Hugo Fattoruso y Fernando Cabrera: del encuentro que nunca se había dado y se gestó en Buenos Aires al “baúl” de 250 canciones
Los dos próceres de la música rioplatense se presentan este viernes en La Trastienda Club; la historia de un encuentro que nunca antes se había dado
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“Si este fuera basquetbolista, no erraría ninguna, las emboca todas”, dice Hugo Fattoruso sobre su compañero y se ríe de su ocurrencia. Fernando Cabrera gesticula y lo señala marcando que la gran figura de la dupla es Fattoruso, al que considera, como tantos, como una de las mayores figuras vivientes de la música latinoamericana. “Pero no se puede componer así como Fernando”, redobla Hugo la apuesta. “Cada artesano entrega su producto de acuerdo a la dedicación y la condición natural. Y tenés que tener algo que no todos tenemos”.
Aunque tienen historias musicales diferentes en distintos aspectos y algunos años de diferencia, Hugo Fattoruso y Fernando Cabrera nunca habían actuado juntos. La unión sucedió finalmente en mayo pasado en Argentina.
–¿Por qué se demoró tanto ese encuentro y por qué terminó ocurriendo en nuestro país?
Fernando Cabrera: –No se dio, simplemente. Funcionamos en circuitos distintos. Pero igualmente, ni él ni yo hicimos cosas juntos con muchos otros músicos. A veces juega el azar. Y se dio acá porque quien tuvo la idea fue el productor argentino Javier Celoria. Él ha trabajado con ambos. Nos planteó la idea y nos pareció bárbaro.
Hugo Fattoruso: –La verdad es que fue una buena idea porque la cosa funciona muy bien. En mi caso, siempre que me presento hay muchos temas instrumentales y algunas canciones. Es la primera vez que en todo el recital yo presento canciones con letra. Esto no había sucedido nunca en los 70 años que estoy tocando. Así que armarlo era muy simple: un tema de él y un tema mío; y así va. Y la verdad es que me encanta porque yo también soy cancionista, aunque hago obviamente lo que puedo. Siempre las canciones estaban como a un lado; ahora son protagonistas. Es algo que estaba bastante escondido para el público.
La segunda parte de esta experiencia compartida arrancó en el teatro Solís de Montevideo días atrás y continuará hasta finales de mes de este lado del Río de La Plata: la Sala Melany de Mar del Plata (18/9), el Coliseo Podestá de La Plata (19/9) y, este viernes, La Trastienda Club porteña, en Balcarce 460. Luego seguirán el tour por Bariloche, San Martín de los Andes, Neuquén, Mendoza, Resistencia y Posadas.
Cabrera: –Lo que va a suceder es lo que hicimos ya en Argentina en mayo. Solamente le agregamos una canción. Nos funcionó todo bien pero nos pareció que estaba un poquito breve.
La charla con LA NACIÓN sucede en un bar de Palermo. Los artistas llegan con la intención de contactarse con la prensa y apoyar justamente la difusión de esta gira. Pero más allá de los datos, la música, las canciones y la realidad van atravesando la charla.
–La definición de cantautor parece caberle muy bien a Cabrera. En cambio, a Fattoruso solemos imaginarlo en una gama diferente de expresiones más allá de que aparezcan canciones. ¿Cómo lo ven ustedes?
Cabrera: –La palabra cantautor es mucho más completa que la del inglés songwriter. Porque es quien interpreta lo que escribe y lo que compone. Y sí, en mi caso, define perfectamente lo que yo hago.
Fattoruso: –Pero a mí también me interesa la palabra cien por ciento, aunque tenga habitualmente otro modo de mostrarme. Por eso, esto es para mí una oportunidad única poder exponer así mis ideas. De alguna manera, también soy un cantautor. Confunde un poco porque también armo muchos temas que son instrumentales y de una vena con mucha chispa entre los músicos de la banda.
–Usted Hugo siempre tiene varios planes en simultáneo. ¿Qué lo lleva a ese modo de trabajar?
Fattoruso: –Es natural en mí. Lo vengo haciendo desde hace tiempo. Yo necesito pertenecer a todos esos grupos porque si no, lo que yo toco con un grupo no puedo tocarlo con el otro. O, en tal caso, con cada grupo, un mismo tema puede tener un sonido particular. Por ejemplo, lo que hago con Fernando no lo podría hacer con nadie más.
