Ismael Serrano: “En un contexto de música urbana, ser un cantautor se penaliza”
En un mano a mano con LA NACION, a pocas horas de presentarse en Buenos Aires, el artista español habló de los desafíos de hacer música hoy, su competencia con otros géneros y la búsqueda de llevar su mensaje más allá durante los shows en vivo
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En una esquina de Palermo, en la mesa de una parrilla de esas que mezclan tradición con modernidad, Ismael Serrano disfruta de un almuerzo con amigos y compañeros de trabajo. Sentado en la cabecera, con una copa en la mano, el madrileño se camufla entre la gente como un porteño más. Y es que Buenos Aires es casi su segundo hogar, ciudad en donde nació su pareja, vive la familia de su hija y pasa parte del año.
“Están todos esos cimientos sobre los que se edifica mi relación con Buenos Aires, que son muy fuertes y muy estables porque hace muchos años que vengo. Aquí tengo las librerías a las que me apetece ir y pido que me recomienden literatura local, tengo amigos con los que nos juntamos a comer asados, voy a la casa de mi suegra a disfrutar de su pastel de carne, he pasado navidades... Cada vez que vengo tengo una sensación cercana al hogar, a sentirme en un lugar seguro, que tiene que ver conmigo”, reflexiona sobre la ciudad en donde hará dos shows este 5, 6 y 7 de agosto, en el Teatro Opera, con los que cerrará su gira por Argentina.
Seremos es una gira diferente para el cantautor español, ya que convirtió su tradicional recital en una especie de obra de teatro musical. Serrano acude a un programa de televisión para ser entrevistado. La periodista -cuya voz es la de la actriz Elena Ballesteros- y el artista tienen un pasado en común así que su diálogo aborda temas sensibles: el paso del tiempo, el éxito y el fracaso… y el amor.
-Apostás a esta mezcla entre lo musical y lo teatral... En este último tiempo también has escrito obras de teatro y llevás esos conceptos al recital ¿Qué es lo que te atrae del mundo de las tablas?
-Es verdad que hay algo que me atrapa del teatro y yo creo que es la interpretación. A mí me gusta contar historias, construir relatos y me parece que el teatro incorpora otras dimensiones y lecturas a lo musical, engrandece el espectáculo. Me divierte mucho estar, representar, jugar a hacer de otro y proyectar en el personaje cosas que no me animo a decir, porque al final uno siempre acaba interpretándose a sí mismo, al menos yo lo hago. Me permite también desplegar la canción en otras dimensiones, sobre todo porque cada vez soy mas consciente de que las canciones están en permanente construcción, con el tiempo no son las mismas que uno compone. Un ejemplo concreto de esto es “Papá, cuéntame otra vez”, que ya no puedo cantarla como el hijo que reprocha a su padre, porque tengo 48 años y mi papá 74, pero si la interpreto como un padre que se pregunta si ha construido un relato propio para contarle a sus propios hijos. El guion teatral te permite desenmadejar un poco más todos estos interrogantes que nacen, además de que ofrece al espectador una propuesta diferente, que el concierto sea algo más.
-¿Y cómo reacciona el espectador ante este concepto tan distinto de lo que es un recital tradicional?
-La verdad es que está siendo muy emocionante, porque es una propuesta que tiene sus riesgos. La gente viene muchas veces a participar activamente del show, sobre todo en mi caso que en los últimos años hice propuestas de participación activa, incluso subía personas al escenario. Ahora hay un punto en el que esa cuarta pared no se rompe hasta el final, pero es bonito cuando ves que el público se embarca en tu viaje, porque tú lo que le estás proponiendo es un viaje en el que se deben subir y dejar llevar. No es solo cantar la canción y aplaudirla, sino subirse a esa movida en donde las canciones se interpretan desde otro lugar. El teatro me permite reírme de mí mismo, deconstruir un poco mi personaje y reivindicarme. Me río del cantautor triste y melancólico, pero al mismo tiempo lo reivindico y entiendo que tiene que haber un espacio para la tristeza.
-Escribir teatro y montar una obra generalmente requiere de un estudio del personaje muy profundo ¿Escribir sobre vos y actuar de vos mismo te hace preguntarte cosas sobre tu vida y tu persona?
-Sí, tiene mucho de autodescubrimiento, pero el disco ya lo tenía a eso. Es un álbum que arranca diciendo “no soy el cantautor que vino a ordenarte la vida” y también hay una canción en donde la chica le dice al cantautor “cállate y baila” y otra en donde le plantea “cursi hasta en las dedicatorias”. Esa deconstrucción, esa búsqueda de preguntarse cual es el papel de uno en la música, está ya en el disco. En el show hay mucho de eso, porque me cuestiono si merece la pena seguir, que en el fondo es una pregunta que me hago muchas veces también, como nos hacemos todos, no porque me note en crisis creativa, sino porque todos nos hacemos esa pregunta en algún momento en el que en el que nos sentimos cansados. Yo tengo la sensación de que la carrera musical es como ir en bicicleta y es un pedaleo constante, es una exigencia permanente: si dejas de pedalear la bicicleta se cae. En mi caso tienes que estar todo el rato generando nuevos proyectos y creando, más yo que no soy un músico que suene ya en la radio.
