Mientras se publica una biografía de su vida, que el cantante todavía no leyó, dará en octubre un nuevo show orquestal con sus clásicos, en el Luna Park, y sale de gira por países en los que nunca cantó
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“Undotrescua es el título de mi último álbum, por si no lo saben”. Era una noche de febrero de 2022 y Miguel Mateos estaba sobre el escenario del Teatro Colón, flanqueando por su banda y por una orquesta sinfónica, arengando a su público para que cuente cuatro y largue los coros de “Cuando seas grande”, uno de sus hits.
Los más fans seguro que conocieron el disco, que editó hace unos años. Pero también había otros esa noche que fueron en busca de un puñado de grandes éxitos, cosechados a lo largo de más de cuatro décadas de carrera. En cierto punto, ese concierto tuvo algo de esas celebraciones que viene haciendo por sus 40 años de trayectoria y uno de sus últimos desvelos: las orquestas sinfónicas.
En artistas con larga trayectoria -como la de este Mateos de sesenta y pico de años- no debe ser tarea fácil lidiar entre el deseo de mostrar música nueva y la demanda eterna del público por los temas más famosos. Muchos se amigan con esa situación y la toman con la mayor naturalidad posible. “Siempre es una lucha. Una batalla que se da con uno mismo, con el repertorio, con la trayectoria, pero el disco sinfónico se dio de una manera diferente”, dice él, cómodamente reclinado sobre un sillón de respaldo alto y frente a la consola de su estudio/sala de ensayo. Esa casa de estilo antiguo que usa como búnker de trabajo es uno de sus refugios. Otro es, seguramente, su casa. Y hay un tercer refugio, que es su hogar en la Costa Atlántica, ese que usó para pasar la pandemia y regresar, recargado y vigoroso, a los escenarios. “Soy como un Cirque du Soleil: te ofrezco el show de los 40 años, el sinfónico y una ópera rock”, expone y larga una carcajada.
Expansión latinoamericana
Miguel emprendió hace un par de años su gira celebratoria de sus 40 años de carrera, con un repertorio integrado por al menos un par de tema de cada uno de los discos que comenzó a grabar en 1982, desde que se hizo famoso con el grupo Zas. La banda fue soporte de Queen en los shows que el coloso del rock británico dio en el estadio de Vélez, a pocas cuadras de donde Miguel tiene su estudio. Años después Zas publicó Rockas vivas, uno de los discos más vendidos del rock argentino, y luego otros que lo posicionaron en el mercado latinoamericano (primero con banda, luego como solista) y lo sindicaron como uno de los principales referentes del movimiento Rock en tu idioma, que tuvo su epicentro en México.
Mateos está volviendo sobre esa historia, ya sea con su espectáculo retrospectivo como con el proyecto sinfónico que, luego de varias escalas en el interior del país, aterrizará el próximo 21 de octubre en el Luna Park. “El año pasado tuve la oportunidad de tocar en el Teatro Colón, con orquesta sinfónica. Dije: ‘Esto no me lo puedo perder’. Y lo tengo que grabar en audio e imagen, al menos para mis nietos. Yo iba de chico a escuchar música sinfónica y ópera al Colón, con mi madre. Y ella no pudo venir el año pasado porque se quebró la cadera, cosa que lamentó mucho. Pero al menos pude decirle: ‘¿Viste mamá? ¡Toqué en el Colón!’. Realmente no pensaba que terminaría en un disco. Pero mi ingeniero de sonido, Pájaro Randazzo, un día me llamó y me dijo que sonaba bien. Me mandó una premezcla de “Un gato en la ciudad”. La escuchamos con mi hermano Alejo [su inseparable compañero de música desde que fundaron Zas] y luego se lo mostramos al resto de la banda. Y decidí hacerlo público. El repertorio no fue elegido para terminar en un disco, de hecho, es medio iconoclasta y va de un lado a otro por épocas. A los tres días me mandó ‘Huevos’ y sentí que era [la música de] Star Wars, John Williams. En cierto sentido había cierto barroquismo en las composiciones originalmente, o clasicismo”.
-Porque, claro, en el clasicismo ya había orquestas con estas características. Además, vos ya venías trabajando para tu ópera rock con este orgánico.
