"La gente me dice mucho: «te pareces a una cantante mexicana»". No puede evitar reírse de su propio comentario. Julieta Venegas camina por las calles del Abasto con un aire cotidiano y terrenal envuelta en un saco invernal y una bufanda al cuello que la hace pasar desapercibida. La cantante y compositora, una de las artistas más populares de México, se tomó un tiempo sabático y se radicó en Buenos Aires. Su último disco solista fue "Algo sucede" de 2015, el mismo año en el que participó del proyecto Meteoros junto a Cachorro López, Didí Gutman y Ale Sergi de Miranda. Después de eso se volvió un "fantasma" para la industria musical. Julieta anda en estos días por la vida como una doble de ella misma, con una forma de vida muy distinta a la que años atrás tenía cuando se convirtió en la nueva princesa pop mexicana, ganadora de seis Grammys, vendedora de doce millones de discos, niña mimada del sello. Julieta está haciendo lo que soñaba en su otra vida.
"Necesitaba hacer algo que rompiera con la rutina de grabar y presentar discos. Había llegado a un punto que me encontraba sin ganas de hacer música cuando llegaba a mi casa. Necesitaba parar para disfrutar lo que hago de otra manera. Mi vida se había convertido en un loop y quería parar ese loop", dice ahora calma, en un día de sol otoñal.
Julieta Venegas deambula por Buenos Aires como una artista anónima, que toca sola con su piano en lugares pequeños y sin publicidad. Es la misma que se sube al colectivo o al tren con su hija. La que tiene tiempo para leer, cocinar o ir a conciertos y fiestas. La que retomó su vida como en los inicios y reforzó su enamoramiento con la música argentina. La que tendió un puente con la escena local -grabó singles con Diosque y La Bomba de Tiempo –y mantiene un idilio con Buenos Aires, que ahora la vincula a uno de los músicos más importantes del siglo XX como Astor Piazzolla. Este viernes será parte del concierto tributo junto a Fabiana Cantilio, Julia Zenko, Hilda Lizarazu y Ligia Piro en el Konex.
"Siempre fui super fan de sus grabaciones en vivo. Hace tres años Pipi Piazzolla me llamó para cantar unas canciones de Astor Piazzolla en la Feria de Guadalajara y fue un reto sÚper lindo. Ahora el sabía que estaba viviendo aquí y me invitó para cantar "Chiquilín de Bachín" y "Libertango". Yo no puedo decir que soy seguidora del tango, no voy a bailarlo y no tengo esa relación, pero sí de alguna manera me conecto con esa intensidad que tiene la música de Piazzolla. Esa cosa apasionada y aguerrida es muy argentina y porteña sobre todo. Me encanta de la gente de acá esa cosa del porteño que grita y es super intenso. En México somos mucho más reservados. No hay tanta extroversión. La personalidad de Piazzolla tiene eso y una cosa rompedora. Se me hace como un gran referente de la música de acá y para mí fue muy loco aprenderme la letra de Libertango mientras iba caminando por las calles de Buenos Aires. Fue una conexión especial", confiesa la artista.
Julieta parece tímida y reservada. A diferencia de los porteños que son todo par afuera, ella es todo para adentro, hasta que hay un tema que la ilumina, despeja sus dudas, abre la puerta a esa casa interna y empieza a contar su historia, la de una artista mexicana migrante que dejó "su carrera", desarmó su banda, dejó a su manager, abandonó las giras, la industria pop y se vino a vivir a Buenos Aires."Por todo tipo de razones maravillosas ya me instalé acá", cuenta.
—¿Cómo es tu vida en la ciudad?
—Nunca habia vivido fuera de mi país. Siento que todavía estoy aterrizando. A la vez me está dando mucha libertad estar acá. Pude hacer otras cosas como shows de piano solo, súper chiquitos en lugares miniatura para cincuenta personas. Tengo ganas que eso sea la experiencia musical y no sentirme obligada a una estructura gigante sino vivir los shows de otra manera. Estoy componiendo canciones y las estoy tocando en vivo sin necesidad de grabarlas. Buenos Aires me da la libertad de hacer las cosas como hace mucho no las hacía.
—¿Estás en un plan más parecido a cuando empezaste?
