Se nota que ha refrescado un poco y que la llovizna se está convirtiendo en lluvia. Annie estornuda y Karin se lamenta: "¡Uy, se va a enfermar mi hija!". Lo dice en broma, como el eco de su personaje. En la vida real Karin Lechner sólo tiene cinco años más que Annie Dutoit . Su comentario refiere a Otoño, la pieza que juntas presentarán el viernes y el sábado en el CCK, basada en la Sonata de Otoño de Ingmar Bergman. Charlotte (Lechner) es una pianista famosa y madre de Eva (Dutoit), quien la recibe en su casa para que pasen juntas unos días.
Afuera es de noche y llueve tanto… pero esta no es la historia de un tango. Adentro de cada personaje hay historias que podría tener alguna relación con la vida de Karin Lechner y Annie Dutoit.
Karin es integrante de una famosa familia de pianistas (sí, la de la películaLa calle de los pianistas). Es nieta de Antonio de Raco y Elisabeth Westerkamp; es hija de Lyl Tiempo y Jorge Lechner; es hermana de Sergio Tiempo y de Federico Lechner; es madre de Natasha Binder.
Nació en Buenos Aires, se crió en Caracas, grabó su primer LP a los 13, con obras de Bach, Schumann y Chopin. Se mudó con su familia a Europa: primero cuatro años en Londres, luego dos meses en Ginebra, en la casa de la gran pianista argentina Martha Argerich, hasta instalarse definitivamente en Bruselas. (Años después Argerich también se mudó a esa ciudad, a la casa contigua a la de los Lechner-Tiempo).
Annie Dutoit nació en Suiza y es la hija de Martha Argerich y del célebre director de orquesta Charles Dutoit. Creció en Suiza y un poco en Londres. A los 18 pasó unos meses en Bélgica y luego se fue a los Estados Unidos. "Allí estudié y hasta hice mi doctorado. También viví algunos años en la India y en Arizona, que es como la India, por lo exótico", dice en su castellano de acento francés, y larga una carcajada.
Annie tiene dos hijos con los que se comunica en francés; uno de 15 que está estudiando en España y otro de 7 que vive con ella en Bruselas. También se dedica al teatro, como actriz. "Ahora estoy en tránsito. Desde hace unos meses en Bruselas, pero no sé adónde voy a vivir. Quizás me quede acá unos meses".
–¿Y el castellano, cómo aparece en esta historia? ¿Lo hablás con Martha?
Annie: –No, mi mamá sólo me hablaba en francés. Pero yo la escuchaba a ella hablar con mi abuela. Entendía todo pero no sabía hablar. Un día quise aprender y mi papá me mandó a Ecuador porque decía que ahí estaba el mejor español de Latinoamérica. Bueno, okey. Entonces me mandó a vivir con una familia en Quito. Creo que era la única familia vegetariana que había en Quito.
–Sos una especie de artista en tránsito.
Annie: –Sí, pero creo que eso viene de la familia que tengo. Solo viví el sentido de tener un hogar cuando iba a la escuela. Admiro a la familia de Karin; todos viven en Bruselas.
Karin: –Bueno, pero también es enriquecedor. A cuánta gente le gustaría viajar tanto por el mundo. Vivir en países diferentes.
–Karin, tus primeros años, hasta la juventud, fueron de muchas mudanzas.
–Sí. Caracas, Londres, la casa de Annie en Ginebra por dos meses, porque nuestros padres son muy amigos; y finalmente Bruselas, cuando se desocupó la casa donde íbamos a vivir. Bruselas no es la ciudad más "exciting" del mundo pero está muy cerca de todo. Eso está buenísmo. Además, tenemos una casa muy grande donde se puede hacer música. Y la vecina es Martha.
–Annie, el teatro te puso más en movimiento.
–Sí, a pesar de que viví en muchos lados, también estuve mucho tiempo dando clases en universidades, como profesora de Letras. Desde que me metí en el mundo de las performing arts las cosas cambiaron mucho, y no es fácil teniendo hijos.
–¿Cómo llegan a Otoño?
