Este fin de semana Dante Spinetta y Emma Horvilleur vuelven al Luna Park para presentar su último disco L.H.O.N. (La Humanidad o Nosotros)
Permiso: ahí va otra charla sobre la madurez en el rock. Un concepto del que se ha abusado, es cierto, pero que no por eso deja de describir el momento de algunos artistas que, tras años de vértigo, sienten la urgencia de decir algo y saben perfectamente cómo traducir esa idea a música. Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta editaron este año L.H.O.N. (La Humanidad o Nosotros), un disco que demuestra ese crecimiento con un sonido sólido (volvieron a autoproducirse como en los 90), un groove efectivo, un formato de canción que permite salirse de lo esperable sin perder identidad y -sobre todo- un mensaje claro, no panfletario, pero sí latente de principio a fin y perceptible para quien oiga con atención. ¿Qué significa hoy tocar en Illya Kuryaki and the Valderramas ? El sábado 27 en el Luna Park se despejan las dudas. Pero antes, lo dicho: otra charla -a cuatro meses de la entrevista que los puso en la tapa de Rolling Stone- sobre la madurez en el rock (¡sin jamás mencionarla!).
El Luna Park no es un lugar más. Sinatra tocó ahí. Boxeó Bonavena. ¿Se te viene encima esa carga icónica cuando salís a escena?
Dante: Pasa que algún reggaetonero ya bajó el nivel, je. No, bueno, sabemos que es un lugar icónico de Buenos Aires. Desemboca Corrientes ahí, que es la avenida más particular de la ciudad, y hemos visto muchos shows ahí y representa para nosotros algo muy importante en el sentido de la cantidad de gente, escenario... Es un show especial. Recuerdo haber visto a muchos artistas ahí y flashear “qué groso sería tocar acá”.
Emma: Para nosotros era muy importante llegar al Luna Park, porque en nuestros primeros diez años de vida no habíamos logrado hacerlo. Y la verdad que los dos hasta ahora han sido increíbles: el primero, que quedó registrado en Aplaudan en la luna, y el segundo que fue redoblar la apuesta. Y llegar a un tercer Luna Park en cinco años nos parece buenísimo. Intentamos hacer un show que despegue aún más de los buenos shows que venimos dando, porque la verdad que Rosario hace diez días fue increíble, que nos va a costar estar a la altura de ese show en la tocada y en la onda con la gente, pero el Luna Park nos lo tomamos como un norte o como un desafío.
¿Cómo se están adaptando al vivo las canciones nuevas?
D: La banda es la misma que grabó en el disco, así que ya hay un entendimiento de concepto y de cómo suena todo. Las canciones fueron pensadas, cuando las hacíamos y como produjimos el álbum, fue con las mismas herramientas que tenemos acá en la sala.
Al ser un disco más “chico” que Chances, imagino que todo será más fácil.
D: Claro. Es un disco con menos máquinas, hay más espacio. Lo funkero es funkero y hay que tocarlo bien pero la monada ésta es la que grabó, así que ya saben. Los temas los conocen del estudio. Es más: ya en los primeros ensayos salía todo bien. Al estudio fuimos ensayados. Cuando grabamos el disco, con Emma armamos demos, estructuras. Hablamos de los fills, diseñamos el concepto sonoro, de todo. Después se grabó, y todo ese trabajo ya estaba hecho, así que después de que los pibes lo tocaron cuatro veces seguidas ya estaba bien. Y los shows que vas haciendo en la gira van evolucionando las versiones. Ya cambiaron algunas cosas, porque se van acomodando a lo que genera la gente. Hay un plus de adrenalina ahí.
E: Inclusive uno se empieza a olvidar de qué disco era cada canción. El show no es una presentación ortodoxa. Hay momentos que respetamos eso y momentos en los que lo hacemos más para enriquecer bloques con ondas específicas. El bloque funk es el bloque funk y está todo volcado hacia eso. Después hay otro bloque más hip hop místico y medio dark. El show tiene un poco de eso: de entrar en tres o cuatro temas, estar un rato ahí, salir e ir a otro lado.
Siempre hay una traducción en tocar temas viejos. Sos el vos de ahora recreando lo que eras antes.
D: Sí. Ponele, eso de que pronunciábamos la erre medio rara, en Chances ya lo habíamos sacado. En discos solistas nuestros lo habíamos sacado. Pasaron muchos años y somos versiones upgraded de Dante y Emma. Hemos evolucionado como músicos y performers, y creo que en el escenario se nota. Hay canciones que son las mejores versiones que hemos hecho en nuestra carrera.
Alguna vez dijeron que su nombre lo habían elegido de muy chicos y ahora les hacía un poco de ruido...
