minutos de lectura'
Kevin Johansen es algo etéreo en su desplazamiento. Tanto como su música, pletórica de matices poéticos y cierta imposibilidad de clasificación. Enhorabuena ante tanto sonido encasillado y que responde a parámetros impuestos. Su The nada es una declaración de principios que ahora ejerce desde Feng Shui Project, a través del cual este jueves lanzará su nuevo álbum, Quiero mejor.
“Los que estamos expuestos a veces tenemos la obligación de seducir a diestra y siniestra. En realidad es la necesidad de la unanimidad del amor, donde no se puede tener ningún rechazo. Los artistas comenzamos queriendo ser unánimes y luego buscando ser anónimos”, reconoce Kevin Johansen y se ríe ante esa alegoría exagerada, aunque no del todo incorrecta, reflexionando sobre las formas del quehacer artístico.
El artista recibe a LA NACION en su casa de Belgrano R, un refugio bien porteño para el hombre que vivió en unos cuantos rincones del mundo. Tampoco tantos, pero sí durante mucho tiempo. Nació en Alaska y, a lo largo de su vida, primero por decisiones familiares y luego por iniciativa propia, pasó por Colorado, Arizona, San Francisco, Nueva York, Montevideo y Buenos Aires. Esa conjugación de territorios quizás también sea lo que hizo emerger su sonido “Des-Generado”, como él mismo lo ha definido. “También es válido si alguien solo quiere hacer milongas o boleros, que sería lo contrario a lo ´Des-Generado´, a lo amplio. Para mí todo es una búsqueda, ser estático es lo peor”.
En la casa, sin supersticiones, se respira música. En el subsuelo, se cobija la batería de Enrique “Zurdo” Roizner -su compañero y amigo recientemente fallecido- y algunos objetos de dimensión planetaria. Entrando al living, una frase que, aunque no propia, es declaración de principios.
En ese microcosmos a la vista también emergen las fobias del poeta. Johansen es un defensor acérrimo de la naturaleza, pero no puede contra los mosquitos. La ciudad se encuentra asediada por los insectos y, en una casa con un jardín inmenso, la amenaza parece multiplicarse. Sobre una mesa se ve el arsenal de aerosoles de repelentes -tan cotizados hoy- que se contraponen con instrumentos, libros, discos. Adentro, todo es armonía. Salvo cuando abren la puerta y el cantante pide que la cierren rápido. Y sí, es un ser terrenal con sus más y sus menos.
Era ahora
Desde las 20 de este jueves se podrá escuchar Quiero mejor, el álbum de canciones que reverencia lo vincular en todas sus formas. El único tema del disco que no le pertenece es “Amada amante”, el clásico de Roberto Carlos y Erasmo Carlos realizado en un tempo que lo convierte en una divina balada ralentizada. Otra de las características del material es la envergadura de las colaboraciones: sus hijos Wiranda y Kim participan en el material. “Fue hermoso cantar con ellos, es orgánico”, comenta Kevin.
Wiranda y Kim son fruto de un primer matrimonio del músico, mientras que Tom y Roy son los hijos de su unión con Lala Franco, quien, como gran anfitriona, ofrece al cronista una recorrida por la casa.
En el disco, a Johansen también lo acompañó la mexicana Natalia Lafourcade, a quien el músico considera “una familia expandida, mi música fetiche”. También aparecen Las Migas, Mariano Otero y Gabriel Pedernera (Eruca Sativa), entre otros. Además, en el tema “Era ahora” emerge el teclado del maestro Lito Vitale y la segunda voz de Nito Mestre. “Cantar con Nito fue un hito. Siempre me gustó la vulnerabilidad de su voz, yuxtapuesta a lo que es el rock, a la testosterona del macho. Es un señor”. En este tramo del disco se plantea una disyuntiva preciosista, “no ser un tanguero del rock y, como dice Joaquín Sabina, no ser fanático de la nostalgia, sino de la memoria”.
-¿El sufrimiento inspira más que la felicidad? Y, en tal caso, ¿cuál ha sido ese dolor?
-Debe ser uno muy recóndito, que está muy adentro. Yo creo mucho en lo que propone el teatro griego, en las máscaras de la sonrisa y el llanto, capacidades que están desde que nacemos. Es un reflejo. Seguramente, las pequeñas muertes que hay en la vida en mi caso se dieron a través de muchos cambios, mudanzas, lo nómade. Obviamente, eso te hace tener una naturaleza más despojada de lo material y, quizás, hasta de ciertos arraigos, ataduras emocionales. En un punto, es un ejercicio de lo temporal de las cosas y también son cicatrices. En las personas creativas, si anidan grandes dolores acumulados, algo de eso seguramente ayuda a hacer un uso catártico desde el arte.