Karin: –El anteaño pasado, en Piano en Trièves, un festival de música de Francia, la directora me dijo: "Tenés que hacer Sonata de otoño". Creo que en algún momento le comenté que fui actriz de niña en Venezuela y que tomaba clases de teatro. Decidí ser pianista, pero siempre que pude me enganché en algún curso. Me dijo que había una adaptación y que yo podría hacer el rol de la pianista. Necesitábamos el otro rol principal de la historia. Pensé en Annie y a ella le gustó la idea. Ensayamos y creamos algo con más música que el original. Lo hicimos en julio del año pasado. Y nos dieron ganas de seguir. Comenzamos a ver cómo sería hacerlo en español y en la Argentina.
–¿Todavía no tenían director?
Annie: –No. Todo cambió mucho para llegar acá.
Karin: –Pensé que Mariano Nante (director de La calle de los pianistas) podría hacer su primera dirección teatral. Le pareció interesante pero finalmente no pudo. Por eso nos propuso a Martín Morgenfeld. Comenzamos a trabajar por Skype y a cambiar todo. Pero recién cuando llegamos, hace dos semanas, todo comenzó a tomar forma.
–Había que trabajar mucho y rápido para el estreno del viernes.
Karin: –Sí, pero acá los ritmos son diferentes. La gente es rápida y creativa y eso está buenísimo.
Annie: –Para mi es un desafío grande. Es la primera vez que me toca actuar en castellano. Tengo que aprender mucho en poco tiempo. Pero es interesante. Incluso, aunque no toco piano, Karin me enseñó el preludio famoso de Chopin y lo hicimos juntas. Después tuve este accidente [muestra un vendaje en dos dedos]. Me resbalé en una escaleras en Venecia. Todo muy romántico y slow motion.
–Si era en las escaleras del subte B no habría sido lo mismo...
Annie: –Depende del punto de vista. Si lo decís en Europa te pueden decir: "¡Ah! ¿Fue en Buenos Aires?
–¿Y desde qué punto de vista abordan la obra? Es decir: una pianista que hace el rol de pianista y la hija de la pianista que es, en la vida real, hija de una pianista famosísima. ¿Hasta que punto hablan de sus propias historias?
Annie: –Hay cosas que entiendo del personaje de Eva creado por Bergman. Lo aclaro porque lo que estamos haciendo ahora es diferente. Entiendo cómo puede sentirse una niña con una madre que no está. Que está viajando, que tiene una carrera. El sentimiento de abandono. Y también me pasó con mi papá director de orquesta. Pero el carácter de la pianista es distinto del de mi madre; tampoco Eva es como yo. Lo interesante es entender lo que está pasando profundamente en los personajes. Cierto dolor que aparece cuando los padres no puede dedicarse a sus hijos.
–Karin, ¿Qué tanto se acerca a tu vida la pianista de Otoño?
–Hay cosas con la que me identifico. La parte vocacional, la música; necesita su piano para estar bien. Vive a través de eso, emocionalmente hablando. Es lo primero en su vida. Y yo puedo entender ese sentimiento. Lo que no se parece es la relación que yo tengo con mi hija. Estoy muy pendiente de ella. Charlotte no pudo.
–¿Qué tan difícil fue elegir el programa? Optaste por obras de Beethoven, Bach Schumann, Brahms y Rachmaninov.
Karin: –Algunas son obras de mi infancia. Me hablan mucho. Y en esta obra se habla de infancia. Me gustan todas. Fue un poco intuitivo el proceso.
–El momento del encuentro entre Eva y Charlotte no es de infancia. Son dos adultas. ¿Cómo es la relación de ustedes con sus padres? Imagino que tu papá estará pasando por un momento complicado de su vida [Dutoit fue acusado de acoso].
Annie: –Fue un año difícil. Y, en realidad, me acerqué mucho a mi papá. Lo veo pero no tanto. Y, de repente, me empezó a llamar todos los días. Jamás pasó eso. No es como Karin que habla con su hija todos los días.
–En un momento de la vida los hijos comienzan a ser un poco padres de sus padres.
Karin: –Eso me está empezando a pasar a mí. Pero no es algo forzado. No puedo no pensar en ellos.
Annie: –En mi caso los roles no se invirtieron. Porque yo nunca tuve ese tipo de relación. La mía no era la mamá normal que se ocupa de cosas de todos los días, aunque fuera mi mamá y la quisiera más que a todo. Era otro tipo de relación la nuestra. Yo vengo de otro planeta. Realmente.
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