Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale: su primera gira por España, un “poliamor de los buenos” y una historia en común de más de 30 años
Se conocieron en los 70 pero recién en los años 90 crearon el dúo que se convirtió en un éxito instantáneo dentro de la canción popular; con el tiempo encontraron la manera de intercalar proyectos personales con giras con las que periódicamente vuelven a coincidir en escena
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Madrid.- Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale han recorrido juntos un largo camino. Se conocieron en 1978, cuando eran dos jóvenes que daban sus primeros pasos en la música en el complicado contexto de la última dictadura militar en Argentina. Y le siguieron después muchísimas experiencias artísticas derivadas de un primer disco juntos, Postales de este lado del mundo (1991), con el que empezaron a forjar su propia manera de interpretar grandes piezas del tango y el folklore.
Soñaban hace años con llegar a España y la oportunidad apareció en un momento fértil para los artistas argentinos en este país europeo con el que existen lazos tan fuertes. Baglietto y Vitale fueron convocados para sumarse a un acto de conmemoración de los 40 años de democracia en Argentina que se celebró hace unos días en Barcelona y que contó con la presencia del embajador en España, Ricardo Alfonsín. El productor argentino Adrián Paparella aprovechó entonces para armar una gira que arrancó el viernes 8 de septiembre en el Teatro Goya de Madrid y que ya pasó por Barcelona, Málaga, Valencia y Andorra. Antes del concierto de Madrid hubo una recepción y una conferencia de prensa en la sede de la embajada en la capital española. Y, claro está, tiempo para una charla distendida con LA NACION.
“Nos costó mucho llegar a esto -reconoce Vitale-. El fenómeno de la música urbana argentina en España obviamente no nos incluye. Una cosa es lo que pasa con Bizarrap o Duki y otra lo que puede pasar con artistas como nosotros. Yo ya había estado en España, a principios de los años 90, haciendo música instrumental, pero me di cuenta de que somos un país que está muy lejos de todo. Siempre nos fue muy difícil exportar nuestra música. Lo que pasó ahora con Fito Páez creo que tiene que ver con el éxito de la serie de Netflix, que reavivó el interés por un disco genial como El amor después del amor, con el trabajo de Daniel Grinbank, que supo potenciar una materia prima de indiscutible calidad como la que tiene Fito. Pero para nosotros todo es más cuesta arriba. Como para la mayoría de los músicos populares argentinos, me parece. Salvo los casos de Ástor Piazzolla, Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, que vivieron en Europa y desde ahí hicieron su camino internacional, no desde Argentina”.
Para Baglietto, hay otro dato importante para explicar esa dificultad de la que habla su compañero: “El hecho de ser absolutamente independientes, de no tener una compañía discográfica que apueste a nuestra música también es decisivo. Tratándose de un proyecto autogestionado, hecho a pulmón, tenés que lograr que alguien crea en lo que hacés. Y eso no es tan fácil. Nosotros estamos en un muy buen momento, aún con los vaivenes de la Argentina nos va muy bien”.
Cuando Baglietto habla de vaivenes se refiere naturalmente a la crítica situación económica del país y también al singular panorama político que ha quedado marcado por la aparición en escena de un outsider como Javier Milei. “A mí me preocupa y me da miedo -sostiene-. Lo veo como una chifladura. Mucha gente que lo votó va a ser la primera damnificada. Obviamente, lo que él plantea conspira con nuestra manera de ver las cosas”, subraya Baglietto. Vitale, en tanto, es más sintético: “No comparto las ideas de Milei. Punto”, interviene.
De todas maneras, más allá de la depresión económica y el agitado marco político, el gran auge de la música en vivo que se produjo después de la reclusión obligada por la pandemia también consolidó un panorama más alentador para los músicos. Baglietto y Vitale han girado por buena parte de la Argentina con una estructura modesta y autogestiva con la que trabajan muy cómodos. En esta gira española los acompañan Jano (bajista, hijo de Lito) y Julián (baterista, guitarrista, hijo de Juan Carlos).