Hijo de madre argentina y padre norteamericano, Kevin nació en Alaska en 1964. A pesar de un derrotero que lo llevó de aquí para allá, eligió Argentina para afincarse: “Literalmente es mi madre patria, porque es la patria de mi madre y yo fui, en gran medida, criado por ella. Con mi padre tuve una relación muy buena, pero, cuando mi madre se separó de su segundo marido, yo tenía doce años y fue el momento de llegar a la Argentina. Un tiempo oscuro, de dictadura”.
-¿De dónde te sentís?
-Alguna vez alguien me dijo que uno es de donde vivió los primeros amores, donde se encontró con la vocación. En mi caso, mis ganas de ser músico nacieron acá.
Despedir al amigo
El sótano de la casa fue convertido en un estudio, aunque, según confiesa la esposa de Johansen, el artista prefiere ensayar en una sala externa. El refugio del subsuelo está “tomado” por Tom Johansen, quien ensaya aquí con su banda.
En el centro de la escena de ese espacio descansa la batería de Enrique “Zurdo” Roizner, donada por la familia del baterista fallecido en enero pasado. Roizner formaba parte de The Nada y de unos cuantos proyectos compartidos con Johansen. “Las hijas tuvieron el gesto hermoso. Esa batería tiene mucha historia”.
Se le humedecen los ojos y, por única vez a lo largo de la charla, su mirada se pierde en lo indefinido, buscando no enfrentar al interlocutor.
-¿Te acordás de la última charla con Roizner?
-Sí, estuvimos tocando en diciembre, hicimos nuestro tradicional “fin de fiesta” y el primero de tres recitales en el Torquato Tasso. Ya teníamos agendadas dos fechas más allí para cumplir en enero y febrero, pero no pudo ser. También íbamos a hacer un viaje a Perú.
El destino quiso que el 27 de diciembre pasado, Johansen y Roizner compartieran por última vez un escenario. Que desandaran, en el clásico espacio frente a Parque Lezama, el corolario de tantas sesiones compartidas. Luego de ese concierto final, Johansen partió rumbo al Festival de La Serena, en Uruguay, donde tocó con los hermanos Jorge y Daniel Drexler. Cuando regresó, el “Zurdo” ya se encontraba internado.
“Lo llegué a ver con vida, pero ya estaba inconsciente por su derrame fulminante”. El baterista, un prócer en lo suyo, quien formó parte de la exquisita agrupación La Banda Elástica, había tocado con Vinicius de Moraes, Toquinho, Gato Barbieri, Astor Piazzolla y acompañó a Frank Sinatra en Argentina. Su fallecimiento se produjo el 14 de enero último, a los 84 años. “Es un duelo extraño, porque también me quedo muy lleno”.
-¿Alguna vez hablaron sobre el final?
-Creo que él tenía el anhelo secreto de irse estando arriba del escenario, ya que había visto partir a su amigo Domingo Cura de esa forma, mientras tocaban. Sin dudas hubiera querido eso.
-Un gran vínculo el que construyeron, una sociedad artística poderosa.
-Y también humanística. Tenía una versatilidad que se conjugaba con mi búsqueda, con mi variedad de géneros y estilos, así que nos entendimos desde un primer momento.
-Debe ser muy fuerte heredar su batería y que sea tu hijo quien la ejecute.
-Todavía no caemos sobre su ausencia.
Zona de confort
-En un pasillo de tu casa se lee “aquí nadie tiene la razón”.
-Esa frase se armó dentro del grupo de amigos de Gabriel García Márquez en el bar La Cueva de Barranquilla. Como se emborrachaban y se peleaban, y todos querían llevar las de ganar, impusieron esa máxima.
-De aplicarse con mayor rigurosidad, la humanidad sería otra.
-Ya lo creo. Son esas cosas que uno va buscando en la vida, como no pontificar por sobre los demás, aceptar otras propuestas más allá de las de uno.
-En “Quiero mejor”, el tema que da nombre al disco, se esgrime “no quiero más, quiero mejor”, otro planteo en torno al prisma con el que se puede enfocar la vida.
-Evidentemente es una búsqueda. La canción arranca con la frase de Oscar Wilde, (cuando canta, el apellido del escritor lo pronuncia literal, argentinizado): “Tengo gustos simples, solo quiero lo mejor”. Se trata de la calidad de vida que poco tiene que ver con lo material, sino con la libertad de manejar los propios tiempos y que los tiempos no nos manejen a nosotros.
-Somos esclavos de la agenda comprimida.
-Por eso al proyecto lo definí Feng Shui, se trata de buscar la armonía en un ambiente, en un microclima. Me pareció interesante aplicarlo en la búsqueda de calidad por sobre la cantidad. Son tiempos de caos internos y del mundo, entonces se trata de ver cómo armonizar ese caos.
-El permanente desafío.
-Me gusta una frase que se usa mucho en inglés, “There is a Metod to the Madness”. Es decir, “hay un método para la locura” de cada persona. Cada cual con su propio caos, donde uno se entiende.
-Alguna vez te referiste a tu propio caos creativo.
-Sí, el caos no se mancha.
-Como la pelota.
-Uno precisa de esa cosa vertiginosa propia, donde cada cual se halla.
