K’Alexi Shelby, el pionero del house que influyó a Daft Punk y puso a Chicago en el centro de la escena mundial
Pasó por Artlab uno de los precursores de la escena electrónica que cambió la música bailable en la segunda mitad de los años 80
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A pesar de haber estado en el centro de la escena desde su primer momento, K’Alexi Shelby asegura que no tiene registro del momento en el que su Chicago natal se volvió la factoría de la música house, que reconfiguró las bases de la música electrónica a mediados de los ochenta. Cuando era solo un adolescente, el DJ y productor frecuentó algunos de los clubes que se volverían claves para el género y trabó amistad con algunos de sus exponentes más destacados, como Frankie Knuckles y Ron Hardy. Bajo su propio nombre y también bajo una catarata de distintos alias, grabó canciones que se volverían piezas inamovibles en cualquier set suyo o de sus colegas. Una vez que el fenómeno se internacionalizó, Shelby recorrió Asia y Europa para encender cualquier pista de baile que se le cruzase en el camino. Su trabajo lo llevó a colaborar con una lista amplia de músicos que va de Pet Shop Boys a Richie Hawtin, y de Will Smith a Felix da Housecat. Su figura incluso fue reverenciada por Daft Punk, una experiencia de la que, a juzgar por su respuesta, no parece tener el mejor recuerdo.
Y es ese carácter de pionero el que lo trae por primera vez a la Argentina. Este viernes, Shelby se presentó en la fecha inaugural del ciclo Mother House Father Techno, de ArtLab, que compartió con los locales Miguel Silver y Valence. Además, como cada visita internacional que pase por estas jornadas, Shelby será parte de un documental con el que se buscará recrear el nacimiento de las usinas de estos dos géneros en distintos puntos del mundo. “Me encanta ese sentimiento de novedad, de descubrimiento. Tengo la chance de llevar a mi ciudad conmigo adonde sea que vaya.
–Estuviste en la escena desde los comienzos. ¿Por qué creés que empezó ahí y no en otro lado?
–No tengo idea, no sé qué fue lo que hizo que unos pocos dijeran “Che, hagamos esto”, pero sí sé que mi reacción fue: “Yo también quiero”. Con mi primo, Mr. Lee, teníamos un dúo, hasta que él lo rebautizó como Lee & Kompany y eso me liberó para hacer mis propias cosas, que era algo que él sabía que yo quería hacer. Fui muy crítico de él en su momento, porque es de los que usaron la escena para lanzarse a otra cosa. Me dijo: “Quiero hacer pop”, y se fue detrás de un sello grande mientras nosotros nos mantuvimos en el under, porque siempre fuimos así. Él quería ser mainstream mientras nosotros estábamos en los clubes perfeccionando nuestro sonido, porque esa era la esencia del movimiento.
–¿Tenían la intención de hacer algo que tuviera trascendencia?
–No, y es una cosa de la que hablamos con mi mamá, porque ella se lamenta de que no me apoyó cuando era joven, y yo la reconforto diciéndole: “No sabías qué era lo que tenías que apoyar”. Nadie sabía que esto iba a pasar y tampoco sabíamos que había otra gente haciendo lo suyo en otra parte del mundo. No sabíamos nada de Europa, nos enteramos bastante después y no lo podíamos creer. Por supuesto que una vez que todo se ramificó, fluyó por el mundo, pero en un primer momento no estábamos al tanto. Estábamos muy felices en nuestra propia burbuja porque pensábamos que éramos los únicos que hacíamos eso. Grabábamos un casete y con eso éramos felices porque se lo podíamos mostrar a la gente, y con eso también empezamos a aprender cómo hacer lo que queríamos. Me pasé muchos veranos encerrado en casa aprendiendo trucos de DJ y practicando para poder ser también un mejor productor.
–¿Cambiaron mucho las cosas entre esa escena y la actual?
