Jean Michel Jarre: "Hacer música es como cocinar"
Con gafas oscuras, campera deportiva y en pose canchera, Jean-Michel Jarre parece más el clubber VIP de una disco en Palermo que uno de los padres de la electrónica ambient. Jarre iba a debutar en Buenos Aires el pasado noviembre pero su primer encuentro con el público porteño se demoró aún mas. Finalmente será mañana y en el Luna Park donde el francés muestre su álbum más reciente, Oxygene 3, junto a otras piezas de su extenso repertorio. Sin quitarse las gafas, Jean-Michel se apasiona al hablar de este show, con grandilocuente sonido y proyecciones, a la usanza de sus clásicas performances y de sus inicios en los años sesenta como alumno de Pierre Schaeffer, el padre de la música concreta. De él Jarre aprendió a capturar y emular sonidos naturales para realizar sus tempranos frescos sonoros.
"Pierre Schaeffer fue el padre de todo", corrige Jarre, enfático, en diálogo con La Nación. "De chico aprendí música clásica en el Conservatorio de París y empecé a tocar en bandas de rock, cuando me interesé en el procesamiento de sonido, cosas como hacer sonar instrumentos al revés, revirtiendo la reproducción de las cintas. Así fue como llegué a Schaeffer, en 1968, quien me hizo rebelar contra las estructuras académicas e incluso las del rock. Me dio vueltas un concepto suyo, el de que la música no está hecha de notas sino de sonidos, de modo que podés salir a la calle a grabar ruidos y hacer música con eso. Yo soy de Lyon, un centro gastronómico mundial, así que emparenté sus conceptos con la cocina. Hacer música es como cocinar, podés manipular frecuencias, alturas sonoras. Podés samplear el sonido de un contexto y trasladarlo a otro. Y eso fue una revelación; cambió mi vida hasta el día de hoy".
Jarre usó esos conceptos para trabajar con Alfred Tomatis (autor del Efecto Tomatis, un método usado en musicoterapia) recreando el sonido del feto en la panza de la madre para estimular a chicos autistas y esquizofrénicos. Por la misma época, notaba que grupos británicos como Soft Machine llegaban por el lado de la intuición a un grado de experimentación similar al de sus estudios con Schaeffer. En el intento por recrear esos experimentos en un punto accesible al gran público registró Oxygène, en 1976, su primer álbum clásico. El disco suena contemporáneo de grupos alemanes instrumentales como Tangerine Dream, pero Jarre asegura que la influencia fue nula.
"No había tanto contacto con la música de otras regiones de Europa", dice. "Recuerdo que cuando escuché Autobahn, de Kraftwerk, pensé que era una banda de California que imitaba a los Beach Boys cantando en alemán (risas). Mi mayor influencia en aquella época era la música clásica y la música para films. La banda sonora de 2001 (Odisea del espacio) tuvo un enorme impacto en mí, y yo siempre vi a mi música como la banda sonora para la película que el oyente desea imaginar. Pero nunca trabajé para el cine. Mi padre (el célebre Maurice Jarre) fue un gran compositor de bandas sonoras y tuvimos una relación muy difícil; mientras yo estudiaba en Europa él vivía muy lejos, en los Estados Unidos. Para mí, el cine era territorio suyo, por eso siempre me rehusé a componer para películas".
La entonces insólita presentación del álbum Equinoxe (1978) en la Place de la Concord parisina, con proyecciones sobre los edificios de la ciudad, sentó el gustito de Jarre por los mega conciertos. Pero según él, aquel evento fue un hecho accidental, para nada planeado, como sí lo serían sus sucesivos shows.
"Fue una experiencia extraña", recuerda. "Yo quería probar cómo era dar un show en un contexto distinto al de una sala de conciertos, y eso involucraba las proyecciones, porque toda mi vida me interesó lo visual. Conseguí potentes equipos de iluminación que habían utilizado los alemanes y los franceses en la Segunda Guerra Mundial. Y fue gracias al boca a boca que llegaron un millón de personas. No fue un evento promocionado; la gente simplemente venía porque había escuchado hablar de la música, del gran concepto. Y después muchas personas empezaron a pedirme que siga haciendo ese tipo de shows".
