Janácek y la melodía de las palabras
Por Pola Suárez Urtubey
Atrás quedaban la Gran Moravia del siglo IX, la epopeya husita de comienzos del XV, la batalla de la Montaña Blanca (s. XVII), las revoluciones... Pero toda esa historia, de alguna manera, se resumía en la verdad cotidiana de un pueblo fuerte; de un pueblo poeta y músico, guardián de su identidad, al que su más genial compositor, Leos Janácek, de cuya muerte se cumplen 80 años el próximo martes, debía inmortalizar en el siglo XX.
La historia de Moravia tiene que ver, y mucho, con la trayectoria que lleva a Janácek a la concreción de su obra instrumental y vocal, producto de sus estudios etnológicos, que incluyeron rigurosas, sabias y pacientes investigaciones en el campo de la filología y la sociología de su pueblo. Es posible que no exista un caso igual, en terreno operístico, de relación entre el natural acento de la palabra y la entonación de la lengua con la música, como el que se da en sus obras.
Esto lo lleva a sumergirse en una corriente realístico-popular, como lo refleja su ópera Její pastorkiña ( La hija adoptiva ), luego conocida mundialmente con el nombre de Jenufa , al tiempo que se ubicaba entre los mayores científicos en la investigación de las ciencias humanas, que lo llevó a acceder a la presidencia del Comité para el Canto Popular en Moravia y Silesia (1905) y, después de 1919, de la sección de Brno del Instituto del Estado para el Canto Popular, luego Instituto de Etnografía y Folklore de la Academia de las Ciencias.
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A partir de Jenufa , estrenada en 1904 en Brno, el compositor puede evolucionar del realismo rural a la estética impresionista, primero, y luego hacia un expresionismo acusado. De tal manera, la vanguardia musical europea se enriquece con su ciclo de canciones El diario de un desaparecido , las sátiras de las dos Excursiones del Sr. Brucek y sus óperas Katia Kabanova , que es uno de sus más profundos dramas sociales; El caso Macropulos , de un trágico fatalismo, y De la casa de los muertos , inspirada en Dostoievski, donde alcanza, a través de la locura como protagonista, el vértice de su expresión dramática.
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Hay razones que explican la circunstancia de que el estilo de Janácek sea a tal punto intransferible. No se trata sólo de la atmósfera morava; sucede también que el compositor buscaba la manera de expresar a través de la música todas las circunstancias de su vida, desde las más intrascendentes hasta aquellas que revistieron una excepcionalidad tan perturbadora como la muerte de su hija.
Es que Janácek realizaba observaciones sobre los influjos psíquicos del lenguaje. Se trataba más que de la explotación mecánica de motivos corrientes del habla, de realizar la transposición en música de toda la agitación que invade al individuo en el momento en que se expresa. He aquí al autor: "En la época de composición de Její pastorkiña yo bebía, literalmente, la melodía de las palabras (...) Yo experimentaba una alegría silenciosa ante la belleza de estas melodías, la justeza y la fuerza de su expresión. Es que me era posible llegar a la mayor profundidad del alma de la persona que escuchaba hablar a través de la música de las palabras".
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