La cantante escribe sobre su vida, encarna un personaje importante en el musical Querido Evan y el 8 de febrero vuelve con su música al escenario de Café Berlín, a 40 años de la salida de su primer disco
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Hay gente que piensa que los discos son como hijos. Tal vez exagere, pero es cierto que los discos representan algún tipo de nacimiento. Cuando la cantante Julia Zenko grabó Vital su primer disco, estaba embarazada de Laura, su primera hija. Luego vino otra hija, Elis, y muchos discos, dentro de un catálogo de lo más ecléctico. Puede ir de las grabaciones con Mercedes Sosa al repertorio en portugués o de un tributo a María Elena Walsh a la atmósfera tanguera de la obra María de Buenos Aires, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, que le permitió compartir producciones con talentos como Gidon Kremer y Yo-Yo Ma, o cantar en salas de ópera europeas.
La cosa había empezado unos cuantos años antes, pero para 1983, Julia, que era una veinteañera, estaba grabando su primer álbum, Vital, y celebraba su primer embarazo. “Me había casado hacía muy poquito tiempo. Vivíamos un amor hermoso, quedé embarazada durante la grabación. No me importaba engordar. Fue una época hermosa. La salida de un disco no es lo mismo que un hijo, pero se acostumbra a decir a veces que es como un nuevo hijo. Pero no es. Solo en este caso la casualidad hizo que se diera en el mismo momento“.
Tiempo al tiempo. Y un proceso que se fue dando para cada cosa. Aunque algunas ocurrieran en simultáneo, quizá hubo otras que requirieron cierta maduración. Camino por recorrer, según las palabras de la cantante, que hoy luce una remera con la frase de la activista afroamericana por los derechos civiles Rosa Parks: “La gente siempre dice que no cedí mi asiento [en el autobús] porque estaba cansada. No estaba cansada físicamente… Estaba cansada de ceder”. Julia todavía no había nacido cuando Parks se hizo famosa por desafiar leyes discriminatorias, pero en la Argentina también había problemas por las cuestiones de derechos. De hecho, casi treinta años después regresaba el voto a nuestro país, luego de sucesivas alternancias.
-¿Y cómo era ese momento, el de Vital? Comenzaban los 80, volvía la democracia.
-Yo estaba muy pendiente del tema “amor” mientras que en mi casa se vivían diferentes circunstancias. Mi hermano militante, mi cuñado desaparecido. Era una mezcla del entusiasmo por la música y mi carrera, del amor que había conocido, del casamiento. Todo era un torbellino. Yo no era demasiado consciente de lo que realmente estaba viviendo. Visto a la distancia, qué largo camino me faltaba recorrer para tomar conciencia de ciertas cosas. La música me ayudó a aislarme, pero al mismo tiempo, si bien nunca tuve [en el repertorio] una canción de protesta, “Carta de un león a otro” fue la que me guió hacia mi futuro y una de las pocas que seguí cantando en los siguientes cuarenta años.
-Y ahora “ejercés” otra maternidad sobre el escenario.
-Sí y es hermoso. Soy Heidi, la mamá de Evan, en la obra de teatro musical Querido Evan [Dear Evan Hansen, de viernes a domingo, en el Maipo]. Fue una cosa maravillosa. Un amigo me dijo: “Te van a llamar para hacer el personaje de una comedia musical. Decí que sí”. No tenía ni la menor idea de qué se trataba. Mi hija Elis, que es fanática de la comedia musical, me contó que abordaba una temática bastante profunda. Además, el personaje que me tocaba encontraría muchas cosas en común conmigo. Y es así: ocuparse de su hijo sola, cuando el marido la abandona y el chico tiene 7 años. Ella es enfermera, la tiene que remar un montón, una laburante. Sobreprotectora. Esta obra trata de saber si escuchamos bien las voces de nuestros hijos. La comunicación con adolescentes enfrascados en redes, con poca sociabilización por fuera de una computadora. Ella se ocupa de llevar a su hijo al psiquiatra y está contenta porque cree que está mejorando. Aunque Evan tiene otra problemática.
-Excepto porque es enfermera y vos cantante, ¿todo lo demás tiene que ver con tu vida?
-Diría que hay cosas parecidas. Me separé del papá de Laura cuando ella tenía un año. Y un año y medio después conocí al hombre que fue mi pareja durante 16 años y me ayudó con la crianza y la educación. Pero al principio fue la desesperación de la madre sola. Hay que bancárselo y laburar. Trabajo desde los 17.
-Además el trabajo de una cantante no es algo estable.
-No. Cero rutina. Te acostumbrás. Pero la vocación era fuerte. También recibí la ayuda de mis padres y de Dani, mi pareja, que se hizo cargo de mi hija con dos años, y con poca ayuda del padre biológico. El caso de Heidi es distinto, porque ella sí vive una vida rutinaria en el hospital. Yo, desde siempre, no tengo rutina fija.
-Tampoco horizonte musical, porque comenzaste con la música melódica pero luego fuiste por otros rumbos: ¿qué tanto juega a favor y en contra el eclecticismo?
-En los comienzos sentí que me jugó en contra, porque no sabían en qué batea poner mis discos. Pero con el tiempo agradecí esta posibilidad de moverme en diferentes géneros. Me gustan los cambios. Tengo muy pocas rutinas. Quizás fui cuestionada por el eclecticismo. Pero con los años también ves [la carrera de] Caetano Veloso y Mercedes Sosa. Grandes artistas, con los que no me estoy comparando, aunque podría hacerlo a esta altura de mi vida y luego de tantos años de terapia para levantar el ego. Ser actriz también es lo que me permite no quedarme quieta en un lugar. Lo que habitualmente hago es pensar en autores y compositores. También me pasa que escucho cosas nuevas. Amo a Wos. Este pibe tiene temas que son maravillosos.
