Kamasi Washington: La gran figura del jazz del siglo XXI, una “perla” del Lollapalooza
Cuando a Kamasi Washington se le recuerda que es la figura de jazz más importante del siglo XXI, toda su seguridad se ve jaqueada. Se ríe nervioso, sus palabras chocan unas con otras, pero no se desentiende de ese título. "Bueno, no es algo que tenga todo el tiempo en mi cabeza", dice del otro lado del teléfono pocos días antes de presentarse en la Argentina, en la sexta edición local del festival Lollapalooza, que entre el viernes y el domingo se desarrollará en el Hipódromo de San Isidro. Junto a nombres como Jorge Drexler, Caetano Veloso (acompañado por sus hijos), Lenny Kravitz y Fito Páez, entre otros, Washington encabeza la oferta musical que podríamos tildar de +40.
"Hago música y tengo la suerte de que la gente la aprecie, eso es genial". Por más incómodo que sea hacerse cargo, la afirmación no es exagerada y él lo sabe. Desde que en 2015 editó The Epic, un disco triple tan ambicioso como muy bien logrado, el mundo entero supo que se trataba de alguien que venía a patear el tablero. Ni más ni menos.
Nacido en Los Ángeles en 1981, Kamasi Washington es, como se había llamado Sonny Rollins a sí mismo, un coloso del saxo. Comenzó a tocar el saxo desde bien pequeño, alentado por sus padres, y prosiguió sus estudios en la universidad, donde se especializó en Etnomusicología y llegó a tocar con leyendas de la talla de Kenny Burrell y Bill Higgins.
A partir de entonces, la música se volvió su ocupación de tiempo completo y músicos de diversos estilos requirieron sus servicios.
Raperos como Snoop Dogg y Nas, jazzeros históricos como Herbie Hancock y Wayne Shorter, y coetáneos como Thundercat y Flying Lotus contaron con él en sus filas para colaboraciones de distinto tipo.
De alguna u otra manera, todo ese universo sonoro sería el caldo de cultivo de su música por venir.
"Toda la música está mucho más relacionada entre sí de lo que se piensa generalmente", analiza. "La percepción busca separar y poner en diferentes compartimentos, pero cuando estás creando no separás, al contrario, te alimentás de esas conexiones", agrega. Sin dejar de reconocer que el jazz es su punto de partida (y de llegada), Kamasi Washington aboga por un sincretismo que le es natural a su singularidad, pero también a su contexto: "Hoy el gusto de las personas es más ecléctico y no le temen a escuchar jazz junto a un tema de rock and roll". En esa senda, su música guarda, aunque generalmente de manera implícita, una conexión directa con la intensidad y el pulso del hip hop actual. Y su currículum avala el nexo, el mismo año en que editó The Epic, otro disco fundamental que contaba con él como parte constitutiva: To Pimp A Butterfly, de Kendrick Lamar.
En esa retroalimentación de géneros afroamericanos, Kamasi Washington lideró una camada de músicos que encontraron la clave para que el jazz vuelva a ser escuchado por un público joven. "Por un tiempo, el jazz era mirado como una música del pasado, ahora volvimos a lograr que suene a hoy", afirma. "Los jóvenes buscan escuchar música que le hable a su tiempo, y de alguna forma encontramos captar la energía de este momento sociocultural", dice. Pero eso no significa que esté dispuesto a hacer concesiones, su más reciente Heaven & Earth es una nuevo acto de arrojo y apego hacia las grandes formas. Conformado como un disco doble, subyace como concepto la idea de representar el mundo exterior con relación al mundo interior de cada uno. "Creo que si cada ser humano entendiera toda la belleza que tiene consigo y todo lo que puede aportar a la sociedad, entonces le daríamos menos poder a tanta gente horrible", resume Washington sobre los objetivos del disco, más allá de lo estético.
