Iván Noble se confiesa: cómo pasó de ocultar a disfrutar y cantar los temas de Shakira, Rosana y Bebe
Liliana, madre; Zita y Angélica, abuelas, y María y Anita, madres de éstas, son las cinco integrantes del árbol familiar que Iván Noble eligió, en retratos, para ilustrar la tapa de su nuevo disco, Mujer&Ego, una recopilación de once canciones que escribieron y popularizaron autoras e intérpretes femeninas en distintas épocas.
El álbum "no es de mujeres sino desde ellas", señala el exlíder de Los Caballeros de la Quema, que hace propias melodías que "envidia" y que lamenta que no fuesen suyas. El nuevo trabajo abarca versiones de baladas como "Me voy", de la mexicana Julieta Venegas o "Moscas en la casa", de Shakira; letras inmortalizadas en voces icónicas como la de Chavela Vargas con "Que te vaya bonito", y temas que conmueven al músico, como "Canción de caminantes", de María Elena Walsh; "Una canción diferente", de Celeste Carballo o "Cuanto más me sujetas", de Bebe.
A sus 51 años y después de haberle cantado él mismo al desamor –"tal vez demasiado", acota–, Iván Noble deseaba incursionar en canciones ajenas. Con grandes recuerdos de los años que ocupó en la primera línea del rock, el cantante reconoce que el tránsito a su etapa solista –que ya suma 15 años– fue al principio complicado. "Después te acomodás y te das muchos más permisos", valora. Sobre su presente y antes del show que dará el 7 de diciembre en el Teatro Ópera para presentar su nueva producción, habló con LA NACION.
–¿Cómo surgió la idea de interpretar canciones popularizadas por mujeres?
–Por primera vez, después de muchos años de hacer canciones mías, tenías ganas de hacer foco más en mi condición de intérprete que en la de compositor y de ponerle una impronta personal a canciones de otros. El primer boceto incluía temas de varones, pero no me parecía muy arriesgado versionar a Sabina o a Charly, se podía caer de maduro. Con las canciones de mujeres era distinto. Había otra distancia artística que tenía que sortear. Estamos acostumbrados a escuchar canciones de varones en voces de mujeres pero no tanto al revés. Y quería un disco de temas que me hubiera gustado escribir a mí.
–Se llama Mujer&Ego, ¿cómo llegaste al título, a ese concepto?
–El título medio que es un chiste. Es como una deconstrucción de "mujeriego", pero en realidad nace de que son canciones de mujeres y de que, para hacer un disco ajeno, después de veinte años haciendo mis temas, lo primero que tuve que hacer es sacarme de encima el ego.
–Las cantantes que elegiste abarcan distintos estilos y generaciones. Está Chavela Vargas, con "Que te vaya bonito". ¿Fue un desafío desprenderte de la interpretación descarnada de esta gran voz a la hora de interpretarla?
–En todas fue un desafío correrlas de la versión original, pero hay canciones y voces que son más emblemáticas. Para versionar a Chavela había dos caminos: o caricaturizar la cosa mejicana o llevarla al sonido más de rock y blues. A mí me recordaba a canciones como de Pescado Rabioso, como a esa candencia. Lo bueno fue que, como fueron músicos norteamericanos los que tocaron las canciones y no las conocían, no tenían proximidad con las originales.
A Shakira la versioné gracias a mi exmujer (Julieta Ortega). Cuando la conocí, ese disco sonaba todo el tiempo en su casa y yo no me daba permiso a decir que disfrutaba de ese disco, pero me gustaba
–Escogiste canciones con letras de desamor y otras más optimistas: de Natalia Lafourcade "Para qué sufrir" y de María Elena Walsh "Canción de caminantes", que nos dice: "dame la mano y vamos ya". Sos un confeso melancólico pero, ¿te sentís hoy más identificado con las letras que denotan cierta esperanza?
–En todas las canciones que elegí necesitaba sentirme involucrado, como si las hubiese escrito yo. pero fueron por distintos motivos. La de María Elena tenía que ver con el espíritu de época, con la necesidad de esto de que "todo se derrumba pero vamos con todo igual". La canción de Celeste (Carballo) me hacía acordar a mi adolescencia porque escuchaba muchísimo ese disco. A Shakira la versioné gracias a mi exmujer (Julieta Ortega). Cuando la conocí, ese disco sonaba todo el tiempo en su casa y yo venía de mi época rockera de esplendor y no me daba permiso a decir que disfrutaba de ese disco, pero me gustaba.
