En diálogo con LA NACION, el cantante uruguayo habla de su colaboración con C. Tangana, con quien hizo “Tocarte”; de la vuelta a los escenarios y del vacío creativo que sintió en la pandemia; también del acto solidario de inocularse y de Buenos Aires, “una ciudad decisiva en el rumbo de mi carrera”
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Desde uno de los rincones de su casa en el barrio de Chueca, en Madrid, Jorge Drexler se muestra entusiasmado con su sociedad con C. Tangana, uno de los raperos españoles más nombrados este último año. Entre instrumentos, el médico uruguayo abre su estudio de grabación mientras pide que a cambio le muestre por la ventana un poco de Buenos Aires (“Tengo mucha nostalgia”). Entre plátanos con polen en el hemisferio sur y casas bajas y adoquines en el hemisferio norte, entre la primavera y el otoño, entre Buenos Aires y Madrid. “Alguien me contó que se equivocaron de plátanos, quisieron traer los que vieron en París y se equivocaron de familia”, dice a LA NACION, y admite que para los Drexler, otorrinolaringólogos de profesión, esa pelusita es sinónimo de trabajo en Montevideo.
Con tambores y guitarras de fondo, el uruguayo hace un racconto de cómo fue que conoció a C. Tangana y qué fue lo que le interesó de su música; un músico que, como él, fusiona la raíz con lo contemporáneo. También habla de cómo fue trabajar con su hijo Pablo y de su necesidad de movimiento. “Van 13 discos, me aburre seguir haciendo lo mismo”, reconoce. También fantasea con un recital en el Gran Rex con aforo completo, sin barbijos, con el calor de la gente y recuerda que Buenos Aires fue la primera ciudad que lo acogió. “Vine en el 95 a España, llevaba 5 años sacando discos. Feliz como una perdiz, pero siendo un fracaso absoluto de ventas y de comprensión. Saco Frontera en el 2000 y es recibido por Buenos Aires con un amor que hasta el día de hoy me emociona y eso me hizo ver por primera vez en mi vida que hay alguien del otro lado del cable”.
A poco de haber retomado los shows en vivo, Drexler acaba de lanzar dos temas: “Tocarte”, de su fructífera colaboración con C. Tangana, y “La guerrilla de la concordia”, donde invitó al coro Gospel Factory a sumarse. Está preparando un disco, pero éste recién toma forma ahora, cuando los encuentros volvieron a ser posibles y cuando volvió a habitar los escenarios, después de un año y medio de pandemia. “Escribí un montón de canciones, pero todas estaban sin terminar porque me faltaba el último golpe de horno, que es un golpe social, la mirada del otro”. Y más allá de haber hecho uno de los recitales por streaming más cuidado y de haber compuesto un tema desde casa hablando justamente de los encuentros en “Codo con codo”, Jorge pudo terminar con sus temas recién cuando volvió a pisar un escenario porque, curiosamente para él, descubrió que la composición no es solamente una tarea solitaria.
-¿Qué fue lo que te interesó de C. Tangana?
-A C. Tangana, que se llama Antón y le decimos Pucho, lo conocí en 2018 en Las Vegas, en los Latin Grammy [donde van a volver a coincidir este 2021, esta vez haciendo un tema juntos en la gala]. Yo ya lo conocía por las letras del disco de Rosalía [El mal querer], que me habían impactado mucho. Voy y lo elogio, y le digo: “Che, me encanta lo que hacés”. Había escuchado algunas canciones de él también en otro género. Fui y le elogié un par de versos que me sabía de memoria, porque me fijo mucho en las letras y él a su vez me dijo que su padre le había pasado mi música desde que era chico. Entonces encontré a un tipo con ganas de ir desde la música urbana a la música tradicional y a mí con intención de hacer el camino inverso: ir de la música tradicional hacia la música urbana y coincidimos en el medio. Un experimento creativo muy enriquecedor para mí, y espero que para él también. Me voy a remontar un poquito más atrás, a mí siempre me gustó mucho interactuar con otras personas especialmente si hacen algo diferente, si tengo algo que aprender, y si tengo un desplazamiento para hacer. Me interesa el trayecto hacia otra persona, hacia otra disciplina.
-¿Cómo fue que terminaron colaborando [además de “Tocarte” hicieron “Nominao” y Drexler colaboró en “Hong Kong”, dos temas de El Madrileño, el último disco de Pucho]?
