Jack White, el alquimista que define el nuevo mapa genético del rock
Falta apenas poco más de una hora para que Jack White cierre oficialmente la cuarta y última jornada de la edición 2018 del festival Lollapalooza Chicago, pero a pesar de ello, Lalo Medina, histórico y elegante road manager del músico, nos abre la puerta del camarín con una sonrisa amplia y confraternidad latina. De riguroso traje, camisa y corbata negros (uniforme para toda la crew de White por estos días), Medina lleva de aquí para allá su sombrero "a lo Elvis Costello", mientras maneja los detalles de todo lo que rodea al misterioso mundo de Jack. "Enseguida viene", dice, y confirmando su fama de tener absolutamente todo cronometrado, antes de que pase un minuto la última estrella de rock que parió la escena norteamericana atraviesa la puerta de esta pequeña, desangelada y desamueblada sala de backstage.
Sí, Jack White viste de negro de pies a cabeza, incluyendo sus anteojos redondeados. Sí, su rostro es tan pálido como uno podía imaginar después de haber consumido sus videos y la gráfica de estética refinada que lo acompaña desde los años "rojo y blanco" de The White Stripes. Y sí, su metro noventa de estatura le sienta tan bien a su culto de muchacho retraído como a su condición de "gigante" de la industria del entretenimiento moderno. ¿Cómo se prepara para salir al ruedo la última estrella del rock mundial? "En algún punto, bastante temprano en mi carrera, creo que aprendí a..., probablemente la mejor palabra sea transformarme mientras camino hacia el escenario. O quizá sea media hora antes del show que empiezo a transformarme en algún otro tipo de personaje. No es que me convierto en un personaje irreconocible, que imposta otra voz o se disfraza, pero sí tiene que ver con intentar no ser uno mismo, salir de mi propia mente y cuerpo, y tratar de ser alguien nuevo. A veces veo actuaciones de otros artistas en las que están hablándole al público, relajados, pero yo no podría hacer algo así", dice.
Desde su aparición a fines del siglo pasado, con The White Stripes (el dúo que compartía con su exesposa Meg White), el músico que recuperó la imaginería del rock en el nuevo milenio construyó su propio universo a base de pequeñas grandes partes de mundos diferentes: estética refinada y honestidad blusera, amor por lo vintage con la vista puesta en el futuro, motor analógico y carburador ciento por ciento sanguíneo, marketing y rock and roll.
Este año White editó su tercer álbum solista, Boarding House Reach, probablemente su trabajo más oscuro y experimental, en donde se quitó la piel analógica y valvular que lo trajo hasta aquí, para jugar el juego del "corta y pega" digital. Rock progresivo, hip hop, espíritu jazzero, spoken words, guitarras funky, blues, country y sintetizadores deformes aquí y allá utilizados con estilo hacen de Boarding House Reach uno de los mejores discos de 2018. Una obra lúdica y creativa, con el sello inconfundible de la gran guitarra del siglo XXI.
"Son las canciones más difíciles que hemos ensayado para una gira", certifica White. "Hay samples, baterías electrónicas, el disco tiene muchos arreglos complicados. Definitivamente es un álbum muy diverso y para tocarlo en vivo hay que memorizar muchas secciones, pero cuando uno las memoriza, de alguna forma se olvida todo lo difícil y sale algo nuevo", agregó.
En escena, el nuevo show de Jack White es tan arrollador como melodramático y aquella dificultad de las canciones de la que habla el guitarrista deviene en brutal instrumentación a cargo de una banda todoterreno: Dominic Davis (bajo), Carla Azar (batería), Neal Evans (teclados y samples) y Quincy McCrary (teclados). "Es maravilloso trabajar con él", dijo recientemente Azar, la baterista que viene trabajando con White desde su primer álbum solista, pero que hoy es parte esencial de su grupo. "Creo que es una de las pocas personas que podría inspirarme lo suficiente como para alejarme de mi banda Autolux por un segundo. Jack no tiene miedo. Para mí, eso describe a la perfección con qué le gusta trabajar. Parece que no tiene el chip de la conciencia mientras se encuentra en medio de la creación de música. Esa cualidad es increíblemente poderosa". White le devuelve los elogios: "Ella ataca estas canciones de una manera novedosa y genial. En serio, es completamente temeraria".
–Participaron muchos músicos en el disco, ¿cómo fue el proceso de grabación?
–Algunas cosas estaban demeadas en un departamento que alquilé, como si fuera un adolescente. Empecé a escribir las canciones por mi cuenta en ese apartamento, hablando sobre mí, con el equipamiento técnico de cuando tenía 15 años. Después fui a Nueva York y me junté con ese grupo de músicos, la mayoría de hip hop y soul, y luego fui a grabarlo a Los Ángeles, con toda otra banda, la mayoría que no conocía, excepto Carla (Azar), la baterista. Fue difícil, había temas con tres o cuatro baterías y ahí fue cuando los puse en el Pro Tools y fue más complicado aún. Una canción como "Corporation", duraba 25 minutos, era una zapada con doce músicos que luego debía pasarla a tres minutos.
–¿Y cómo hacés para mantener una identidad, cuando incorporás tantos elementos diferentes a tu música?
–Uno tiene que encontrar su propio camino. Yo pienso en que te dicen sentate y tocá el piano y cuando abren las cortinas tenés que hacer tu trabajo, por más que tengas enfrente a mil personas ciegas, mil ciudadanos adultos o cuatrocientos niños. Yo me planteo ese tipo de escenarios bizarros, me gusta imaginarme cada situación y poder así llegar hasta el que está enfrente.
