Por qué Horacio Guarany le dio voz a su pueblo
El legendario cantor de 91 años, ícono del folklore de la década del sesenta, sufrió el exilio y dejó una obra que está entre las más populares de la música argentina
Eraclio Catalín Rodriguez, hijo de un hachero criollo de La Forestal y una ama de casa de origen español, nació el 15 de mayo de 1925 en Las Garzas, provincia de Santa Fe. Horacio “Pueblo” Guarany murió hoy,a los 91 años de un paro cardiorrespiratorio en su casa de Luján, llamada Plumas Verdes, donde estaba retirado. El folklorista y poeta quería seguir cantando ocasionalmente. Una complicación cardíaca crónica se lo impedía. Hace un año tuvo que suspender una actuación en el Festival Jesús María y su estado de salud era delicado. Era un hombre activo, lo había sido toda su vida. En 1997, en una entrevista con La Nación, reconocía: “Simplemente quiero seguir cantando porque sino me muero”.
Más allá del personaje carismático y de frases rimbombantes, había un poeta de raíz que supo leer a su tiempo. Su origen humilde en una casa con 14 hermanos; sus experiencias como trabajador golondrina, estibador de puerto y peón; le hicieron conocer la dureza del trabajo, le hicieron conocer y transmitir la realidad del hombre de a pie. Tuvo muchos oficios. A los 17 años, recaló en un conventillo de La Boca y hacía sus primeros bolos musicales entonando tangos, valses y boleros en un boliche del barrio. Guarany empieza a vislumbrar que se puede dedicar profesionalmente al canto cuando consigue un trabajo junto al grupo de Herminio Jiménez y José Asunción Flores, músicos paraguayos exiliados en la Argentina quienes lo acercaron al partido comunista, con el que colaborará durante cuarenta años. En 1955 debuta en Radio Belgrano con El Mensú, una composición de Ramón Ayala y su hermano Vicente Cidade, que se transforma en una grabación popular y que resume la dura vida del trabajador rural del Chaco. Desde ese momento, no se detiene.
En 1961 forma parte de la fundación del festival Cosquín. Guarany está donde tiene que estar. Su capítulo coscoíno forma parte del mito y la difusión de una obra frondosa a lo largo de más de sesenta discos. En su gran mayoría himnos populares, que marcaron a fuego los sesenta, en pleno boom folklórico y las décadas siguientes: “Caballo que no galopa", "De puro cantor nomás", "Los vinos de mi tierra", "Río San Javier", "Canción del adiós", "Puerto de Santa Cruz", "La vi bajar por el río", "Si se calla el cantor", "Piel morena", "Coplera del prisionero", "Milonga de la riqueza", "Luche y luche" (tema que le costó la amenaza de la Triple A), “Cuando ya nadie te nombre” y "Guitarra de medianoche".
La popularidad, al igual que otras estrellas pop del momento, lo llevaron a protagonizar películas como Si se calla el cantor (1972), inspirada en su propia vida, y La vuelta de Martín Fierro (1974). La masividad de su canto rebelde y su conocido posición comunista le traen problemas con la triple A: una bomba estalla en su casa en marzo de 1974 y tiene que exiliarse definitivamente en España, después de itinerar por Venezuela y México. Guarany siempre acusó a López Rega por ese atentado, motivado porque se había negado en participar en un acto partidario. Durante la dictadura sus canciones, como “Coplera del carcelero”, fueron prohibidas en las radios. Sus temas, sin embargo, circulaban clandestinamente entre la juventud. En 1978, retornó a la Argentina pero volvió a sufrir un atentado. Entonces decide tocar en los pueblos del interior del país. Con el regreso a la democracia Guarany vuelve a los grandes escenarios, como el Luna Park de Buenos Aires: su concierto de 1984, registrado en un disco en vivo, es mítico.
Transformado en un ícono popular, sus conciertos en la Plaza Próspero Molina pasan a formar parte de su leyenda. Cuando Horacio Guarany aparecía en el escenario una fuerza extraña se movía. Había una comunión entre artista y público que los transformaban en una sola entidad. Guarany parecía leer el pensamiento de la gente, cantaba lo que estaban sintiendo, o decía lo que estaban necesitando escuchar en ese momento. Sus conciertos en Cosquín y Jesús María fueron legendarios. Un ritual litúrgico y criollo, que parecía de tiempos inmemoriales y que comenzaba cuando el cantor pisaba el escenario con su poncho al hombro, su frondosa barba gauchesca como surgida de un personaje del Martín Fierro y el punteo veloz de sus guitarristas. Entonces su voz aguardentosa, reinventaba el mito popular del canto con versos como el siguiente: “Si me muero algún día, entiérrenme en Mendoza, en San Juan, allá en La Rioja, o en Cafayate la hermosa que en vino he de volver. Y cuando lloren las viñas para que rían los hombres, he de volver en las copas, y habré de mojar las bocas de mis viejos compañeros, o tal vez de la que quiero y no me pudo querer”.
Horacio Guarany es uno de los eslabones fundamentales de la música popular argentina. En 1985 fue distinguido con un Konex de Platino como el mayor cantante de folklore. Consiguió unos 15 discos de oro y diez de platino. Horacio Guaray, había recibido todos los honores y tributos posibles. Grabó discos con sus herederos en eso de generar fenómenos populares: Soledad y el Chaqueño Palavecino. Filmó otra película pisando los ochenta años llamada “El grito en la sangre” un western criollo, protagonizado y escrito por él, que dirigió Fernando Mussa. Su despedida fue en 2009 en Luna Park. Pero seguía cantando. Lo hizo en varias ocasiones en el ND/Ateneo. El escenario era su vida. "Muchos dijeron que me retiraba como Los Chalchaleros, pero yo quiero seguir cantando”. Para Guaraní el canto era como un largo camino que no terminaba nunca. Como decía en los recordados versos de "Guitarra de medianoche": “Cantor de un tiempo de madrugada. Andaré la huella siguiendo una estrella, que aunque esté muy alta yo sé que un día la he de alcanzar, que aunque esté muy alta, yo sé que un día la he de alcanzar".
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