-Se fue dando, supongo, por esta necesidad de sentirnos cerca de las personas en un momento en que nos hemos sentido lejos. De hecho, ese es el eje letrístico de “Tocarte”: la nostalgia del contacto, la nostalgia de la piel, esa cosa que se perdió de abrazar, de besar a las personas, de saludar con un beso, de tocar, dar la mano, de ir a un bar y no tener miedo de darle un beso a un extraño que te presenten. En concreto, en la canción “Tocarte”, uno de los coautores venía de estar con su novia, que no se veían hacía 5 meses, y se habían visto en la estación de trenes de Atocha sin poder tocarse porque uno de ellos tenía un enfermo en la casa que no podía contagiarse de coronavirus. Esa angustia, cuando llegó a la sesión de grabación y lo contó, dije: “De eso tenemos que escribir”. Lo grabamos aquí en esta misma habitación en la que estoy, con los instrumentos que teníamos, con mi hijo Pablo en la computadora, que es coautor y coproductor de la canción, y con Víctor Martínez, el socio de Pucho, en la guitarra.
-¿Cómo fue el proceso creativo?
-Yo me dejé guiar. Básicamente, quería no llevarla hacia mi terreno, quería que me llevaran a otro lado, estaba cansado de mí. Yo creo que cualquier persona sensata se cansa de sí mismo, de estar haciendo lo mismo. Son 13 discos, escribiendo sobre tu experiencia personal, con tu nombre y apellido, con tus anécdotas, con tus circunstancias vitales. De repente dije: “Quiero entrar en otra cabeza, en otro mundo”. Y ahí fuimos ¿no? Es una canción con un tipo de minimalismo muy escaso, unas programaciones, percusión que tenía en casa y una guitarra, nada más, no tiene ni bajo. Con un tipo de temática de aproximación al erotismo como más frontal y con un desparpajo que tiene Pucho para decir y para contar. A mí me encantó entrar ahí porque el ser humano es una entidad multidimensional, muy compleja. Poder escribir del deseo de una manera tan frontal, como uno lo vive en su vida personal, es una experiencia muy enriquecedora para mí como catarsis personal y como expansión del género canción a territorios en los que yo no había estado.
-¿No te da vértigo innovar en géneros distintos?
-Cuánto más se agranda la experiencia humana, cuántas más áreas abarcás, más enriquecedora es la persona. En “Bailar en la cueva” la idea era expandir hacia el cuerpo, hacia el baile. Siempre intento como completar la experiencia humana y no caer en la nostalgia. Yo ya tengo muchos años, tengo 57, y no hay ninguna generación que me haya ido cruzando o pasando o quedando atrás que no haya dicho “nuestra música era increíble y lo que hay ahora es una mierda”. Todas las generaciones lo hemos dicho y todas estamos equivocadas, en mi humilde opinión. Hay que tener la oreja abierta.
-Hablabas de nostalgia. a los uruguayos, en general, se los vincula con ese matiz...
-Sin duda. Sin embargo, para mí, lo veo en la larga cadena de la conexión de la raíz con la contemporaneidad de la música popular uruguaya. Eduardo Mateo en su momento escucha a los Beatles, a João Gilberto, la música brasileña, y los incorpora. A partir de ahí establece su campo creativo mezclándolo con lo que escuchaba por la ventana del barrio, candombe con cosas de la milonga. “Tocarte” va en la misma dirección. Es una base que está hecha por mi hijo, que es medio uruguayo, medio español, una especie de candombe sublimado, mezclado con elementos de la región de Brasil -el funky carioca, que es un género que a mí me fascina, que viene de un entorno de recursos económicos tan nulos y frágiles que la mayor parte de las bases rítmicas está hecha simplemente con un micrófono, porque no hay instrumentos y son beatbox-.
-¿Cómo fue esta primera colaboración formal con tu hijo?
-Había hecho muchísimas cosas con Pablo, pero esta es la primera canción que sacamos de manera formal y es justo un debut muy sonado. Él tiene su propia carrera y prefiere mantener un mundo de independencia y estoy muy orgulloso de eso y lo celebro. Pero en esta canción colabora de entrada con C. Tangana, que es en este momento como el artista más poderoso en España. No solo en audiencia sino en concepto. El madrileño es realmente un disco que marcó un antes y un después en la música española. Esa es mi sensación, lo vi gestarse. Traza una línea y nace con vocación de clásico, porque tiene un respeto y una integración del lenguaje folklórico español muy, muy profundo. Desde el principio, vos ponés el disco y empieza con una orquesta de procesión de Semana Santa, luego mezclada con electrónica. Es como decir: somos jóvenes, estamos aquí y escuchamos la música de hoy en día, pero tenemos nuestra identidad: tenemos a Almodóvar, tenemos el flamenco, tenemos la rumba, tenemos las palmas, tenemos a Rosalía y hacer de eso una cosa contemporánea y con raíz. Eso es lo que he intentado hacer yo toda mi vida, por eso me entendí con C. Tangana. Siempre me interesó hacer una cosa que tenga una raíz muy clara y una contemporaneidad muy clara y no caer en la nostalgia.
-¿Cómo se sintió volver a los escenarios?