Cabrera: –Dejame decirte igualmente que, aunque en los últimos años me he puesto más solitario para tocar, toda mi vida tuve conjuntos y bandas. Y, a lo mejor, esa unidad que quizá se sienta en lo que hago es porque todo sale de la misma fuente: la composición, la interpretación, la guitarra, mi garganta, la palabra, mi timbre de voz. Es el mismo flujo que no puedo separar. A veces me lleva mucho tiempo hacer una canción. “La casa de al lado”, por ejemplo, me llevó dos años; no la podía terminar. Cuando estoy trabajando en casa no sé ni dónde estoy. No hay una conciencia muy clara. Es un trance, un viaje, igual que cuando estoy en el escenario. Hay algo de inspiración, de musa, al menos en el primer impulso. La primera línea melódica, el título, un ritmo. Eso te cayó del cielo sin saber de dónde salió. Pero después hay que completarlo y eso es el oficio que termina esa obrita.
Fattoruso: –Siguiendo el pensamiento de Fernando, para mí componer es una tensión favorable. Suele haber una idea pero después no sé a dónde va. Tengo borradores instrumentales infinitos, balbuceos. Muchos temas míos tienen un corte netamente popular, son elementos de armonía popular. Hay otros que no son tan simples. Pero yo trabajo con acordes menores y acordes mayores, y chau. Puede haber algún agregado, pero no más que eso. Es más simple que preparar un té.
–Fernando, usted parece tener una especial intención de decir cosas, de expresar ideas a través de sus textos, como si fueran poemas y no letras o como si quisiera expresar pensamientos o posturas filosóficas. ¿Es así?
Cabrera: –Las canciones van cambiando de asunto, de tema, y todas son fruto de mis pensamientos y de mis posiciones pero no porque tenga una intencionalidad política o filosófica. Muchas veces hacer una canción me ha servido para sacarme un problema, un dolor, exorcizar una pena, manifestar una alegría. Sin que yo lo plantee con la intención de dar mensaje alguno ni comunicarme con nadie. Sí veo que adentro mío hay cosas y desde chico encontré la forma de manifestarlas por medio de este medio maravilloso que es la canción. Y es un milagro porque uno no necesita nada para llevarla contigo, alcanza con la memoria nomás. Una persona que va silbando, el que maneja un camión, el que está trabajando en la fábrica, puede recordar una canción que lo emociona. Así que a los 12 o 13 años se me ocurrió ponerme a inventar alguna a ver si era capaz y empecé a hacer mis primeras canciones, que eran horribles. Pero en definitiva, a mí me da felicidad inventarlas. Si después alguien lo escucha, bienvenido sea. Si no hubiera sido músico profesional, igual tocaría la guitarra los domingos con mis amigos; igual cantaría, porque me da mucha felicidad. Ahora, ya no es tan simple porque hice muchas canciones y entonces los temas, los motivos, las melodías, se me están acabando. Yo tenía un baúl. Ahí tenía más o menos 250 canciones para hacer. Bueno, ya las hice. Ahora tengo que esforzarme mucho más.
–¿También como oyentes les cuesta ampliar el baúl de músicas?
Cabrera: –Creo que nos pasa a todos de alguna manera. La gente se encariña con lo que aprendió de joven, de adolescente y se queda con eso para siempre. Es un tesoro emotivo: la manera de vestirte, las modas, el humor, las películas, las músicas. Después vas incorporando cosas pero muchas te resultan ajenas, pertenecen a generaciones mucho más jóvenes que vos y ya hay códigos y cosas que no compartís. Es natural al ser humano.
Fattoruso: –Hay gente joven que hace cosas agradables y otras que no tanto. Pero no te vas a aburrir de escuchar a Gardel o a Horacio Salgán. También hay músicos que escucho que no puedo ni pronunciar, de países árabes o de distintos lugares, con unos arreglos y unas melodías increíbles. No sé ni cómo se llaman pero no me aburren. Pero otros, no sé qué decir. No sé cómo pueden ser sucesos mundiales, no entiendo. Qué es eso, bo’?
–¿Por qué buena parte de la población uruguaya siente una cierta animadversión por los argentinos y especialmente por los porteños, siendo que tenemos tanto en común? ¿O será precisamente por eso?
Fattoruso: –Para mí eso es una cosa más de las hinchadas de fútbol. Ahí se pelean todos con todos.