–Shakira, Julieta Venegas, Rosana, artistas que sonaron muchísimo cuando vos también estabas en lo alto con Caballeros.
–Sí, eran parte del inconsciente colectivo radial y yo lo tenía, pero era el cantante de una banda de rock y no era fácil decir: qué linda canción ésta de Rosana. A los treinta años sos cantante de una banda de rock que, en ese momento, era algo muy fuerte y, por lo menos para mí, era difícil darme permiso de gustar públicamente de esas canciones. Ahora me ‘ne frega’ lo que puedan decir. Eran canciones que me gustaban y algunas me ponen la piel de gallina.
–También hacés tu propio recitado de los versos de Mario Benedetti popularizados por Nacha Guevara en "De qué se ríe". ¿Qué te atrajo de ese texto del poeta?
–Que podría haber sido escrito hace unos días. Esa canción, ese disco, Nacha canta a Benedetti, lo tienen mis viejos en vinilo y lo conservo. Era parte de la banda de sonido de los sábados a la mañana en la casa de mis viejos. Cuando le comenté este proyecto a mi vieja, me dijo: "¿Te acordás de que cuando eras chiquito te gustaba la canción del "ministro" de Nacha Guevara?" Y tenía razón. Entonces volví al disco y la incluí. De las canciones que no fueron escritas pero sí interpretadas por mujeres también valoro el espíritu de época absoluto.
–Entre las voces más frescas y actuales a las que homenajeás está la de Loli Molina. Desde los tiempos de Caballeros a esta parte, ¿qué ha cambiado en el rock argentino?
–Cuando empecé mi carrera solista me alejé bastante del rock como consumidor y como frecuentador de bandas; como un tipo que se muda de país y no sabe qué está pasando. No estaba al tanto de las nuevas olas y eso siguió pasando durante muchos años hasta que mi hijo empezó a crecer; pero él escucha trap.
–¿Te gusta el trap?
–Estoy tratando de no cargarme de prejuicios. Al principio me chocaba mucho, incluso a nivel sonoro, pero a medida que mi hijo me fue mostrando a artistas de acá y de afuera, empecé a entender que, como todo género, tiene sus exponentes más interesantes y otros que menos. Hay pibes de acá de veinte años que están mostrando cosas que, si se desarrollan, van a estar buenas. Pero soy un abuelo opinando sobre eso y lo asumo.
–¿Qué recuerdos conservás de Caballeros?
–Hermosos recuerdos. Hemos logrado, en estos dos años y medio, tocar tres veces, y cada una fue muy emotiva. Si bien el tiempo "hermosea" los recuerdos, ésta era la oportunidad de comprobar si todavía había cierta ligazón con las canciones y anclaje emocional nuestro y de la gente con canciones que ya tienen más de veinte años. Y sucedió.
–¿Barajaste la vuelta alguna vez?
–No. Creo que Caballeros no va a volver a ser nunca más una banda permanente. Desde que nos separamos pensé que nunca más íbamos a estar juntos como banda en la ruta y sigo pensando lo mismo. Lo que sí cambió es que estos encuentros puntuales sirvieron para clausurar querellas personales y discusiones musicales, y entonces somos una banda que, quizás, de vez en cuando aparece y toca. Un poco como hacen los Cadillacs. Si la ocasión se presenta y nos parece una buena idea, nos juntamos en una sala de ensayo tres o cuatro semanas a full, como hicimos, termina el show, nos damos un abrazo, se va cada uno a su casa y no hay planes hasta que vuelva a verlos.
–¿Cómo se fue desarrollando tu etapa solista?