—De alguna manera, pero incluso siento que voy más atrás de mis comienzos artísticos. No tengo ganas de grabar. Siento ganas que estas canciones sean mías por más tiempo y poder tocarlas para los que vienen a los shows. Ahorita necesito rehabilitar mi espacio musical y eso requiere desprofesionalizarlo completamente para mí.
—Hace poco tu colega Natalia Lafourcade también se tomó un tiempo sabático.
—De hecho lo platicamos un montón. Ella cuando vino yo estaba en este plan de desconexión total y me dijo: «yo voy para allá amiga». Ella es una chava con muchos talentos. Y también es como darse aire para hacer otras cosas. Yo también me estoy dando aire. Llegué a un punto que esta rutina del trabajo, las giras y los discos, lo convirtió en un trámite. Quería tener mi espacio secreto donde yo pudiera sentarme y tocar el piano sola.
—En una entrevista decías que Tori Amos, que hacía canciones y tocaba el piano, te había influenciado mucho
–¡Y cuando conocí a Charly García también me voló la cabeza por eso. Siempre me sentí pianista, aunque después empecé a usar el acordeón. Para mí volver a la base es volver al piano. De momento necesito esto y la verdad que estoy contenta.
—¿Estás logrando pasar desapercibida en la ciudad?
—Sí, ando muy tranquila. No manejo ni tengo auto y con mi hija andamos mucho en tren, caminamos y la disfrutamos un montón. Mucha gente dice que Buenos Aires es un caos, pero yo, que vengo del D.F, siempre les digo que no saben lo que es el caos. Buenos Aires te permite disfrutar más de la vida cotidiana con una hija de ocho años.
—¿Cómo seguís lo que sucede en México a la distancia?
—Todavía no logro conectar con la realidad de acá porque sigo muy conectada a todo lo que pasa en mi país. Es como un desarraigo raro. Cuando me vine, al mes fueron los terremotos y la verdad quería estar en México. Ahora es la primera vez que entra un gobierno de izquierda que es una buena noticia y estoy pendiente de lo que pasa.
—De la realidad política de acá ¿qué pensás?
—Me gusta mucho más la realidad cotidiana de acá y como le dan espacio a la amistad. No me gusta la realidad política, pero si lo que me ha impresionado mucho es todo lo de la ola verde. Siento que estuve en un momento histórico para toda América Latina. Nunca se había levantado así un país. En México es legal y se despenalizó el aborto en el D.F, pero este era un tema pendiente y no se hablaba. Ver los pañuelos verdes en los bolsos y todas esas chicas en la calle que empiezan a levantar el tema de otra manera es bueno, aunque se genere tanta polarización. Los argentinos igual se polarizan en todo.
—¿Cómo te influye todo este nueve ambiente y esta nueva realidad?
—Siempre he pensado que la creatividad tiene algo egoísta porque estás hablando desde un lugar personal. No me gusta pensar el arte como algo utilitario pero si que pueda dar un mensaje. No soy una persona que se sienta a escribir pensando en política, pero al estar escribiendo canciones que cuentan lo que me pasa, el ambiente te afecta. Una canción siempre va a hacer una canción, pero un movimiento como esta ola verde produce algo en los que escribimos. Es imposible que no te ocurran cosas, al menos que vivas en una burbuja.
—En todas estas conexiones que tenés con Buenos Aires aparece Borges.
—Sí, la canción "Los momentos" está basada en un poema que se llama "Lo perdido". Me gusta ese juego que hace Borges y muchos escritores que es imaginarse como hubiera sido su vida si hubiera tomado otro camino. Como imaginarse un personaje paralelo. Y de hecho este año leí un libro que me voló la cabeza que es de Solenoide Mircea Cartarescu que también hace un juego del doble. Yo lo llevé más al ámbito romántico, pero la canción surge de la pregunta. ¿Que hubiera sido si tomaba otro camino?.
—No es lo que te pasó a vos de alguna manera
—Sí, podría ser (se ríe). Como que hay una Julieta que todavía está en México y está la otra a la que de alguna manera una fuerza vital la empujó a tomar decisiones y ni siquiera lo dudó: "Qué lindo sería estar Buenos Aires,¡Vámonos!".
—¿Ya sabés si te quedas acá o te volvés?
—Si me quedo ya no es por un tiempo. Dije mínimo un año y ya pasó más de un año. Pensé que hasta ahí llegaba. Pero ahora me quiero quedar acá.
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