-¿Te ves en algún momento dejando la música de forma profesional?
-No, a pesar de que me lo digo a veces, yo creo que no. La música me va a acompañar siempre. Mi trabajo es difícil, pero es mi trabajo, y está bien. Yo soy músico, no soy otra cosa, me gusta contar historias desde otro lugar. Me gusta escribir obras de teatro, novela, darle otros cauces a la creatividad, pero la música es todo lo que soy. Si me planteara dejarla, no la pasaría bien, aunque a veces resulte cansador porque es muy difícil ser cantautor hoy en día y que te digan todo el tiempo que no hay público, algo que es discutible. La gente sigue consumiendo el género, mucho menos que hace unos años cuando todo esto era un fenómeno, pero creo que eso un poco tiene que ver con una serie de prejuicios que se han instalado en torno a la figura del cantautor, de que tiene que ver con las tristeza. Hoy se ha impuesto una forma hegemónica de entender la música que tiene que ver con el escapismo permanente y cualquier propuesta que trate de profundizar en la realidad, que invite a la reflexión, cuesta aceptarla. Creo que hay un prejuicio, como hay una mirada de recelo, y no creo que venga del público sino de la industria musical y todo lo que hay en torno a ella, que tiene que ver un poco con un algoritmo construido.
-¿A qué te referís con esto?
-A que de alguna manera han construido un algoritmo casi para penalizar este tipo de contenidos, porque lo que se quiere es el consumo rápido. Lo que pretende el algoritmo es que estés en permanente búsqueda de nuevos contenidos y yo creo que a lo mejor, no lo sé, la canción de autor y la reflexión en profundidad genera otros hábitos en el oyente que no son compatibles con el modelo de plataformas de consumo de música que se imponen. Esto se ve en los videos, la mayor parte de las visualizaciones casi nunca son completas, hay como un déficit de atención, que se diagnostica como patología en los niños, pero que de alguna manera padecemos casi todos los adultos. Está estudiado que las redes sociales activan en nuestro cerebro sinopsis, que no tienen que ver tanto con las reflexión en profundidad, sino con la toma de decisiones inmediatas. Las redes sociales son un ejemplo muy claro, en el debate político sobre todo, la toxicidad de Twitter por ejemplo tiene que ver con que el debate es imposible, es absurdo. Instagram genera un espejismo que poco tiene que ver con la con la vida real. Yo creo que eso también tiene que ver con el tipo de música que se escucha, porque en el fondo el trap conecta un poco con ese espejismo, proyectamos en el género una ficción caricaturizada y lo que quisiéramos ser: el éxito como tener dinero, el derroche, el lujo, una cuestión casi infantil por así decirlo. Yo muchas veces me pregunto hasta qué punto el algoritmo no está condicionando nuestra forma de crear, porque mucha gente que crea en función de cómo va a ser etiquetada y cómo va a ser posicionada en las búsquedas.
-En tus momentos de inspiración, cuando te sentás a componer ¿Se te cruza por la cabeza hacer algo más de ese estilo comercial, por decirlo de alguna manera?
-Como experimento musical me parece interesante, además la música implica ese mestizaje y buscar quien sabe qué, pero por otro lado también me gusta reivindicar el canon. Yo no estoy en la vanguardia y la experimentación musical, pero también tengo curiosidad. A veces pienso “¿Cómo será juntarse con esta gente para escribir o con este productor para ver que resulta de una canción?”. Y también pienso en que en un momento en donde todo el mundo elude definirse como cantautor, yo lo reivindico y soy ese señor con una guitarra que sigue, porque también soy cabezón. Además hay un público para la canción, y no solo en mi caso. María Rozalén, que es una de las cantautoras más famosas de España, hoy llena estadios y es una cantante de corte muy tradicional, con canciones comprometidas y un mensaje con vuelo poético.
-¿Te inquieta que la música de autor no sea tan popular hoy en día?
-Nuestra propuesta es cada vez es más difícil. En las radios, en un contexto de música urbana, ser un cantautor se penaliza. Pero no solo pasa en la radio fórmula, sino en las propias plataformas de distribución, donde se privilegian unos contenidos y otros no tanto. Por ejemplo, en Spotify, la canción de autor tiene solo una lista de reproducción que la hace un algoritmo, a diferencia de otros ritmos que las hacen editores. Cuando preguntamos por qué, nos dicen que las audiencias mandan, y eso es bastante discutible.
