Janis Joplin y la historia de “Mercedes Benz”: la improvisó en un bar, fue la última canción que grabó y pasó a la historia por su paradójico destino
La improvisó en un bar de Los Ángeles y ese mismo día la estrenó en un show en el Capitol Theatre de Nueva York. Dos meses después la grabó azarosamente y murió a los tres días de dejarla registrada para siempre como un hito.
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Más allá de que haya sido James Dean -como se suele creer- o Humphrey Bogart en la era dorada del cine noir -como ocurrió en realidad- quien lo pronunció, el famoso consejo “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver” fue cumplido a rajatabla por Janis Joplin. Su trágica muerte, de la que se cumplieron 53 años el 3 de octubre, la ingresó de inmediato al trístemente célebre “club de los 27″ al que ya pertenecían otras fulgurantes estrellas de rock como Brian Jones y Jimi Hendrix. Nueve meses después de Janis se sumaría a ese colectivo necrológico Jim Morrison, a quien alguna vez esa mujer impulsiva, charlatana, provocadora, dulce, rabiosa y valiente le había partido un porrón de cerveza en la frente como corolario de una discusión.
Janis fue ante todo una artista singular. Su carrera fue veloz e intensa, con particularidades hasta último momento, como lo prueba el caso de “Mercedes Benz”, una canción con una gran historia detrás que quedó eternizada como la última que grabó la formidable cantante texana. Y que curiosamente es a capella, algo que podría haber conspirado contra su popularidad pero no lo hizo: es un tema muy conocido de su repertorio y está hoy mismo entre los diez más escuchados en su perfil de Spotify.
Joplin lo grabó en Los Ángeles, donde trabajaba en las sesiones de un disco que terminó siendo póstumo, Pearl (1971) y también, muy probablemente, el mejor de su corta carrera: había encontrado una excelente banda de apoyo, la Full-Tilt Boogie Band, que anticipó lo que después desarrolló Tom Petty con sus Heartbreakers, una interpretación de altísimo nivel sin manierismos innecesarios. Pearl tiene superclásicos como “Me and Bobby McGee” y “Cry Baby”. Y Janis estaba en un momento extraordinario como cantante, era un escándalo de expresividad y sentimiento, había procesado muy bien toda la información sobre la rica historia del blues que empezó a consumir con fruición desde esos años de su adolescencia en los que descubrió a Leadbelly y a “La Emperatriz” Bessie Smith. Y ya era un ícono de rebeldía femenina y hasta un modelo a imitar para muchas jóvenes de una época en la que ser hippie también implicaba un look, el de Janis.
La muerte de Joplin, rodeada desde siempre de misterios, estuvo relacionada con su adicción a la heroína, eso sí es cierto. Pero también con algo de lo que se suele hablar bastante menos cuando se reseña la época en la que ocurrió, unos años en los que las compañías discográficas querían exprimir al máximo el crecimiento del mercado del rock y obligaban a los artistas a editar dos discos por año. Una vez acabado un álbum, venía una gira, por lo general con mucha carga de kilómetros y muchos conciertos apretados en una agenda que también prescribía el trabajo en la composición del próximo disco. Tanto ajetreo acumulado, los viajes extenuantes, la convivencia grupal permanente y la presión por pensar en canciones nuevas mientras recién se les estaba dando rodaje a muchas otras provocó un ola de estresados. Naturalmente, el rock implica también mucha vida nocturna. En todo ese contexto, no fue sorpresivo que los artistas recurrieran a distintas drogas para sobrellevar un ritmo infernal, casi inhumano.
Janis ya había tratado de escapar de su adicción a la heroína yéndose de viaje a la Amazonia brasileña. En 1970 estaba de vuelta en Estados Unidos, decidida a mantener sólo al tabaco y el alcohol como amenazas latentes para su salud -está claro que una limpieza total no cuadraba con su volcánica personalidad-, y se comprometió a fondo en la grabación de Pearl, con el que se había propuesto volver al alto vuelo de su magnífico debut, Cheap Thrills (1968), después de un segundo disco un poco menos inspirado, I Got Dem Ol’ Kozmic Blues Again Mama! (1969).
El trabajo en estudios estaba pautado en medio de una gira agotadora que incluía un concierto en el Capitol Theatre de Nueva York, un lugar importante por su capacidad (casi dos mil personas) y su valor simbólico: por allí pasaron Pink Floyd, Grateful Dead, Johnny Winter, Parliament-Funkadelic, Talking Heads y David Bowie. Antes del show, Joplin fue a tomar una copa a un bar de Port Chester, muy cerca del teatro, con Bob Neuwirth, cantautor, productor, artista visual, amigo de Bob Dylan, y dos actores muy conocidos en Estados Unidos, Rip Torn y Geraldine Page.
