Kevin Johansen cumple 20: Del fogueo en Nueva York a comer “Guacamole” en Buenos Aires
Este sábado celebra los 20 años de la salida de su primer disco, The Nada; proyecta una gira por España y prepara su nuevo álbum
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Kevin Johansen está de fiesta. Para celebrar los 20 años de la edición de su primer disco, este sábado hará dos funciones en el teatro Gran Rex (a las 18 y a las 21). Pero, también, la excusa del número. Porque seguramente ese disco que en 2001 llamó The Nada no es un punto de partida sino de llegada. Llegó a The Nada luego de un periplo que comenzó en su Alaska natal, que pasó por San Francisco, que recaló en Montevideo y en Buenos Aires, y que antes de afincarse definitivamente en La Reina del Plata, tuvo una década completa (la de los noventa) para foguearse musicalmente en Nueva York.
Moverse, como lo ha hecho siempre, aunque ahora sean tiempos pandémicos. “Porque los trabajadores presenciales estamos con ganas de volver a los escenarios y con ganas de tener el calor y el fervor del público. El contacto, la conexión -dice, días antes de sus conciertos porteños-. Veremos si podemos de a poquito ir sintiendo eso. Estuve, semanas atrás, en Rosario y en Córdoba, y la sensación fue muy compartida: la necesidad tanto de artistas como de público de un minuto a minuto en vivo”.
Johansen sigue adelante, desde la coyuntura, pero sin planes B. Continúa con su agenda. Hacer retrospectiva de los 20 años que pasaron desde su vuelta a la Argentina y de la edición de su primer disco en solitario. Proyectar un nuevo álbum, del que ya adelantó dos canciones en 2020 (“Available 20s” y “Todo esto”) y que tiene como título tentativo Nada está escrit…
“A pesar de todo uno sigue intentando plasmar ideas y proyectos. La causalidad no casual de los 20 años de mi primer disco solista. En abril de 2001 lo presenté por primera vez en el Club del Vino. Lo había publicado por Los Años Luz. Y ya pasaron 20 años con casi la misma formación de músicos. Con el número redondo es lindo pensar en el momento que me traje ese disco de otro mundo, cuando no caían las Torres Gemelas ni caía la Argentina en el corralito. Y cómo cambió todo en estos 20 años. Es fuerte. Pero acá estamos, tratando de celebrar la presencialidad de los artistas, y viendo qué pasará luego de los anuncios ¨[del Gobierno]” de esta semana en cuanto a la pandemia”.
-¿Te movés con dos formatos: con la banda The Nada, para los dos shows de este fin de semana en Buenos Aires, y en plan “Mi guitarra y yo” para viajar al interior del país?
-Sí. Y si todo sale bien tengo fechas en España. Para el norte argentino voy muy poco y esto de hacerlo sólo con la guitarra es para que también vean la esencia de las canciones. En España haré lo mismo. Le puse, simplemente, Vecino Tour porque venimos haciendo esa canción que habla de la empatía y de este momento globalizado. Estamos en la democracia de la desgracia. Estamos todos en un mismo lodo, todos manoseaos, como dice el tango.
-Te pusiste discepoleano. Pasaron 20 años de la publicación del primer disco solista. ¿Desde cuándo te sentís músico?
-No sé. Creo que mi vieja quería que fuera músico, aunque cuando era adolescente le daba un poco de miedo la idea. Cuando vivíamos en Alaska yo ya bailaba al ritmo del lavarropas. Eso me contaba ella. O sea que era un freak del movimiento. Estaba movilizado literalmente por la música. Después, en la Argentina, cuando llegamos, mi vieja tuvo el buen tino de mandarme a estudiar guitarra clásica. Mis profes, que eran alumnos de la gran Irma Costanzo, me dijeron que tenía oído absoluto, que era muy orejero y sacaba las cosas tal cual. Que era un avión.
-Pero no fuiste para el lado de la música clásica sino de la canción.
-Porque ya escribía canciones. Nunca sentí que podía ser un virtuoso con la guitarra, pero sí que en mi cabeza podía elucubrar ideas musicales. Quizás porque la generación anterior a la nuestra fue de virtuosos, algunos de nosotros tratamos de ser más creativos con la cabeza que con los dedos. Es una teoría. O quizás tiramos la toalla. No sé. Como decía don Atahualpa (Yupanqui), vislumbrar no es alumbrar. Yo considero que la canción es un género en sí mismo. A los 14 o 15 andaba con ideas musicales con poesía. En la Escuela del Sol había un gran taller literario que fue muy famoso, dirigido por Carlos María Caron y Bettina Caron. Los primeros juegos literarios de cadáver exquisito, de pasarle una línea al compañero para continuar el cuento, y todo juego con la palabra ya estaba. Eso que necesitamos los cancionistas, hacer coincidir sonoridad con sentido, ya estaba dando vueltas.
"Éramos pibes que escuchábamos a Charly García y a Les Luthiers"
-Instrucción Cívica, que surgió a mediados de los ochenta, ¿fue una banda de amigos?
