Hugo Fattoruso cumple 80: sus presentaciones en Buenos Aires, su pasión por la cocina y el recuerdo de su hermano Osvaldo
El gran músico uruguayo se presenta este 2 y 3 de junio en Bebop, con Daniel Maza y Fabián Miodownik; repasa su trayectoria, habla de su pasión por el candombe, de su casa de toda la vida
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Hugo Fattoruso nació en Montevideo y el próximo 29 de junio cumplirá 80 años. Fue miembro de bandas icónicas como Los Shakers, Opa, La Escuelita, Rey Tambor o el Trío Fattoruso, en los géneros más diversos. Pero su recorrido, como músico al frente o como parte de proyectos ajenos, incluye, más o menos recientemente y en una lista incompleta, al Grupo del Cuareim, Los Pusilánimes, Ha Dúo, Dos Orientales, Barrio Sur, Trío Oriental, el Cuarteto Montevideano, Milton Nascimento, Hermeto Pascoal, Eduardo Mateo, Chico Buarque, Ruben Rada, Jaime Roos, Airto Moreira y Djavan. Precisamente, como parte del Trío Oriental que comparte con Daniel Maza en voz y bajo y Fabián “Sapo” Miodownik en percusión, estará este fin de semana tocando una vez más en Buenos Aires, los días 2 y 3 de junio en respectivas dobles funciones, en Bebop Club.
Cuando se le pregunta cómo quiere definirse, apenas comenzada la charla con LA NACION, dice que como un músico montevideano. “Toco piano, un poquito de acordeón. Con el piano me defiendo mejor. Con el acordeón lo mío son temas simples. Y al bandoneón no me animo; es un instrumento que me encanta pero es muy difícil para mí”. Pero cualquiera que conoce la música latinoamericana, sabe que “El” Hugo es muchísimo más que eso. Pasó por el rock, el funk, el pop, la canción en diferentes formas, el jazz, la murga y el candombe. Y no casualmente, hace unos años fue distinguido por los premios Konex como uno de los más destacados músicos del continente. “Yo nunca sé cómo agradecer esa distinción. Es algo en mi vida muy especial. Me agarró por sorpresa. Me da un poco de pudor, pero el cariño que yo recibo en Argentina, ya más allá del premio, me da mucha fuerza para continuar con lo que yo hago. Siempre los premios me dan alegría pero también pudor”.
-Argentina y Uruguay, sobre todo los rioplatenses, tenemos muchos puntos de contacto, históricos y culturales. Sin embargo, parece que tenemos también muchas diferencias en lo musical. ¿Está de acuerdo con eso?
-Sí, claro. Es muy marcada la diferencia con la música argentina. Por ejemplo, lo que suena en el norte argentino, el chamamé, la chacarera; nosotros no tenemos nada parecido ni por las puntas. Yo noto una gran diferencia también entre el tango argentino y el tango uruguayo. El argentino tiene una coherencia del cien por ciento. El tango uruguayo sale más o menos, para mí. Sin ofensa, sin nada. No hay nada parecido al tango porteño. Escuchás a Salgán-De Lío, Troilo-Grela, Leopoldo Federico, Piazzolla, D’Arienzo, Canaro, Pugliese. Esos tipos dejaron todo cerrado; no entra nada ahí. En Uruguay no existe eso. Así como el tambor en el candombe. Agarrás un alfiler y pinchás en un globo terráqueo y va a salir Uruguay, porque el candombe es de acá, no es de Alemania. Pero a lo mejor también pasa con otras cosas. Nosotros hacemos un chiste: decimos: “mirá cómo cruza la calle aquel; ése es uruguayo”.
-El candombe ha sido uno de los centros de su vida. ¿Qué tiene de particular el candombe uruguayo?
-Es el pulso africano. Es un pulso, entre los millones que hay, que te hipnotiza. El tambor tocado por el negro es imbatible. El pulso lo tiene el nativo y chau. El blanco lo puede escribir en un papel, lo puede tocar, pero nunca –a mi entender y con todo respeto- va a ser igual. El africano es africano. Hay muy buenos músicos que tocan muy bien el tambor. Pero cuando una cuerda es de todos africanos, es otra cosa.
