Lejos quedó aquella insistencia periodística de calificarlo como niño prodigio. Lejos, también, la necesidad de refrescar su currículum en cada nota, la lista de sus premios y el largo camino nacional e internacional que ha recorrido. Es que hace tiempo que Horacio Lavandera, porteño de 35 años, habitante de Villa Devoto, es uno de los grandes orgullos argentinos. Pianista virtuoso, compositor y eventualmente director, ha tenido la apertura mental y la disposición como para saltar las fronteras de la música y hacer convivir en sus repertorios y en sus discos a muchos de los mayores nombres de la literatura pianística del clasicismo y del romanticismo, a los autores de los siglos XX y XXI y a creadores más ligados al ámbito popular como George Gershwin, Astor Piazzolla, Charly García o Andrés "Ciro" Martínez, de Los Piojos.
"Siempre me sentí un adulto, aun siendo niño", nos comentó alguna vez. "Y eso se lo debo a mi maestro Antonio De Raco que me dio una formación excepcional y que cuando me conoció a los 12 años me dijo ‘vos no vas a tocar más como un niño; a partir de ahora ya tocás como un pianista´; y esa fue una enseñanza importantísima para mí".
El punto de partida de la charla es el concierto que dará por streaming el próximo domingo 25 a las 21 desde Sur en vivo, un lugar que hasta no hace mucho conocíamos como Salón Rock Sur, en el barrio de Pompeya, a través de la plataforma suenaenvivo.com.ar. "Es mi primer streaming y tengo una gran felicidad. Es para mí una nueva posibilidad de interactuar con el público, un modo nuevo para explotar. Y no creo que haya que hacer comparaciones con el hecho de tocar del modo tradicional. Prefiero quedarme con el potencial que tiene este nuevo formato, con el desafío de que el público pueda ver cada detalle, mi manera de respirar, con las cámaras muy cerca, algo que es imposible en una sala de conciertos. Seguramente, faltará el contacto directo con público, que se percibe aunque esté en silencio. Pero me parece que estamos frente a un antes y un después respecto de esta opción tecnológica y que, aún cuando podamos volver normalmente a los conciertos presenciales, esto vino para quedarse. En el futuro, habrá público que nos seguirá desde la platea y otro que nos verá con una ceremonia diferente desde su tele, su ordenador o su teléfono, en familia o con sus amigos.
-¿Sos usuario habitual de las redes y los sistemas digitales?
-Honestamente, no soy un gran consumidor del mundo digital. Por supuesto, lo utilizo porque encuentro herramientas que son muy importantes para mi trabajo. Uso Spotify y Netflix y a veces me resultan interesantes. Pero buena parte del tiempo lo paso disfrutando de mi piano, estando en la calle (cuando se puede), tocando en algún lugar. En tal caso, diría que me siento parte de un mundo más poético.
-¿Y cómo te parece que conviven músicas y compositores que tienen mucho tiempo, imaginados para otros mundos, en tiempos como el actual y a través de estos modos nuevos de comunicación?
-Hay artistas que permanecen y permanecerán más allá de los cambios tecnológicos porque son parte de un gran entramado de relaciones humanas e históricas. Eso no significa que cada artista, en su tiempo, no fuera también parte de un determinado entorno político y económico. Beethoven, para nombrar a uno de los más grandes, fue parte de un capitalismo incipiente y alguien que estaba preocupado por "llenar la heladera", como diríamos ahora. Se ocupó mucho de sus ediciones musicales y algunas de sus obras, como la sonata "Claro de Luna" por ejemplo, se vendieron muy bien. Bach también estuvo atravesado por este sistema capitalista en el que seguimos inmersos. Siempre hay una dosis de misterio de por qué otros artistas no tuvieron esa misma suerte comercial. Podría haber miles de razones y algunas se escapan a la explicación. Decimos que Beethoven era un genio y podemos dar cuenta de muchas cuestiones técnicas sobre por qué lo decimos, pero hay un punto en que se nos acaban las palabras. Pero volviendo a la pregunta, parece que viviéramos en un mundo tan distinto pero quizá no lo sea tanto. Para nosotros los americanos, 200 años son muchísimos, pero para los europeos no son tantos. Este presente tecnológico que vivimos es solo la continuidad de procesos que vienen de lejos.
-¿Qué sucederá el domingo?
- Será un concierto que mezclará varias cosas. En principio, tengo que decir que tendré la fortuna de tocar con el mejor piano Steinway que hay en el país que aportará la casa Breyer. En cuanto al repertorio, voy a tocar la "Rhapsody in Blue" de Gershwin en versión para piano y también su "The Man I Love" con la cantante Mariu Fernández como invitada. Con Pedro Aznar, que cantará desde su casa, haremos "Desarma y sangra", de Charly García. Voy a interpretar varias obras de Astor Piazzolla: "Libertango", "Adiós Nonino" y las "Cuatro Estaciones". Y voy a interactuar con el DJ Javier Ferreira, un porteño que vive en Barcelona, con quien mezclaremos el piano de cola con sonidos programados. Es algo mío que se llama "Buenos Aires abstracta", una obra que quiere mostrar una ciudad en su faceta nocturna y tecnológica. Hay mucho material preconcebido, momentos más organizados y espacios de más libertad. Lo que busco es investigar sobre las texturas electrónicas y sobre registros sonoros. Aunque, en un punto, no creo que sea tan distinto del resto de lo que haremos. También compositores como Gershwin o Piazzolla fueron músicos que rompieron las estructuras en su momento, en el blue o en el tango.
-¿Cómo alteraron tu vida y tu trabajo las cuestiones ligadas a la cuarentena?
-El año me quedó planteado de un modo bien distinto al que había imaginado. Tenía armada una larga gira por Estados Unidos, Alemania, Canadá, Inglaterra y hasta China y, por supuesto, no fue posible. Así que he venido trabajando en mi estudio, mostrando cosas en redes sociales como las "Variaciones Goldberg", de Bach. Aunque no soy alguien que está todo el tiempo conectado, como te decía, esto de Instagram me ha permitido relacionarme con mucha gente.
-Sabemos que sos un curioso investigador de los momentos en que las obras se concibieron, como ocurrió con el "Himno Nacional Argentino", del que tocaste en una versión casi prehistórica. ¿Te interesa especialmente ese camino?
-Me interesa muy especialmente capturar el momento en que el compositor estaba con el pentagrama en blanco. Te diría que meterme en esos momentos de cada obra y de cada creador es lo que más me interesa. Investigar sobre la génesis, repasar las primeras ediciones o las primeras versiones; sea del "Himno Nacional" o de una pieza de Gershwin o de Beethoven.
-En julio pasado, en medio del encierro, falleció tu padre, el percusionista José María Lavandera, miembro de la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires, que fue siempre muy cercano a todo tu desarrollo profesional. ¿Cómo lo recordás en este momento?
-Mi padre fue un músico excepcional que logró una manera muy especial de hacer tango desde la percusión. Ya desde muy joven tuvo un dominio total del ritmo. Era un superdotado y yo tuve el privilegio de ser su hijo. Me regaló muchos años de cuidado y de acompañamiento. Fue un ángel para mí. Y ahora que no está, mi vida es continuar con su legado. Fue una persona con un enorme criterio de la justicia, siempre pendiente del prójimo y de la gente que más lo necesitaba. Hacía ya tres años que venía padeciendo su enfermedad y el desenlace era inevitable, pero lo llevó con enorme entereza. Lo extraño pero sigue estando presente en todo lo que hago.
Horacio Lavandera. Este domingo, a las 21. Plataforma "Suena en vivo". Entradas en
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