Joaquín y Lucía Galán: "Nunca nos detuvo el prejuicio ajeno"
El dúo Pimpinela conversó con LA NACION, a horas de presentar su último disco, Son todos iguales, en el Luna Park
Ella recriminaba, subiendo el tono ante cada embate; él se defendía como podía, a media voz. Así, hace 34 años, comenzaba la carrera de Pimpinela. Por entonces, eran bichos raros en medio de una primavera democrática que ya se respiraba. Muchos vaticinaron que la fórmula iba a agotarse rápidamente, que el fenómeno de los hermanos peleándose como una pareja no podía prolongarse en el tiempo
Se equivocaban: desde aquél "Olvídame y pega la vuelta", Joaquín y Lucía Galán editaron una veintena de discos, conquistaron el mercado iberoamericano, protagonizaron una telenovela, tuvieron su propio musical y hasta piensan en una inminente biografía para contar "todo lo que no se sabe" del dúo. Pero antes vendrán los shows en el Luna Park, donde presentarán su último trabajo de estudio, Son todos iguales.
¿Por qué ese título? "Hay frases comunes en las mujeres cuando se quejan de un hombre, sea del país que sea", le cuenta Lucía a LA NACION. "Cada tanto hacemos una canción de este tipo, parodiando un poco la relación hombre – mujer y nos tomamos el pelo a nosotros mismos en cuanto al estilo que vinimos haciendo en todo este tiempo".
-De algún modo, parece que a Joaquín siempre le toca la peor parte…
-JG: Y… Me tocó representar a este hombre latino que actualmente está muy desorientado. En los 80, el machismo seguía pisando fuerte, y la voz de Lucía decía lo que la mujer no se animaba a decir. Hoy la mujer ocupó su sitio y prefiere estar sola antes que mal acompañada, y el hombre es el que la tiene más difícil. Están desorientados.
-LG: Desorienta a los hombres machistas y conservadores. Las generaciones nuevas ya nacieron con otra mentalidad, aceptan más la igualdad, que se compartan los gastos, a asumir las responsabilidades con los hijos por igual...
La polémica –sin música de fondo- no demora en desatarse en el living del piso en Belgrano que habita Lucía. Casi como si estuvieran arriba de un escenario, los hermanos Galán no temen a marcar sus diferencias e intercambiar puntos de vista, con respeto pero también con firmeza. Así han construido su relación, la filial y la artística, y esa parece ser la fórmula que los mantiene unidos después de tanto tiempo.
-¿En qué se inspiran al momento de escribir una canción?
-JG: Componemos a partir de lo que vemos y sentimos. Yo pienso mucho en Lucía, en sus situaciones y sus estados de ánimo. Es una gran musa para mí porque el universo femenino es central en nuestra música, y también trato de imaginármela cantando eso que escribo.
-¿Te pasó, Lucía, de recibir una letra escrita por Joaquín y decir: "no, esto yo no lo canto"?
-LG: ¡Sí, me pasó! (Risas). No voy a decir con qué canción...
-¿Hace mucho?
-LG: Hace muy poco. Pasa que él escribe las canciones y yo las tengo que sentir porque es muy difícil interpretar algo que no te gusta. Igual el promedio es bajo: dos canciones en 34 años. Nada mal.
Son todos iguales es un disco que ellos mismos definen como "ecléctico". La canción que abre la lista es "Lo que no tienes", escrita por Ale Sergi especialmente para ellos, que tiene el sello de Miranda! pero hace lucir a Pimpinela con un sonido moderno y pegadizo. También hay una balada compuesta por Paz Martínez, un tema junto a Luciano Pereyra –"Si ella supiera", que recuerda vagamente al hit que compartieron con Dyango, "Ese hombre" - y la cumbia que da nombre al álbum, con Ángela Leiva haciendo armonías con Lucía. Tampoco falta el himno para celebrar los lazos de sangre ("Amor de hermanos"), ni el contrapunto tras un dramático desplante amoroso ("Bastardo").
-Luego de tantos años de carrera, ¿les pesa mantener viva la marca y el estilo Pimpinela?