Janis estaba fascinada con Michael McClure, un poeta de la generación beatnik que había sido uno de los cinco que llevaron adelante una célebre lectura pública en la Six Gallery de San Francisco, en 1955. Entre ellos también estaba Allen Ginsberg, otro ícono de la contracultura norteamericana. El personaje Pat McLear de la novela Big Sur, de Jack Kerouac, estaba inspirado en McClure. Todos datos que alimentaron el interés de la cantante por su obra. Y fue justamente un verso de una canción suya -también era dramaturgo y compositor- el que disparó la creación de “Mercedes Benz”. Janis lo tenía repiqueteando en la cabeza y, ya entonada después de unas copas, se animó a improvisar ahí mismo, en ese bar lleno de ruido y de gente, una letra para una canción interpretada a capella y en una especie de estado de trance. Neuwirth fue previsor: anotó esa letra en unas servilletas que conservó hasta su muerte, en 2022.
Fue el improvisado ensayo previo de lo que quedaría grabado dos meses más tarde, en octubre de 1970, como track número 8 de Pearl, un tema tan desnudo como la versión original, sin acompañamiento instrumental y con la potencia necesaria como para convertirse en un mito. Para algunos allegados a Joplin -lo han dicho más de una vez- fue un ejercicio de experimentación poética sin mensaje político alguno; para muchos historiadores musicales es una crítica directa al consumismo. Bobby Womack, figura de la música negra, asegura en su autobiografía que en realidad Joplin escribió la letra después de dar un paseo con él en su Mercedes Benz 600, que había podido comprar gracias a unas jugosas regalías. Cada cual hará la interpretación que más le resuene, en cualquier caso.
Lo cierto es que “Mercedes Benz” tiene un evidente tono satírico. Janis le pide a Dios una prueba de amor material: ella quiere una buena noche en la ciudad, un televisor a color y un Mercedes. Si los milagros existen, que esos deseos se cumplan más temprano que tarde. Pero no hubo mucho tiempo para eso: tres días después de haber registrado la canción, la última que grabó en su vida, en una sola toma, Joplin murió de una sobredosis de heroína.
La había cantado el mismo día de su imprevista creación en aquel bar, en el show del Capitol. Y muy pronto, apenas comenzado, después de ser ovacionada por los dos primeros temas, “Tell Mama”, con el que había abierto para dejar sentada su profunda admiración por Etta James, y “Half Moon”. Después de presentar en sociedad “Mercedes Benz”, le contó al público su origen y le agregó un dato de color: “Ni siquiera es todavía una canción, y de alguna manera se la debo a los Beatles. Estaba con unos amigos en un bar de aquí cerca, pusieron “Hey Jude” en la rockola y la cantamos a los gritos. Después estaba tan motivada que se me ocurrió hacer la letra de ‘Mercedes Benz’ y cantarla allí por primera vez. Esta es la segunda.”
Las casualidades siguieron marcando el recorrido de este emblemático tema. La grabación de “Mercedes Benz” no estaba planeada para la jornada en la que fue registrada, que sería la última en un estudio de Joplin. Empezó a funcionar mal una grabadora y hubo que detener el trabajo por un rato. Janis no era una persona paciente, sino más bien ansiosa e inquieta. Se quedó en la pecera y ahí se largó a cantar la toma que por fortuna quedó guardada en una cinta de reserva que tenía el técnico Paul Rotchild, otro indiscutible protagonista del suceso. Siempre hay alguien atento e intuitivo en los estudios de grabación, sobre todo con artistas del calibre de Joplin.
El azar quiso que ese momento atípico quedara sellado en la historia de la música popular cuando John Byrne Cooper, road manager de Joplin, encontró el cuerpo sin vida de la joven artista en la habitación 105 del Landmark Motor Hotel, que se había transformado, gracias a su cercanía con los estudios, en un favorito de músicos como Jim Morrison y Joe Cocker.
Para ser una anomalía, “Mercedes Benz” mantuvo después de la muerte de Janis una sorprendente vigencia: la versionaron con estilos y enfoques muy divergentes Elton John, Taj Mahal, The Supremes, Gilby Clarke y Celeste Carballo. Y en la década del 90, en una de esas parábolas cargadas de ironía del destino, la poderosa compañía alemana Mercedes Benz compró los derechos de la canción para usarla en comerciales de la marca. Eso sí que hubiera hecho gritar con furia a Janis Joplin.
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