Jimena Barón: el disco que salió luego de “muchas frustraciones”, el apoyo de su hijo y de su novio y su nueva pasión
Luego de un impasse en su carrera musical, la cantante y actriz regresó con una propuesta innovadora y con el Mala sangre Tour que tendrá fechas en Buenos Aires y el interior del país
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Después de tres años de introspección, Jimena Barón presentó Mala sangre, su tercer álbum, un proyecto que integra la actuación, el baile y la música: es un álbum visual, una película completa que consta de doce capítulos y ya tiene tres shows pautados para el 13 de junio en el teatro Ópera porteño, el 30 de junio en Espacio Quality de Córdoba y el 1° de julio en el Teatro El Círculo (Rosario).
Cuando en 2017 Barón decidió lanzarse como cantante y presentar su primer single, “La tonta”, nadie podía anticipar la popularidad que tendría su música. Tampoco que el despecho y las heridas de sus relaciones amorosas no solo iban a convertir a sus canciones en éxitos sino que iban a enarbolarla a ella como un símbolo de empoderamiento femenino. En 2019, ya más focalizada en su faceta musical, Barón se transforma en J- Mena, su nuevo nombre artístico. Fue el momento del impacto de “La cobra”, que lideró los rankings y las plataformas digitales con millones de reproducciones. El aislamiento por la pandemia la impulsó a componer Mala sangre, el nuevo disco, que finalmente sale a la luz.
Los doce videoclips fueron rodados en San Emilio, un pueblo de la provincia de Buenos Aires de tan solo 142 habitantes, que toca las fibras más sensibles de Barón. En aquella localidad vivía su abuela y es allí donde atesora los mejores recuerdos de su infancia. Con letras directas y descarnadas, en diálogo con LA NACION, J-Mena confiesa que su disco es su “diario íntimo” y que revela detalles autobiográficos.
-Mala sangre condensa varios estilos. Exploraste sonidos nuevos respecto a tus álbumes anteriores. ¿Estás buscando tu lugar en la industria?
-Mala sangre es un proyecto que tiene más de tres años. Me encantaría decir que tuve una visión sobre este proyecto pero la verdad que no la tuve. Fue un disco que salió de mucha frustración y de muchos errores. La primera canción se llama “Maldita apuesta” y es de 2020. La compuse en el medio de estar haciendo otro disco que era el que yo creía que tenía que hacer. Una noche de bastante vino aparece “Maldita apuesta” y Mauro De Tomasso, el productor del disco, me dice: ”Me parece que habría que hacer esto”. Esa era la voz interesante y por ende... había que hacer otro disco. Y así fue. Encontré un sonido más argentino, más arrabalero. Algo que tiene que ver con el sonido que exploré con “La cobra” que al final no terminó siendo como yo pensaba. Yo no quería que “La cobra” fuera reggaetón, tenía una propuesta más rara pero no era mi momento de ofrecerlo. “La cobra” la llevamos a Miami con John the producer, que la terminó transformando en un hit al que se le dio un sonido más comercial. Ahora que yo siento que ya me instalé con “La tonta” y “La cobra”, me permito decir: “Esto lo voy a hacer como yo quiero”. Ya les hice caso hasta acá y “La tonta” tiene un sonido súper pop y “La cobra” tiene un sonido muy del momento en el que salió, y en este tercer disco me despojé de los sonidos que funcionan y de “lo que había que hacer” y dejé que mi voz, la letra y la música sean protagonistas. Que la producción venga después y que respete lo que yo estoy contando y cantando. No quería que un beat me compita con la historia. Porque este es un disco de historias. Además quise explorar cosas. En “Este diamante es una bachata” llamé a un bandoneonista para armar algo tanguero y que después arranque la bachata; hubo mucho experimento. Fue un disco caprichoso que ofrece bachata, folclore, tango, murga. Cada canción se impone con su personalidad, quedó un disco muy argentino y atemporal, como muchas canciones que yo sigo escuchando de Los Auténticos Decadentes o de Andrés Calamaro. Hay grandes discos que no quedaron en una moda. Acá también estuvo la intención de no fijar el disco a una moda y esa misma intención la trasladamos a la parte audiovisual: que no se vea una moda en el vestuario, que sea una producción que perdure, que quede en el tiempo.