25 años de carrera
-Hace un rato mencionabas que el disco comenzaba con la frase “No soy el cantautor que vino a ordenarte la vida”. ¿Qué enseñanza aprendida en 25 años de carrera buscaste expresar en ese mensaje?
-El músico en términos generales tiene un gran concepto de sí mismo y el cantautor creo que siente una especie de superioridad moral. Yo no voy a decir que no la tenga, probablemente sí, pero si se atribuye como una capacidad se sobreestima. La sensibilidad del músico es relativa, seguramente uno le pregunte a muchos sobre ciertos temas y digan un montón de gilipolleces, lo cual te termina sorprendiendo. Eso también pasa con los actores. Los cantautores somos de ponernos solemnes, de ubicarnos en el centro del relato, y a mi me divierte pensar eso, bajarlo y anunciar: “no siempre tienes la razón”. Me gusta reírme de mí.
-Seremos es tu primer álbum de estudio en mucho tiempo ¿A qué se debió ese lapsus que tuviste sin ingresar a uno?
-Venía de un período en donde hice varios discos infantiles, álbumes en vivo, en el disco de los 20 años por ejemplo hay canciones inéditas, en el medio escribí un libre de cuentos... No se debía a una cuestión de sequía inspiracional, sino que estuve en otras cosas en donde me sentía cómodo, me apetecía un poco más el show en vivo y desarrollar eso, tenía la mirada puesta en esto de la teatralización y la puesta en escena. Ahora siento que estoy en ese camino, en donde quería.
-Esto de estar adentro del mundo del teatro y crear tu shows en base a una estética teatral, ¿hace que escribas de manera diferente las canciones o no influyen nada?
-En realidad siento que hago teatro porque escribo de forma diferente las canciones, no al revés. Escribo distinto en general, porque todo va de la mano. Hay como un cuidado del relato, una conceptualización previa mayor a la que había antes, hay menos improvisación. Creo que ahora soy muy exigente y no quiero que haya ni un verso de más en una canción. Voy cuidando todo y tengo una mirada más global, pienso en el espectáculo, en la producción, antes iba solo a la canción, ahora cada tema es un ladrillo de un gran edificio.
-¿Qué has aprendido en todos estos años de carrera?
-He aprendido qué relativizar y qué no. Se que el éxito es dedicarte a la música y tener continuidad, no los números que se hacen. Cada vez que se saca un disco es como si uno tuviese que demostrar otra vez quien es, casi como volver a empezar. Hay que pensar dónde llevarlo, cómo promocionarlo, porque ya casi no hay programas de televisión en donde pueda ir a mostrar mi música y sé que no va a sonar en radios. Eso genera frustraciones y te hace sentir un poco de cansancio en la lucha, y ahí es donde tienes que entender que el éxito no es sonar en todas las radios que te gustaría, porque por ahí eso es solo una cuestión de vanidad. Con el éxito y fracaso he aprendido eso, que son dos cosas muy relativas, que entendemos por fracasos cosas que no lo son y que por lo general ni el éxito ni el fracaso son cosas definitivas.
-Por fuera de la música música, sos un artista que no suele ocultar lo que piensa...
-Sí, y soy consciente de que hacer lo que yo hago y expresarme políticamente como lo hago también tiene un precio, lo que asumo con orgullo.
-Acá en la Argentina a muchos artistas expresarse políticamente les ha costado caro, por decirlo de alguna manera, en su imagen ¿Alguna vez dudás en decir lo que sentís para que no te encasillen?
-Que yo sea fiel mis convicciones no quiere decir que no sea consciente de que eso que digo puede llevar a la polarización y ahondar en el prejuicio de ciertas personas que van a evitar acercarse a mi música. Lo que me jode es el sectarismo en el que vivimos hoy. A mi Sabina me encanta y yo no comulgo con todas sus ideas políticas, ni él con las mías seguramente, y no dejaré de escucharlo por eso. Sí creo que expresarse tiene un coste, y a veces me pregunto si merece la pena, pero por otro lado soy así ¿Qué voy a hacer a estas alturas? Desde los 20 años pronuncio lo que creo, ahora con 50 no voy a dejar de hacerlo. Hay algo que aprendes también con el tiempo y es que no tienes que gustarle a todo el mundo, intentar hacerlo es un empeño estéril. Trato de ser yo, y yo me expreso políticamente, pero eso sí, siempre desde el respeto. Incluso trato de ser respetuoso con quien opina diferente a mi y me gusta debatir con esas personas, aunque es muy difícil hacerlo, porque sobre todo en Twitter el debate se vuelve tóxico.
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