Inés Rinaldi y la denuncia de su hija: "Yo supe lo de Ana el día que pasó, hace 19 años"
Para hablar de Inés Rinaldi y de su nuevo disco, Perfume de mujer (ese que acaba de publicar y que presentará este jueves con un concierto en la Sala Argentina del CCK), hay que hablar de su entorno y de su familia. Porque el director musical de ese trabajo es su hijo, y porque toda la familia participa en cuestiones artísticas. Inés graba discos desde 1975. Su hermana Susana, La Tana es una cantante muy famosa. El esposo de Inés es Juan Carlos Cuacci, director de la Orquesta del Tango de Buenos Aires y director musical de muchos proyectos que encaró su cuñada Susana. Los hijos de Inés son Juan Esteban, uno de los mejores pianistas, arregladores y compositores de su generación, que está radicado hace más de una década en España, y Ana Cuacci (Anita Co), cantante y actriz, que en los últimos meses también tomó notoriedad por ser una de las denunciantes de Juan Darthés.
Inés, que graba discos cada tanto, dice que los álbumes en cierto modo son como hijos. "En general es bueno desearlos hasta que llegan", expresa. El primero lo grabó por el sello Trova. "Y después, todo lo demás fue muy esporádico. Porque es un trabajo a pulmón. No tuvimos la suerte de que los sellos discográficos nos acompañaran como en este caso -Perfume de mujer fue editado por Epsa Music-. A aquel primer disco le tengo cariño. Fue hecho con ilusión y muchas negativas anteriores. Pero cuando la pelea se hace difícil lo festejás más. Lo bueno del actual momento es que como me cuesta salir de mis espacios comunes y de una cabeza esquematizada, le pedí a Juan [Cuacci] que trajera una música renovada para que esto quedase como un recuerdo familiar. Ya estoy grandecita y con ganas de que ciertas cosas se hagan lo antes posible. Además, esto incluye mi deseo de grabar a autoras que canto desde hace mucho tiempo. Creo que todo esto me permite entrar en la dinámica de otros, que tienen otra continuidad laboral o son menos estructurados.
–¿Por qué faltó la continuidad laboral?
–Porque fui muy mal acostumbrada. Esto de vivir en una familia donde la música es como lo principal. Y estar siempre en una zona muy rigurosa de lo que hay que hacer bien y no meter la pata. No me gusta meter la pata ni pasar papelones. Por eso no tuve continuidad. En mi casa también pasaba algo así. En casa había piano pero no músicos profesionales. A la música entré porque me gustaba tocar la guitarra y cantar. Y porque en nuestra casa o en la de parientes se hacían tertulias donde cantábamos desde los más chiquilines hasta los mayores. Escuché a mi mamá cantar y en algún momento me enteré de que tuvo que dejar el canto para dedicarse a la crianza de sus hijos. Tuve un papá muy severo. Todo eso fue cultivándose dentro mío. Primero me acerqué a la danza: la folclórica, la clásica y la contemporánea. Con los años quedaron al costado y apareció la necesidad de tocar la guitarra: zambas y chacareras. Eso era un mundo musical que fui sintiendo propio. Con el tiempo conocí a Juan Carlos. Y a través de nuestra relación, que nació en Mar del Plata. Allá mi hermana [Susana] y mi cuñado [Osvaldo Piro] tenían un café concert llamado Magoya. Ahí comencé a entrar en un mundo muy profesional.
–¿La discontinuidad laboral que mencionaste se la adjudicas a "un padre severo", a un esposo profesional de la música o a las comparaciones con tu hermana Susana?