-Juntaste dos pasiones, el canto y la actuación.
-Extraño mucho actuar. Cantar me daba esta posibilidad y un poco me saqué las ganas con esta peli-disco. Igual cuando me pongo a analizar me doy cuenta que la actriz siempre estuvo: cuando hice “La cobra” y “La tonta” me armé dos personajes. A veces armar un personaje es una manera de protegerse. La actriz me ayuda mucho incluso a la hora de presentarme arriba de un escenario porque los vivos me aterran y cuanto más cuento me arme me resulta mucho más fácil estar en escena.
-Sos una y a la vez muchas: la tonta, la cobra, la empoderada y la vulnerable, la valiente y la nostálgica que recuerda sus veranos en San Emilio...
-Yo conozco muy bien mis facetas (ríe), pero a la vez no soy muy consciente de eso. Por ejemplo, cuando estaba en pleno éxito de Los Roldán, me fui a vivir a Nueva Zelanda, a ser cajera de supermercado ¿Por qué? Porque sí. Necesito cambiar, soy geminiana y me aburro, me canso. Cuando estoy en un momento de mucha exposición y popularidad necesito retirarme porque me harto de mí misma. Ahora arranqué la gira del disco pero también estoy estudiando Historia del Arte en Bellas Artes, necesito distintos escapes. Antes de quedar en el casting de El faro y empezar como actriz yo hacía taekwondo, básquet, crochet, cocina. Soy una persona muy curiosa a la que le gusta hacer muchas cosas a la vez y es verdad que tengo muchas facetas. Creo que este álbum engloba un poco todo eso.
-Cuando empezaste tu carrera como actriz en El faro tenías 9 años, la misma edad que Morrison hoy...
-Yo hoy, por más pasión que tenga, no permitiría que mi hijo a los 9 años trabaje. A la vez siento que el trabajo me salvó la vida. Tuve una infancia diferente y algunas cosas complicadas. Yo me preocupo por dedicarle a Momo espacios para que disfrute de su niñez, porque después hay tiempo para dejar de ser un niño para siempre. No sé cuál será el futuro de Momo. Yo me recuerdo a esa edad y el mundo artístico me encantaba y estaba dispuesta a sacrificarme. Para grabar El faro falté al colegio tres meses y mandaba por fax la tarea. Cuando actuaba en Gasoleros no podía ir a los cumpleaños de mis amigos. Más allá de la edad y que a Momo le divierte actuar, no lo veo que esté dispuesto a hacer esas cosas. Además es un genio de las matemáticas -que de mí no lo heredó para nada- y es bastante estudioso. En mi caso, cuando apareció la actuación yo supe que no iba a haber otra cosa más importante en mi vida.
-De la Jimena Barón que con 9 años actuó en El faro y empezó a tener reconocimiento como actriz hasta tu reciente álbum Mala sangre hay varias vidas: cambios físicos, personales, vocacionales. ¿Pensás que te podes saturar de la exposición artística y alejarte de las cámaras?