“Durante la pandemia hicimos muchos videos y yo volví a la TV Pública. No es que desaparecimos. Creo que eso fue importante -analiza Vitale-. Fue un momento muy lindo porque la conexión con el público en esos contactos vía streaming era fuerte. No había plata de por medio, nadie cobró un mango durante un año y medio, se hacía por gusto. Y después creo que hoy la gente que tiene un mango decide gastárselo en ser más feliz y elige ir a un concierto. Eso explica por qué nos va mejor a casi todos. Hablo de una clase media que todavía la va peleando, no de alguien que no tiene para comer, claro. Como es tan difícil ahorrar y planificar un futuro, viven el presente y disfrutan”.
Para pensar en las razones de este buen momento en términos de trabajo, Baglietto también hace hincapié en otro aspecto, el de la infraestructura: “Nuestro método de laburo ayuda mucho -aclara-. Los artistas que necesitan más despliegue no pueden hacer lo que hacemos nosotros, que preferimos tocar diez veces por mes en ciudades pequeñas del país y hacer un solo concierto en un teatro grande de vez en cuando, por ejemplo. Manejamos costos más acotados, tocamos en lugares más chicos, pero presentamos un show con características muy similares a los que hacemos en lugares con más recursos. Y la gente que nos viene a ver lo valora mucho. Hoy nos está yendo mejor que en algunas etapas que fueron realmente mucho más difíciles”.
En Madrid, el cuarteto familiar Baglietto-Vitale levantó más de una ovación ante un auditorio copado por argentinos que celebraron un repertorio variado: tangos como “Malena” y “Naranjo en flor”, perlas de Serú Girán (“Viernes 3 AM”, “Canción de Alicia”), viejos clásicos de la obra de Baglietto (“Mirta, de regreso”, “Un loco en la calesita”, “El témpano”, “La vida es una moneda”) y un instrumental de Vitale (“Ese amigo del alma”) que permitió apreciar el ajustado ensamble y el vuelo de la banda.
“Creo que este espectáculo está muy afianzado porque hace tiempo que lo venimos haciendo -señala Vitale-. Tiene una característica distintiva: el dramatismo y la emotividad con la que los dos encaramos la música. Es una especie de muestrario de lo que venimos haciendo hace más de treinta años interpretado con una pasión que se contagia”.
Baglietto y Vitale se conocieron en 1978, cuando los dos andaban sin saberlo de antemano en cosas parecidas: Lito había crecido muy cerca de MIA (Músicos Independientes Asociados), un proyecto musical que adoptó la autogestión y la libertad creativa como banderas, y el rosarino era puntal de AMI (Asociación de Músicos Independientes), que tenía objetivos comunes. “Fueron iniciativas que se generaron a partir de la necesidad de tener una voz en los años tremendamente oscuros de la dictadura militar -remarca Baglietto-. Nos empezamos a juntar para hacernos más fuertes. Yo estuve involucrado en la visita de MIA a Rosario y Lito nos devolvió la gentileza invitando a Buenos Aires a Irreal, la banda de la que yo era parte desde mediados de los 70. Eso habrá sido en el 78 -recuerda-. Fue un primer contacto y después empezamos a grabar juntos, ya en los años 90. Para nosotros fue muy importante porque estábamos enterados de todo lo que pasaba en Buenos Aires a finales de los 70, pero creo que en Buenos Aires no se sabía mucho de lo que pasaba en Rosario”.
Después llegaron esos años 80 culturalmente explosivos que arrancaron con la vuelta de la democracia, una etapa muy importante para estos dos músicos. “Para nosotros fue una explosión inesperada, shockeante -cuenta Baglietto-. Veníamos de una realidad muy distinta, de tocar esporádicamente sin ganar un mango. Pasé de ser un ilustre desconocido a ver mi cara en afiches pegados por toda Buenos Aires y a escuchar mi música en los taxis”.
La popularidad de Juan Carlos Baglietto creció mucho con la aparición de Tiempos difíciles, en 1982. El disco de “Mirta, de regreso”, “Era en abril”, “Puñal tras puñal” y “La vida es una moneda”. Y también el primero en el que Fito Páez grabó en un estudio profesional. La filial argentina de EMI pasaba por una fuerte crisis cuando decidió editarlo. Sus ejecutivos pensaban que iban a vender 5000 copias. Vendieron 300.000.