Fotos no, por favor
"Quiero que la gente viva el momento. Es gracioso que la forma más fácil de rebelarse hoy es decirle a la gente que apague sus celulares. Si tu teléfono es tan importante para vos que no podés vivir sin él por dos horas, entonces no sé... Quizá sea tiempo de ver a un terapeuta", opina. Con estas palabras White defendió una "innovadora" idea que llevó a cabo durante esta gira: la utilización del servicio ofrecido por Yondr en todos sus conciertos, que consiste en que las personas deben meter sus celulares dentro de una funda que bloquea la actividad del teléfono y casi todas sus funciones mientras esté dentro del show.
Mantener la atención de su público parece toda una obsesión para White. "Tuve que aprender a participar en este tipo de shows, en festivales como este (en referencia al Lollapalooza). Al principio no me gustaba para nada. Me juraba no volver a hacerlos, me decía que no eran para mí, que yo no era el tipo para esto. ¡Ojalá fuera Freddie Mercury! Pero a través de los años aprendí a aceptar el desafío y a adquirir algunos trucos para resolver el asunto y poder mantener la atención del público", expresa.
White no recuerda demasiado de su psicodélico show con The White Stripes en Puerto Iguazú, Misiones, en 2005, pero concede que le gusta mucho Buenos Aires, "porque tiene una gran influencia francesa en su arquitectura. Es como que uno está en otro mundo, una combinación de diferentes universos del diseño", y que le entusiasmaría volver, pero no en el marco de un festival, como lo hizo la última vez (en el Lollapalooza de 2015, jornada en la que dejó una postal única para la historia: su encuentro arriba del escenario con el mismísimo Robert Plant, interpretando "The Lemon Song", de Led Zeppelin).
La noche anterior a la entrevista con White, a escasos cuatrocientos metros del Grant Park de Chicago, donde se celebró el Lollapalooza, Buddy Guy, con sus 82 años, subió por enésima vez al escenario de su propio club de blues, Legends, para improvisar junto a una ignota banda amiga de la casa. ¿Se imagina White un futuro similar para sí, tocando en su Third Man Records (disquería, sello, local de música en vivo y estudio de grabación que posee en Nashville)? "Bueno, siendo un artista hoy, uno tiene la referencia de gente que rompió el molde en otro período: Bob Dylan, Neil Young, The Rolling Stones. Todos ellos nos mostraron qué es lo que podés hacer cuando seas más viejo. Creo que cuando los Rolling Stones o The Who o todas esas bandas comenzaron, no tenían en mente hacer rock hasta los 50, pero ahora ellos tienen 76 años o algo así y podés ver cómo Young o Dylan se mantienen haciendo diferentes estilos".
1. Al rescate del vinilo. En la última década hizo de todo por revalorizar el formato: lanzó un simple de vinilo dentro de globos de helio que cayeron azarosamente en los patios de su ciudad; marcó un récord Guinness al grabar e imprimir el disco más rápido del mundo; inventó el Ultra LP (con tracks ocultos, temas que se escuchan en diferentes velocidades y otros chiches) y hasta recuperó una cabina Voice-o-Graph (suerte de cabina telefónica/estudio), donde Neil Young grabó un álbum.
2. Marketing y estética. Desde aquel rojo y blanco identitario de The White Stripes (con influencias del movimiento holandés De Stijl y sus líneas, planos y cubos) hasta los tonos azules de su etapa solista, el músico siempre estuvo detrás de cada detalle estético de su marca. A esto le sumó un intuitivo sentido del marketing para coronar cada uno de los lanzamientos de su sello/disquería Third Man Records y un uso por demás inteligente de misterio en torno de su icónica figura.
3. Las mujeres al frente. En 2012 fue acusado de "misógino", pero lo cierto es que White siempre estuvo acompañado por mujeres: formó The White Stripes junto a su exesposa Meg White; produjo el álbum que reposicionó a la estrella de la música country Loretta Lynn; tuvo su propia banda formada exclusivamente por mujeres, The Peacock; le dedicó su disco Blunderbuss a tres pioneras feministas de los Estados Unidos y, entre muchas otras, grabó con Beyoncé.
4. Soundtrack de los mundiales. Tanto en Brasil 2014 como en el más reciente Rusia 2018, la banda sonora indiscutida de ambos mundiales de fútbol fue su himno-hit más popular: "Seven Nation Army", grabada con The White Stripes en 2003. En Río lo coreaban las hinchadas, mientras que en Moscú ya directamente pasaban el tema por los altoparlantes antes y después de los partidos. "Como compositor es lo mejor que te puede pasar. El tema se convirtió en folclore porque la gente lo adoptó".
5. Pasión por el blues. Melómano empedernido, White ha hecho más por popularizar la cultura blusera que muchos de los artistas más tradicionales del género. No solo le imprimió frescura (su música siempre sonó a "blues del futuro"), sino que se dedicó a rescatar las raíces del blues a través de reediciones de clásicos, documentos sonoros de los inicios del blues, en las décadas del 20 y del 30, y un par de covers de Blind Willie McTell y Son House grabados con The White Stripes.
6. Disquería retro-futurista. En 2001 creó su propio sello/disquería, Third Man Records, pero recién ocho años más tarde abrió las puertas del local, en Nashville, cuna de la música norteamericana. Desde allí se convirtió en el impulsor número uno del regreso del formato vinilo a la escena, cuando todavía nadie en la industria apostaba ni un centavo por ello, y al mismo tiempo grabó, produjo y les ofreció un lugar para tocar a cientos de bandas jóvenes y originales que no encontraban su lugar.
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