En una extensa entrevista con LA NACIÓN, la artista habla de su nuevo trabajo discográfico, de su regreso a la actuación, de la salud de su mamá y de lo que le provocó aquel reposo obligado por embarazo, en medio de su suceso televisivo, Juana y sus hermanas
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A siete años de editar su último álbum, Halo, Juana Molina sumará a su carrera discográfica un EP, Exhalo, con cuatro temas grabados durante aquellas mismas sesiones de 2017: “Astro de la luz segunda”, “Vagos lagos”, “Invierno” y “Hope”. El lanzamiento de esta placa (que se producirá el 22 de noviembre, con una preventa exclusiva a partir de hoy vía RGS Music) apunta a completar un notorio trabajo de rítmicas y texturas sofisticadas, con melodías y letras minimalistas, de estilo realmente inusitado dentro del universo pop local.
Para cerrar esta etapa creativa, que la llevó de gira por Estados Unidos, Japón, Europa y Latinoamérica, a lo largo de más de cien conciertos, promete un mini tour de seis recitales, que tendrá su epicentro en la presentación del viernes 13 de diciembre a las 21 en Deseo, el local de Av. Chorroarín 1040.
En una extensa charla con LA NACIÓN, la compositora, música y cantante, que ya tiene en su haber diez discos –siete LP grabados en estudio, uno en vivo y tres EP–, analizó en profundidad el ciclo del que se está despidiendo y anticipa su regreso a la actuación, a treinta años de haber protagonizado Juana y sus hermanas, el exitosísimo programa de TV que la tornó famosa en los 90 gracias a sus imitaciones cómicas y por el cual se la comparó con Niní Marshall. Todo esto a la espera de su nueva música que, adelantó, será en 2025.
–A siete años de tu último LP, Halo, publicás un EP, Exhalo, con cuatro canciones. ¿Son out takes de aquella sesión de grabación?
–Tres son out takes de esa sesión (“Astro de la luz segunda”, “Invierno” y “Vagos lagos”) y uno es un demo que ni siquiera llegó al disco, pero que estuvo ahí cerca (“Hope”), que es cantado pero no tiene letra.
–¿Por qué no formaron parte de Halo?
–Aunque parezca un poco arcaico –porque ya nadie escucha discos enteros–, cuando yo los armo empiezo con el que entiendo debe abrirlo y en función de ese tema voy encadenando el resto, armando la secuencia para que todo tenga una unidad o un sentido, como un director hace una película y pone las escenas en cierto orden. Así, en mis discos, cada canción le deja el pie a la que viene. Bueno, lo que me pasó con estas cuatro canciones es que no supe dónde meterlas. Si las hubiera incluido igual, hubieran roto el relato. Así que, aunque me gustaban mucho, en ese momento decidí dejarlas afuera. De hecho, “Astro de la luz segunda” era y sigue siendo uno de mis temas favoritos, pero tiene algo que lo hace sonar muy distinto al resto: el timbre de la guitarra, muy diferente al de todos los otros. Intenté cambiarlo pero no hubo caso: el tema debía ser así (como si hubiese sido “inventado” por otra persona), pero, claro, así quedaba muy desubicado dentro del disco, así que lo quité.
–¿Qué diferencias y coincidencias encontrás entre unos temas y otros? ¿Existe una unidad entre todos ellos?
–Las coincidencias son que casi cualquier canción del LP y del EP podrían estar en cualquiera de mis discos. Hace ya mucho que encontré la manera de hacer las cosas. Ojo, no digo que me achanché y me repito, sino que encontré un camino y siempre voy por él; a veces me desvío, pero nunca lo desando, voy hacia un destino. Una vez la banda Kunt dijo que cada disco era un work in progress y yo siento que es realmente así: cada disco es como una foto del momento en que uno está musicalmente. Pero el camino (o el álbum de fotos) es uno solo. Y entre un momento y otro hay un montón de desarrollo, idas y vueltas. Lo del work in progress se nota mucho en el vivo porque allí las canciones cambian bastante. Nacen en el disco y después, en los conciertos, se transforman hasta fraguar y cristalizar.