-Sí, totalmente. Yo llegué a la Argentina en mayo del 76. Me hice amigo de Julián Benjamín en sexto grado. Gringui Herrera y los Calamaro también iban a la Escuela del Sol. Ahí surgieron varias agrupaciones, como Zaratustra y después Instrucción Cívica, que fue quizás una aparición nuestra antes de tiempo, porque estábamos un poco verdes. No preparados para esa exposición. Y con una propuesta rara, porque éramos pibes que escuchábamos a Charly García y a Les Luthiers, música brasileña y The Cure. Todavía no teníamos clara nuestra esencia y yo cantaba agudo, tipo Sting, cuando debería haber cantado bajo, tipo Leonard Cohen [se ríe]. Igualmente fue buena la experiencia y pasaron grandes músicos por ahí: Fernando Samalea, Alejandro Terán, Axel Krygier, Daniel Krause, Sebastián Schön, Cachorro López y otros músicos que fueron apareciendo y que tuvieron luego carrerones. Tuvimos nuestros 15 segundos de fama. Pero todavía no estábamos preparados para ser profesionales. La verdad que en el 90 fue para mí el puntapié.
-¿En Nueva York?
-Sí, al haber encontrado casualmente o causalmente al dueño del CBGB, Hilly Kristal. Me aprobaron un demo en inglés y en castellano grabado en Buenos Aires. El tipo me vino a escuchar y me habló después de haber tocado 15 canciones. Me dijo que me fogueara ahí. Que le gustaba lo que yo hacía. Que tenía la posibilidad de grabar. Ese fue un despertar importante porque fue el empujón o el envión de alguien muy grosso que había visto nacer a Los Ramones, Talking Heads o Blondie en el CBGB. Él fue un mentor importante para mi. Cuando tenía 25 o 26 años yo estaba boyando con mi biculturalidad. Tenía muchos rollos y él me dijo relájate, hacé lo que quieras. Mix it up. Y así salieron temas como “Guacamole” que abrió mi primer disco. Por eso fue una cosa importante conocer a ese señor.
-¿Por qué volviste diez años después?
-En 1999 falleció mi suegra de ese momento, abuela de mis dos hijas mayores. Pero desde un tiempo antes teníamos la idea de volver. La mayor de mis hijas ya había nacido allá, los abuelos de acá comenzaban a extrañar y yo comenzaba a sentir que Nueva York era y no era los Estados Unidos. Veía esa parte que a mí no me gustaba. Esta parte gringa, medio cerrada. Fue una conjunción de cosas personales. Justo estaba terminando de grabar mi disco en el CBGB. Y me lo traje. Se lo mostré a algunos amigos. Axel Krygier me habló del sello Los Años Luz. Alejandro Terán se lo pasó a (Gustavo) Santaolla, porque me dijo que él escuchaba todo. Y sí, un día me llamó y me dijo que le gustaba el disco. Tuve buenas señales cuando volví. Y el disco salió en 2001. Por eso ahora estamos festejando los 20 años.
¿Cómo surgió The Nada?
-Un concuñado mío que en aquel entonces estaba también en Nueva York me habló de una gente que vivía entre Colegiales y Villurca [Villa Urquiza] que tocaba muy bien. Y así fue. Comencé a tocar con unos muchachos de veintipocos años. Yo ya tenía treinta y algo. En 2002 grabamos Sur o no Sur con Osqui Amante, que trabajaba en los estudios de León Gieco. Y surgieron cosas que yo tenía del CBGB como “Timing”, o “Down With My Baby”, del 96 o 97, que después apareció en la (serie televisiva) Resistiré.
-¿Cuál es el disco que más te representa?
-Es muy difícil porque siempre ejercí la libertad artística incluso a veces de un modo rayano con la falta de criterio. El tema es que me gusta hasta lo que no me gusta. Depende del contexto, me gusta lo retro pero también lo moderno. Creo que los primeros discos fueron muy fieles a mi esencia. Quizá lo que tiene The Nada, por ser el primero y por haber sido grabado en Nueva York, es que amalgama la presencia argenta con cosas del Caribe. Es mi esencia panamericana. Y continua en Sur o no Sur, ese dilema personal, el ser o no ser al cambiar tu cultura por otra. Creo que el resto es una continuidad de esa esencia, magnificada. Para intentar sorprenderme artísticamente.
-¿Qué temáticas te resultan más accesibles o qué otras te cuesta abordar en las canciones?
-Hay algunas que se repiten como ciertos TOC, porque no llegué a decir todo lo que quise en una canción y uno dice: ‘Vamos de nuevo’, en otra. Puede ser el desamor, la pequeñez o la imperfección humana. Muchas veces es una cuestión musical. Encontrar empatía entre lo aparentemente incompatible. Juntar una bachata con una milonga, que rítmicamente encaja. Los géneros me fascinan, aunque mi género es la canción.
-¿Estás terminado un nuevo disco?
-Lo estoy cocinando. Algunas cosas van a aparecer ahora. Y en mayo, cuando vaya para España espero poder grabar con unas músicas llamadas Las Migas que son brillantes. Y con el dúo Fetén Fetén, con el que hice varias colaboraciones.
-¿No está todo escrito es el nombre?
-Me gusta “No está todo escrit…” así con puntos suspensivos. Es una tentativa. A veces escuchás a artistas consagrados que te dicen que no escuchan nada nuevo. Y no lo puedo creer. Me parece una falta de respeto total. En el mundo levantás una piedra y aparece un músico. Hay mucho talento como para decir que ya está todo escrito. Aparte, el contexto y la época es otra, nunca las cosas se van a repetir. La historia siempre va a ser otra. Todo es muy vertiginoso y a veces es difícil parar la pelota y ver qué hay. También es cierta aquella frase que cantaban en All That Jazz: “Everything New Is Old Again” (todo lo viejo es nuevo de vuelta).
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