Según el músico, por esa razón viajó a hacer grandes conciertos conceptuales en China y Houston (este último, vinculado a la conquista espacial), cuando en realidad hubiera preferido tocar en Nueva York o Los Ángeles. Por eso mismo, también, se demoró tanto la llegada a Sudamérica de este ícono de la música futurista: "En el pasado hubo proyectos para hacer recitales en lugares como La Patagonia o la Isla de Pascua, pero por diversos motivos se tuvieron que cancelar. Ahora decidí hacer esta gira debido al intenso feedback de fans de la Argentina y del continente".
Equinoxe fue el segundo álbum clásico de Jarre. Totalmente hecho con sintetizadores que emulaban sonidos de la naturaleza, varias partes de la obra, que fueron usadas en spots televisivos, pueden sonar familiares para cualquiera mayor de cuarenta.
"De algún modo, la idea surgió tras un encuentro con Federico Fellini", cuenta Jarré. "Él me decía que odiaba al océano y al mar, por eso quería recrearlos en un estudio, usando ventiladores, pintura y alfombras de hule; esa era su idea del mar. Me pareció muy interesante y pensé que sería bueno recrear el sonido del viento, del trueno. Era el reverso del sampler, era recrear sonidos naturales con máquinas."
En cambio, Zoolook (1984) fue creado con el primer instrumento cercano a un sampler contemporáneo: un teclado Fairlight. "Significó un regreso a mis raíces, a mi educación con Schaeffer", dice Jarre. "Con Peter Gabriel vimos las primeras demostraciones del Fairlight. Podías hacer cosas como grabar a tu perro y usar los sonidos del ladrido en otro contexto. Pero entonces también me puse a estudiar lingüística. No lo hice para aprender el significado de las palabras sino su fonética. Así, sonidos como el bajo o la batería podían hacerse con samplings vocales. El Fairlight fue el corazón de Zoolook, porque lo que antes hacía con cintas pasó a hacerse dentro del instrumento."
Una rareza del repertorio Jarre es Waiting for Cousteau (1990), el homenaje al explorador del mar y la vida acuática que fuera amigo del músico francés. El disco reproduce la sensación de estar sumergido varias leguas al fondo del mar, en una especie de Nautilus cibernético, y la experiencia de traslación no parece muy distinta a la de esperar un vuelo en Music for Airports, de Brian Eno. Jarre niega toda relación; recuerda que la música ambient precede a Eno y ya estaba presente en Ravel, Debussy, Terry Riley, el gamelán indonesio y hasta el canto de los pigmeos.
"Se trata de estirar mucho una idea musical, llevar algo de dos minutos a que dure cuarenta", dice. "La idea de Waiting for Cousteau fue la de reproducir algo acuático, pero también hubo motivos egoístas. Yo siempre envidié a la gente capaz de leer o trabajar mientras escucha música. A mí no me pasa, porque si escucho música entro a analizarla y no puedo concentrarme en otra cosa. Pensé, ¿qué clase de música puede permitirme escribir o leer al mismo tiempo? Y entonces hice este disco para mí (risas). Es una música que me permite relajarme y trabajar."
En el año 2000, Jean-Michel Jarre desorientó a sus fans lanzando un álbum de música electrónica: Métamorphoses. "Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que pasé mi vida contradiciendo a mis fans", bromea. A partir de entonces, Jarre no dejaría de incluir música digital, vagamente bailable, en sus discos. "En los años noventa, la electrónica dejó de ser algo de nicho para aparecer en todas partes", dice. "Es que la electrónica le brinda independencia al músico. Si retrocedés a los tiempos de Mozart, podías ser un genio, pero necesitabas a un editor o a alguien con mucho dinero para contratar a una orquesta."
Jarre sabe que la tecnología también tiene un lado oscuro, y para hablar sobre eso invitó a Edward Snowden, el informante y ex empleado de la CIA, para expresarse libremente en el track "Exit" de su penúltimo álbum, Electronica 2: The Heart of Noise (2016). "Cuando leí sobre Snowden me hizo recordar a mi madre, que luchó en la Resistencia durante la Segunda Guerra", dice. "En algún momento las comunidades deben alinearse para resistir al poder, que es lo que hizo Snowden. Para mí, él no es un traidor sino un héroe, porque hizo cosas para mejorar a su país. No hay que olvidarse de que todos los progresos sociales se hicieron en contra de la ley imperante." Jarre viajó a Moscú para conocerlo, y quedaron en que resumiría lo que hizo con su música como fondo. "Cuando toco "Exit" en vivo se proyecta un video suyo; es uno de los momentos más poderosos y emotivos de esta gira", finaliza.
Jean-Michel Jarre. Hoy, a las 21, en el Luna Park
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