-Lo que está en el disco son los temas que habíamos tocado, incluido el aria de mi ópera [Los tres reinos], con una estupenda versión de Antonella Cirillo. Tampoco lo pensaba editado. Era solo un regalo para la gente que había ido al Colón. Eso sí estaba compuesto para esa concepción orquestal. Se dio así. Sony se interesó, no les mandé este tema, “Primer vuelo al infinito”, pero me pidieron que estuviera. Terminó saliendo todo el concierto completo. Así como “En la cocina, huevos” sonaba a John Williams, “Un gato en la ciudad” es zeppelineano.
-Suena como las versiones orquestales de “Kashmir”.
-Claro. Y “Obsesión” suena a Giorgio Moroder. Y yo adoro a Moroder. Siempre lo adoré. También una balada italiana al estilo del festival de San Remo, como “Beso francés”. El trabajo que hizo para esto Gerardo Gardelín fue exquisito. Refresca y lleva más allá a la partitura. Me pone la piel de gallina todavía al escucharlo hoy. Me parecía interesante ir de Williams a Moroder, de ahí a Jimmy Page y a... La vida es bella.
-¿Hay una conexión entre esa ópera rock que estás pergeñando y las ideas para los arreglos?
-Exactamente. Gerardo lo enriqueció. Yo le dije lo que quería, con pequeñas anotaciones colaterales del autor. Y él lo hizo óptimo.
-Y venís muy embalado con eso.
-Venimos de tocar esto mismo en el Arena Maipú, de Mendoza, y en el Teatro del Bicentenario, de San Juan. Luego voy a tocar con orquestas de Rosario, en el Teatro el Círculo y en el Quality, con orquesta de Córdoba. Y después en el Luna Park. También hay propuestas de Mar del Plata. Veremos cuando se puede hacer. Ahora está Edgar Ferrer, que conoce a estas orquestas, para la dirección de lo que hizo Gardelín.
-¿Todo con producción tuya?
-Sí, de Miguelito -se ríe, mientras se señala con el índice- y de Adrián Canedo [su representante].
-Que te debe odiar, porque los costos de una banda no son los mismos que los de una orquesta entera.
-Es complicado. Pero la gente lo ha recibido tan bien. Y tocamos sold out. Yo tenía, también, cierto pánico por esto.
-Pero el público está muy volcado a los recitales. Desde la pandemia se llenan salas chicas y estadios.
-Sí, pero mi preocupación era por si les iba a interesar el Mateos sinfónico. Al final, hasta mi representante me dijo que tenía razón. No es un gran negocio, pero la estamos pasando bien y es un hito para nosotros.
-Comenzás tus shows con “En la cocina, huevos”. ¿Sigue teniendo vigencia esa frase que dice “hoy te convocan a la plaza y mañana te la dan”?
-A la Argentina la veo igual que cualquier argentino ante una situación acuciante, dramática. Con las carencias y las necesidades, pero jamás levantando el pie del acelerador. Mirá lo que me puse a hacer ahora. Creo que hemos hecho un buen trabajo y la gente es agradecida. No puedo decir nada más. Estoy más satisfecho de lo que hubiera imaginado. La respuesta es cada vez mayor. Me lleva a pensar que hay público ávido. Yo estoy formado en los 70. Para mí, el rock sinfónico o como lo quieras llamar es algo que mamé desde siempre. Y mis primeras canciones tienen un armado que viene de ahí. El rock nacional ha crecido con esa impronta. Ponerlo en exposición con una orquesta de verdad, hoy que ves a un pibe detrás de una consola…
-Hoy que ves a un pibe solo detrás de una consola y vos te hacés el rebelde y plantás a 40 músicos más tu banda ¿Sería más o menos así?
-No me hubiera atrevido a entrarle a la situación desde ese lugar, pero sí. Me siento que estoy llevando adelante algo de peso y me puedo dar ese lujo a esta altura de mi carrera.
-Acaba de salir una biografía sobre tu vida, escrita por el periodista Gustavo Bove. Se llama El jefe. El título viene a cuento porque te consideraron el “jefe” del movimiento Rock en tu idioma. Bove dice que no se llega a determinar quién puso el apodo, pero quedó legitimado un día que Carlos Santana te llamó de ese modo.
-No leí el libro…
-¿Por qué?
-Ponete en mi lugar. No voy a leer algo que habla de mí. Sé que hizo un trabajo realmente exhaustivo y mi mujer, que lo leyó, me dijo que está muy bien hecho. Es un trabajo que Gustavo viene haciendo hace muchos años. Mi hijo también lo leyó.