Cabrera: –Yo tengo una idea que no sé si será correcta. Pero creo que hay un sector grande de uruguayos que sienten un complejo de inferioridad y desarrollan una antipatía por eso. No es mi caso. Creo que tampoco es el caso de Hugo. Yo tengo un amor profundo por la Argentina de toda mi vida. Lo heredé de mis padres y mis abuelos que siempre veían a la Argentina como un lugar hermoso: Buenos Aires, la música, el deporte, los escritores. En Uruguay, todo el mundo conoce literatura o cine argentinos. Todos saben quiénes son Maradona, Messi y Juan Manuel Fangio. Mi padre era fanático de Troilo. Mi madre y mi abuela veían películas argentinas de los años 30, 40, 50. Podría nombrarte mil actores de esa época que iban a actuar a Montevideo. El uruguayo adora la cultura argentina. Sacá la frontera, sacá el Río de La Plata y somos lo mismo.
–Hugo, a partir de su relación con Tomohiro Yahiro y su dúo Dos Orientales, se han hecho habituales sus viajes a Japón y sé que también se convirtió en un gran admirador de esa cultura y ese pueblo. ¿Qué le atrae de un país que parece ser tan distinto a nosotros?
Fattoruso: –Me atrae el comportamiento generalizado de la sociedad entera, que no se ve en Uruguay. La mugre que veo en Montevideo, eso de que cualquiera tira una lata o un tarro de yogur por la ventanilla del auto. Si comparamos Buenos Aires con Montevideo, quizá acá es más eléctrico y todo eso que digo se multiplica. Pero también debe ser porque somos un millón y medio de habitantes. Vos ponés 12 millones y se multiplica todo. El desastre se multiplica. No puedo creerlo. Y bueno: en Japón ocurre todo lo contrario y eso me deja muy a gusto allí.
–¿Qué músicas escuchan?
-Fattoruso: –Yo te resumiría diciéndote que me gusta escuchar músicas folklóricas de todo el mundo.
Cabrera: –Yo dejo que el entorno me musicalice. No pongo discos, ni Spotify ni nada. Escucho todo el tiempo la radio, la televisión, el celular, YouTube. En todo hay música. Vas a un boliche, por la calle, la casa de un amigo, a una celebración, al fútbol y suenan las trompetas y los bombos. Vas a una playa y hay un DJ. No precisás ponerla para escucharla. Está en todos lados. En un avión, en un taxi, en una plaza. Así que voy escuchando todo el día y a veces paro la oreja. Es una manera excelente de informarse y estar recibiendo estímulos de modo azaroso.
Fattoruso: –Yo tampoco me siento a escuchar pero sí pongo música mientras hago otras cosas, cocinando por ejemplo. Y presto atención a lo que pasa. No tengo tiempo ya de sentarme solamente a escuchar. Cambiaron las costumbres.
–¿En qué están trabajando más allá de este presente inmediato con el dúo?
Fattoruso: –Terminamos esto con Fernando y yo tengo la gira número 20 de Dos Orientales en Japón. Acá en Argentina ya tocamos con Tomohiro un par de veces. Por otro lado, está saliendo un nuevo trabajo del quinteto Barrio Sur con la temática afro-montevideana. Y tuvimos una participación con el grupo para estar en un disco en homenaje a Fernando, Cabrera en mí. Para eso grabamos “Al mismo tiempo” y nos queda mezclarlo.
–¿Qué es eso Fernando?
Cabrera: –Es un tributo a mí mismo donde yo no participo. Fue la idea de un sello discográfico y de mi representante. Es fuerte y es medio raro. Van a estar los Barrio Sur, como te dijo Hugo, pero también Andrés Calamaro, Jorge Drexler, Ney Matogrosso, Paulinho Moska, Javier Malosetti, Joan Manuel Serrat, Rubén Rada, Fernando Santullo, Liliana Herrero, Loli Molina, Nano Stern, El Kanka, No Te Va Gustar, Julieta Venegas, Laura Canoura, María Gadú, Lisandro Aristimuño. Participan además como productores un hijo de Hugo, Francisco, Martín Buscaglia y Sacha Ambak. Son canciones mías pero alivianadas de mis berridos habituales. Por lo demás, tengo actuaciones sueltas de acá a fin de año. Hace poco lancé un tema nuevo con un video, extenso, extraño, de una historia de ficción también producida por Martín Buscaglia y por mí, “Primera fonda”. Y una más que hice dedicada a un chiquilín que mataron que era grafitero. Pintó algo en una pared abandonada y al día siguiente cuando fue a sacar una foto, un vecino le dio un tiro en la cabeza. Le puse “Felipe Plef”, por su nombre y su seudónimo. Y estoy preparando un disco largo porque esto de sacar temas de a uno no me resulta del todo.
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