K-Pop: el fenómeno musical coreano que quiere conquistar el mundo
BTS , los siete guerreros del K-Pop están haciendo historia estas últimas semanas. La voz generacional de los millennials y centennialls debutó en el puesto número uno de la lista de álbumes del Top Chart Billboard 200 con su último álbum, Love Yourself: Tear. Es el primer número uno para un grupo de Corea del Sur y el primer álbum de K-pop en liderar ese ranking. El dato no es menor. Love Yourself: Tear está cantado principalmente en coreano y es el primer álbum de lengua no inglesa en ocupar ese puesto en los últimos 12 años. La última banda que logró ese preciado lugar fue Il Divo, con el disco Ancora, en 2006. Para los integrantes de BTS los 135 mil discos vendidos en su primera semana en Estados Unidos marcan el primer paso de la invasión musical del K-Pop a Estados Unidos, como plataforma para su definitiva expansión mundial.
El grupo asiático surgido en 2013 en un pequeño sello –a diferencia de otras bandas que surgen en las tres factorías de entretenimiento donde se crean a las bandas de K-Pop– se ganó su lugar entre los adolescentes norteamericanos y seguidores de bandas pop como One Direction. La fórmula musical es un synth-pop romántico, pistas electrónicas en colaboración con artistas como Steve Aoki y The Chainsmokers, hip hop y coreografías sincronizadas que se viralizan a través de videos como "Blood Sweat & Tears".
La participación de BTS en premios como los American Music Awards, en noviembre de 2017, donde sorprendieron a la audiencia con sus demenciales pasos al estilo de boy bands populares como NSYNC, se terminaron por ganar la confianza del público norteamericano que los consagró con el premio Top Social Artist, en los Billboard Music Awards.
Actualmente el grupo tiene 9.6 millones de seguidores en Twitter y más de mil millones de vistas combinadas en sus videos musicales oficiales. El arma secreta del fenómeno K-Pop tiene que ver particularmente con la viralización en las redes sociales (los seguidores actúan la mayoria de las veces como influencers ad honorem de las bandas) y plataformas como Youtube, donde además de difundir sus videos cada banda muestra cómo se montan las coreografías, que en algunos casos llevan seis meses de práctica.
El ingreso de BTS al país gobernado por Trump forma parte de la llamada ola coreana denominada Hallyu, que involucra a toda la cultura pop de ese país, desde dramas coreanos en Netflix hasta la gastronomía. Esa ola planetaria que comenzó en 2012 con fenómenos virales como el caso de PSY, con su "Gangam Style", tiene ahora a los BTS como cabeza de un movimiento musical de ribetes industriales que, en 2014 facturó 382 millones de dólares, dentro de un mercado que se repartía principalmente entre Japón y China, y del que formaron parte estrellas coreanas como Se7en, BoA, Wonder Girls, 2NE1, Girls ‘Generation y BIGBANG.
Si bien la historia del K-Pop se puede rastrear en los primeros grupos de artistas coreanos de la década del cuarenta que hacían giras combinando la música tradicional con las máscaras y el baile coreografiado, uno de los fundadores del género fue el cantante Seo Taiji que, en 1992 formó la primera boy band, donde fusionaba el hip hop con el baile cantando en su idioma original.
Ahora es el grupo formado por tres raperos (Rap Monster, Suga y J-Hope) y cuatro vocalistas-bailarines (Jin, Jimin, V, Jungkook), que está estableciendo una nueva marca al conquistar territorio estadounidense y diferenciarse de otros proyectos clonados en las grandes productoras de Corea del Sur, que arman grupos de chicos y chicas con estrictas condiciones de trabajo y formas de vida, funcionando como una fábrica de cantantes y bailarines.
Los BTS son productores, componen sus letras, arman sus pasos de baile y además incluyen otros tópicos, además del amor, como el cambio social, el empoderamiento femenino y las críticas a la forma de vida en Corea del Sur. Esos condimentos de rebeldía empatizaron con los adolescentes del mundo y están empezando a transformarse en los nuevos reyes del sonido millennial y centennial.
"El K- Pop tiene una estética que atrapa sobre todo a los adolescentes de distintas clases sociales y tiene una sensibilidad especial, toda una cosa de modernidad, que marca lo que viene", cuenta el músico Christian Basso, icónico integrante de La Portuaria, que se involucró en la cultura coreana a partir de la película Secret Sunshine (2007), ganadora en Cannes, para la cual compuso la banda de sonido.
Los efectos de la ola coreana están impactando en la Argentina. Hace nueve años que Christian Basso es jurado de los concursos de K-Pop, organizados por el Centro Cultural Coreano (CCC) y cuya nueva edición se realizará el 9 de junio, en la Ciudad Cultural Konex, con la participación de una promesa del K-Pop llamada Changjo del grupo Teen Pop.
"El K-Pop ya entró en la cultura occidental y está influyendo. Hoy en día se puede ver cómo Hollywood toma elementos de esa estética tan moderna para sus películas. En la Argentina el K-Pop también está impactando hace tiempo. Los chicos aprenden el idioma y cantan en coreano. Pega mucho en jóvenes que no tienen nada que ver con la cultura coreana. Es increíble ver lo que pasa en lugares como el Bajo Flores, donde el K-Pop entra en sectores más populares".
Basso, como millones de adolescentes alrededor del mundo, está fascinado con la estética contemporánea del K-Pop y teoriza: "el nivel de los artistas coreanos es buenísimo. Siempre tiran la novedad a nivel visual. Creo que hay algo en eso que se despiertan más temprano. El día arranca allí en Oriente. Esas doce horas de diferencia marcan tendencia. Están adelantados".
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