-Él escribió el prólogo.
-Me enteré a posteriori…
-¿Y la anécdota de Santana?
-Fue en México, en el DF, ahí lo conocí. Quizá el mote surgió porque fui el primero que aparecí con esa bandera del rock en tu idioma y un periodista de un medio me puso en ese lugar, para liderar una movida que fue muy fuerte. Llegamos en 1986, con “Cuando seas grande” y dos o tres canciones del disco Solos en América. Después vino todo el acompañamiento de muchos otros artistas del mercado argentino, chileno, colombiano y, por supuesto, mexicano. Santana vivía en ese momento en los Estados Unidos. Creo que él, siendo de origen latino, se sentía orgulloso de esa oleada nueva de músicos ligados al rock. Porque la música latina no iba por ese lado.
-El segundo paso fue el Rock en tu idioma para los latinos de Estados Unidos, y tu bautismo en Los Ángeles, cuando ya estabas instalado en California, con el show que diste en The Palace, donde se hacían conciertos y los más famosos shows de TV.
-Eso fue un hito para mí. Necesitábamos que vinieran más. Los Soda por aquella época también ya estaban haciendo promoción de sus discos. Se empezó a generar una movida que dio pie al MTV Latino, entre otras cosas.
-Y ahora otro hito, pero sinfónico. ¿La gira tiene cierre o es con agenda abierta?
-No. Me encantaría que esto siga. Hay posibilidades en lugares como Salta o San Luis, pero no es fácil armarlo. Me encantaría porque el resultado fue maravilloso. Después del show del 21 de octubre en el Luna Park me voy a tocar afuera: Colombia, Perú, Puerto Rico, República Dominicana. Vuelvo en diciembre. En marzo voy a España, una deuda, porque nunca había ido a cantar allá y eso que tengo familia española, en Bilbao y en León. También vamos a Londres.
El camino de la imaginación
- Ya que hablás de antepasados, ¿en que situación está tu ópera histórica, esa mirada de la conquista de América?
-La voy a grabar. Primero quiero hacer eso y luego veré cuando llegue al escenario quienes son los intérpretes según el lugar donde se haga. Yo voy a hacer el personaje quilombero, el brujo, el que pone la semilla de la duda en todo. Es el más rockero, el que puedo hacer. Lo que más quiero ahora es que sea un álbum. Si bien esto tiene segmentos musicales que pueden ser pop, rock, R&B o de fusión; hay de todo. Doy rienda suelta a mi imaginación, exageradamente, pero creo que tengo que seguir ese camino.
-¿Influyó la preparación para el personaje de esta obra en tu manera de cantar tus clásicos y cómo sonaron en el Colón?
- Sí y también me lo dijo Gerardo [Gardelín]. Creo que lo hice bastante dignamente. Es un desafío poder grabar uno de los personajes Y al mismo tiempo es seguir dando música.
-¿Ya no estás escribiendo canciones?
- Sí, sigo, pero no pensando en un álbum. Estoy con otras cosas. Mi mujer está pensando en una exposición para el año que viene y yo estoy haciendo algo sobre grandes obras de artistas mujeres. Tengo esa suerte, de estar con las manos libres para hacer lo que tenga ganas.
-Te pregunté sobre las canciones porque muchas veces alternabas historias de la vida cotidiana, de una pareja, por ejemplo, con temas políticos o sociales, en general de coyuntura. ¿Eso ya no te inspira?
-La realidad es agobiante y el lenguaje, el vocabulario, es otro. Pero sigo jugando con esto y prefiero el ejemplo del aria, del “Primer vuelo al infinito”. Ahí hay una transmutación de ambos personajes al presente. En mi imaginación estaban en el 1500, pero en ese caso imagino a Maia como una chica que trabaja en un restó de Palermo Hollywood y estudia filosofía. Y Amauta trabaja en Rappi y es personal trainer. Comienzan siendo nativos que son tomados rehenes y se dan cuenta de que tienen que juntarse frente a un enemigo. Y se transforman en personaje actuales que tiene que seguir luchando. No es un lenguaje del 1500 pero sigo jugando un poco con eso. En algún momento me dijeron si iba a volver a hacer un disco de rock. La respuesta es: no sé, ¿Cuál es la obligación? Me lo dijeron porque hay rock también en la ópera. Pero creo que está inmerso en otro contexto y eso es lo que me motiva, me alimenta y me proyecta.
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