–Sí, no era esta cosa elegante y amable que tenés ahora. Te abucheaban si eras malo, y puede que eso ahora suene feo porque todos quieren ser un ganador, pero para poder serlo tenés que practicar y estudiar. No es de esas cosas en la que a todos les dan un trofeo por haber participado, y como estudié tanto para ser diferente y para hacer mi propio estilo me resulta insultante eso de que ahora somos todos iguales. ¿Para qué me esforcé, sino? En un comienzo, para sobresalir en esta ciudad tenías que darlo todo porque los demás no se quedaban atrás. Se escuchaban unos temas increíbles, y lamentablemente, como no le vimos su valor en su momento, muchas de esas canciones quedaron en la nada.
–¿Pensaste que era algo de lo que podrías vivir?
–No, lo hacíamos para nosotros, nada má que por eso. La primera vez que me llamaron para ofrecerme una fecha en Japón pensé que era algún conocido haciéndome una broma por teléfono. Le corté como tres veces porque nunca había escuchado a una persona japonesa hablar, mucho menos decir mi nombre, hasta que en el último intento la escuché bastante enojada y ahí entendí que era de verdad. Querían que fuera a Tokio y me lo tuve que repetir a mi mismo, porque no tenía sentido para mí. No lo podía dimensionar, porque si no salís de tu ciudad no sabés que el fuego se esparció por otros lados. Viajé a Tokio y toqué en boliches y raves, y fue algo increíble de ver, porque te permite ver el alcance de tu obra. Y era muy loco ser un adolescente negro viajando a un lugar en un avión en el que sos la única persona de color. También estuve en un shopping en Estambul y como la única otra persona negra era una mujer, el encargado de seguridad pensó que éramos pareja porque teníamos el mismo color de piel.
–¿Y cómo fue que lo convertiste en tu modo de vida?
–Ser un DJ no era algo que yo había planeado. Mi mamá iba a los boliches a bailar a lugares donde hacían concursos, el premio era plata y un disco de doce pulgadas de la colección del DJ. Ella se quedaba la plata y me daba el disco, y yo no entendía por qué eran de una sola canción (se ríe), así que empecé a armarme una colección propia. Iba a la disquería a buscar los simples de ítalo-disco, me gastaba todo el dinero de mi almuerzo en discos, porque aparte tenías que tener dos o tres copias de cada single: uno para tu colección y los otros para usarlos al pasar música. Se me volvió un hábito caro.
–¿Y qué cosas te dio una profesión que no habías planeado tener?
–Tocar en Ibiza, ser residente en El Divino fue algo increíble. También poder irme de gira con mi amigo Paul Johnson y vivir juntos. Él era una bestia, su ética laboral era demencial y estoy agradecido de haber podido estar cerca suyo y verlo en persona. Él me enseñó muchas cosas, pero sobre todo a disfrutar de los frutos de lo que nos da esto. También, gracias a mis padres empecé a sacar fotos. Antes no había sacado ni una sola, pero cuando empezó a irme bien empecé a sacarle fotos a mi comida cuando viajaba para mostrarles que no me la pasaba comiendo porquerías, sino que iba a restaurantes elegantes para que se pusieran orgullosos.
–En 1997, Daft Punk te nombró en la canción “Teachers”, en la que enumeran a todos sus maestros musicales. ¿Cómo se sintió ese reconocimiento?
–Ellos vinieron a Chicago y me los presentó Paul. Les enseñamos técnicas de sampleo y cómo hacíamos las cosas, porque eso es lo que hacíamos: siempre le decíamos a la gente qué máquinas de ritmos usábamos y cosas por el estilo. Ahora a la distancia, deseo que no lo hubiéramos hecho, porque a veces es mejor guardarse las cosas para uno. Terminamos siendo una de las ciudades de la que más se robaron cosas en toda la escena. La gente venía como con un Caballo de Troya y se llevaba lo nuestro para usarlo en su música. Cuando yo tomo algo prestado, le digo a la gente de dónde lo saqué, y eso es lo que le falta a su historia.
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