¿Qué venías escuchando en el auto?
Nada. No escucho nada en particular. Escucho algunos vinilos en la cocina. You Must Believe in Spring de Bill Evans, Bach y cantos gregorianos. Después hago mantenimiento. Vendría a ser una especie de convención tácita de estar actualizado en el blues y el rock & roll. Ni siquiera escucho música para el programa [La nave del rock, jueves de 20 a 22 por Nacional Rock]: ahí pongo tipos como Gary Glitter, que están detenidos o muertos.
¿Alguna vez te creíste una estrella de rock?
Una vez estaba viendo un documental y a Berugo Carámbula le preguntaron por mí y dijo: "Es una estrella de rock". Ahí dije: "Bueno, lo debo ser". Pero no desde el punto de vista de la lujuria. No tomo la lujuria como algo excepcional: siempre viví confortable. Yo siempre digo la frase: "Primero te ignoran, después se burlan de vos y después te atacan". Llega un momento en el que sos esencial: si no estás no hay fiesta, no hay música, no hay de quién burlarse, no hay a quién lamerle el trasero. Eso es peligroso porque te creés una especie de dios oculto. El que se cree más que el resto es un pobre tipo.
Ya aclaraste varias veces que "Ya morí" no era para el Indio Solari. ¿Le compusiste alguna canción a alguien que conozcamos y nunca nos enteramos?
Esto lo hablábamos mucho con Luis Alberto [Spinetta]... el que canta no soy yo: es un personaje. Ni siquiera soy yo en "Carol", que es sobre una novia que tenía de adolescente. No es que Juan Sebastián está hablando: es una abstracción. En el caso de "Ya morí", en realidad me inspiró la caída de espaldas de este pibe Walter Bulacio, que cayó y nadie se dio cuenta. El personaje que habla no soy yo: hablo en general de la enorme hipocresía que había en los medios de comunicación y en el poder, que nos vendían que había democracia y a nadie le importó lo que pasó. Triunfó el materialismo.
La confusión con el Indio surgió porque lo cantás desde el lugar del artista.
Pero ahí es donde hay que tener cola de paja. Yo hablo de un personaje que va caminando despreocupadamente, insensiblemente por una mansión después de lo que pasó. No está dirigido a él. A mí también me confunden todo el tiempo. Un día me tomé un taxi en Cabildo, me iba a Devoto a ver a mi vieja, esto fue hace como 15 años. El tachero me dice: "La verdad, flaco, no te saco". Y, cuando estábamos por Beiró, me dice: "Ya sé quién sos: el cantante de los Ratoncitos de Ricota". Cerró la grieta.
¿Te hubiera convenido jugarla callado con el tema de la religión?
A mí y a todos. A la compañía discográfica, por ejemplo. Todo el mundo va por ahí pidiéndome por favor: "No hables de esto". Pero ya pasó.
¿Tenés un santo preferido?
No hay preferidos. Aunque san José, san Benito, san Pío, san Antonio, santa Faustina, san Cayetano y san Expedito son clave, porque son intercesores. En el caso de san Benito están las palabras non draco sit mihi dux: "Que el dragón (o el demonio) no sean mi guía".
¿Seguís pensando que la policía es una porquería?
Nah. Eso lo hicimos en plena represión, año 79. Cantarlo generaba pánico. Después le metimos un "bip" para hacerle creer al público que la compañía nos había censurado.
¿Cuál fue el mejor consejo musical que te dio Charly?
[Imitando la voz de García] "Melodía, ritmo y armonía". Somos hermanos de sangre: hicimos un pacto en los 90, nos cortamos y todo. Es un entusiasta. Yo tengo mucho apego a mis amigos. Para mí, Andrés Calamaro es un hermano. Charly es otro. Luisito era mi hermano mayor. El Carpo era el primo que me llevaba a bailar todas las noches. Y Fito es mi tía.
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