Juventus Lyrica: una apertura de temporada con una Cavalleria Rusticana emocionante
La apertura de la temporada número 25 de la asociación lírica rindió homenaje a las raíces sicilianas de sus fundadores a través de una arriesgada y original combinación de la ópera de Mascagni con una selección de canciones tradicionales, haciendo honor también a su vocación de formar a jóvenes artistas
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Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni. Festival de la Canzonetta italiana, selección de canciones tradicionales de Rossini, Tosti, Denza, Leoncavallo y De Curtis entre otros, con recitados de poesías de Petrarca, Dante Alighieri, Leopardi, Ungaretti, De Medici y Quasimodo. Producción: Juventus Lyrica. Dirección musical: André Dos Santos. Dirección escénica: Ana D’ Anna. Dirección del coro: Federico Chlopecki. Escenografía e Iluminación: Gonzalo Córdova. Vestuario: Ana D’ Anna. Maquillaje y peinados: Silvana Caruso. Reparto: Marcelo Gómez (Turiddu) Marianela Finocchiaro (Santuzza), Rocío Arbizu (Lola), Juan Salvador Trupia (Alfio) y Roxana Deviggiano (Mamma Lucia). Orquesta y Coro de Juventus Lyrica. Sala: Teatro Avenida, Av. de Mayo 1222. Próxima función: sábado 10, a las 20. Nuestra opinión: muy bueno
La apertura de una temporada de ópera representa, para el teatro y la compañía lírica que la convocan, uno de los hitos más importantes del año, es el momento de los estrenos que exhiben el máximo potencial creativo y productivo, la oportunidad para mostrar “lo que no se ha visto”, para que suban a escena aquellas producciones que implican una declaración de identidad artística. Así lo entendió —literalmente como una celebración que incluye la palabra “festival” en el título—, la asociación Juventus Lyrica al subir el telón de un nuevo ciclo en el que, además, cumplirá sus bodas de plata: veinticinco años formando no solo a los jóvenes artistas que pasan por sus filas sino también, al público que los acompaña con merecida fidelidad.
¿Qué se vio entonces en esta reapertura? La identidad de la institución en varios sentidos. Primero, en la vocación formativa por la cual ofrece a tantos jóvenes la posibilidad de participar de una producción completa. Segundo, en la búsqueda y el riesgo en la exploración de algo nuevo y original. Y, tercero, en la italianidad —más precisamente siciliana— de sus fundadores: la directora escénica y artística Ana D’ Anna y el recientemente fallecido director de orquesta y preparador musical, el maestro Antonio Russo. Una continuidad de veinticinco años que bien vale el homenaje.
El espectáculo
Lo primero para señalar, es el formato. La ópera en un acto de Pietro Mascagni (con libreto de Menasci y Targioni-Tozzetti basado en el cuento de Giovanni Verga), ingresó al repertorio fundamental como un emblema del estilo verista, asociada a esa eterna compañera que es I Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, una ópera de perfecta afinidad con la que comparte las dimensiones, el lenguaje musical, el ambiente, el paisaje, la ubicación temporal y hasta la temática de su historia: los celos extremos vividos à la siciliana hasta la muerte.
En contadas ocasiones, la compañera resulta ser otra. En esta, la propuesta de D’ Anna es la de “prologar” Cavalleria con una fiesta de pueblo en la que los personajes –que en el segundo acto aparecen en la ópera alcanzando el mayor de los dramatismos– van sucediéndose en una serie de canciones que le cantan al amor, sus placeres y sus penas. La originalidad del formato está en que las canciones no se presentan a la manera de un recital, esto es: con las entradas y salidas de los solistas, sino simultáneamente, con todos en escena, incluido el coro, y alternando con la música, el recitado de una serie de poemas de Dante Alighieri, Petrarca, Quasimodo, De Medici, Leopardi y Ungaretti. La idea resultó coherente e inspirada. A la realización, sin embargo, le faltó un poco de la fluidez y naturalidad que este tipo de narrativa requiere y que implica un desafío en el género: la transición siempre difícil entre la voz cantada y la voz hablada (tratándose de la primera función reseñada es de esperarse que esa fluidez se alcance en las fechas sucesivas). Por otra parte, el repertorio escogido, tanto musical como poéticamente, resulta una delicia para los amantes de esa homenajeada italianidad en la que se funda la propia esencia de la ópera: una facilidad melódica extraordinaria y la sensibilidad más apasionada a flor de piel.
La escena se desarrolló en un mismo decorado, justo y efectivo para contar la historia según las pautas de Mascagni: una plaza con desniveles en las puertas de la taberna de Mamma Lucia, sin mobiliarios superfluos, el vestuario adecuado y la utilería mínima necesaria para ubicar a los personajes frente a su inminente destino. Dos grandes muros de piedra a los costados (generados con una proyección que se desajustó solo en el inicio), la infaltable cúpula y la cruz de una iglesia para la escena religiosa y al fondo un cielo de colores como testigo de la trama.
Musicalmente, el coro se lució con su participación protagónica dirigida por Federico Chlopecki y la orquesta (excepto por la sección de los metales que, con desafinaciones y desajustes rítmicos, no estuvo a la altura del resto), bajo la batuta de André Dos Santos, hizo honor a una partitura maravillosa que principalmente reclama tacto y buen gusto para graduar los arrebatos de la línea verista, sin perder control ni elegancia, y color y voluptuosidad en el sonido para darle cuerpo al drama.
Y en la conclusión de toda ópera, el valor de las voces, que aquí con certeza lograron un elenco homogéneo, seguro en lo vocal y convincente en lo dramático. Marcelo Gómez, hecho a la medida de Turiddu, con la voz potente, el physique du rol, y la dulzura y la vehemencia de su personaje. Aplomado y consistente Juan Salvador Trupia en la interpretación de Alfio. Rocío Arbizu, solvente en la piel de Lola y destacada en su parte del festival. Roxana Deviggiano, con buena presencia escénica, sobreactuando la vejez de Lucia. Por último, la Santuzza conmovedora de Marianela Finocchiaro, encarnando en la belleza de su voz, la oscuridad, la culpa y el rencor que desata la tragedia.
Gran logro de Juventus para una música tan volcánica y apasionante como la isla: la mediterránea Sicilia.
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