-LG: No, al contrario. Quizás fue esa la búsqueda al principio porque queríamos encontrar una personalidad propia. Y creo que lo conseguimos porque cuando dos políticos se pelean acá o en España, se los tilda de Pimpinela y se musicaliza con nuestras canciones. Ese sello es nuestro mayor tesoro, y nos enorgullece.
-JG: Pimpinela ha sido una creación a partir de nuestra relación de hermanos, de nuestra complicidad. Lo que estamos haciendo lo hemos construido nosotros, y ese compromiso que hay de parte de Lucía de volcar toda su expresividad y, de parte mía, por componer, nos ha permitido apasionarnos por lo que hacemos. Esa pasión siempre es más lo que te da que lo que te quita.
-¿Se pelean seguido?
-LG: Bastante... A veces se confunde la forma de comunicarnos porque al ser hermanos la confianza te tiende una trampa y terminás diciendo cosas que no le dirías a tu socio o compañero de trabajo. Ahí depende cómo se encuentre el otro, del cansancio... O nos entendemos o nos mandamos al carajo. Tampoco estamos todo el tiempo juntos porque hemos aprendido a mantener una distancia sana, a respetar las diferencias. A veces nos sale bien y a veces no tanto.
-JG: Siempre hay un punto de encuentro. A veces ha sido la terapia, siguiendo el consejo de Daniel Rabinovich de Les Luthiers... Somos muy exigentes con nosotros mismos y con nuestro equipo, y eso a veces nos trae algún roce, pero siempre se busca la manera de acercar posiciones.
-¿Quién es más conciliador?
-JG: ¡Yo! (Risas).
-LG: Se está generando un conflicto...
-JG: No, cada uno a nuestro modo buscamos estar bien, alcanzar el objetivo. Muchas veces nos pasa que subimos al escenario discutiendo, y tenemos que cantar "Hermanos" con una mano en el hombro, cuando lo que quiero es estrangularla. Los shows nos sirven también para hacer un poco de catarsis.
-¿Tuvieron que lidiar con muchos prejuicios por parte de sus pares, a lo largo de estos años?
-LG: Nunca nos detuvo el prejuicio ajeno. Siempre seguimos adelante, trabajando y siendo consecuentes con nuestro público.
-JG: Además era comprensible que existiera, nosotros aparecimos con el regreso de la democracia, con la explosión del rock nacional, con la llegada de la nueva trova cubana... Una vez le preguntaron a Silvio Rodríguez cuál era el artista argentino más popular en la isla, y cuando todos esperaban que dijera "Mercedes Sosa", dijo "Pimpinela". Hubieron desmayos generales, gente que se tiró por el balcón, otros que salieron a quemar sus discos (risas).
-¿Cuál fue el lugar más extraño en el que se presentaron?
-LG: En Melilla, al norte de África, ¿no? Una colonia española que está a orillas del Mediterráneo. Las mujeres estaban en una tribuna, con sus burkas, los hombres en otra y yo estaba convencida que me iban a cagar a balazos, que me iba a atravesar un sable... "¡Estos tipos, cuando me vean gritar de esta manera, me matan!", pensaba.
-JG: Había una ambiente denso, medio que queríamos acortar un poco el show, hacer un twist, cualquier cosa con tal de no hacer enojar a nadie.
-Saliendo de lo musical, este año el Hogar Pimpinela para la Niñez cumple 20 años... ¿qué les ha dejado esa iniciativa solidaria?
-LG: El hogar fue creciendo como nuestra carrera, paso a paso, con muchísimo trabajo, sacrificios y esfuerzos. Es un hogar donde viven los chicos, muchos de ellos con problemáticas muy serias, y en estos últimos años la problemática se ha ido complicando más, han cambiado las leyes... Entonces hay que estar actualizándose constantemente y prepararse para sentarse frente a un juez y saber qué se le puede exigir en nombre del menor. No se trata de poner un cheque por mes y ya está, si no de poner el cuerpo.
-¿Cuántos chicos pasaron por el hogar?
-LG: Más de 350 chicos, todos ellos salieron en adopción. A veces nos sentimos agobiados, cansados, pero después vemos a dos hermanitos que se van con un matrimonio que estuvo 8 años esperando para adoptar, y te das cuenta que todo ese esfuerzo tuvo sentido.
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