Joan Manuel Serrat y sus primeras visitas a la Argentina: de los carnavales del gran Buenos Aires a la pantalla de Pipo Mancera
Más de cinco décadas de relación con el público local: el cantautor catalán comienza el sábado una serie de cinco shows con los que se despedirá definitivamente de los escenarios de nuestro país
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“Cuando hacía los carnavales y había muchos asaltos, iba con un empresario que tenía un guardaespaldas apodado ‘Peligro’. Por eso yo viajaba por el Gran Buenos Aires con Peligro [hace una pausa y se ríe por su propia humorada]. Por el 71 o 72 se hacían cinco o seis clubes por noche. Ibas de Luján a Berisso, y de Comunicaciones a San Lorenzo”. La frase surge de una charla de Joan Manuel Serrat con LA NACION de hace veinte años, en Barcelona. En ese momento “El Noi del Poble Sec” presentaba en su tierra las versiones con orquesta de su muchos de sus clásicos. Serrat sinfónico se llamó el espectáculo que había estrenado en el Palau Sant Jordi de Barcelona y que meses después había traído a la Argentina, como tantos otros de sus shows que pudieron ser apreciados por el público local desde principios de la década del setenta. En aquella entrevista aclaró que no había elegido un repertorio de grandes éxitos, sino aquellas canciones que funcionaban bien en formato sinfónico. Con todo, debió hacer un trabajo retrospectivo que lo llevó, con el show a punto de estrenarse, a recuerdos de sus estadías en nuestro país. Esos primeros recorridos por bailes de carnaval o hasta el día que debió parar un concierto por una amenaza de bomba.
“Amigos de las Argentina, soy Juan [sic] Manuel Serrat. Espero estar el próximo sábado, a través de Canal 9, en el programa Sábados de la bondad. Un abrazo a todos y hasta pronto”. Ese fue el primer contacto que el catalán, con su nombre castellanizado, tuvo con el público local. Un spot televisivo, en blanco y negro, de pocos segundos que promocionaba su visita. Era 1969 y Serrat venía de participar en el IV Festival Internacional da Canção Popular de Río de Janeiro, con el tema “Penélope”, que ganó el premio a mejor letra, música e interpretación. En Chile se le abrieron las puertas de salas como el Teatro Municipal de Santiago y en la Argentina, los canales de televisión. Luego de ese paso por Sábados de la bondad, que conducía Héctor Coire, en sus siguientes visitas tuvo un lugar especial en el programa Sábados circulares de Pipo Mancera. Gracias al carismático showman de aquellos años, Serrat podía cantar desde sus temas que ya se convertían en éxitos hasta declamar a la velocidad de un rayo complejos trabalenguas en catalán: «setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat», algo así como «dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado». Franquismo, pena de muerte y reivindicación de la cultura catalana en una frase que tenía más valor simbólico y político que literal.
Serrat fue siempre una opinión política que se expresó desde su propia voz o a través de grandes poetas y aquello nunca le impidió abordar temas menos coyunturales en canciones como “Señora”, en los 70, o “No hago otra cosa que pensar en ti”, una década después. En esas actuaciones que comenzaba a dar en la Argentina podía combinar temas con profundidad social que, a su vez, ya tenían escalafón de hits, con piezas apenas conocidas, ya que originalmente había compuesto y grabado en catalán, como “Cançó per a la meva mestra”. Y de ahí, otra vez a la pasión por la canción testimonial, con “El niño yuntero”, de Miguel Hernández, que Serrat había musicalizado y grabado en su disco de 1972 que le había dedicado al gran poeta de Orihuela. “Es un poema cargado de ternura hacia estos pequeños, hacia estos niños que con el primer rayo del sol salen al campo con su yunta de mulas o de bueyes, y con una vara en la mano para señalarles el camino, procurando que cada surco sea lo más de derecho posible y lo más cerca posible del que hicieron antes. Esos niños, que como él mismo dijo [Hérnandez]: nacen más humillados que bellos”. Serrat ya en ese momento se sentía como en casa, con sus grandes éxitos o con esos estrenos que no tenían nada de complacientes con el público. Se daba el lujo de cantar este tipo de canciones, que no eran las más habituales en los programas ómnibus, con algunos repertorios que todavía conservaban un halo del furor nuevaolero. Esto cantaba Serrat en el programa de Mancera: “Me duele este niño hambriento, como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento, revuelve mi alma de encina. Lo veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y declarar con los ojos, que por qué es carne de yugo”.
Mancera, que se mostraba como un verdadero fan del Nano, le seguía el rastro. Serrat se llegaba de Mar del Plata (porque la noche anterior había dado un show allí) a Buenos Aires, para actuar en Sábados circulares, pero antes había pasado por San Lorenzo, donde debía dar una actuación. Pipo mandó una cámara para seguirlo.
Serrat andaba por aquí a sus anchas -como se solía decir en una época-. No por presumido sino por haber empatizado de tal manera con el público argentino que comenzó a absorber como esponja la cultura local y a entender las cuestiones idiosincráticas. Se sintió tanguero antes de pisar Buenos Aires porque su padre lo era. Incluso, un día le contó que había visto a Gardel en un local del Barrio Chino de Barcelona, en Can Peret. “Yo siempre le creí, porque mi padre no decía mentiras”. También formaron parte de su mundo el fútbol local, las carreras de caballos y la política. Hasta escribió un tema llamado “La Montonera”, que nunca grabó pero que circuló en una versión pirata donde predijo la relación entre los apasionados jóvenes y su viejo líder. Algún costo tuvo que pagar. Porque no estuvo exento de tener que desalojar un teatro donde se encontraba cantando, por miedo a la explosión de una bomba.
¿Alguna vez tuviste miedo?, se le preguntó en aquella charla, de 2003 en Barcelona. “Sí. Bueno, incluso también en la Argentina he pasado por situaciones peligrosas. Las he descubierto después de que hubieran ocurrido. Sólo el entusiasmo y el sentimiento magnífico de la indestructibilidad juvenil te permiten circular por situaciones sin que se te paralice el cuerpo”. ¿Como en 1972, cuando pusieron bombas en un teatro de Buenos Aires donde estabas actuando? “Pero no me enteré qué sucedía. Sólo me hicieron parar el concierto. Creo que este tipo de situaciones ocurría con cierta normalidad. Compañeros míos en la Argentina han sufrido violencias directas”.
En 1975 Serrat actuó por última vez en la Argentina hasta el regreso de la democracia, en 1983. En realidad, volvió algunos meses antes de la salida de los militares del poder. Regresó en medio del clima preeleccionario que se vivía. Dio varios recitales en el Gran Rex y por la alta demanda de entradas también se programaron cuatro funciones en el Estadio Luna Park. La del 15 de junio hasta se pudo escuchar por radio, excepto algunos temas que no se pudieron irradiar por la censura que todavía estaba impuesta.
Casi una década después, otro de sus conciertos memorables fue el que ofreció en la Plaza de los dos Congresos. “Nano, querido, el pueblo está contigo”, le gritaba la gente, apenas comenzado su recital. Y Serrat respondía: “Ya me doy cuenta, y uno no sabe cómo agradecer tanto cariño”. Calcularon que esa noche hubo 200.000 personal en el show del catalán.
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