-¿Qué problema había con el ego?
-Usé mal la palabra. Es autovaloración. Tengo problemas con eso. Por prejuicio o no sé. No sé por qué fui creciendo con la idea de que solo tuve suerte en la vida. Que solo fue eso. Pero 45 o 47 años de carrera no son suerte. A eso me refería. Ya era hora de mirarme al espejo y decir: “Julita, hiciste las cosas bien. Te merecés lo que tenés”. Y me merezco mucho más.
-El reconocimiento propio, el del público o el de tus pares: Mercedes Sosa te consideraba una de las mejores cantantes de la Argentina.
-La valoración de mis pares me hace dormir tranquila. Y el cariño del público. No tengo malos recuerdos. No me han dado con un caño. Siempre fueron comentarios a favor. Mi carrera no tiene nada que ver con el dinero. Por supuesto que me encantaría llenar un estadio, pero nunca sacrifiqué el repertorio cuando me dijeron que si cantaba otras cosas la “iba a romper”.
-¿Cantarías música como la de Wos? Hoy hay una generación que canta y escribe de una manera muy diferente.
-No sé si me veo cantando ese tipo de canciones. Pero alguna gente me provoca admiración. Por supuesto que en el momento de elegir prefiero otra música. Pero, bueno, cuando salió Sui Generis la gente más grande decía: ¿esto qué es? Y nosotros estábamos chochos.
-¿Estás pensando en volver a grabar?
-No sé si hablaría de “disco”. Pero quizás sacar singles y ver en el futuro teniendo unos diez temas de comedias musicales, por ejemplo. Pero, a la vez, cada vez que me encuentro con Teresa Parodi pienso que tiene tantas canciones preciosas. Ya grabé dos temas suyos. Como no soy compositora puedo hacer Julia Zenko canta a Charly, por ejemplo. Ideas tengo un montón, aunque lo que estoy haciendo hoy es escribir mi propia historia, que tiene más que ver con mi infancia y mi adolescencia. Es una necesidad que me surgió en la pandemia, cuando teníamos tantas horas encerrados. La idea es publicarlo.
-¿Por qué elegiste centrarte en esos años y no en tus logros artísticos?
-Porque tengo una necesidad de recordar mi historia de niña y que queden grabadas para siempre mis vivencias. Algunas no fueron tan bonitas. Bueno, como las de la mayoría de las personas. Tengo una historia familiar particular y tengo ganas de sacar todo eso. Será por la edad que tengo y porque hay menos tiempo hacia adelante. Aunque nunca se sabe, mirá a Mirtha [Legrand]. Bueno, tengo la energía puesta en eso. Y también feliz con el teatro.
-¿Podés hacer un trailer, un avance del libro?
-Te podría dar un borrador que podría empezar así: “Nací el 30 de octubre de 1957. Me llamo Julia Nora Sara Trzenko. Mi mamá siempre me contó que nací con placenta previa y en ese parto casi me muero. Y casi se muere ella”. Creo que va a empezar así. Y no puedo armar mi árbol genealógico. Yo preguntaba mucho de chiquita y descubrí que mi abuelo materno no era, en realidad, mi abuelo biológico o que mi papá Roberto se cambió el nombre porque al llamarse Israel, cuando vino de Polonia, le decían judío de mierda. Y había otros secretos que no eran los comunes de las familias. Pero no los voy a spoilear [se ríe].
-Tampoco tuviste problemas de hablar hace años de tus problemas de salud, quizá para concientizar sobre el cáncer de mama, por ejemplo. ¿Sentís que es así?
-Nunca fui una artista mediática. Y no interesó saber demasiado de mi historia. En general me llaman para cantar. Nunca mostré mi faceta sufrida. Todo el mundo me dice que tengo una hermosa sonrisa, que sonrío todo el tiempo. La predisposición a lo positivo me ayudó con mi exenfermedad. Lo que me pasó con el libro fue que los recuerdos me hicieron sentir mal. Pero luego volví a escribir. Por otro lado, no escribo canciones. Admiro a quienes las escriben.
-El show que vas a hacer el 8 de febrero en Café Berlín lleva el nombre de una canción que te regaló Fabiana Cantilo, ¿cómo fue eso?
-”Dónde está el amor” la hizo para mí. Yo había grabado una canción ella llamada “Meteoritos”. Qué loco porque gané premios Gardel con los discos en los que grabé temas de Fabi. Le conté una situación, de una pareja que había terminado y al día siguiente me dijo: “Tengo tu canción”. La había hecho, letra y música, en la habitación de un hotel, en medio de una gira. Más allá de hablar de una relación de pareja, creo que hoy hablo del amor más en general. Parece que la pandemia dejó vestigios de cosas horribles en el mundo. Algo pasó en los seres humanos que estamos tan violentos. Elegí ese título para que todos nos preguntemos: ¿dónde está el amor? Y voy a tener una invitada especial: Laura González.
-¿Cómo es compartir el escenario con tus hijas?
-Hermoso. Porque hablamos el mismo idioma. Puedo darles mi opinión de larga experiencia, pero solo si preguntan. No vivo dándoles consejos. Eligieron este camino artístico por lo que quieren hacer. Me encanta. Sé que no es fácil porque no es laburar con un sueldo, mes a mes. Y ellas salieron a mí, no sacrifican lo que les gusta por la mediatización. Laura compone, se dedica mucho a eso. Elis se dedica al teatro musical y la conducción. Ahora está en el musical La caja mágica, de Disney. Nos llevamos bien y compartimos el escenario cuando ellas quieren.
-¿Y te sumás a sus proyectos?
-Si me convocaran, estaría [se ríe].
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