Jairo: "París es una ciudad que deja marcas"
Ya instalado en el país, el cantante habla de sus tiempos europeos y de su nuevo espectáculo, Jazziro
La historia empezó el año pasado. Minino Garay, percusionista argentino radicado en Francia desde la década del noventa, le propuso a Jairo armar un espectáculo de jazz con el pianista francés Baptiste Trotignon. Lo bautizaron Jazziro y decidieron hacer una prueba en el Maipo. El resultado fue tan bueno que terminaron grabando un disco que será editado en octubre de este año y armando una gira por la Argentina que tendrá su parada porteña mañana, a las 21, en el Teatro Coliseo.
El trío, que cuenta con el bajista cordobés Carlos Buschini como invitado, ya pasó el mes pasado por el Auditorium de Mar del Plata, estuvo esta semana en el Quality de Córdoba y el Teatro Municipal de Río Cuarto y llegará el sábado a Rosario para presentarse en el Auditorio Fundación Astengo. "La verdad es que cuando arrancamos no sabíamos qué podría pasar, si esto funcionaría o no -revela Jairo-. Lo del Maipo fue una prueba de fuego. Lo llamamos a Lino Patalano y nos dijo que tenía dos martes libres, que podíamos hacer dos shows. Los hicimos y fue un éxito total. La gente que trabaja en el teatro me decía que si seguíamos, podíamos hacer quince más. Tal fue la repercusión que tuvimos. A los artistas nos pasan cosas inesperadas más de una vez. Me ocurrió algo parecido cuando en los años setenta hice el disco con poemas de Borges."
En Jazziro, el repertorio base son canciones francesas de jazz (de Jacques Brel, George Brassens, Charles Aznavour y Christophe, entre otros), pero también hay algunas zambas argentinas que, asegura Jairo, "se adaptaron perfectamente al proyecto": "Balderrama", del Cuchi Leguizamón; "Zamba del romero", de Rolando Valladares; "Alfonsina y el mar", clásico de Ariel Ramírez y Félix Luna, y "Zamba para no morir", de Hamlet Lima Quintana.
"El jazz siempre estuvo muy presente en mi vida –señala el cantante cordobés, que en junio de este año cumplirá 67 años–. Mis charlas musicales con Daniel Salzano, compositor con el que trabajé muchísimo, solían terminar en el jazz, que era un género que lo fascinaba. De hecho, publicó un libro de poesía titulado Canciones que escribí para que tocara Jelly en homenaje al pianista estadounidense Jelly Roll Morton."
–¿Exige un entrenamiento especial cantar este repertorio?
–En mi caso, a pesar del paso del tiempo, la voz no ha sufrido muchas variaciones. Creo que eso tiene que ver con la preparación que hice durante mi adolescencia. Estudié canto cinco años seguidos y eso me dio un entrenamiento vocal muy importante. En Francia también entrené la voz con una profesora de canto lírico. Incorporé técnicas de respiración que son fundamentales para un cantante. Así que me siento muy seguro.
–Usted tiene una trayectoria de más de 45 años. ¿Aún tiene cuentas pendientes?
–Sí, siempre hay cuentas pendientes, pero no pienso mucho en eso, no las tengo presentes. Aparecen cosas como este proyecto relacionado con el jazz y las hago con mucha dedicación. A veces se me ocurren cosas demasiado complejas, que requieren mucho tiempo de trabajo. Tengo desde hace rato la idea de hacer un disco con canciones de amor de Schumann, y lo voy a hacer. Ya estoy trabajando en eso, tengo el material y estoy haciendo las traducciones. Quiero salir del formato de la música clásica, pero sin desnaturalizar los temas. Yo estudié canto con composiciones de Schumann y Schubert, entonces los conozco perfectamente. También me han propuesto más de una vez que grabe un disco de tangos. Yo sé que no soy un cantante de tangos, aunque me gusta mucho el género, pero sería un trabajo placentero, creo.