-Me fui un año a Nueva Zelanda en pleno éxito y llena de propuestas laborales porque necesitaba ser una persona normal y que nadie me conozca. Después conocí al papá de Momo y no lo dudé: me fui dos años a acompañarlo a Europa donde no me conocía nadie. Y encuentro mucho disfrute en eso. En pandemia me fui nueve meses de las redes y para hacer este disco -la última vez que hice un show fue hace cuatro años- y eso también fue porque encontré placer en no exponerme con todo lo que amo también después hacerlo. A mis casi 36 años, para mí es tan importante estar como no estar. Es un laburo muy narcisista: el pelo, el maquillaje, la ropa, un montón de gente que trabaja para vos, la única indispensable sos vos. Yo misma cuando salgo mucho en tele digo: “¡Ay, qué pesadilla esta mujer!” y necesito alejarme. Hay mucho ego del artista de siempre querer estar en la revista, en la tele. A mí eso me gusta si tengo algo que contar, como el lanzamiento de mi disco y si no, me gusta desaparecer y estar en casa estudiando, cocinando, tejiendo. Me fascina tener la posibilidad de hacer esto y también tener una pata afuera de la fama. Hay algo de eso que todavía me incomoda. La gente piensa que yo soy una diva pero yo no me siento diva. Me gusta proponerme lugares y momentos de sentirme normal.
-No solo la gente te ve como una diva, también como un emblema del empoderamiento femenino...
-Soy muy impulsiva. Recién ahora estoy tratando de tener filtro antes de hablar y así y todo muchas veces digo sin filtro lo que pienso. No es mi sello premeditar mucho las cosas. Con “La tonta” conté algo que me estaba pasando, muy al principio de esta ola del feminismo y no salían a bancarte rápido. Me banqué mucha crítica y que me juzguen un montón. Creo que si sacaba ese tema hoy hubiese sido distinto, sin tanta crítica. Así y todo hoy sale el tema de Shakira hablando de Piqué y le llueven las críticas porque tiene hijos. Nadie piensa que fue a España a acompañar al padre de sus hijos que terminó llevando una amante a su casa. Yo creo que sus hijos van a estar orgullosos de que su madre retome su carrera, la de una de las mujeres más exitosas de la historia de la música. Desde afuera, yo veo que ella se dejó apagar un poquito para acompañar a este hombre deportista- obviamente la historia me cala profundo- pero se sigue juzgando si estuvo bien o mal en hacer la canción . Detrás de esa canción hay una mujer contando algo que le pasó que es muy fuerte: con dos hijos chicos y en un país ajeno. A mí me resulta fácil de empatizar pero es muy difícil que no te tilden de quilombera que ventilás lo que te pasó. Hoy en día está más de moda tratar de empatizar porque todavía no es lo mismo ser mujer que ser hombre.
-En el álbum hablás del amor romántico, del desamor, del amor a un pueblo, a la infancia, a tu hijo, ¿Qué es el amor para vos?
-Es todo lo que vale la pena. En esta película que es Mala sangre Momo trae la felicidad. Cuando el enano nació me siguieron pasando cosas en la vida pero ya no está la opción de derrumbarse del todo. Tenés que armarte porque hay un nene que te está mirando con sus ojos gigantes con todas las ganas de reírse y de vivir. Además, a mí me parece que la vida está buenísima. Me pasaron muchas cosas -no solamente si me separé de tal o cual-, tuve una infancia caldeada, un padre que se fue y que nunca estuvo muy interesado en verme, lo busqué yo en mi adolescencia. Sanar cosas y acomodarlas también es el amor. El enojo de “La cobra” es necesario pero también es necesario dejarlo ir, estar en armonía y volver a confiar. Este disco me engancha en una relación. En el estreno estaba de la mano de Momo y de mi novio, los dos me sostenían y eso significó un gran proceso personal. Estoy orgullosa de mi misma.
-¿Por qué usás el apellido de tu mamá?
-En El faro le dije a mi mamá que quería llevar su apellido porque ella se había quedado siendo mi mamá y era la que me estaba dejando hacer esa película siendo yo tan chica. Le dije: “Yo quiero ser Jimena Barón porque vos sos la que está conmigo”. El apellido de papá es Pérez Guevara y hace no tanto me enteré que el apellido original es Pérez Pirán. Una tatarabuela mía, como su marido le fue infiel, se enojó tanto que decidió cambiarse el apellido: decidió que el apellido familiar iba a ser Pérez Guevara para borrar a su marido de la historia. Tengo una historia de mujeres fuertes en mi familia ¿no?
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