Nació en Alaska y llegó a Buenos Aires solo con su mamá en el 76; apenas hablaba castellano y descubiró en una escuela de Palermo su vocación; mientras termina un nuevo disco, habla de su canción con David Byrne y de versionar a Leonard Cohen con Jorge Drexler
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Todo arrancó con “Last Night I Was Dreaming With You”, una traducción al inglés de “Anoche soñé contigo”, una canción de Kevin Johansen que el cantautor registró con David Byrne en un estudio de Nueva York. “Hace añares que tenía ganas de hacer algo con él, porque es un referente y alguien a quien admiro. Y fue todo muy lindo. El año pasado yo estaba tocando en un lugar de Nueva York. Lo invité a que viniera y en el ínterin Juan Campodónico, un compañero de aventuras en esta etapa de mi vida, logró que se interesara en cantar una versión de “Anoche soñé contigo”. Yo la traduje, David me hizo algunas correcciones muy pertinentes, me mandó un mail diciéndome que la canción le encantaba y me derritió de amor. Cuestión que fuimos a grabar, coincidió que estaba Juan en Nueva York, la probamos en la consola y ese día la grabamos y la hicimos juntos en vivo a la noche. Y esa canción terminó siendo el punto de partida de este nuevo álbum que estoy haciendo”.
-Hablás de álbum pero el tema que dio origen a esta charla es la aparición de un segundo tema, la versión de “Suzanne”, de Leonard Cohen, que hiciste con Jorge Drexler.
-El tema del “álbum” es un asunto recurrente; a lo mejor es generacional. Yo soy muy talibán de pensar en álbumes y Juan lo piensa más en una lista de temas. Me cuesta honestamente no imaginar que las personas escuchan las canciones en orden, de la primera a la última canción, que es lo que yo hago como oyente con los artistas que me gustan.
-Hablemos del álbum entonces.
-Con Campodónico, productor de todo esto, surgió la posibilidad de hacer este proyecto. Nos conocíamos en giras por Europa, él con Bajofondo y yo con lo mío. Siempre era: “alguna vez tenemos que hacer algo juntos”. Él tiene dos cosas de las que yo carezco: una elegancia no forzada y criterio. Y lo primero que le dije es que quería que se sintiera muy en una zona de confort. Yo estoy a favor de la zona de confort, no en contra. Creo que uno, cuando compone, tiene que estar cómodo, estar en el lugar donde mejor se halla. En conclusión, Juan recogió el guante. Y la idea que le planteé fue la de reversionar algunos temas míos a su elección y sumar algunos que suelo hacer con otros colegas. Así apareció por ejemplo este “Suzanne” que hicimos con mi querido amigo Jorge Drexler, con quien además ya lo habíamos hecho otras veces. Decidimos mantener la letra en inglés y me pareció que nos salió una versión muy bella que grabamos en Montevideo y a la que a la banda pop y a los instrumentos electrónicos le agregamos percusión rioplatenese, todo comandado por Campodónico. Y como broche, mi hija Miranda hizo un video hermoso en blanco y negro que se puede ver hace un par de días.
-¿Qué otro material contendrá el disco?
-Con “el” Rubén Rada hicimos “El Tunguele”, de Eduardo Mateo. Con la mexicana Natalia Lafourcade grabamos “Tú ve” y “El advertido”, de Violeta Parra. Con Kiko Veneno hicimos una versión de “Yo sé que te perdí”, que estaba en un DVD pero no tenía un registro de estudio. Por supuesto está lo de Byrne. Hay un tema de Erasure con cuarteto de cuerdas, con Alejandro Terán y Javier Casalla, sumado a las máquinas de Campodónico. Todas muy lindas yuntas.
-¿Ya tiene nombre el disco?
-Creo que se va a llamar “Tú ve”, como la canción que hicimos con Natalia. Me gusta esa idea de “andá yendo” que plantea ese título. Me atrae eso de que las canciones, una vez que uno las hizo ya son de todos, o de nadie. Me gusta ese desprendimiento personal para este disco en el que conviven temas propios y temas de otros.
-¿Cómo serán las presentaciones en vivo?
-Arrancamos con una gira hermosa por Chile. En mayo, nos vamos a España donde también tengo un público firme y milagroso. Después subiremos hacia Lima, Bogotá, Ciudad de México, algunos lugares de Estados Unidos. El 5 de diciembre vamos a hacer un gran show en el Hipódromo de Palermo. Y siempre con mi banda The Nada, en la que incluiremos al querido Zurdo Roizner, mi hermano mayor con 82 años cumplidos en diciembre, cada vez que se pueda. En el verano tocamos los dos solos en Medio y Medio de Punta Ballena y fue maravilloso. Es tan old school que ya pegó la vuelta y es moderno de nuevo, es el que tiene la cabeza más joven del grupo. Cuando hay mucha seguidilla de conciertos siente el trajín, pero si fuera por él, se subiría a todas.
-Siempre es difícil ubicar tu trabajo en algún estilo que no sea el muy genérico y poco preciso de “canción urbana”. ¿Cómo te definirías vos?