-En tal caso deja de ser caos para convertirse en un modo propio.
-Por eso también hablo de la zona de confort.
“Confort Zone” es otro de los temas del álbum, cantado en inglés y con atmósfera country. “Cuando estoy mirando un partido o tomando un vino y agarro la guitarra, estoy en una zona de mucho confort, y es ahí donde quizás nace una idea, justamente porque estoy relajado. Entonces, por qué estar en contra de esa zona de confort. Quizás a (Robert) Oppenheimer se le ocurrió algo en esa situación”.
-¿Te llevás bien con el ocio?
-Obvio, me encanta.
Kevin menciona el flamante tema “Hola, Need”, donde refiere a “viajar en modo quieto y mover sin movimiento” y hace alusión al arte del disco -con fotografía de Nora Lezano- donde lo invertido de algunas palabras y de su propia imagen disparan varios significantes, una forma de buscar otra óptica, una nueva perspectiva. “La imaginación tampoco se mancha, uno puede estar sentado en el living y estar viajando, ahí hay creatividad. Un pintor o un guitarrista están quietos, pero creando”.
-Hace cinco años que no editabas un disco con canciones nuevas y alguna vez te has referido a esos lapsos como la espera del pescador ante el pique.
-Hace poco también escuché a David Lynch que decía que una idea es como un pescado, cuando llega hay que saber qué hacer con eso y agregó: “El chef no toma crédito por el pescado que ya está creado, sino por lo que hace alrededor de él”. Hay que saber qué hacer con eso.
-Se lo puede arruinar...
-Claro, uno dice “encontré una gran idea” y a las dos semanas te das cuenta que, hace cuarenta años, la descubrió otro.
-Dentro de ese caos del que hablábamos, ¿hay método, lugares, horarios para trabajar?
-La máquina nunca descansa. Seinfeld decía: “Para mí todo es material”. Y le respondieron: “Qué tortura”, pero él refutó: “El truco es encontrar la tortura que a vos te gusta”. En mi caso, siempre estoy pensando en una canción, en una conjugación de palabras que me de un título y que ese título me dispare una idea sobre la cual voy a escribir ahora o en dos años.
-Si no emerge es porque no tenía que ser.
-Y también vale arrepentirse, eso es muy importante. Se puede decir “esta canción no me gusta”, me ha pasado y fue antes que le pasara al público.
-¿Te ha sucedido con canciones ya editadas?
-Sí, claro. Me digo: “Esta me parece que ya no va, no lo expreso de la forma en la que debe ser”. Pero, el público, que puede ser cruel, también es muy benévolo, sobre todo el que te sigue, se queda con lo bueno, con lo mejor. El público también “quiere mejor”. De lo que no está logrado la gente se olvida. Es como los recuerdos, la memoria es selectiva y esquiva.
-¿Qué sucede cuando el público te pide algo que ya no genera deseo en vos?
-No me ha pasado eso, pero sentí pudor cuando un tema mío sonaba mucho, cuando estuvo “pegado”, como dicen los chicos.
Menciona “Anoche soñé contigo”, aunque aclara: “Algún metalero me confesó que hasta se emocionó con la canción, entonces entendí que tocaba algún nervio”. Y tampoco elude otro “pegado” como fue “Down With My Baby”, que fue parte de la banda sonora de la telenovela Resistiré, protagonizada por Pablo Echarri y Celeste Cid. Entiende que ese pudor al propio hit también tiene que ver con su falta de credo en torno a lo ampuloso: “Se puede ser tímido, nada grandilocuente, incluso hay artistas que sienten pánico ante el escenario y es válido”.
-Casi al modo shakespeariano, el disco le habla al amor y al desamor, todo un acto de rebeldía.
-Sí, como también lo es, más allá del hecho creativo, la capacidad de sorpresa. Me bajonearía mucho no seguirme sorprendiendo.
-Para un artista es un material ineludible...
-Si estás más allá, pensando que ya viviste todo, entrás en un lugar horrible. Es fundamental ser permeable para crear y luego darle la propia impronta, sin que eso signifique que se escribe en piedra, ya que todo es movimiento. Por eso, este nuevo disco tiene esa capacidad de seguirnos sorprendiendo de situaciones, de gente y hasta del amor.
-¿Cuándo presentarás en vivo Quiero mejor?
-En breve saldrá el vinilo y esa será la excusa para hacer algo boutique, pero el concierto más grande lo haremos el 17 de mayo en el Coliseo. Allí presentaremos el Feng Shui Project.
Más notas de Kevin Johansen
Más leídas de Música
"Pacto de sangre". Airbag: la banda que sobrevivió a estafas, sigue “al costado” de las modas y llena estadios
Lo que se sabe. Luis Miguel: crecen los rumores sobre su regreso a la Argentina, para el cierre de su gira
La divertida reacción. París Hilton se animó a probar un mate cebado por María Becerra
Toto en el Movistar Arena. Una máquina rock-pop que pone el virtuosismo en servicio de un sonido único