-Pero hace años que usted se da el gusto de salir con el tambor en las llamadas.
-Es que es una pasión. Demoré 40 años en colgarme un tambor, por respeto y por vergüenza de ver cómo tocan esos tipos. Cuando yo era chico, casi no había blancos en la cuerda. Antes había nueve fechas al año en que salían a tocar y eran tres barrios: el Cordón, que tiene un toque; el barrio de Ansina-Palermo que tiene otro toque y el barrio Sur-Cuareim que tiene otro. Son toques primos hermanos pero te das cuenta de la diferencia. Es verdad que hoy eso se ha hecho menor y es más difícil de distinguir porque se popularizó mucho. Antes eran nueve veces al año; ahora es todos los sábados y todos los domingos, en muchos barrios y en muchos departamentos del país, en los que salen las cuerdas a tocar. Es muy divertido tocar el tambor, es muy libre, es una cosa grupal el ritmo. Entonces se entreveró un poco porque antes eran tres familias, por decir así, en tres puntos del pequeño Montevideo y eran muy diferentes uno del otro. Hoy en día está medio entreverado. Pero cuando tocan los negros africanos, los descendientes –que son uruguayos, que toman mate lo mismo que todos-, es otra cosa. Como te decía, me animé tarde a colgarme el tambor y fue porque muchos blancos empezaron a tocar, y al principio no iba a tocar a estos tres barrios. Iba a Mailín, a la costanera, para practicar, para ponerme en forma, para saber sacar sonido y tener buena resistencia. Para mí fue fantástico, aunque me sigue dando vergüenza y por eso toco poco el tambor.
-La murga es otro mundo musical uruguayo muy importante en el que se ha movido menos.
-Mi pasión por los grupos de murga y ese estilo es tan grande como la que siento por cualquier estilo hecho por los que saben. Para mí que he nacido en Montevideo, que la escucho desde niño, veo cómo han ido progresando los arreglos, las armonías. Son gente que trabaja y no se queja al santo botón. La sátira y la crítica son agudas, tienen mucha gracia. Y si hablamos de ritmo, lo que hace la batería de murga acompañando las diferentes etapas del show, es algo muy sofisticado y casi incomprensible. Voy a ensayos de murga, tengo amigos en varias de ellas y me encanta. Creo que podría cantar en un coro de murga pero es muy sacrificado. Le dan seis meses con todo. La potencia del estilo es bravísima. Me gustaría pero tampoco puedo porque tengo una voz débil. Yo pasé bastante por ahí en la época en que tocaba con Jaime Roos. Pero con él hacíamos otro tipo de murga, con bajo eléctrico, con batería. Y fue excelente porque es un tipo fuera de serie.
-Ha tocado y vivido en muchos lugares del mundo pero sigue eligiendo vivir en Montevideo. ¿Qué tiene esa ciudad que lo sigue atrayendo?
-Yo estuve muchos años fuera, en diferentes regiones y países, y uno siempre es gringo, aún en países latinos. Nada de eso es mío. En Montevideo tampoco la calle es mía pero me vio pasar cien mil veces. Comprobé que puedo vivir en muchos lugares o latitudes, con otras lenguas. Hace 73 años que vivo en la misma casa además, la casa familiar donde siempre estuve más allá de que viví mucho afuera.
-¿Cuál es su relación con Argentina?
-Ahí me tratan como a un hijo. En cualquier lugar que toco recibo un cariño permanente. Por eso, ya cruzar a tocar me pone feliz. En este caso que tocamos con Maza y Fabián también porque es algo particular. Pero, por ejemplo, nos invitó nuevamente la Orquesta Juan de Dios Filiberto. El 9 de agosto vamos a estar tocando con ellos, Albana Barrocas y yo, con el HA dúo. Es la segunda vez que nos invitan. Es algo de mucho cariño, es tocar el cielo con las manos. Ya habíamos tocado con esa orquesta dirigida por Luis Gorelik y arreglos de Popi Spatocco, cuando fuimos con el quinteto Barrio Sur, con los tambores. Eso pasa en Argentina. Es una cosa que no puedo describir. Fito (Páez) me convida a tocar temas con él o me llama para tocar cuando viene a Montevideo. Tengo muchos amigos ahí, músicos y no músicos, que son muy queridos además.