-Volver a los escenarios para mí fue absolutamente vital. Empezando por la alegría que da tocar en vivo y estar en un escenario cantando para la gente, que eso todo el mundo lo puede entender. Lo que fue sorprendente para mí es que volver a los escenarios fue esencial también para la composición. Fíjate que parece que la composición pasara aquí en este lugar y la vida de tocar en vivo pasara en los escenarios. Sin embargo, este aquí que yo estoy depende de ese allá. Igual que una persona depende de la mirada del otro. Yo me di cuenta de que el aislamiento social por el que hemos pasado todos, en Argentina con especial dureza, nos produjo un deterioro cognitivo conductual mucho más profundo del que creemos y dejó marcas muy grandes y en cosas inesperadas.
-¿Por ejemplo?
-En el caso de una actividad completamente solitaria como la composición no funcionaba. No funcionaba y yo no entendía por qué. Escribí un montón, pero todas las canciones estaban sin terminar porque me faltaba un golpe social, ese que le da uno a la canción cuando viene un amigo, te toca el timbre, se toma un mate y le decís: “Mirá, estoy escribiendo esto” y se lo mostrás y ahí mismo vas diciendo: “Bueno, voy a repetir dos veces este estribillo, esperá que lo arreglo”; “este acorde lo voy a cambiar porque ya lo usé en otra canción”. Todos los domingos antes de la pandemia tenía un grupo de amigos que nos juntábamos en azoteas y jardines a tocar la guitarra y a cocinar y eso lo perdimos. Yo todo mi disco anterior lo estrené en esas diferentes terrazas de amigos. Entonces, en este disco no lo tenía, iba escribiendo, escribiendo y escribiendo, pero ninguna canción la podía tocar. Cuando volvimos a tocar en los escenarios, hicimos una gira de 12 conciertos. Ahí dije: “Ahora sí, voy a agarrar una canción y la quiero terminar”. Agarré“ La guerrilla de la concordia” y después agarramos “Tocarte” y decidimos ya encaminarnos hacia un disco. Estas dos canciones serán parte de un disco que saldrá el año que viene.
-¿Hay planes de tocar en la Argentina?
-Con toda seguridad iré a tocar para Argentina. De hecho, tenemos unas reservas para tocar allá, no sé bien cuándo son ni sé si lo puedo contar. Pero lo que me mostrabas por la ventana de Buenos Aires es una muestra de las saudades que tengo y de las ganas que tengo de ir. Es una ciudad que ha sido decisiva en el rumbo de mi carrera. Cuando yo llevaba aquí cinco años llevaba cinco años sacando discos siendo un fracaso absoluto de ventas. En el 2000 sale Frontera y es recibido por Buenos Aires con un amor que hasta el día de hoy me emociona y eso me hizo ver por primera vez en mi vida que hay alguien del otro lado del cable. Eso me había pasado la primera vez que un artista importante me dijo: “Me gusta lo que hacés”, que fue Pedro Aznar o Adriana Varela, otra artista importante que me llamó con el primer cassette, La luz que sabe robar. Buenos Aires siempre me ha mandado señales, muchas veces antes de que me las mande Uruguay. De alguna manera me entiendo con la ciudad y siento que la ciudad me entiende y me quiere. Es la ciudad en que tengo aforos más grandes, la ciudad en la que noto esa alegría más desbordante, una ciudad en la que tengo muchísimos amigos que me influencian en su manera de ser.
-En la que tenés que pedir que te dejen cantar...
-Eso a mí me encanta, porque además eso lo puedo manejar. Lo triste es cuando no canta nadie, no hay manera de arreglarlo. Pero cuando todo el mundo canta, si tenés un poco de manejo en el escenario los vas llevando, los confundís para que se pierdan, hay muchas maneras. Pero el calor es impagable en un concierto y más que nada ahora. Vos sabés lo que sería después de estos dos años de aislamiento teletransportarme a un Gran Rex lleno de gente, todo el mundo apretado, cantando a los gritos, bailando al final del concierto, es una cosa que da nostalgia de solo de pensarla.
¿Con o sin barbijo?
-Pensemos que el año que viene hasta podamos hacerlo sin barbijos. Hay que vacunarse, es muy importante porque, por si no nos habíamos dado cuenta, realmente quien frena esto es la vacuna. A pesar de que hay un montón de superstición en contra, la cifras son innegables. Si nos hubiera agarrado la variante delta aquí en Europa sin estar vacunados habría sido una carnicería. Esto lo digo habiendo hablando con varios epidemiólogos, entonces hay que vacunarse y hay que retornar a la vida.
-¿Lo decís como médico?
-Creo que es un acto solidario, a nadie le gusta vacunarse, todos tenemos miedo de las vacunas. Siempre genera miedo una vacuna, siempre da miedo meterse un cuerpo extraño, pero uno no responde solo por sí, responde por una sociedad también. Es un acto de generosidad para el resto.
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