Julio Pane (1947-2024): adiós a un tanguero de ley que predicó para las nuevas generaciones de bandoneonistas
Tocó en las orquestas de José Basso, Armando Pontier, Miguel Caló, Raúl Garello, Enrique Mario Francini, Atilio Stampone, Leopoldo Federico y Astor Piazzolla; la despedida será este viernes, en la Legislatura Porteña
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Julio, un tanguero de ley, medio chapado a la antigua y defensor con guardia cerrada de la historia y el presente de la música de Buenos Aires. Así empezaba la crónica escrita hace casi una década, cuando el bandoneonista Julio Pane había creado su propia orquesta típica. Y así comienzan hoy estas líneas para despedirlo. Porque Pane, ese loco del bandoneón, salió de gira luego de varias complicaciones de salud que no pudo superar. Tenía 76 años.
Aquella locura (una de tantas que había hecho en su vida) consistía en formar una típica “como las de antes”. Fue en 2015. La había armado con filas de bandoneones y violines, viola, chelo, contrabajo y piano. No pretendía ser renovadora. Alcanzaba con transmitir el pensamiento y los arreglos de Julio. Con eso era suficiente. La idea fue de su hijo, también bandoneonista (tercera generación de bandoneonistas de la familia Pane). Se podría decir que, si su trío fue una ampliación de las invenciones solistas de las que, hace algunos años, fueron testigos los comensales del antiguo Bar Miramar, del barrio de San Cristóbal, la orquesta era la expansión de todo aquello. Es decir: el Pane que sorprendía con sus ingeniosos modos y que era custodio de las más profundas raíces del tango.
Era músico para músicos. Porque dentro de la renovación tanguera de mediados de la década del 90, con una juventud que abrazó el género y lo refresco, Pane fue una especie de maestro severo y cálido al mismo tiempo. Uno que fascinaba a esa juventud con su manera de armonizar y con sus vertiginosas escalas en la mano izquierda.
Con los grandes
Julio había nacido en Buenos Aires, el 30 de noviembre de 1947. Se crió en una familia de tangueros. Su padre y su tío también eran músicos, aunque no habían logrado la misma trascendencia en el mundillo tanguero. Julio integró las orquestas de José Basso, Armando Pontier, Miguel Caló, Raúl Garello, Enrique Mario Francini, Atilio Stampone, Leopoldo Federico y el Sexteto Nuevo Tango de Astor Piazzolla, entre otras. Durante varias décadas se desempeñó como primer bandoneón de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires y se destacó al frente de su propio trío, con el que grabó álbumes como A las orquestas.
Sus primeros pasos con el fuelle los dio con la guía de su padre, Francisco Pane. Más tarde, quien siguió puliendo su conocimiento con buenas enseñanzas fue Julio Ahumada, su gran referente. Con los años, Julio seguramente se convirtió en su propio maestro porque adquirió una habilidad muy particular (y admirada por sus colegas) de tocar “a la parrilla” y trabajar arreglos improvisados en cada una de las interpretaciones de los clásicos tangueros. Recibió distinciones, como el Diploma al Mérito de los Premios Konex, en 2005. Sin embargo, los mayores premios sin duda los consiguió en los aplausos del público y en los tangueros del siglo XXI que lo vieron como un genuino maestro.
Es probable que Pane quede en la historia de la música de Buenos Aires como uno de esos referentes de una generación intermedia, que sostuvo los estandartes tangueros aún en tiempos en los que el público posaba el oído con mayor inquietud en otros géneros. Durante una charla con LA NACION donde también habían participado Juan José Mosalini y Leopoldo Federico, por el Día del Bandoneón, Pane decía: “Juan José y yo somos de la generación del 60. En un momento nos dimos cuenta de que pasaron unos 15 años en los que no apareció ni siquiera un bandoneonista. Yo me preguntaba qué iba a pasar con el tango. Pero después, mirá si tiene misterios el arte, que empezaron a aparecer chicos de 14 o 15 años con ganas de tocar el bandoneón. ¿El motivo? No se sabe. Pero hoy son hombres, excelente profesionales”.
Julio era un gran enamorado del fuelle: “Yo creo que es un caso especial, porque fijate que el jazz fue alimentado por un montón de timbres. En cambio, el tango tuvo una sonoridad hasta que apareció el bandoneón. Me da la impresión de que transformó al género. Arolas, que era un bandoneonista, revolucionó el género a través de sus composiciones. Dejó ejemplos para que se pueda tocar de otra manera. Como me gusta decir: es el último instrumento de carne y hueso que se creó. Además, se toca toda la música argentina”.
Pane seguía activo en la música. El 26 del mes pasado tenía prevista una actuación en el local Bebop, con su trío, pero un día antes le diagnosticaron neumonía y fue internado en el Sanatorio Dupuytren. Al poco tiempo le detectaron una bacteria intrahospitalaria. Problemas de base, como la hipertensión, no habrían ayudado a su recuperación. Fue una septicemia lo que terminó de agravar de manera irreversible su cuadro.
El último adiós será este viernes, de 10 a 13, en la Legislatura Porteña, Av. Julio A. Roca 575; luego, el cortejo se dirigirá al Cementerio de la Chacarita.
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