Julian Lennon, el hallazgo que lo condujo hacia su nuevo disco y el modo en que aprendió a reconciliarse con su herencia
En una entrevista con LA NACION, el cantante y compositor explicó cómo el hecho de “cambiar de piel” lo ayudó a encontrarse consigo mismo y volver a grabar luego de muchos años alejado de la música
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En 2011, Julian Lennon no tenía más planes de publicar música nueva. Después de casi tres décadas de medirse como artista en solitario y de tener que lidiar con la sombra inevitable de su legado paterno, la publicación de Everything Changes, su sexto álbum de estudio, lo había encontrado cansado y con la necesidad de una nueva perspectiva.
“Después de treinta años y de haber lanzado mis dos últimos discos de manera independiente, sentí que necesitaba un cambio de ritmo y quería ver de qué otras cosas era capaz por fuera de la música, porque eso era todo lo que había hecho en todo ese tiempo”, dice el autor de “Valotte” desde su hogar a LA NACION. En todo ese tiempo, Lennon se abocó a White Feather, su fundación benéfica, se especializó en fotografía artística, escribió un libro infantil y fue productor ejecutivo del documental ambientalista Kiss the Ground, disponible en Netflix. La música parecía haber perdido su lugar en la lista de prioridades, hasta que la casualidad terminaría interviniendo con un inesperado cambio de planes.
Cinco años atrás, Lennon recibió en su casa un envío proveniente de su oficina en Londres, con cajas que habían estado guardadas en un sótano, con registros de toda su carrera. “Estaban llenas de grabaciones en todos los formatos posibles. Había cintas abiertas, cassettes, DATs, cualquier soporte que te puedas imaginar desde los 80 en adelante”, dice. Entre el material encontró los demos de su primer disco solista, publicado en 1984, pero también muchas otras canciones que no habían visto la luz. Así, Lennon encaró un proceso de restauración de esas grabaciones, sin saber qué se iba a encontrar en ellas, ya que casi nada estaba rotulado.
“Un día me llevé uno de esos discos al estudio, puse play y lo primero que escuché fue ‘Every Little Moment’, y me sorprendió la calidad que tenía, sonaba como si hubiera sido grabada la semana pasada”, cuenta sobre el descubrimiento de canciones que no recordaba haber compuesto y grabado, y a las que buscó darles una lavada de cara. “Quise actualizarle un poco la producción, porque tenía muchas cosas de la época. Sumé una batería y canté de nuevo el estribillo, pero eso fue todo. Después hice lo mismo con ‘Not One Night’, que había grabado en mi habitación”, recuerda.
De la mano de su amigo y eterno colaborador Justin Clayton, Lennon siguió llevando adelante el proceso y sumando algunas composiciones nuevas, sin tener en claro qué iba a hacer con esas canciones. “Pensé que podían ser singles o un EP, porque me permitiría seguir trabajando en todo lo demás, hasta que tuve una reunión con Hartwig Masuch, el director de BMG. Me prometí a mi mismo que no iba a hacer otro disco, pero él fue una la persona más agradable del mundo, vi su pasión, su amor por la historia y la música. A lo largo de un año o dos empecé a mostrarle material nuevo y también de lo viejo, hasta que me dijo: ‘Jules, este es un disco’”, recuerda.
Si bien en un principio se opuso, Lennon siguió trabajando hasta que acumuló once canciones que atravesaban cuatro décadas, que iban de los climas ochentosos de “Stay” a los ribetes radioheadianos de “Save me”, a las que asegura le costó encontrarles un orden propicio. Lo siguiente fue homogeneizar el sonido, un proceso en el que fue clave el ingeniero Mark “Spike” Stent, conocido por su trabajo con Madonna, Oasis, Arcade Fire y Björk. “Por lo general, la mezcla de un disco tarda una semana o diez días, pero por la pandemia y la distancia, terminó siendo un año. Llevó las canciones a otro nivel y ahí entendí que efectivamente todo esto era un disco”, dice.
El paso siguiente fue elegir un título para el disco, y la respuesta estuvo en hacer las paces con el pasado. Lennon eligió titularlo Jude, el apodo que le llegó por añadidura después de que Paul McCartney compusiese una canción para consolarlo tras la separación de sus padres, John y Cynthia Lennon. “Fue algo orgánico, no estuvo planeado. No es que dije ‘se va a llamar así y va a tener este trasfondo’, o algo por el estilo. Alguien me preguntó si tenía miedo por la recepción del disco tras no haber sacado nada en once años, y lo gracioso es que dije que no, porque no me importa lo que piense nadie, y lo digo de la manera más agradable posible. Como todo lo demás que hice salió tan bien, sentí que solo tenía que trabajar y no pensar en nada más o escuchar a los demás. Solo quería ser un artista, seguir adelante, tratar de ser positivo y tratar de ser feliz”, dice.
