En una charla íntima, el cantante y guitarrista, que acaba de editar 222: Biograma, se confiesa y cuenta su experiencia en MasterChef Celebrity
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Juanse mira su ayer y resume la imagen con un simple concepto: “Era un pequeño gánster”. El cantante de los Ratones Paranoicos solía encarnar todos los vicios asociados al estereotipo del rockero. Sin embargo, un día observó su vida desde el espejito retrovisor y decidió pegar el volantazo. Abrupto. Contundente. Su espejito retrovisor fue una mancha en el piso y quien lo impulsó al cambio: Jesús. Un día, el músico estaba solo en el living de su casa y vio el rostro de Cristo en el suelo. Ahí fue que “abandonó el mundo” para vivir una nueva vida.
En su resurrección, Juanse dejó atrás todos aquellos hábitos que lo lastimaban, y al armar las valijas para adentrarse en este camino, se llevó la música consigo. Siente que la guitarra es su puente al cielo y que su don está en su capacidad de hacer canciones.
A mediados de abril lanzó 222: Biograma, un álbum de 11 canciones en el que homenajea a su amigo Luis Alberto Spinetta, le dedica un tema a su hija Bárbara y hasta se permite transitar tópicos como el de la soledad. Pergeñado con su amigo Andrew Loog Oldham, el primer mánager de los Rolling Stones e interpretado junto a otros compañeros de casi toda su vida, como los Ratones fundadores Pablo Memi (bajista) y Gabriel Carámbula (guitarrista).
Quince días después de la salida del nuevo disco, se editó un antiguo material: Juanito y el Carposaurio, álbum que registró con Pappo en el invierno de 1992 y que fue rescatado por el fundador de los Estudios Del Cielito, Gustavo Gauvry, por sugerencia del hijo del Carpo, Luciano Napolitano.
-¿Por qué finalmente te entregaste a Dios?
-Cada situación se manifiesta en el momento en que está todo encuadrado. No sos vos quien decide cuando se encuentra con Cristo, sino que él sale a tu encuentro permanentemente; lo que pasa es que, muchas veces, cuando estamos en una buena situación emocional, material o económica, no prestamos atención a ese llamado.
-¿O sea que para encontrarlo hay que estar un poco roto?
-Esa necesidad emerge en los momentos difíciles en que necesitás sentirte acompañado por algo que realmente tenga poder sobre tu situación para protegerte.
-¿En tu caso, esa necesidad del abrazo de Dios surge de que, en algún punto, te cruzaste con la peor cara del rock?
-Para mí el rock nunca tuvo cara. Lo que sí viví fueron momentos personales difíciles y, evidentemente, todo lo que me había ocurrido antes fue una preparación para poder estar listo para ver que me estaba esperando y que estaba dispuesto a compartir conmigo todo el resto del recorrido de este camino que es la vida acá en la Tierra.
-San Pablo, San Agustín o San Gabriel de la Dolorosa son santos que, como vos, pasaron una conversión después de reconocerse enviciados. Ellos se dieron cuenta que tenían que doblar el timón al mirar su pasado, ¿a vos te cuesta tu pasado?
-San Pablo decía “si yo quisiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo”. Por eso estoy más allá y no me importa mucho lo que piensen los demás porque, una vez que formás parte de la fe, ya no formás parte del mundo. Lo hacés en la medida en que estás acá, viviendo, y tenés que pagar impuestos, como cuando Jesús dijo: “Dale al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios”, como diciendo: “No te hagas el piola justificándote de que sos cristiano para dejar de garpar, laburar o tener obligaciones’ (así sonaría el Evangelio según Juanse). Lamentablemente, el mundo tiene reglas a las que tenemos que responder, y esas reglas apuntan a seguir dándole oxígeno y estímulo a los más poderosos. Pero esa carrera por ganar o llamar la atención no forma parte de nosotros.
-¿Cuál es tu testimonio?
-Hay muchos que cometen el error de, por adquirir cierto prestigio o popularidad, alejarse de su don. ¿El mío cuál es? Tocar la viola, componer y hacer letras, pero mi verdadero testimonio está en que cuando salgo a actuar o me ven en MasterChef vean que yo no soy el mismo que era, y que todo lo que pasó, pasó por algo. Si yo hubiera sido perfecto en el pasado, no necesitaría recurrir a Dios para sentirme mejor, como me siento ahora.
-¿Tuviste que pedir perdón, tenés algún perdón pendiente o sentís que con el testimonio vivo alcanza?