–¿Añora algo de su vida en Francia?
–Muchas cosas. París es una ciudad que deja marcas. Pero volví porque no quería tener acá lo que había logrado allá. Siento que estoy en este mundo para cantar, es lo que sé hacer, lo que me apasiona. Lo de Francia fue asombroso: llegué, hice un programa de televisión, saqué un disco y de inmediato tuve una repercusión enorme, imposible de calcular previamente. En 1977 hice un espectáculo con Susana Rinaldi en el teatro Olimpia de París y las críticas fueron excelentes. Recién había terminado mi contrato con la discográfica con la que trabajaba en España, que no me quiso acompañar en la aventura francesa. Creo que se equivocaron (risas). Con todo el respeto que me merece el mundo del espectáculo de España, el país que de algún modo me dio mi primer espaldarazo, la verdad es que Francia tiene otra envergadura. El camino es más sinuoso, más complicado, pero si te va bien, el eco es muy potente.
–¿Quién le sugirió ir a París?
–Fui para hacer este espectáculo con Susana Rinaldi en el Olimpia, un lugar que tradicionalmente presentaba artistas franceses y había decidido abrir la programación a músicos de otros lugares del mundo. Estuvieron Vinicius de Moraes con Toquinho y María Creuza y después estuvimos nosotros. Eran ciclos de dos semanas. El Olimpia es un templo por el que pasaron los Beatles, Ella Fitzgerald y Frank Sinatra, así que imaginate lo que era para mí estar cantando ahí a los 28 años. Y me fue tan bien que me quedé. Firmé un contrato con una discográfica francesa y a los seis meses ya había vendido 800.000 copias. Al año y medio estaba presentando un programa de televisión al que venían los cantantes más importantes de la chanson française. Todo fue muy inesperado y muy fuerte. Y la relación sigue, recibo mensajes todo el tiempo e invitaciones para giras, pero no las hago porque ya me cuesta mucho pasar tanto tiempo lejos de mi casa. Sólo voy para algún programa de televisión.
–¿Se queda en la Argentina definitivamente entonces?
–Sí, me quedo. Ya estoy instalado acá. No quería volver como esos jugadores veteranos, golpeados, que vuelven en el ocaso de su carrera. Volví íntegro, con las facultades vocales intactas, digamos. Y fue muy lindo lo que pasó, porque la gente de Argentina respondió muy bien, siento que mi imagen está muy arraigada, afianzada. Tengo un público muy fiel y me mantengo activo. Cada dos años, más o menos, edito un disco con canciones nuevas que siempre representan desafíos para mí. En Propio y ajeno (2014) hice temas de Leonardo Favio, Palito Ortega, Joan Manuel Serrat y María Elena Walsh, todos artistas muy diferentes. Y ahora me di el gusto con el jazz. Es linda la sensación de poder hacer lo que uno quiere.
Las buenas ideas de Minino Garay
Radicado en Francia, fue el ideólogo del proyecto
- Nacido en Córdoba y radicado en Francia hace años, Minino Garay ha trabajado con muchos artistas de la escena del jazz francés. Tiene, al margen de sus colaboraciones como percusionista para otros artistas, su propia discografía (el último álbum hasta la fecha es Vamos, donde también toca el pianista Baptiste Trotignon).
- Él es el ideólogo de Jazziro y está muy feliz con la actualidad del proyecto: "El show en Mar del Plata fue impresionante. El proyecto ya empieza a tener la madurez deseable, ya estamos mucho más sueltos. Y Jairo está increíble, confirma en cada concierto lo que pensaba de él. La reacción del público fue muy alentadora, muy emotiva. Creo que el próximo paso es girar con este espectáculo por toda América latina. Lo convoqué a Jairo porque para mí es el único latinoamericano que tiene la capacidad de cantar en francés en un alto nivel. Vivió en Francia y cantó con gente como Gilbert Becaud y Charles Aznavour. Son antecedentes que no tiene cualquiera".
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