Joan Manuel Serrat emocionó a su público en la primera de sus cinco noches en el Movistar Arena
En el marco de la gira de despedida El vicio de cantar, que ya pasó por Rosario y por Córdoba, el entrañable artista catalán realizó la primera de sus cinco funciones porteñas
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Joan Manuel Serrat. Músicos: Ricard Miralles (piano, arreglos y dirección), Josep Más Kitflus (teclados), David Palau (guitarra), Ursula Amargós (viola y voz), Vicente Climent (batería), Rai Ferrer (contrabajo) y José Miguel Sagaste (vientos). Sala: Movistar Arena. Gira: El vicio de cantar (Serrat 1965-2022). Próximas funciones: 20, 25, 26 y 29 de noviembre. Nuestra opinión: muy bueno.
El grupo que acompaña a Joan Manuel Serrat toca los últimos compases de “El carrusel del Furo” y el protagonista de la noche toma la palabra (hablada, no cantada). “El Furo era mi abuelo”, dice por si acaso. Por si alguno de los que fueron a ver el primero de los conciertos porteños de su gira de despedida no supiera de quién se trata. Entonces cuenta detalles del apodo que llevaba su abuelo y dice que, por esas cosas de la vida, no hay rastros legales de su existencia. Su fe de bautismo y su libreta de casamiento desaparecieron en el incendio de la iglesia del pueblo. Ni sus restos han quedado: “porque los franquistas lo fusilaron y tiraron su cuerpo por un barranco”, dice el Nano con un dolor que no se lo ha quitado ni la cantidad de funciones que ya ha hecho de este espectáculo. Porque la gira comenzó hace rato y tienen todavía muchos conciertos por delante hasta el último show que dará en Barcelona. Y seguramente haya contado esa anécdota muchas veces, pero el dolor (ese que se mezcla con la bronca) no se le quita de la cara. Y el público lo percibe.
El vicio de cantar (Serrat 1965-2022) , esta gira con la que le dice adiós a los escenarios, es la representación de muchos Serrat o la construcción del artista hecho a partes: el cantante, el compositor, el buen profesional de la música capaz de dar un show impecable y el catalán que ha puesto su vida artística en retrospectiva y allí, además de canciones, han aparecido su padre, su madre y su abuelo, que, además, hace una visita fugaz en “Cançó de bressol”: “Canción de cuna que entonces ya me hablaba de mi abuelo que duerme en el fondo de un barranco, de un camino polvoriento, de un cementerio blanco, y de campos de uva, de trigo y de olivos, de una virgen en una cima, de caminos y atajos, de todos tus hermanos que mataron en la guerra”. Hay, también, una necesidad de futuro. Porque aunque no haya evidencias de la existencia de su abuelo, Serrat dice: “El Furo existe en esta canción”. Y por supuesto que en este espectáculo están sus “lucías”, sus “señoras” y sus “penélopes”; y esos políticos con lo que tiene “algo personal”, y esa celebración de la vida llamada “Hoy puede ser un gran día” o “Fiesta”.
Cuando no se quiere decir que una persona es vieja se busca algún eufemismo que no evita la sorna: “Está grande”, es uno de ellos. Serrat no está grande por viejo sino por la grandeza de su obra y por la estatura artística que ha alcanzado a los 78 años. Por el caudal de su voz, el recurso de la media voz (que es todo un sello de su personalidad como cantante) y los floreos que siempre fueron tan singulares. No tiene necesidad de dejar los escenarios. Pero es su buen tino el que lo ha guiado hasta este tour de despedida. Cuando su voz está en buenas condiciones. Y cuando ha alcanzado con el paso de los años y de los conciertos una buena habilidad extra como “estandapero” que hace reír al público; cuando tiene detrás de sí a una banda que suena muy bien y con el sello de su director musical, Ricard Miralles, con una fuerte personalidad como arreglador. No se puede pretender que este espectáculo ofrezca arreglos modernos, de esta tercera década del siglo XXI, porque eso sería caer en una falsa postura. Y hasta en la caricatura. Incluso, fue Serrat quien dijo en conferencias de prensa de esta gira, con estas o con otras palabras, que es producto de un momento, de un tiempo.
Sí hay actualidad en los comentarios que hace entre un tema y el siguiente. Esos que hablan tanto de la canción como transmisor de emociones, o de los personajes de esas canciones, que tienen la cualidad de no envejecer. Ya con la lengua picante hablará de la realeza británica, a la que es capaz de aborda con profunda acidez e ironía. Cuando vuelve a concentrarse en el repertorio de la noche le dedica unos minutos a temas como “Nanas de la cebolla” (música de Alberto Cortez sobre un poema de Miguel Hernández) para luego cantarla con toda su maestría. “Nanas...” es uno de los momentos más intensos y profundos de este espectáculo. Algo similar sucede cuando llega el turno de “Romance de Curro El Palmo” y con su toque intimista.
En cada uno de los recitales que tiene por delante en el Movistar Arena presentará cambios de repertorio. En el primero eligió una pieza de Atahualpa Yupanqui. Serrat dice que conoció el tango gracias a su padre pero que tiene más afinidad con el folklore de la Argentina. Por eso optó por una yupanquiana y hasta tuvo la originalidad de no caer en los temas más interpretados (”El arriero”, “Piedra y camino”, entre tantas) sino en una menos conocida, “Vendedor de yuyos”. Más allá de los cambios o los agregados que pueda hacer en cada función, los públicos de los próximos shows pueden esperar clásicos como “Hoy por ti, mañana por mi”, “De cartón piedra”, “No hago otra cosa que pensar en ti”, “Tu nombre me sabe a yerba”, “Es caprichoso el azar”, “Cantares”, “Aquellas pequeñas cosas” o “Mediterráneo”.
La miseria del mundo, el amor, los personajes eternos y la calidez de la buena música se alternan durante las de dos horas y media de concierto. Y también las bromas. Serrat dirá que ese no es su último concierto. “Pero si no llego ustedes podrán decir: ‘yo estuve allí, yo lo vi caer’ y con los boletos podrán certificar sus presencias”. También dirá que quiere que la despedida sea con alegría y que, aunque la gira se llame “Por el vicio de cantar...”, podría llamarse “Serrat se despide aunque no le creo”. Pero, como entona en una de sus canciones, “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
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