Juana Molina: "No escucho casi nada de música... soy una amante del silencio"
Juana Molina planea un 2019 intenso. La próxima semana se presentará en la nueva edición argentina de Lollapalooza (sábado 30 de marzo a las 17,30), y de ahí mismo saldrá corriendo hacia Aeroparque para tomarse un avión a Mendoza. Todo este año estará girando por la Argentina, sumándole plazas a la agenda de lugares que visita más seguido (esa provincia cuyana, Córdoba, Rosario). Por ahora no hay planes de nuevo disco, pero sí un puñado de temas en proceso que seguramente serán parte del sucesor de Halo, el excelente álbum que editó en 2017. Todavía falta más trabajo de elaboración con sus dos socios musicales, Odín Schwartz y Diego López de Arcaute, así que habrá que tener paciencia.
El show de Lollapalooza la entusiasma, más allá de que los festivales no sean el hábitat que prefiere para tocar en vivo: "Casi nunca se puede probar sonido como corresponde -analiza-. Son demasiados artistas... Capaz que la banda que toca antes se toma mucho tiempo para desarmar y se come parte del tuyo. Todo es medio estresante, bastante insufrible. Pero trataremos de no perder el foco. Obviamente es un oportunidad para que te vea gente que no te conoce. Por ahí enganchás público nuevo. Eso está bueno".
En 2014, Juana fue parte del line up del famoso festival de Glastonbury (Reino Unido), donde compartió escenario con St. Vincent, uno de los platos fuertes de esta edición argentina de Lollapalooza. "Me la pierdo porque tengo que irme de viaje no bien termina mi show, pero me encantaría ver a St. Vincent. En Glastonbury hizo un show increíble. En ese mismo festival vi a James Blake, que es un monstruo. Ojalá alguien se anime a traerlo a la Argentina pronto".
–¿Qué otros artistas escuchás y recomendarías?
–No escucho casi nada de música... Soy una amante del silencio. A ver, si pienso un poco... Bueno, me gusta mucho Tune-Yards (proyecto que encabeza la estadounidense Merrill Garbus, cuyo estilo tiene algunos puntos de contacto con el de Juana), sobre todo el disco Whokill. En su momento gasté el disco Mateo solo bien se lame. A Ravel lo escuché hasta el hartazgo. A Schubert también. Pero cada vez escucho menos y valoro más el silencio.
–En los primeros años de tu carrera musical sufriste cierta indiferencia de la prensa argentina. Pero eso empezó a cambiar cuando llegó información de tu proyección internacional: un contrato con Domino Records y elogios del New York Times, el Village Voice y The Wire, por ejemplo. ¿Cómo viviste ese cambio?
–Suele pasar eso... Yo creo que hay mucha gente a la que le gusta algo porque le tiene que gustar, como si hubiese una especie de mandato de la moda. Para mí no es lo mismo si te gusta de verdad que si te gusta por algo impuesto, aunque sea de una manera inconsciente. Yo, por ejemplo, tengo muy claro qué me gusta y qué no, al menos en el ámbito de la música. Para mí, lo único que les podemos envidiar a los ingleses y los estadounidenses es el idioma, que es lo que los hace más famosos (risas). En serio, la ventaja que tienen es la larga tradición musical con la que cuentan en todos los géneros que tienen alguna relación con el rock y con el pop. Salvo con el punk, que aparentemente nació en Perú con los Saicos, con todo lo demás es así
Al principio, mi pasado como actriz era un lastre. Ahora, en cambio, me suma. Lo que era en contra se volvió a favor
–Más allá de los elogios de la prensa, ahora tenés mucha gente que te sigue en Argentina. Tus conciertos suelen estar repletos.
–Efectivamente, la gente que me sigue acá es muy fan. A mí lo que me pone contenta es haber tenido constancia para insistir con lo que quería. Eso al final dio resultado. Al principio, mi pasado como actriz era un lastre. Ahora, en cambio, me suma. Lo que era en contra se volvió a favor. Siento el cariño de la gente. Lo que me dan en la calle no me lo da ni mi propia familia.
–¿Habrá que esperar mucho para un nuevo disco?
–Quizás el año que viene... Este año voy a dedicarme más a tocar en vivo. Hay un material que grabamos con Matías Aguayo (artista chileno que es parte de la tropa musical de ese país vinculada con la electrónica que hizo base en Alemania). Me tengo que volver a encontrar con él para ver qué hacemos con eso. Y también tengo un dúo con Odín Schwartz: se llama Improviset y consiste en un set muy chiquito de improvisación, apoyado en unas pocas pautas iniciales que funcionan como salvavidas por si no se nos ocurre nada el día que tocamos. Son muchas cosas, hay que ir de a una para no marearse.
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