–Ya tengo más años como solista (15) que como cantante de Caballeros (12). Por supuesto que lo de Caballeros fue enorme y difícilmente deje de ser el excantante de Caballeros. Con esa idea me reconcilié absolutamente. Los primeros años me enojaba y quería que la gente le diera bola exclusivamente a lo que estaba haciendo y decía: "Basta de pedirme temas de Caballeros". Eso duró tres o cuatro años, que además fueron muy duros, porque diría que los primeros dos discos solistas vos todavía no tenés las suficientes canciones como para un show. El tránsito a solista cuando venís de una banda que tuvo su importancia es complicado. Después te acomodás en un lugar muy satisfactorio desde lo artístico, en el que no pedís más permisos y en el que podés hacer esto: un disco de mujeres o acústico o con músicos de jazz. Hacés lo que querés, a sabiendas de que el espacio que ocupan los solistas, por lo general, carece de la "mística" de las bandas, y del rito y el fanatismo. Es un público más reducido; el de bandas es distinto: necesita la mística, la leyenda, el fervor, el pogo, la transpiración. En mi carrera solista hubo un momento de quiebre en el que dije: no necesito eso. Necesito hacer el disco que quiera y que venga la gente que quiera. Son shows en teatros y el disfrute pasa por otro lado. Ahora ya tengo un repertorio personal en el que hay más canciones mías que de Caballeros.
–Hablabas de mujeres, de las mujeres en la música. ¿Qué opinás de lo que está ocurriendo con las voces femeninas en la calle con la ola feminista?
–Es una época necesaria, urgente, con las dificultades que las urgencias suelen suponer. Es tan urgente lo que pasa que yo elijo por ahora priorizar lo absolutamente necesario, que es la lucha por la igualdad de derechos, la visibilización de la violencia de género. Prefiero dejar a un costado los bemoles del discurso y de cierta radicalización, que es lo que menos me interesa. Trato de desmalezar entre las voces que escucho, algunas que me parecen interesantísimas y otras no, como pasa en cualquier movimiento urgente.
–¿Te hace pensar a veces en cosas que no estaban buenas?
–Claro. Tenés que revisar conductas, ritos, costumbres. Hay que revisar mucho. Pero tampoco quiero sobreactuar eso, porque soy un tipo criado en una adolescencia en los 80, nacido y crecido en una sociedad heteropatriarcal. Aún así, no hace falta demasiado para entender que es absurdo seguir discutiendo sobre los reclamos básicos de lo que ocurre. Tiene que ocurrir. Después, si querés hay una discusión un poco más peliaguda respecto a los métodos. Me parece interesantísimo escuchar a Dora Barrancos, a Alexandra Kohan o a Graciana Peñafort.
–Será habitual que te pregunten por Julieta Ortega.
–¿Todavía? (se ríe).
–Ella es una cara visible de la lucha por la legalización del aborto y suele opinar abiertamente sobre éste y otros temas referentes al feminismo. ¿Qué pensás al verla en ese papel?
–Ella está muy involucrada y me consta que es muy genuino. Me genera mucho respeto verla en ese rol porque creo que, al igual que otras chicas, por una cuestión generacional y profesional podría pasar de largo y dejar esa trinchera a otras, pero pone el pecho y la palabra, tal vez con más para perder que para ganar, pero lo hace. Me parece valiente.
–En varias ocasiones, ella ha destacado lo buen padre que sos. ¿Es la paternidad el centro de tu vida?
–Sí, solo que estoy transitando una época un poco frustrante porque para mi hijo, que cumple 14, no lo es (se ríe). Es ese momento en que el amor entre un padre y un hijo es absolutamente asimétrico. Mi hijo pareciera necesitarme cada vez menos y uno hace esfuerzos denodados por acercarse generacionalmente. Hay batallas que uno libra y pierde, contra la tecnología, contra los monosílabos. Me asusta la velocidad de las cosas y no poder compartir con él cosas que pensé que se iban a compartir: música, conductas, costumbres.
–¿Cómo vivís el amor a los 50?
–Como se puede (se ríe). Con una mirada absolutamente pragmática que a primera vista puede parecer desangelada, pero que para mí no lo es. A estas alturas creo que lo más importante es la serenidad, y si eso marida con algo de pasión, mejor. Para mí, el amor es bondad. A los cincuenta, difícilmente el amor sea estar a veinte centímetros del suelo.
–Estamos a días de las elecciones, ¿pensás que va a volver a sonar "Avanti morocha"?
–No sé si "Avanti morocha", pero ojalá que cambie la canción. Ojalá que la canción no sea la misma.
–El año pasado publicaste un libro de relatos, ¿tenés algún otro proyecto en mente?
Sí, publiqué Como el cangrejo, relatos breves de una literatura cuasi testimonial y tal vez inspirado lejanamente en relatos de Sam Shepard. Quería escribir más allá de las canciones y espero que haya sido la ventana para futuros relatos. Tengo otro libro en la cabeza.
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