-¿Qué fue el Trío Fattoruso en su vida?
- Justamente eso, mi vida. Imaginate. El trío con Osvaldo y con Francisco, algo increíble. Ya no está Osvaldo y no lo puedo creer. Aunque sigue estando en esta casa, de donde salió para nunca más... Acá ensayábamos. La pérdida de un hermano no tiene descripción y ese trío es imposible sin él.
-¿Y qué lugar le otorga al jazz en su historia?
-Uso un mucho o un poco de lo que mamé en algunas etapas en las que escuchaba jazz. Ya no escucho más, porque ya escuché a Miles, a Coltrane, a Art Blakey, a Art Tatum. Habrá diez nombres más. Esos tipos la duermen. Te dejan la panza llena para siempre. Lo que sigue estando en mi música es eso de exponer el tema e improvisar en una parte específica. Cuando compongo una canción, no existe porque tiene letra y no hay una parte para improvisar, pero en los instrumentales uso lo que aprendí de todos estos tipos.
-Recuerdo que hace años le escuché decir que usted podía tocar con cualquier teclado. ¿Fue solamente una broma o es verdaderamente así?
-Es verdad. Me arreglo con cualquier cosa. Para lo que yo toco, no necesito un teclado con tecla pesada, como lo llaman. Cuando hay, me encanta. Pero cuando están los de plástico, si ya tiene 76 teclas, para mí ya está. De todas maneras, nada hay como un piano real, es otra cosa completamente diferente.
-¿Se lleva bien con la cocina, verdad?
- Me encanta cocinar. Albana, mi mujer, cocina muy bien pero la mayoría del asunto lo manejo yo. Es un placer diario. Uno hace para que quede rico. Cocino de todo. De olla de presión. Parrilla tengo una muy chiquita así que no puedo invitar a nadie. Pero en la cocina a gas, de todo. De mar, cerdo, ave o vacuno. Brasileño también: feijao preto. Cada vez que vuelvo de Japón, la mitad de la valija son condimentos. El condimento es lo que determina el sabor. Compro en Asian Store, en Tokio y traigo cosas que no sé ni qué es. Después lo pruebo y lo voy usando.
-¿Con el fútbol también tiene esa pasión?
-No tengo cuadro para no calentarme, pero igual me recontra caliento. Me encanta cualquier partido, como espectáculo. Me enojo igual con el juez, con el que erra el pase, con la patada de mala leche. Es un deporte genial. Pero si me das una pelota me rompo las piernas. Espantoso. Osvaldo, mi hijo Francisco, yo, somos todos espantosos. Dejé el intento hace mucho porque me di cuenta enseguida que no tenía esas habilidades.
-¿Qué harán en Bebop con Maza y Miodownik?
-Vamos a hacer una recorrida de los discos y también temas que nunca tocamos juntos en público; podríamos llamarlos estrenos. Fabián y Maza viven en Buenos Aires, así que habitualmente trabajamos cada uno por su lado y le damos duro cuando nos juntamos.
-¿Qué sigue después de esto?
-Estamos armando una pequeña vuelta por la provincia de Buenos Aires para HA Dúo y para el trío Oriental. El 2 y el 3 tocamos en Bebop con el trío. El 4 me invitó el argentino Gustavo Nasuti para hacer unos temas con ellos en Ituzaingó. Estamos mezclando tres discos: uno en solo de dos noches de Café Berlín grabado por el Portugués Da Silva, una compilación y uno nuevo del Quinteto Barrio Sur con la temática afro-candombe de Montevideo, en el cual usamos canciones que elegimos de entre las que ellos hicieron de diferentes años en carnaval, unos candombes nuevos y un rincón vintage con músicas de los años 40. Y además estoy armando unos recitales por mis 80 años con muchos invitados: el Cuarteto Montevideano, el Trío Oriental, el HA dúo, Yahiro Tomohiro que viene de Japón, Laura Canoura, Leo Maslíah, María Betancour, mis hijos, el Coro de Niños del Sodre, el quinteto barrio OPA. Y con todo eso, ahora estoy pensando que tengo que hacer muchas cosas, que estaba cocinando y me corté el dedo y que no puedo practicar hoy.
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