–¿Por qué se transforman y de qué manera?
–Hay una razón fundamental por la que los temas sufren cambios en el vivo. Es que en el estudio yo grabo miles de cosas y luego, para reproducirlas sobre un escenario, necesitaría como doscientos músicos. Entonces, luego, tengo que ver cómo resolver yo solita o con un par de músicos cómo tocar esas canciones en vivo, conservando la esencia de cada canción, o sea, la armonía, la melodía, el ritmo y algunos arreglos claves. Pero ahí, en el medio, pueden aparecer arreglos nuevos y desaparecer partes de los originales. A mí, al principio de todo, me parecía que hacer algo así era como un sacrilegio. Yo pensaba que la gente venía a los recitales a escuchar un disco tal cual había sido grabado. Y después me di cuenta que a la gente no le molestaba para nada los cambios. Eso me otorgó mucha libertad en escena. Ahora improviso mucho más y, encima, me divierto como loca.
La enseñanza de Jorge Luis Borges
–Hoy, con veinte años de carrera y diez discos, sos una artista internacional y contás con público tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos, Europa y Japón. ¿Cómo es la recepción de tus canciones en cada lado?
–En todos lados son bien recibidas por igual porque en mis composiciones lo más importante es la música. Como mis canciones no están basadas en las letras, no deben luchar contra las barreras idiomáticas. No obstante, mirá lo que me pasó con el disco anterior a Halo, con Wed 21: en la mayoría de las críticas le pusieron un nueve y no un diez aduciendo que por una cuestión de idioma no sabían si las letras eran buenas o una boludez. ¿Entonces qué hice? Para el lanzamiento internacional de Halo le pedí a una amiga, que vive en Inglaterra, que me ayude a hacer la traducción de todas las letras y se las enviamos a los medios dentro de una gacetilla de prensa. Pero la traducción no fue tan literal... hice lo que le escuché una vez a (Jorge Luis) Borges contar. Dijo que cuando debía traducir un poema suyo y sentía que la traducción no tenía sentido o no sonaba bien, él directamente ponía otra cosa y listo. Bueno, yo hice lo mismo. ¿Y sabés qué? Con Halo finalmente todas las críticas me pusieron diez (risas).
–Empezaste teniendo más reconocimiento en el exterior que aquí. ¿Ahora te sentís profeta en tu tierra?
–Sí, ahora bastante. Por supuesto que sé que nunca voy a ser masiva porque lo que hago es...
–¿Indie?
–No, en lo único que soy indie es en que las mías son siempre producciones independientes. Tal vez estoy diciendo una barbaridad, pero entiendo que la música indie está muy basada en las letras y eso, como ya dejé claro, no es mi fuerte. De todos modos, no entiendo bien lo de los géneros y rubros. A mí me encanta la música electrónica pero no termino de entender qué es house, techno, minimal y trash.
–A vos, justamente, se te identifica con la música electrónica...
–Eso es un malentendido. Yo creo que se me identifica con la música electrónica simplemente porque cuando hice el álbum Segundo, en vez de usar una batería de verdad, la simulé con instrumentos electrónicos que toqué yo misma. En otro momento se me llamó “La reina del folk tronic”, porque tocaba ciertos sonidos con sintetizadores y otros con una guitarra acústica. Evidentemente hay una gran necesidad de ponerle etiquetas a todo y yo con eso no estoy de acuerdo, me limita.
–Pasando a otro tema: cuando se habían cansado de preguntarte si algún día volverías a la actuación, ¡volviste! Contame cómo fue la experiencia de trabajar en la serie En el barro.