En los últimos años, Julian compró en subastas varios artículos históricos de The Beatles para subastarlos como NFTs y así juntar dinero para White Feather. Entre los ítems estaba una hoja con las anotaciones que Paul McCartney hizo para los arreglos de “Hey Jude”. El papel está coronado por un “Jude” escrito con un trazo grueso y tosco, que ahora corona el arte de tapa del disco de Lennon. “En muchos aspectos fue como readueñarse de eso, y la herencia que vino después para llegar a quien soy ahora. Soy Jude y no tengo miedo en serlo, eso fue parte del cambio. Este fue un viaje que emprendí y llegué a un punto de aceptación sobre qué es el pasado, qué es la herencia, qué significa todo, cómo encaja, y entendí que si me adueñaba del nombre, iba a llegar al punto de ser valiente”, explica Julian sobre la manera de trazar su presente con un ancla en su historia personal. Y agrega: “Algunos amigos me dicen que estoy invitando a que me pregunten sobre mi pasado, y no lo estoy haciendo. A esta altura de la vida, creo que no hay nada que alguien me pueda preguntar sobre papá o los Beatles que yo no haya dicho o comentado. Acepté mi lugar en el mundo, y ahora puedo seguir adelante”, explica sobre su proceso de sanación.
El vínculo con el pasado también está presente en el arte de tapa del disco, con una foto de Julian a once años, tomada por May Pang, la amante de su padre. El disco es también parte de un proceso más profundo, vinculado a su propia identidad. “Después de la pandemia y de mirarme al espejo y de preguntarme quien soy, si soy feliz o no y cómo encontrar paz y un balance en mi vida, todo se trató de re-enfocar y decidir a qué decir no, fue una nueva lección de la vida. Parte del motivo por que el disco se llama Jude es porque decidí cambiar mi nombre en 2020. Originalmente era John Charles Julian Lennon, y ya estaba harto de ser el segundo John, así que invertí el orden. Soy Julian, siempre lo fui, mi apodo es Jules, está ‘Hey Jude’… La única manera en la que puedo describirlo es cambiar de piel y ser finalmente yo después de tantos años. Reconocerme como Julian y escribir Jude es mi manera de seguir adelante de una manera positiva”, explica.
La etapa final de este proceso también se manifestó de una manera misteriosa. Con el peso de llevar su apellido a cuestas (y con un innegable parecido físico), en ningún momento de su carrera Julian interpretó una canción ni de su padre ni de The Beatles. Sin embargo, la situación fue diferente en abril de este año, cuando Global Citizen lo contactó para un evento online destinado a concientizar sobre la invasión rusa en Ucrania. “Nunca había querido hacerlo, no le veo sentido y no vivo para eso. Pero cuando me convocaron, lo único que pude pensar fue ‘Si interpreto ‘Imagine’, que es algo que nunca quise hacer, quizás eso sea una manera de llamar la atención para esta causa”, explica. El paso siguiente, según sus palabras, fue buscar una manera de versionar la canción “que sea papá, que no sea lo mismo pero que también lo respetase”, y la respuesta fue prescindir del piano.
Lennon invitó a su amigo Nuno Bettencourt, guitarrista de Extreme, y juntos reformularon la canción de manera acústica. “La ensayamos tres o cuatro veces, la grabamos y eso fue todo. Se sintió como algo honesto y legítimo, y fue lo mejor que podía hacer. No hay ficción, solo soy yo cantando la canción de manera genuina”, explica. Lennon reconoce que estaba temeroso de cómo esta versión del clásico de su padre sería tomada por el público, pero que ese medio se disipó una vez que comenzó a ver los comentarios en Youtube: “Creo que nunca fui tan respetado como cuando hice eso. Fue algo único en mi carrera, porque el miedo que tenía al hacer eso se fue, sentí que hice un buen trabajo honesto y el feedback fue emocionante, todo ese temor se disipó. Me convirtió en una persona feliz ser parte de eso”.
A casi un mes de su publicación, Jude alcanzó el séptimo puesto del ranking británico de álbumes independientes, y el éxito del disco abre la duda a cuál será el siguiente paso. “Honestamente, no lo sé. Es un tema que me da mucha ansiedad”, dice Julian ante la pregunta de si Jude tendrá en algún momento su presentación en vivo. “Nunca quise ser uno de esos artistas que se niega a tocar. Estuve ahí, fue buenísimo hacerlo a mis veintialgo y a mis treinta y poco, pero invertí tanto en todos los otros elementos de mi vida, que no puedo ver más allá de mis fundaciones”, define. Luego, ensaya una solución y una promesa: “Quizás podría hacer algo con orquesta, juntar fondos y solucionar problemas donde toquemos. Estoy considerándolo, pero todavía no tengo respuestas más que ver si tiene sentido o no. Pero hay una sola manera de saber, así que veremos. Es 50/50. Ustedes están en la lista, si es que ocurre”.
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