-El perdón se pide en la confesión, y ahí el sacerdote es Cristo. Eso está muy claro para mí. Yo le pido perdón a Dios. Y, obviamente, si veo que he generado algo negativo en alguien, voy a ser el primero en pedir perdón.
-¿Y a vos mismo? ¿Te pedís perdón?
-Ya Lucas decía “no juzgués y no serás juzgado”, y eso corre para vos mismo también: no te juzgues porque tenés todas las de perder si lo hacés. En la confesión tenés la oportunidad de decir todas las cosas que hiciste mal y por las cuales querés pedir perdón. Y hay algo muy importante, que es difícil, pero la conversión también te ayuda. Fundamentalmente, ahora los mandamientos son tres: creer en la resurrección, amar al prójimo y amar a nuestros enemigos. No sé qué es más complejo: si creer en la resurrección o amar a nuestros enemigos...
-¿Tenés enemigos?
-Yo no los tengo. Debe haber enemigos, pero lo deben sentir ellos nada más. Si te confieso, odiar a alguien nunca me resultó positivo. Jamás. Fui un tipo muy heavy cuando era chico. Debo haber peleado. Durante ocho años fui a “La 12”. Era una especie de pequeño gánster, pero ya tengo 58 años, no tengo más 20.
Se corta la llamada. Tal vez “la confesión” quiso invadir la entrevista...
“Justo me llamó un padre y, en vez de rechazarla, atendí. Para mí el iPhone es cómo estar dentro de una nave espacial, así que apreté el botón que no había que apretar”, cuenta a su regreso.
-En una entrevista dijiste: “Siempre que hay un cambio traumático, después viene un proceso de paz”, ¿llegó finalmente tu momento de paz?
-Cuando sos joven y arrancás en esto de hacer rock and roll, te enfrentás a un montón de obstáculos que son naturales, no es que son creados porque la gente es mala. Bueno... La gente es mala. Pero, además, surge como esa inseguridad que uno tiene cuando es adolescente de no saber realmente si está bien o está mal, o si gusta o no. Eso está totalmente superado. Después de grabar casi 35 discos, puedo tener cierta seguridad sobre lo que a mí me gusta hacer y lo que me parece que es el camino correcto para mi estética. Pero, cuando hacés algo muy bien, la crítica empieza inmediatamente; y cuando hacés algo mal, también aprovechan para criticar. Igual, la realidad es que hay un solo crítico: el público.
"Si los Rolling Stones es la mejor banda de rock and roll del mundo, después venimos nosotros"
-Decías que cuando hacés las cosas bien surge la crítica inmediatamente. En el caso de Los Ratones Paranoicos, una comparación constante con los Rolling Stones, ¿son los Stones argentinos?
-¡No! Lo que pasa es que la gente nos asocia porque el rock and roll te une forzosamente. Cuando los Rolling arrancaron, reimpusieron a Chuck Berry, a Jerry Lee Lewis, a Elvis y a todos los que habían hecho rock and roll y habían quedado en el olvido. Eso generó toda una explosión. Con nosotros pasó lo mismo: pusimos en foco a toda esa camada de grupos que eran prácticamente desconocidos, como los Small Faces. Cuando tocábamos o hacíamos un cover de ellos veíamos que nadie los conocía. Si los Rolling Stones es la mejor banda de rock and roll del mundo, después venimos nosotros.
-Entonces, ¿ustedes serían la segunda mejor banda de rock and roll del mundo?
-Lo dice Mick Taylor, que era el guitarrista de los Stones, no lo digo yo, así que no está mal decirlo.
-Hablamos de los mandamientos más importantes de la religión católica, ¿cuál sería el del rock?
-No traicionarse a uno mismo.
Sus palabras resuenan. De hecho, en 2018, y ante la vuelta de los Ratones Paranoicos, el líder del conjunto había dicho: “En ningún momento quisimos transformar nuestra obra en mercancía. Hicimos todo de la manera más honesta posible. Me pueden decir lo que sea, pero nunca que me traicioné”.
Después de una gira por Jujuy en julio de 2014, una persona de 26 años (cuyas iniciales son M.E.L.) acusó a Juanse y a los Ratones Paranoicos de abuso sexual. Según dijo, les pidió un autógrafo, ellos la invitaron a subir a una camioneta y, una vez adentro, la alcoholizaron y drogaron. Al despertar, narró que sentía dolores en la zona pélvica y que tenía la ropa interior manchada con sangre. En aquel entonces, los medios dijeron que lo habían imputado, algo que él niega.
-En su momento dijiste que “los que iban a tener que pagar eran los medios que no publicaron la noticia completa”, ¿cuál sería la noticia completa?