–Lo del dinero para hacer discos también fue un tema para nada fácil. Con Juan Carlos nos armamos solos. Nuestras familias no tenían dinero para aportarnos. En cuanto a la comparación con mi hermana, pienso que cada uno se marca su mundo y no está bien que siempre aparezca la imagen y el nombre de la persona que primero marcó el rumbo dentro de una familia. Bueno, es lógico que aparezca, pero me refiero a que no lo es cuando una compañía discográfica como La Phillips te dice que no podés entrar porque ya hay una Rinaldi. Hoy no importa, no se le da trascendencia, pero hace muchos años atrás eso prevalecía en una discográfica. Lo único que me permitieron hacer, porque no acepté cambiar mi nombre, fue un disco de 45 RPM y agregarme en un compilado con otros músicos. En cuanto al rigor, tuve esa formación. Mi mamá y mi papá eran encantadores pero rigurosos. Mi papá lo fue, al punto de pensar que porque yo hablaba mucho sería abogada y su hija mayor sería física-química. Yo, seguramente, he sido rigurosa con mis dos hijos. Por eso no me es fácil acomodarme a cualquier tipo de músico. Disfruto muchísimo con la gente que me aporta algo. Soy de las cantantes que necesitan que le hagan aportes. Si elijo gente que me acompañe, tiene que pisar la misma línea que piso yo. Por eso siempre esperé la mano de Juan Carlos o de un grupo que él armara. Mis hijos me muestran cosas todo el tiempo y yo me quedo con la idea de que me tengo que acostumbrar a los cambios.
–El disco tiene a cinco compositoras e incluye dos temas de cada una: Chabuca Granda, Eladia Blazquez, Teresa Parodi, Violeta Parra y María Elena Walsh.
–En 1975 conocí en Mar del Plata a Chabuca. Fue un personaje muy diferente. Una señora maravillosa y un referente del decir y de la presencia sobre el escenario. Me fue enseñando cómo cantar algunos temas que me quedaban cómodos. Por eso en 1985 canté sus temas. Creo que, a partir de mediados de los ochenta, durante unos seis años canté sólo música latinoamericana. Apareció en mi vida Silvio Rodriguez, Pablo Milanés, Chabuca Granda y Violeta Parra. Por mucho tiempo me acompañaba el guitarrista Raúl Peña. Fue la persona que en ese momento mejor me entendió como cantante. A veces tocaban Juan Carlos [Cuacci] y Osvaldo Avena. Después conocí a Eladia, y me dio temas como "Si Buenos Aires no fuera así". De casualidad conocí a Teresa pero no me atreví a cantar sus temas. Siento que toda su labor le pertenece absolutamente, aunque encontré dos que me dieron lo mismo que encontré a otros autores. Esto es: personajes fáciles de expresar sin que prevaleciera la imagen de Teresa, cantando. Hay compositores que son difíciles de trascender. Conocí la música de María Elena cuando tenía 13; hasta hice, en el Teatro San Martín, un espectáculo infantil. Cantar María Elena me era fácil. Incluso ya había grabado cosas. A Violeta no la pude conocer, tal vez haya sido una pena habérmela perdido.
–El disco dedicado a cinco compositora aparece en un momento muy especial...
–Es cierto que ahora la mujer tiene un peso diferente. Pero el disco no tiene que ver con eso sino con lo que me pasaba con estas autoras.
–Algunas de ellas fueron y otras son, muy valientes, como lo fue tu hija Anita Co.
–Estoy muy cerca de Ana, me cuenta las cosas que va a hacer. Pero a veces ya me las cuenta decidida, como para que un "no" mío no aparezca en la charla. Ana es muy valiente, muy fuerte, no es de callarse la boca. Lo difícil lo pelea en todos los ámbitos de su vida. Cuando ella habló inicialmente fue en apoyo a alguien a quien no se le creía. Esa me parece su valentía. Si estuvo callada tanto tiempo podría hacer seguido callada. Y ahora, cuando la cosa se pone más seria y aparece la Justicia y la tienen que citar a audiencias, está muy bien acompañada por el movimiento de actrices. Apoyan de una manera muy sana. Yo supe lo de Ana el día que pasó, hace 19 años. Quizás por mi falta de valentía conversé con ella y le dije que ella quería seguir trabajando. Y se calló, pero cuando algo así te queda adentro y te lastima, se necesita que salga. Me pareció valiente.
–Hay una coincidencia entre esa valentía y la de Maria Elena, Eladia, Violeta, Teresa o Chabuca con lo que hicieron o escribieron en distintos momentos de su vida.
–Sí, en mí están desde siempre. Pero si vale que sea una coincidencia, no me niego.
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