Intimidad y romanticismo
Cuarteto Petrus / Concierto inaugural del ciclo. El camino del Santo / Programa: quinteto en La mayor K 581, para clarinete y cuerdas de Mozart y quinteto en Mi menor Op 44 de Schumann / Intérpretes: Pablo Saraví y Hernán Briático (violines), Silvina Álvarez (viola), Gloria Pankaeva (violoncelo), José Luis Juri (piano) y Mariano Rey (clarinete) / Sala: iglesia San José, de San Isidro.
Nuestra opinión: muy bueno
Ya fue un acierto la elección de las obras ofrecidas por el Cuarteto Petrus, que contó aquí con la participación especial del clarinetista Mariano Rey en una de las obras maestras de Mozart, quien no fue el primero en utilizarlo -Jan Vaclav Stamic lo precedió en este aspecto en Mannheim-, pero sí quien legara una de las cumbres de la música íntima. Es que el talento del autor se aprecia en el detalle, ya desde el comienzo del allegro , de que un instrumento a soplo se integra con las cuerdas sin relegarlas a ser sólo sencillos acompañantes.
Por el contrario, son las cuerdas las que exponen el tema lírico y delicado del movimiento inicial, en tanto que en el larghetto , momento sublime de un melodismo conmovedor, es subrayado por las cuerdas tan sólo con el uso de sordinas, impuesto a los arcos en todo su desarrollo. Después llegarán el minuetto de atmósfera bucólica, el recuerdo alegre, acaso de un pastor del Tirol, y el movimiento final con variaciones, que parece ser una manifestación de júbilo, alegría y luminosidad, todos detalles sin duda pictóricos y desde ya disímiles en la mente de cada oyente ¡qué maravilla la música como arte inmaterial!-, expuestos por los integrantes del conjunto y un clarinetista excepcional, como Mariano Rey, quien con toda justicia mereció un sostenido aplauso.
La segunda parte del programa musical estuvo dedicado al quinteto para piano y cuerdas de Schumann, paradigma del romanticismo musical y que tiene la particularidad de un protagonismo permanente del piano, seguramente proveniente del amor por Clara Wieck, su esposa y pianista, y quien lo estrenara. ¡Maravillosa evidencia de amor es que el piano, apenas a unos pocos compases, permanece en silencio! Y la versión ofrecida fue acertada, con Luis Juri en el teclado, quien procuró en todo momento el mayor equilibrio con las cuerdas, detalle sumamente importante que valorizó la versión.
Pablo Saraví aportó la cuota imprescindible de autoridad y tuvo colegas de mérito en el violín de muy buen sonido, sobrio y atento de Hernán Briático, y en las dos damas del grupo, la violista Silvina Álvarez y la violonchelista Gloria Penkaeva, ambas poseedoras de un magnífico sonido aterciopelado y profundo, ideal para insuflar a la versión una densidad sonora muy especial, en este caso concreto por la condición luminosa de la iglesia de la parroquia San José de San Isidro, y que, además, curiosamente, multiplica el sonido y lo expande en todas direcciones en forma muy directa y rápida. Es un detalle seguramente conocido por los vecinos de la zona, entre los que se pudo reconocer a algunos melómanos que están presentes en salas de Buenos Aires.Con buen criterio, los intérpretes no agregaron obras fuera de programa. Es que el valor y duración de las partituras ofrecidas habían dicho todo.
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