-A mí nunca me había ocurrido algo así. Fue tomado como una actuación investigativa, o sea que ni siquiera llegó a ser una denuncia o a haber una imputación porque no existió el hecho. Yo creo que, de alguna manera, también sentí la protección de Dios ahí porque yo me perdí el vuelo de Buenos Aires a Jujuy y no pude viajar en avión. Entonces, por no incumplir el contrato, me vine a mi casa y me fui con el auto. Eso fue realmente lo que me puso en el lugar donde estoy. Es imposible que hubiera ocurrido algo así porque llevé mi propio auto y no me quedé a dormir. Hacía muchos años que no iba una banda de rock porque, justamente, era un método que usaban para sacarle plata a los músicos. A mí ya me habían advertido que tuviera cuidado.
-¿Qué pasó esa noche?
-El sistema era muy precario. Yo creo que se le fue de las manos al organizador. De hecho, eran cuatro funciones y tuvimos que suspender la última porque le iban a romper todo el lugar. Hay un dato muy importante, que es lo que prácticamente resolvió la situación: era una camioneta y éramos 15 personas, con un menor de edad, que era el hijo de uno de los que trabajaba con nosotros. Fue todo un invento y una irracionalidad total. La camioneta estaba rodeada por miles de personas, y ese era justamente el problema que teníamos, que no podíamos salir del lugar. La Policía, que estaba con nosotros, terminó armando un cordón para hacer pasar a los chicos de a dos para que se saquen la foto.
-¿Terminaron los shows y esa misma noche manejaste hasta Buenos Aires?
-Claro, yo no me quedé a dormir. Eso es lo que te marca la imposibilidad de todo. Está comprobado, además.
-¿Judicialmente en qué quedó?
-Jamás fui imputado ni me citaron a declarar. La causa fue cerrada. No me acuerdo quién fue a hacer la denuncia, pero fue llamado a declarar y, en la mitad, dijo ‘ahora vengo’ y no apareció más. Fue todo muy irregular. Ni siquiera llegó a ser una causa. Mi abogado no tuvo ni que viajar.
-Antes hablamos sobre el perdón, y vos decís que los hechos no fueron como se dijo, ¿pudiste perdonar, entonces, a quienes te acusaron?
-Sí, totalmente. A mí no me preocupa para nada. Siempre hemos recibido este tipo de cosas, como cuando agarraron a la banda Los Violadores y los metieron presos. En el micro tenían polvo para el humo del escenario, y se morfaron tres o cuatro días en cana.
-¿Qué opinás de la lucha feminista anclada a la música?
-En la música no puede haber feminismo ni machismo porque la música es música. Sea quien fuere que lo hace: si es bueno, va a pegar y ser aceptado; y si sos un muerto, sos un muerto de cualquier manera. No hay diferencia. De hecho, tenemos enormes aristas en la música clásica, en el rock y en el blues sobre todo. No es cuestión de si uno es mujer u hombre, sino de tener talento o no.
Un rockero detrás de las hornallas
Desde hace unos meses, Juanse le plantó una nueva batalla a los prejuicios. No le bastó con ser un rockero que bendice, visita al Papa y cita a la Biblia en televisión, ahora se puso el delantal y, ¡a cocinar! Inicialmente, pensaba rechazar la propuesta de participar en MasterChef Celebrity Argentina por los compromisos que tenía este año, entre los que estaba el lanzamiento del disco 222: Biograma. Sin embargo, algo le hizo dar el sí. “Siempre me pasa lo mismo con este tipo de situaciones: te estás tirando a una pileta que que no sabe si se va a transformar en una de mármol o en una de agua cuando caés. Me pasó con un montón de formatos a los que después terminaron queriendo ir todos. Pero, una vez que entro en confianza y empiezo a dominar el formato, me lo adueño. Después me pegan un tiro y me rajan, obviamente”.
-¿La cocina es una terapia para vos?
-Sí, y en este caso se transformó en una terapia intensiva. En la cocina no te importa nada. Si yo me llego a lastimar o a pasar de tiempo diez segundos acá en mi casa, me da un ataque de nervios.
-Como dice la canción de tu disco...
-(Ríe) Claro, sí. Uno vuelve agotado, pero volvés agotado de estar bien, no de estar incómodo o de quejarse. Al principio, uno siempre quiere poner su lugar en el firmamento, pero después las cosas se van acomodando y te das cuenta que eso que exigías ya no te interesa.
Puede ser que en esas palabras radique el espíritu de su conversión.
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