-Eso seguramente tiene que ver con lo extraña que ha sido mi vida. Yo nací en Alaska un poco de casualidad. Mi vieja se enamoró de mi viejo, el gringo Johansen, que era oriundo de Denver, Colorado. Una especie de cordobés yanqui. Un tipo relajado, no hippie. Era un gringo demócrata que estaba contra la guerra de Vietnam y como no quiso ir como objetor de conciencia, el gobierno lo mandó como administrativo a una oficina en Alaska. Por eso nací ahí. Después vivimos en Colorado y los últimos años en la bahía de San Francisco. Mi vieja se había ido a Estados Unidos en los 60 a estudiar y pasó de la escuela de monjas de Belgrano a ser una intelectual feminista, socialista y anti-imperialista. Así que tengo data yanquee, porque ella escuchaba a Joan Baez y a Cat Stevens, pero mezclada con The Beatles, Violeta Parra y (JOrge) Cafrune. Cuando volvimos, en mayo del 76, yo con 12 años apenas cumplidos, tenía que volver a hacer 6º grado porque hablaba un castellano horrible. Y un tío mío que era bastante conservador, aunque conocía a mi mamá que ya me criaba como madre soltera, le dijo: “a vos que te gustan los zurditos, acá a dos cuadras está la Escuela del Sol”, donde dicho sea de paso fui compañerito de Javier Calamaro. Y me encontré con que los pibes, en los recreos, cantaban temas como “Las manos de Fermín”, “Mi cuarto”, “Jugo de tomate frío”. Ahí empecé a imbuirme del rock de Argentina. Séptimo grado y primer año los hice en Montevideo, donde escuchaba a Zitarrosa y a Mateo. Cuando volví a la Escuela del Sol para segundo año, ya la onda era “The Wall”, de Pink Floyd, aunque empezaba a asomar muy fuerte The Police, que al principio no me gustaban mucho. Estando en tercer año, mi primer recital fue Bicicleta, de Serú en Obras. Eso para mí era Woodstock. Fui a ver también a Spinetta Jade. Pero como mi mamá era más intelectual, descubrí a la vez a Les Luthiers, o iba al Colón a escuchar a Piazzolla o a Andrés Segovia. En conclusión, creo que todo eso es lo que tengo como información y lo que seguramente va apareciendo en mi repertorio y en mis gustos, que a veces puede complicar para ponerme en alguna definición clara.
-¿Ese proceso de suma de elementos, se fue dando inconscientemente?
-En mi caso me costó, quizá más años que a otros, encontrar la esencia. Porque sumale lo político a mi periplo, más allá de lo cultural. Sobre todo en mi segunda vuelta, después haber estado 10 años viviendo en Nueva York. Cuando volvimos con mi hija Miranda de dos años y medio, mis suegros de entonces estaban muy metidos con la Alianza y muy contentos porque se acababa la pizza con champagne. Al año siguiente se caían las Torres Gemelas y acá pasó lo que pasó. Y yo sentía un alivio extraño de estar acá y no allá, a 20 cuadras de las torres caídas, con una hija tan chiquita. Hice un click. Entendí mi periplo: Alaska, Colorado, San Francisco, Nueva York, Buenos Aires, Montevideo. Una madre docente socialista y feminista. Fue una dicotomía la de mi generación: al tener padres rebeldes que se habían levantado contra nuestros abuelos, si nosotros nos rebelábamos contra nuestros padres éramos conservadores. A lo mejor también está todo eso en la música que hago.
-Hace pocos días leí unas declaraciones tuyas celebrando el triunfo y la asunción de Gabriel Boric como nuevo presidente de Chile. ¿Cómo te ubicás políticamente?
- Sí, por supuesto, estoy feliz con la asunción de Boric, como lo estuve cuando ganó Bachelet. Es una alegría en contraposición a lo nefasto que estuvo. Igual, Chile tiene tradicionalmente una sobriedad en la política que les permite saludarse, darse la bienvenida, ser civilizados; lamentablemente nosotros somos más bravos. Respondiendo más a tu pregunta, te diría que por crianza tengo esa base socialista, idealista y progresista. Pero tampoco por ser músico o deportista tenemos que saber y opinar de todo. Yo no sé tanto tampoco como para hablar de política públicamente. Soy cancionista. Así como creo que para ser cancionista no hace falta ser un intelectual. Me gusta esa palabra que usan los colombianos, sentipensante. Así me definiría. Tengo ideales pero a la vez mucho descreimiento en los políticos. Como la frase de George Bernard Shaw, que decía que los políticos son como los pañales, que hay que cambiarlos frecuentemente porque si no huelen mal. Creo que todo tiene que reciclarse y nos tenemos que bancar la pelusa cuando viene alguien más neoliberal, o más de derecha. Si fue votado, fue votado. Y si viene más progre o más de izquierdas o más de centro izquierda también hay que darle changüí. Ese es el ejercicio democrático. Sigo comprando ese plan. Al mismo tiempo, con muchísimo descreimiento en el granhermanismo que permite que, por ejemplo, Rusia pueda ocultar la guerra a los rusos. O ese asunto de las redes que dan la posibilidad de las fake news, que a veces pueden ser graciosas y a veces un problema muy serio.
-Diría que te incomoda ubicarte radicalmente de algún lugar de la grieta.
-Sí, por supuesto. Pero tampoco creamos que es una cuestión solamente nuestra. La grieta yanqui que se vio entre Fox y la CNN cuando se estaba yendo Trump fue tremenda. Los estadounidenses están muy locos y es una sociedad muy enferma; y lo digo como yanqui que soy. No sé si es mi mirada por mi vieja que me apega más a esta tierra que a esa donde nací y viví mis primeros años, pero a veces somos muy injustos con nosotros también. Por caso, comparándola con muchas ciudades de América o del mundo, Buenos Aires sigue siendo una ciudad de la hostia, con esa cuestión tan fuerte que tiene con la música, la literatura, con la cultura en general.
-¿Con el fútbol sí se define en algún lado de la grieta?
-Me hicieron de la banda porque cuando llegué de Estados Unidos, sin ninguna relación con el fútbol, justo se había terminado la sequía de 18 años sin salir campeones. Mi abuelo era de Boca pero mi tío y mis primos eran de River. Estaban eufóricos y me llevaron para ese lado.
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