“No lo veo como algo casual -opina Baglietto-. Nosotros teníamos una historia, veníamos haciendo música desde hacía años, no salimos de un reality ni fuimos un producto generado directamente por una compañía discográfica. Éramos un grupo de gente muy apasionada, bancado por primera vez por una compañía que aportó una infraestructura que en ese momento normalmente no se ponía al servicio de la música popular o del rock. De esa época tengo los mejores recuerdos y también los más insólitos. Cuando terminamos de hacer nuestro primer Obras, el 14 de mayo de 1982, tuvimos que decidir si llevábamos la batería hasta Haedo en un flete o íbamos a comer. ¡Había cinco mil personas en el concierto y no dieron los números! (risas) Cuando nos dijeron eso, lo aceptamos porque no entendíamos nada todavía. No conocíamos el negocio. Andábamos por la calle y nos saludaban como si fuéramos estrellas, pero nos alojábamos en un hotel modesto que tenían los radiotelegrafistas en la calle Córdoba”.
En esa misma época, Vitale entró en contacto con Dino Saluzzi y formó el conocido trío con Bernardo Baraj y Lucho González. También estuvo cerca de Spinetta Jade y de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, grupo con el que grabó más de una vez a lo largo de su carrera (en Gulp!, La Mosca y la Sopa, Luzbelito, Último Bondi a Finisterre). “Lo que pasó con la trova rosarina que lideraba Juan es que tenían algo para mostrar -asevera-. No existe el marketing cuando un hecho artístico es muy contundente. Cuando un artista tiene algo para decir, por más que eso se comunique mal o bien, termina funcionando. En cambio, si no tenés nada para decir, por más plata que pongas eso va tener patas muy cortas. Sobre mi relación con Los Redondos, puedo decir que se dio gracias a mis amigos de la revista El Expreso Imaginario, Jorge Pistocchi, Alfredo Rosso, Claudio Kleiman, Fernando Basabru... Ellos le recomendaron a la Negra Poli que Los Redondos vinieran a grabar a los estudios de Villa Adelina y ahí los conocí. Yo era el técnico de grabación, tenía 20 años. Y cuando hablaron de la necesidad de un piano en un tema me animé y les dije que yo tocaba. Así, de caradura. Probamos y quedó. Tengo una medalla colgada que me vino desde el cielo, digamos”.
Lito valora especialmente a la banda que lideraban el Indio Solari y Skay Beilinson. Aunque su investigación musical estuvo generalmente orientada en otras direcciones, recalca que “la obra de Los Redondos tiene un nivel muy alto, un nivel de perfección y sutileza que la vuelven exquisita”. Algo parecido le sucedió en su encuentro con Pablo Lescano, referente de la cumbia argentina con su popular banda Damas Gratis: “La música de Pablo también tiene sutilezas, y él maneja el timing justo para la cumbia que quiere hacer. Hay que aprender de eso. Para mí no hay música más simple o más complicada. En la aparente simpleza también encontrás complejidad”.
Baglietto coincide con su amigo Vitale. “Yo me acuerdo de aquel concierto del Bicentenario en la 9 de Julio -añade Baglietto-. Había 200.000 personas y dentro de los artistas convocados estaba Pablo Lescano. Había un grupo de base que comandaba Lito y que sonaba tremendo. Todos subíamos y teníamos esa banda de apoyo, pero cuando le tocó a Lescano él entró con sus propios músicos porque son los únicos que conocen el código. Y la verdad sonaba distinto. A lo mejor músicos con mucha experiencia no logran que la música de Pablo suene como debe sonar. Tenés que estar compenetrado con ese lenguaje. Así como músicos de la gran puta de repente no pueden tocar bien un blues porque no conocen tanto ese lenguaje”.
Entre ellos, los códigos sí que funcionan a la perfección. Se notó en el show en Madrid, que fue emotivo y también impecable desde el punto de vista artístico. La sociedad musical entre Baglietto y Vitale ya tiene más de treinta años y se percibe al verlos que todavía les queda mucha ruta por transitar. “Nos seguimos eligiendo -apunta el rosarino-. Encontramos en este proyecto cosas que no encontramos en otros lugares. Igual tenemos libertad para hacer lo que sea, no es que alguno de los dos vive como una traición si el otro se involucra en otra cosa. Eso también ayuda”. Lito asiente y después remata: “Es un poliamor de los buenos”.
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