E: Je, durante toda una gira por Colombia y México coleccionamos formas de escuchar cómo decían nuestro nombre. El chofer de la camioneta llegando a un lugar y diciendo “traigo a ilikiriqui”. Illya Kuryaki and the Valderramas nosotros ya lo decimos naturalmente, pero capaz que un americano... un locutor mexicano el otro día estuvo tres horas para sacarlo.
Dicen que hay que elegir un nombre corto, que pegue. El de ustedes es todo lo contrario.
D: Bueno, mucha gente hoy nos conoce como IKV. No es que nos arrepentimos, porque es parte de lo que somos y encontramos ahí nuestra identidad mestiza de fantasía, de blancos y de negros, ese yin/yang natural que se nos da. Pero sí, es un nombre súper complicado. Ahora que tenemos “Illya Kuryaki and the Valderramas presenta La Humanidad o Nosotros”... ya te perdiste hace rato. Así que “IKV LHON”.
Bueno: así como el nombre del grupo les hace ruido, ¿hay canciones que ya no sientan, que les parezcan intraducibles a lo que son hoy?
E: Sí, pero eso ya nos pasaba en los 90. De un disco al otro nos pasaba. Hay canciones que van quedando en el camino. Siempre habrá alguien que va a agarrar canciones, aunque sean las más raras de un disco, y las va a escuchar y les va a gustar. Eso es lo bueno de los disco también: son como frisos, momentos que quedan ahí. Y también hay canciones que les ganan a las demás, porque el público las toma de una manera especial, o uno las toma de una manera especial porque admiten ser tocadas a través del tiempo.
D: Aparte, como arrancamos tan chicos. En el primer disco teníamos 14 y 16 años, algunos conceptos son difíciles porque éramos dos niños experimentando con todo: con la lírica, las palabras, la música. No tanto del primero disco. Capaz que las canciones del primer disco tienen más que ver con lo que somos. El segundo fue más complicado, porque ahí empezamos a tocar instrumentos.
E: El otro día escuché todo Fabrico cuero en vinilo. En CD suena mejor ese disco. Y está bueno. Lo puse y me puse a tocar el bajo arriba, je.
D: Hay canciones que están buenas. Pero en el segundo hay algunas más críticas, como “Tal vez” o “Cazar toreros”, que no creo que las hagamos nunca. Pero todo es parte de lo que somos ahora. Son escaloncitos de nuestra carrera y no hay que renegar de eso, pero hay que hacer lo que nos gusta. Lo que hicimos ya pasó, lo importante es lo que hagamos ahora con todo lo que somos. Y que podamos elegir: con tantos discos podemos armar un buen repertorio. En este show nos dimos el gusto de volver a poner canciones que no tocábamos hace rato, de los 90. Y está buenísimo lo que pasa. Armamos un momento de funk que está durísimo, es el momento más funkero que hicimos en nuestra carrera. Sumados a los funks de LHON, que creemos que son los más logrados que hemos hecho, en temas como “Aleluya” u “Hombre libre”. Es adonde queríamos llegar siempre, y ahora lo sabemos hacer, después de tantos años y ser autodidactas. En los 90 nos producíamos los discos nosotros. Y en este disco teníamos las herramientas... los instrumentos y la capacidad, por haber aprendido y ponerle ojo a la producción y cómo hacer sonar una cosa de tal manera. Eso es parte de la producción del disco que a nosotros nos divierte mucho: jugar con el pasado y el futuro. Decir “boludo, esto suena como el 72 pero lo vamos a llevar al futuro de esta manera”. Y justamente hacer este Volver al futuro nos encanta.
Hicieron un disco no tan inmediato como algunos anteriores. ¿En algún momento del proceso creativo se les cruzó la posible reacción del tipo que los sigue a todos lados y está acostumbrado a otra cosa?
E: No había un preconcepto, pero sí había cierto tipo de canción que queríamos dejar salir. Nosotros somos muy de agarrar una guitarra y hacer canciones. El tipo de canciones que tiene este disco es muy natural en nosotros. Tal vez no es tan natural “África” y “Ritmo mezcal” en cuanto a lo que hacemos todos los días en nuestras casas cuando agarramos una guitarra. Eso también está, pero es algo más de manija. El sonido de este disco es muy de nosotros, y teníamos ganas de que esté esa sonoridad. A esta altura, después de tantos años, podíamos darnos ese lujo de hacer canciones como “Diciembre”, con orquestas. Y obviamente que también está “Gallo negro”.
