Juan José Mosalini y su gran regreso
El bandoneonista dio con su quinteto un brillante concierto, dentro del X Festival Tango Buenos Aires
Concierto del quinteto del bandoneonista y compositor Juan José Mosalini, en el marco del X Festival Tango Buenos Aires. Con Cristián Zárate (piano), Roberto Tormo (contrabajo), Leonardo Sánchez (guitarra) y Pablo Agri (violín). Anteanoche, en el teatro Avenida. El tango es "emo". En realidad, por una cuestión cronológica lo "emo" es algo tanguero. Y los "emos" son tangueros aunque escuchen a My Chemical Romance, entre otras bandas poderosas, pero medio oscuras, que, por algún motivo, tiran medio para atrás a los adolescentes que visten de negro y esconden la mitad de su cara con peinados con raya al costado.
Nuestra opinión: Muy bueno
El tango es tristón y nostálgico, evocador y emotivo. Y como Juan José Mosalini es tanguero, su concierto, a más de veinte años de su última actuación en nuestro país, no careció de homenajes, evocaciones y mucha emotividad. Muchas veces, sin que él se lo propusiera (y esto es justo decirlo).
Porque Mosalini vino simplemente a tocar, y lo hizo maravillosamente. El quinteto sonó espléndido; tuvo excelentes músicos y arreglos instrumentales que parecieron piezas de relojería aunque, por suerte, no sonaron para nada a reloj cucú. Tuvieron toda la gracia y la expresividad.
Mosalini es uno de los más notables embajadores de la música del Río de la Plata en Europa. Se radicó en París hace algo más de tres décadas. Si su ausencia en estas pampas se notó más que la de otros, fue por el tiempo que pasó desde su última actuación (según sus propias cuentas, en 1986, con el trío que compartía con Gustavo Baytelmann y Patrice Caratini). Tal vez por eso, en la platea de este concierto en el Avenida no faltaron figuras tangueras de todas las generaciones (desde los veteranos Emilio Balcarce y Leopoldo Federico hasta los más jóvenes músicos). Hasta hubo un legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que subió al escenario para entregarle al bandoneonista un diploma en nombre de la Legislatura porteña.
A su manera (a través de las composiciones), Mosalini también se encargó de algunas dedicatorias. Se escucharon piezas como "Apretonados" (para el pianista Osvaldo Manzi), "Naomi" (de sorpresivos cambios de personalidad) o "De ida y vuelta" (que guardó la nostalgia de una abuela sevillana). Y también hubo una dedicatoria a Antonio Agri implícita en el tango "Los mareados", por el recuerdo de una versión que hace muchos años hicieron juntos y que anteayer Mosalini interpretó con Pablo Agri (hijo de Antonio).
El concierto tuvo de todo. Y siempre fue bueno. El lucimiento individual de los músicos y la fluida interpretación grupal, a pesar de que ninguno pudiera despegar los ojos de los pentagramas por las constantes variantes aplicadas en los arreglos. También se destacaron algunas composiciones de Leonardo Sánchez y cambios estilísticos que hicieron que el repertorio no estuviera alineado únicamente en el tango. Hubo pequeños matices y curiosidades. Sánchez y Mosalini, por ejemplo, hicieron de una pieza firmada por Tomás Gubitsch una rara y atractiva mezcla entre fuelle de fraseo tanguero y guitarra que en los intervalos de sus acordes se acercaba al fingerstyle de los intérpretes norteamericanos y canadienses de la guitarra acústica.
No sólo se destacaron los momentos de guitarra y bandoneón. Todos los dúos creados a partir de ese quinteto fueron de gran riqueza. El trabajo de guitarra y piano para "La puñalada" es digno de mencionar. Mientras que uno de los músicos armaba una estructura que no era la original del tema el otro introducía casi de manera inesperada los motivos principales de esta tradicional milonga.
Y seguramente el tramo más emotivo fue el que encararon Mosalini con el violinista Pablo Agri. El bandoneonista habló de la amistad personal y musical que lo unió a Antonio Agri; esa que quedó plasmada en largas series de conciertos, en un par de discos (uno de Mosalini solista y el otro Mosalini-Agri Quinteto) y en una anécdota que fue el motor de todos esos encuentros. Un día estaban en el camarín de un teatro y mientras Mosalini interpreta un arreglo de "Los Mareados" Antonio comenzó a tocar encima. Los que la escucharon dicen que fue una versión memorable. De ahí que Mosalini todavía la recuerde y haya querido interpretarla en el Avenida con Pablo Agri. Más allá de la carga emotiva instalada de antemano es muy probable que esa nueva versión haya estado a la altura de aquel encuentro de Juan José y Antonio en Francia.
Más tarde, con un tangazo como "Kokoro Kara (Desde adentro)" quedó demostrado que es posible escribir e interpretar un buen arreglo que contemple un brillante momento solista, breves y muy sutiles dúos, y finalmente todo el quinteto.
Durante la presentación también se escucharon piezas como "Retrato de Alfredo Gobbi", "Milonga para dos", "Recuerdos de provincia", "Muerte de Juan Tango" y "Villa Luro", entre otras.
Para el final el quinteto reservó "Tristeza de un doble A", con una magnifica introducción de Mosalini. (También lo habrá hecho para que quien firma estas líneas pueda justificar la idea de que el tango es emo; o para decirlo con más propiedad, lo emo es, sin duda, algo muy tanguero, esa tristeza de un doble A).
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