–En principio, Pablo Culell y Sebastián Ortega me llamaron para ofrecerme el papel de la directora de la cárcel, que al final lo hizo Rita Cortese. Yo no me hallaba en ese personaje, me daba miedo, sentía que no lo iba a hacer bien. Entonces me propusieron el de una de las capas de la prisión y ahí no nos pusimos de acuerdo en cómo debía abordarlo. Entonces les dije: me encanta que me hayan llamado pero olvídense de mí, les estoy muy agradecida pero volvamos a hablar por algún otro proyecto. Pero ahí sacaron un as debajo de la manga y me insistieron con que “si vos no querés estar tan comprometida tenemos un papel chiquito que le podemos dar una vuelta y seguro te va a encantar”. Y así me convencieron. Después me arrepentí de no haber aceptado un papel más grande porque la experiencia fue maravillosa, nunca antes había trabajado en televisión -si se puede llamar a esto así- de semejante manera, en un clima muy lindo de trabajo. El grupo de técnicos resultó increíble y el de actrices, un amor. Aunque tuviera que levantarme muy temprano todos los días, siempre tuve ganas de ir a trabajar. No me hice íntima de nadie, pero me gustó muchísimo conocer a toda esa gente.
–¿Aquí interpretás un rol cómico o dramático?
–Y...un poquito cómico es. De esto también me arrepentí, debí haberme animado a hacer un papel dramático. Y hoy pienso que hasta tal vez me hubiera resultado más fácil. Porque componer un personaje cómico en medio de un dramón... hay situaciones que son difíciles de sostener. De todos modos, al final me las ingenié para otorgarle total credibilidad. Y basta, hasta acá llegamos, no te puedo contar más nada.
–Aunque se te aprecia como música, se te extraña como actriz cómica. Ahora que volvió Cha Cha Cha en formato teatral, ¿no podría regresar Juana y sus hermanas sobre un escenario?
–Lo pienso todo el tiempo y la pereza que me da es inconmensurable (risas). Lo que pasa es que los personajes de Cha Cha Cha eran de alguna manera atemporales, pero los míos tenían una cosa muy del momento, estaban basados en personajes que existían en esa época y que ahora no existen más.
–Por eso se te llamaba La Niní Marshall de los 90...
–Puede ser. Porque ambas observábamos y nos nutríamos de personas y colectividades de nuestros tiempos. El tema es que los personajes que yo hacía en aquel tiempo no existen más. Y los de ahora son otros. Por lo tanto tendría que ponerme a armarlos de cero. Y yo hoy no siento que eso me saldría tan naturalmente. Además, ahora no estoy tan embebida de lo que ocurre. Antes yo veía televisión todo el día como una condenada, me daba mucho morbo hacerlo y descubrir esos personajes que me volvían loca. Pero ahora hace más de veinte años que no tengo tele en mi casa. Así que no tengo idea de nada, ni de quién es quién ni de cómo se habla. Estoy como en un circuito muy diferente.
–Hoy, el disco con las canciones de aquel programa, al fin y al cabo tu primer disco, es un artículo de culto, muy apreciado y oneroso. ¿Lo sabías?
–Entonces tengo once discos, ¡sumémoslo a la lista! No, no sabía lo que me contás. Pero debí suponerlo. Porque en la pandemia, revolviendo cajas, mi manager encontró diez unidades de ese disco y me dijo: “Juana, reventemos esto, si no, no sé de qué vamos a vivir”. ¿Y sabés qué pasó? Se las sacaron de las manos en minutos a un precio muy picante.
–De todos modos, hace un tiempo te volviste a calzar el vestuario de Marcela Balsam para promocionar en tus redes algunos shows. ¿En algún momento se podrían juntar la música y la actriz en un espectáculo?
–No, ya lo intenté cuando hice Juana y sus hermanas en Punta del Este, en el 93, y no me dio resultado. Fue imposible. Quizás ahora, que ya soy reconocida como música, pero son dos mundos muy diferentes, que tienen un punto tangencial que soy yo, claro, pero yo para un lado y yo para el otro. Son climas incompatibles, a pesar de que en algunos shows puedan llegar a aparecer mis personajes o se me ocurra hacer una monigotada. En esos casos funciona, pero no es lo mismo que hacer un sketch completo en medio de un recital. No puedo ser yo y dejar de ser yo. No se puede mezclar tanto. Aclarado esto, y después de la experiencia de En el barro, me gustaría volver cada tanto a la actuación, pero no con los personajes que hacía sino con algo diferente.