Fiel a su esencia afroamericana, el músico hace del contenido el motor de sus composiciones, y la forma no es otra cosa que algo de lo cual emanciparse. Si bien sabe que la escucha fragmentada que proponen las plataformas de streaming y la tiranía del algoritmo pueden ir en contra de las propuestas conceptuales, no está dispuesto a ceder en ese aspecto. "Que estén acostumbrados a escuchar canciones cortas no quiere decir que no puedan escuchar otras cosas", asegura. "Durante miles de años la gente escuchó música sin depender de las duraciones que exigían las radios, así que no siento que necesite hacer mi música de determinada forma. Mis canciones son largas, pero no se sienten como tales, y creo que esa es la clave", explicó.
–El afrofuturismo es un componente muy importante en tu estética, no solo sonora, y se pueden rastrear músicos como Sun Ra, que te influenciaron mucho. ¿Cuál es la lectura que hacés de ese concepto en el siglo XXI?
–Siempre me fascinaron el espacio, la ciencia ficción y el universo. Desde chico mi imaginación fue por ese lado, no sé por qué. Creo que unirlo con el jazz está relacionado con mi espíritu explorador, que es el que tenemos la mayoría de los músicos, ser curioso es algo que forma parte de ser artista. La cuestión africana fue relegada muchas veces a lo largo de la historia, incluso hoy, entonces creo que combinarlo con el futurismo es la manera que tengo para recuperar ideas y texturas que me interesan y que representan tanto un pasado en común como un futuro que muchas veces solo puede realizarse en tu imaginación (risas). Están pasando cosas horribles en el mundo, y espero que mi música pueda contribuir un poco a cambiar eso.
–Y lo hacés con música mayormente instrumental. ¿Hasta dónde pensás que los sonidos pueden comunicar un mensaje de cambio?
–La música es comunicación, siempre lo fue, y eso va más allá de las palabras. La instrumental habla distinto que la música cantada. Aunque puedo poner mi música en palabras, hablar de cómo es una canción, qué forma tiene. Lo necesitamos para comunicarnos, que es lo que nos hace seres humanos. Necesitamos poner en palabras eso que vemos, escuchamos, tocamos o sentimos. Pero, en otro plano, también siento que es más fácil comunicarte así, sin palabras, porque vas directo a las emociones y al espíritu. Concectás de una forma menos directa, pero más intensa.
–¿Cómo encarás esa idea de la comunicación y la intensidad a la hora de colgarte el saxo hoy en día?
–Siempre me dejo nutrir mucho por mis influencias. Ahora mismo estoy buscando una música que me lleve a un lugar donde no haya algo que esté bien o mal. Creo que si solo hacés música pensando en hacerla de una forma que sea "buena", hay un límite que te estás poniendo. Y generalmente ese límite se reduce a lo que conocés. Si vas en busca de lo desconocido, no hay límites, y yo ahora estoy en esa: tratando de escuchar lo que no puedo escuchar.
Todas sus influencias, más allá del jazz
"Kind of Blue es uno de los discos que más me influenciaron, me acercó tanto a Miles Davis como a John Coltrane y Cannonall Adderley", se entusiasma Kamasi Washington sobre uno de los discos de jazz que lo marcaron para siempre, no solo como músico, sino también como melómano.
Pero sus gustos musicales, al igual que sus incursiones como instrumentista, se han movido siempre fuera del género. Su padre lo inició en la música de Henri Mancini casi de manera pedagógica y ya en su preadolescencia había abrazado el hip hop como banda de sonido generacional. En plena era del gangsta rap y la guerra de la costa este versus la costa oeste, Kamasi se sintió identificado con N.W.A., el grupo sentó las bases para el sonido de su región. Ya adentrado en el estudio de la música, Stravinsky y Fela Kuti se volvieron estrellas equidistantes en su constelación.
"Cuando la música te llega, no te preguntás demasiado, y hasta la absorbés de manera inconsciente. Las categorizaciones vienen mucho después", sentencia. Tan influenciable como influyente, los discos en los que participó se volvieron también su propio material de estudio, y las producciones de amigos como Thundercat forman parte de la música que escucha todos los días. A veces en primer plano y otras tantas en segundo, Kamasi Washington es parte activa de esa amalgama de géneros conocida como Black American Music. Y para que el presente lo tenga con un pie en el pasado y otro en el futuro, sabe que en sus auriculares debe sonar música que apunte al cielo y a la tierra, como lo deja en claro el título de su más reciente álbum.
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