Murió Juan José Mosalini, uno de los grandes maestros del tango
Acompañó a importantes figuras hasta que, en 1977, se radicó en París; desde allí se convirtió en un embajador europeo del bandoneón; su método instrumental hizo una verdadera escuela y son muy recordadas algunas de las agrupaciones que integró
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En el mundo de la música se suele llamar “maestro” a muchos artistas; generalmente a los directores de orquesta. El título es atribuido aunque no se dediquen formalmente a la docencia. Mas bien, se trata de un mote cariñoso por su labor artística. El viernes partió un verdadero maestro del tango y del bandoneón, en más de un sentido. Fue uno que llevó ese mote porque enseñó música de manera formal a varias generaciones y porque también dio clase con su manera de tocar. En Francia, murió a los 78 años un gran maestro del tango, Juan José Mosalini.
“Con mucha tristeza recibimos la noticia del fallecimiento de nuestro Académico de Honor Maestro Juan José Mosalini, ocurrida en Francia en horas de la tarde del viernes 27 de mayo de 2022″. Con esas escuetas líneas la Academia Nacional del Tango comunicó en la mañana de hoy la triste noticia.
Juan José fue uno de esos eslabones de generación intermedia que en su juventud llegaron a tocar con grandes directores de orquestas típicas, que abrazaron la innovación y que terminaron siendo referentes para esa inquieta camada de jóvenes músicos que en la década del noventa quiso hacer tango cuando para otros era una lengua muerta. Pero no lo estaba en el sentido de que Juan José, que ya llevaba un par de décadas instalado en París, daba cátedra para todos aquellos europeos que querían aprender la música del Rio de La Plata. En 1999 fundó, justamente, una cátedra tanguera en el suburbio parisino de Gennevilliers.
Con una escucha atenta de su trabajo (de sus composiciones, grabaciones y conciertos), se puede descubrir en Mosalini una línea de tiempo referida al pasado, al presente y al futuro del tango. La tradición, la necesidad o el deseo de innovar y el aporte que ha hecho al futuro, es decir, a las nuevas generaciones que lejos de tomarlo como una figura rutilante del firmamento tanguero, vieron en él a un discreto pero a la vez profundo y sincero maestro.
Mosalini fue un bonaerense nacido San Martín, en 1943, y criado en José C .Paz. Como si tocar el fueye fuera un bien cultural que se hereda, fue hijo de un bandoneonista. El “oficio” familiar no quedó en sus manos. Con el tiempo, también se lo pasó a su hijo Juanjo.
A los 8 Juan José ya dominaba el instrumento y a los 17 se había convertido en un músico profesional. Hasta pasada la mitad de la década del setenta había creado un nutrido currículum por su trabajo con figuras como José Basso, Leopoldo Federico, Astor Piazzolla, Osvaldo Pugliese, Susana Rinaldi, Edmundo Rivero y Horacio Salgán.
También tuvo su cuarto de hora en la liga rockera de primera división. Fueron dos intensos instantes. Uno cuando grabó para un disco de Invisible, la banda que Spinetta lideraba en esos años, y el siguiente cuando el grupo tocó en el Luna Park y llevó a Juan José como invitado. Hasta se ligó un monedazo en la cabeza.
Ya instalado en Europa integró los grupos Tiempo Argentino y el proyecto Canyengues que compartió con Gustavo Beytelmann y Patrice Caratini), con el que publicó varios LP. Mas tarde, el Quinteto Agri-Mosalini y ya en este siglo registró trabajos con el guitarrista Leonardo Sánchez.
“Pasé [por Francia] en el 76 acompañando a Susana Rinaldi en su primera gira europea, aproveché esta posibilidad y tomé contacto en París con otros músicos: Gustavo Beytelmann, Enzo Gieco, Tomás Gubitsch y otros con los que habíamos soñado hacer una experiencia en un marco menos hostil desde el punto de vista cultural de lo que se vivía en aquella época en la Argentina -contaba a LA NACION, en 1997, cuando habían pasado veinte años de su partida-. Yo trabajaba con Osvaldo Pugliese, no había una contradicción de trabajo regular, ni económica, pero sí de realizar algunos sueños que eran difíciles de llevar a cabo. Impulsado también por Astor, con el que tuve una relación de padre a hijo, que me decía: ‘Tenés que hacer una experiencia afuera, ¡tenés que irte!’. Así fue como en plena dictadura militar no había otra que intentar algo aquí, en Francia”.
Mosalini fue de los que cuando retornó la democracia a la Argentina decidió quedarse en el país donde había comenzado a echar raíces y, sobre todo, reconocimiento. Creó un método para bandoneón encomendado por el Ministerio de Cultura francés. Y se lo tomó en serio. Fue un verdadero embajador argentino del tango. El mismo explicaba esa expansión en Europa: “En 1981, con la llegada de Mitterrand, se crea en Francia una apertura cultural muy importante. Me proponen crear el certificado de aptitud para la enseñanza de bandoneón y el método para que futuros profesores pudieran enseñarlo. Luego, la creación del curso de bandoneón en la Escuela Nacional de Música de Gennevilliers. Yo ya tenía varios alumnos privados que se integraron al curso, a los que se sumaron de Finlandia, Noruega, Holanda. Todo eso creó un movimiento europeo, un paisaje tanguero permanente”. Para finales de la década del noventa dos músicos holandeses daban cursos de tango con su método, en Rotterdam.
Además, buena parte de sus grabaciones las realizó para Label Bleu. Este sello independiente tiene un catálogo llamado Indigo Tango. Mosalini asesoró a la empresa en la búsqueda de nuevos valores tangueros para editar.
Regreso con gloria
Recién en la segunda década de este siglo comenzó a venir con cierta frecuencia a la Argentina. Según sus propios recuerdos, en 1986 había sido la última visita profesional. Fue para un concierto con el trío que compartía con Gustavo Baytelmann y Patrice Caratini. Debieron pasar veintidós años para un regreso con gloria. Fue en 2008 cuando dio un concierto al frente de su quinteto, mientras en la platea lo escuchaban atentos algunas glorias del tango y esos músicos de las más jóvenes generaciones que encontraban en él a un referente. Ese día también le entregaron un diploma de la Legislatura porteña.
Un año después, los lazos con sus país estaban otra vez unidos. Y “su” docencia, que tenía a Europa como terreno exclusivo, se mudaba a estas pampas. “Todos los miércoles nos encontramos con los jóvenes músicos que van a la Escuela Goñi y hacemos unas clases colectivas de bandoneón -contaba en 2009-. Con un enorme esfuerzo, los chicos llevan adelante esta escuela cooperativa para gente que no se puede pagar habitualmente las clases de fueye . Tienen muchas ganas, inquietudes y es un ambiente donde se está armando la movida joven. Es sabido que estos chicos no tuvieron nuestra suerte de tener al lado a un Pugliese o tocar con un Federico. Pero uno puede ver que están enfocando actividades múltiples. Escriben, tienen grupos y hay un potencial enorme. El futuro está garantizado.”
A los curiosos de la música les quedan los discos que publicó, o tantas grabaciones que hoy se pueden encontrar en redes. De sus últimas actuaciones en Buenos Aires son recordadas la que dio en 2019, en la Usina del Arte, con su trío, durante el Festival Tango Buenos Aires de aquel año, o en 2021, en el Teatro Colón, con el guitarrista César Angeleri y la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Luis Gorelik, en el marco de los festejos del centenario del nacimiento de Astor Piazzolla.
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