–Hoy ya llevás más años dedicados a la música que a la actuación, veintiocho contra seis. ¿Cuál es el balance?
-Siento que siempre fui música, que desde chica supe lo que quería ser y que a pesar de que lo sabía no lo hice directamente porque me daba mucho miedo. Después, como me fue tan bien como actriz, me fue aún más difícil hacer mi camino en la música. De hecho pasaron muchos años antes de que acá me tomaran en serio, me dieran bola y dejaran de pensar que lo mío con la música era un berretín.
–¿Alguna vez te arrepentiste de haber dejado la actuación por la música?
–No, nunca, para nada. Ni siquiera al principio, cuando acá sentía cierto rechazo. Yo tenía muy claro que eso (la actuación) ya estaba. Yo tuve una revelación, que en realidad fue un recordatorio, en el 93, cuando quedé embarazada y tuve que dejar el programa para hacer reposo. ¡Pero pará un minuto –me dije–, esto que venís haciendo no es lo que querías hacer! Digamos que el parate obligado fue un alivio, la excusa que me permitió tomar la decisión correcta. Había caído en una vorágine laboral y en mi propia trampa. Al principio era: me hago un currito en la tele para poder hacer música. Y eso funcionó perfecto, porque yo trabajaba solo los lunes en La noticia rebelde y cobraba como si lo hiciera toda la semana, porque pasaban la grabación de mis participaciones de lunes a viernes. Así que el resto de los días estudiaba guitarra como loca y escribía canciones. Pero después me llamó (Antonio) Gasalla y los días libres se me redujeron a dos. Y cuando tuve mi programa, todo se fue de las manos sin casi darme cuenta. Hasta que la naturaleza me obligó a parar y dije: ¡basta, la música es ahora o nunca! Claro que entonces tampoco fue fácil porque tenía que ocuparme de la bebita, pero me mantuve firme en mi decisión y aquí estamos.
El amor, Chunchuna y el futuro
–¿Y cómo es tu vida hoy, fuera de la música? ¿Estás en pareja?
–Vivo en las afueras, cerca de Pacheco, rodeada de la naturaleza, como siempre. Y de perros, claro. Ahora tengo sólo tres, pero a esta altura es como si fueran mil porque me demandan mucho trabajo. Mi hija, que es casi una señora y se dedica al diseño de indumentaria, se independizó hace mucho. Ahora estoy sola, pero estoy abierta a volver a enamorarme, no a la convivencia.
–¿Y tu mamá, la gran Chunchuna Villafañe, cómo está? En tu Instagram hiciste un posteo en el que decías que estaba “un poco ausente”. ¿Te reconoce?
–Está más o menos. Me reconoce, sí. No tiene Alzheimer ni demencia senil. Lo suyo se llama afasia de expresión, no puede traducir a palabras lo que quiere decir. Ella vive en su casa, que es el lugar donde le gusta estar, y yo la visito muy seguido. Hoy justamente la vi. Sigue manteniendo impecable su cabellera maravillosa ¡poniéndose ruleros!, y enojándose por cómo yo mantengo la mía. Aunque no lo pueda verbalizar me la agarra, me la toca y a su modo me lo dice todo (risas).
–Por último, ¿cuándo volveremos a contar con música nueva de Juana Molina?
–Hace mucho que estoy grabando cosas nuevas, pero recién ahora estoy encaminada y segura de lo que quiero expresar. Supongo que estará todo listo para dentro de unos meses, y que en 2025 tendré otro disco en la calle. Aún no sabría decirte si habrá cierta unidad entre lo nuevo y lo anterior porque, al fin y al cabo, para mí cualquiera de mis canciones es muy diferente a las otras. Una vez, trabajando juntos, Gustavo Santaolalla me dijo: “Tus canciones parecen todas iguales, pero cuando las mirás con una lupa descubrís un universo muy variado”. Bueno, eso me define y es mi estilo.
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