D: Lo que teníamos como concepto cuando arrancamos era que no queríamos que fuera un disco con boludeces. No queríamos hacer hooks boludos. Inclusive el tema más hookero, que es “Gallo negro”, la letra es re psicodélica. Y de alguna manera es una parada nuestra, sin querer... pero queriendo porque nada es porque sí. Ya La Humanidad o Nosotros era pararnos en ese lugar: en la tapa del disco estamos de espaldas, encerrados en ese lugar destruido por salir a ese paraíso como búsqueda de algo mejor, de una espiritualidad y de una mejor música en una industria nacional súper baqueteada con miles de bandas de mentira. Creo que somos parte de la resistencia. Somos los gallos negros del gallinero. Y hay un montón de bandas que están luchando porque siga habiendo ideas diferentes, cosas que estén buenas. Ideas, no todo mercadotecnia, “esto es lo que pega”. Entonces las bandas se meten a grabar discos de “lo que pega” y hacen porongas, boludo.
Dicen que no quería hooks cuando está comprobado que en el pop de hoy se pone un hook cada determinados segundos porque la gente tiene un rango de atención menor y necesita algo que le llame la atención continuamente.
D: Nosotros en esas reglas nos cagamos groso. Y nuestra arma es hacer el disco que queremos hacer, un disco en el que estamos de espaldas en la tapa, no tiene título, no tiene el nombre de la banda. Illya Kuryaki es así. Somos la resistencia.
Además de que hacen un disco con concepto en plena vuelta de la cultura single, claro.
D: Y lo hacemos vieja escuela. En cinta. Con la necesidad de plasmar la humanidad. Por lo menos es nuestra traducción de eso. No quiere decir que después hagamos un disco todo de máquinas, pero este disco tenía que ser orgánico y abrir este debate de la humanidad o nosotros, del lado más espiritual y la humanidad destructiva que está pisándole la cabeza a todo el mundo por codicia y guita. De alguna manera era abrir esa conversación: ya arranca con “Aleluya”, inventar un dios nuevo y apretar el botón de la fe y esperar la explosión de la piel. Porque el arte es libre y queríamos volver a sentir esa libertad. Illya Kuryaki es una banda libre, en el sentido de que no nos comemos ninguna si tenemos que rapear, si tenemos que cantar, si hacemos canciones con la Orquesta de Praga o si hacemos un bolero hip hop como “Amor” en el disco pasado. Nos gusta la música. Eso tratamos de llevar como bandera: la libertad cultural y no nos importa que no nos entienda todo el mundo. Hay cierta gente que sí nos entiende y es esa que nos viene a ver a todos lados y se sigue sumando gente todo el tiempo, que están cansados de escuchar a los clones de los clones.
¿Cómo es mostrarse ideas el uno al otro a esta altura? ¿Son productores jodidos? ¿Le da vergüenza alguna vez?
E: Obvio, sí. Porque muchas veces es algo íntimo, que viene de un lugar adonde uno imagina cómo sería esa canción y le tiene que transmitir al otro una idea de cómo sería cuando lo que está mostrando es muy mínimo. Entonces el otro tiene que hacer el ejercicio de la imaginación, de subirse a eso y de potenciarlo, porque en Kuryaki nos mostramos las cosas con el objetivo de que el otro las reciba y las potencie. Muchas veces uno entiende que no era eso que uno se imaginaba, y entonces queda como una canción para uno en un futuro o lo que sea, pero somos bastante permeables. Justamente este disco fue de mostrarnos muchas cosas y de mezclarnos en pos de la canción. Temas como “Estrella fugaz” son un pedacito de cada uno, realmente fueron un pedacito de cada uno.
D: Es uno de los discos más colaborados. Igual ya en Chances empezamos a laburar que todo tenga la impronta de los dos, porque funciona mejor energéticamente. Cuando uno trae una música que está entera y está buena, ya está. No es que retocamos por una cuestión de “yo tengo que meter mano”. El concepto del disco es tan hablado, tan trabajado durante tantos meses, que el descarte es natural. Para los dos, los temas que van quedando afuera es obvio que deben quedar afuera.
E: También nos pasa que a veces decimos “uh boludo, dejamos este tema afuera y estaba bueno”.
D: Algunas veces uno trae un pedacito, otro otro, el ingeniero nos pone el loop veinte veces, vamos escribiendo, diciendo “esto va, esto no”. La única ley que tenemos entre nosotros es que si a alguno no le gusta algo, no va. Y si el otro defiende mucho esa idea es por algo y se lleva a otro plano de discusión y de encontrarle la vuelta. Realmente fue un disco muy relajado de hacer. Cuando lo empezamos no teníamos ni contrato de Kuryaki de nuevo, porque nosotros habíamos firmado un contrato por dos discos (Chances y Aplaudan en la luna) y supuestamente teníamos que volver a los solistas. Y dijimos: “Vamos a seguir porque tenemos que hacer este disco.”
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